La época del renacimiento fue
una de las épocas menos dotadas de espíritu
crítico que haya conocido el mundo. Es la época de
la más burda y profunda superstición, una
época en la que la creencia en la magia y en la
brujería se propagó de manera prodigiosa y estuvo
infinitamente más extendida que en la Edad Media ,
es tanto así que la astrología jugaba un papel mucho
mayor que la astronomía , y los astrólogos
ocupaban cargos oficiales junto a los soberanos. Prueba de esto
es también la producción literaria de la época:
son las demonologías y los libros de
magia lo que se lee por todas partes.
La magia y las ciencias
ocultas en la Edad Media
partían de la creencia de que existían de forma
omnipresente fuerzas espirituales malignas o benéficas de
carácter sobrenatural. El hombre del
Renacimiento ,
sin embargo, parte de a idea de que el universo es un
universo
animado y de que todas las fuerzas de la naturaleza son
semejantes. El hombre y la
naturaleza
están dominados por las mismas fuerzas y entre todos los
elementos del cosmos existe una conexión que unifica sus
diversos aspectos.
La astrología era, por tanto, la ciencia que
al intentar investigar los astros estudiaba la influencia de
éstos sobre los hombres. La alquimia, por su parte,
pretendía explicar el poder que
ejercían ciertas sustancias sobre los hombres y los
objetos. La magia y la alquimia intentaban dotar al ser humano de
un poder que le
permitiera dominar los acontecimientos y las fuerzas que animaban
toda la naturaleza. El mago reconocía estar dominado por
dichas fuerzas, al igual que todos los demás seres
animados, pero creía ser capaz de controlarlas y plegarlas
a sus propios deseos. De esta forma las ciencias
ocultas se presentaban como técnicas
de control y
dominio del
universo ,
anticipando así la idea de dominio del
hombre sobre
la naturaleza propia de la mentalidad moderna posterior.
¿Cómo podemos explicar estas creencias
mágicas, astrológicas y alquimistas en el Renacimiento ?
Primero hay que aclarar, a la luz de Alexandre
Koyré, que la inspiración del Renacimiento no fue
una inspiración científica. El ideal de
civilización de la época que se llama precisamente
"Renacimiento de las letras y de las artes", no es de
ningún modo un ideal de ciencia , sino
un ideal de retórica, en el que la técnica de la
demostración de la lógica
clásica es sustituida por una técnica de la
persuasión.
Alexandre Koyré explica la credulidad y la falta de
espíritu crítico del Renacimiento, como
consecuencias de algo que es determinante para la época:
la destrucción del sistema
aristotélico. Efectivamente, después de haber
destruido la física , la metafísica
y la ontología aristotélicas, el Renacimiento
se encontró sin física y sin ontología , es decir, sin posibilidad de
decidir con anticipación si algo es posible o no. Es
así como no hay ningún criterio que permita decidir
si la información que se recibe de tal o cual
hecho es verdadera o no. De esto resulta una credulidad sin
límites
.
Partiendo de que el hombre es
un animal crédulo por naturaleza, se entiende lo normal
que es creer en el testimonio, sobre todo cuando viene del
pasado. Así, en el Renacimiento nada está
establecido de un modo más seguro que la
existencia del demonio y de las brujas; mientras no se sepa que
la acción de las brujas y de la magia es una cosa absurda,
no se tiene ninguna razón para no creer en esos
hechos.
Es de esta forma como alexandre Koyré resume en una frase
la mentalidad del renacimiento: "Todo es posible". El hecho de
que todo sea posible en el Renacimiento se debe, como ya hemos
dicho, a la destrucción de la ontología medieval,
de la ontología aristotélica, quedando lanzado o
reducido a una ontología mágica.
Con la destrucción de la síntesis
aristotélica, la ciencia se
ve en la necesidad de encontrar un nuevo método de
investigación de la naturaleza. La lógica
de Aristóteles , base hasta entonces de las
ciencias, ha de ser remplazada por una nueva lógica. A
Francis Bacon se le suele considerar el fundador de la filosofía
moderna en su tendencia empírica y el padre de la
moderna investigación científica , y es a
quien la historia le ha atribuido la
nueva lógica de la ciencia . Para
hacer entonces un somero estudio sobre esto, comenzaremos por
aclarar quién fue Francis Bacon.
La vida de Francis Bacon (1561-1626), estadista,
filósofo y literato, ofrece un conjunto de contradicciones
si se le considera en esas tres facetas de su
actuación.
Como estadista, Francis Bacon alcanzó los puestos
más altos en la gobernación de Inglaterra, pero
si en conseguirlos desplegó su capacidad intelectual no
intervino menos su capacidad para la intriga, su deslealtad para
con los amigos y su inmensa ambición. Precisamente su
actuación en la vida pública inglesa ha perjudicado
su reputación en sus otros aspectos de filósofo y
escritor y a nadie, mejor que a él, se le puede aplicar lo
del moralista que no sigue sus propios consejos.
Su conducta con
respecto al conde de Essex, del que era amigo íntimo,
consejero privado y protegido, tiene difícil
justificación. Al conde de Essex se le acusaba de delitos de
traición a la corona, y puesto que su culpabilidad era
reconocida sólo se tenía que discutir su mayor o
menor culpabilidad, pero Bacon figuró entre los acusadores
y redactó personalmente, por encargo de la reina, una
vehemente acusación contra Essex. Tal vez como abogado no
faltó a su deber, pero también el deber de la
amistad y de la
lealtad le debió obligar a que buscara la forma de
abstenerse de semejante acusación. Pero la oportunidad
política
de conquistar el favor de la reina, su ambición, le
impulsaron a obrar sin detenerse en escrúpulos
sentimentales ni de lealtad hacia el amigo y protector.
Más de la mitad de su vida Bacon pasó tratando de
alcanzar lo que su ambición le dictaba. Su turbio proceder
no le sirvió para alcanzar el tan ansiado favor de la
reina. Cuando ésta murió, Bacon tenía 42
años. el sucesor, Jacobo I, le fue más propicio y
con él consiguió los máximos cargos
ambicionados. Pero no supo, una vez en la cima como Lord
Canciller, ser leal a la confianza depositada en él. Se le
acusó de haber cometido en su cargo veintitrés
delitos de
prevaricación. Bacon se reconoció culpable y apenas
pudo, con su defensa, aminorar la gravedad de las inculpaciones.
Después de la condena y de la pérdida de todos sus
cargos, se retiró a una posesión familiar y se
dedicó al estudio y a sus tareas filosóficas y
literarias.
La labor de Bacon como literato (encontrada, como es
lógico, con su labor filosófica) abarca temas
diversos y es importante en la historia de la lengua
inglesa. Su prosa concisa, directa y excesivamente
económica en las palabras, es una valiosa
contribución al aún titubeante idioma inglés
de su tiempo.
Su biografía de Enrique VII,
independientemente de su veracidad como retrato, es uno de los
primeros intentos de dar a las biografías un fondo
psicológico para explicar los actos y la
personalidad del biografiado. En el ámbito de la
literatura,
también se le conoce a Bacon por un gran numero de
ensayos que
abarcan temas muy diversos, desde los proyectos ideales
para la construcción de un palacio o la de unos
jardines, hasta los aspectos característicos del matrimonio y la
soltería, con otros tradicionales sobre la ira, la
envidia, la ambición, etc., y muchos otros dedicados a
temas políticos y de gobierno.
Pero el lugar que ocupa Bacon en la historia se debe
más que todo a su trabajo filosófico, asunto que es
el que nos interesa. Como ya habíamos dicho, a Bacon se le
suele considerar fundador de la filosofía
moderna en su tendencia empírica, y padre de la
moderna investigación científica; pero ambas
cosas resultan exageradas.
Habíamos mencionado entonces que la destrucción que
se opera en el Renacimiento de la ontología
aristotélica, y de su filosofía en general, deja
como consecuencia una credulidad sin límites,
una ontología mágica en la que todo es posible y
una cultura
poblada de influencias mágicas, astrológicas y
alquimistas, y que por consiguiente la ciencia se ve en la
necesidad de encontrar un nuevo método de
investigación de la naturaleza, una nueva
lógica ante la abolida lógica aristotélica.
La invención de esta nueva lógica es precisamente
lo que se le atribuye a Francis Bacon, y lo que le ha hecho
memorable.
Para intentar analizar el verdadero aporte de Francis Bacon a la
ciencia y a la filosofía, partiremos esencialmente del
estudio de su obra más relevante: el Novum Organum, en la
que se condensa toda su teoría.
El Novum Organum fue publicado en 1620. Según la
intención del autor, había de formar parte de un
basto tratado general de las ciencias denominado Instauratio
Magna, la gran restauración, que jamás fue
concluido. La Instauratio Magna supuestamente estaba dividida en
dos partes, la primera debería estar constituida por una
gran enciclopedia de las ciencias, de la que tan sólo
realizó una insignificante parte. El Novum Organum
habría de ocupar la segunda parte de la Instauratio Magna,
del cual realiza dos libros en los
que expone los principios del
‘nuevo método’ científico que Bacon
proponía como sustitución del obsoleto
‘organum’ aristotélico.
En el Novum Organum, Bacon anuncia, presenta y convoca a un
proyecto de
investigación filosófico-natural tendente a
conseguir la ‘restauración’ (instauratio) del
saber y consecuentemente del poder que sobre la naturaleza
gozó Adán en el paraíso y que la humanidad
había perdido como consecuencia del pecado original.
"El hombre, por su caída, perdió su estado de
inocencia y su imperio sobre la creación, pero una y otra
pérdida puede, en parte, repararse en esta vida, la
primera por la religión y la fe, la
segunda por las artes y las ciencias".
De esta manera Bacon cambiaba la relación de la
religión
con la ciencia: si para muchos teólogos y hombres piadosos
de la época la ciencia era peligrosa para la
religión, Bacon hace de la religión y de la Biblia
base de la condena del saber tradicional y de la legitimidad de
la Instauratio Magna. Con esto, llegamos a una de las
conclusiones acerca del verdadero aporte de Bacon a la ciencia
moderna. Bacon no motiva para nada un desprendimiento de la
ciencia con la religión, por el contrario lo que hace es
lograr una ‘reconciliación’ entre
éstas. Bacon sí motiva la actividad de la ciencia
pero no desligada de la religión, lo que no constituye un
verdadero ideal moderno.
El Novum Organum tiene su punto de partida en el rechazo de la
lógica de Aristóteles y en la necesidad de encontrar
un nuevo método de investigación de la
naturaleza.
La crítica de la lógica aristotélica y del
pensamiento
recibido, de sus prejuicios y de sus errores, ocupa la parte
principal del primer libro del
Novum Organum, a manera de preliminar de la filosofía de
la ciencia que Bacon desarrolla en el segundo libro. Se
trata de una especie de fenomenología del error, en la que se
expone la reconocida teoría
baconiana de los ‘idola’.
Los ‘idolos’ son, para Bacon, las tendencias del
intelecto humano que dan lugar a los errores y a los prejuicios,
y que ocultan, por tanto, el verdadero saber. Bacon distingue
cuatro tipos de ídolos:
- Los idola tribus. Éstos, según el
autor, se expresan en la tendencia intelectual a considerar que
las cosas existen en un grado de orden y de igualdad
mayor del que en realidad se encuentran. Los
‘ídolos de la tribu’ surgen también
de la propia vida emocional humana, con la consiguiente falta
de objetividad en el momento de valorar los argumentos a favor
o en contra de un principio. Estos ídolos conducen,
finalmente, a la falsedad porque se apoyan en los datos
engañosos que proporcionan los
sentidos. - Los idola specus (literalmente ‘ídolos
de la caverna) proceden de las características específicas de
cada individuo: de sus gustos, de su educación, de sus ocupaciones, etc.
Emergen, por tanto, de la subjetividad y velan la
auténtica naturaleza de la verdad. - Los idola fori (‘ídolos del mercado’) se originan por el contacto
entre los hombres y derivan casi siempre del lenguaje.
Causan un auténtico reino de la confusión, pues
llegan a utilizar conceptos ilusorios para cosas inexistentes.
"Cuando los conceptos faltan, los suplen oportunamente las
palabras". - Los idola Theatri (‘ídolos del teatro’),
por último, son los que se derivan de las falsas
teorías, que han engañado a los
hombres a la manera como los actores engañan a su
público en el teatro.
El segundo libro del Novum Organum desarrolla
propiamente el método inductivo de Bacon, en el que se
trata de construir el saber, una vez se ha procedido a la
crítica de los ídolos o errores.
La lógica Aristotélica, base hasta entonces de las
ciencias, ha de ser remplazada pues por una nueva lógica
experimental e inductiva. Esto es necesario, según Bacon,
puesto que la lógica del filósofo griego es
esencialmente deductiva, parte de algunas observaciones
empíricas, pero se precipita rápidamente en una
generalización que olvida la existencia de principios
intermedios. Para decirlo en palabras de Bacon, la lógica
aristotélica es una vía de investigación y
de descubrimiento de la verdad que parte "de las sensaciones y de
los hechos particulares para elevarse rápidamente a las
proposiciones más generales". A esta vía, Bacon
opone una nueva forma de acceso a la verdad, que parte igualmente
de las sensaciones y de los hechos particulares, pero que
"obtiene de ellos proposiciones, ascendiendo de un modo continuo
y progresivo la escala de la
generalización hasta llegar a los principios más
generales".
Esto es, en suma, lo que realiza Bacon, el supuesto mérito
de su filosofía: considerar insuficiente el escolasticismo
y tratar de exponer un nuevo método de
investigación mediante el
conocimiento minucioso de la naturaleza, prescindiendo de
todos los prejuicios que procedieran de las ideas aceptadas sin
comprobación o de opiniones de autoridades antiguas
tenidas como dogmas.
Pero Francis Bacon no fue demasiado consecuente con sus
propósitos y, en su filosofía, hay mucho
todavía de escolasticismo y de prejuicios aceptados sin
examen. Además, Bacon no realiza ningún aporte
significativo para la filosofía natural, nunca desarrolla
su método. Tampoco encontramos mucha novedad en sus
exhortaciones a emplear la observación, el experimento y la inducción si repasamos los escritos de
algunos de sus predecesores inmediatos, en especial Galileo.
Prueba de las especulaciones sin fundamento científico de
Bacon es la profunda influencia que ejerció en él
la tradición mágico-alquímica. Por ejemplo,
Bacon concibe la putrefacción como algo causado por
espíritus volátiles que tienden a alejarse de los
cuerpos para gozar de los rayos solares. De igual manera, Bacon
alude a los influjos lunares, al mal de ojo o a la
fabricación del oro. Esto nos reitera el sin numero de
contradicciones que se encuentran en la obra de Bacon.
También es importante aclarar que la
rebelión contra Aristóteles y el método
escolástico no era, en lo más mínimo,
original de Bacon. Ya para la época se había
atacado fuertemente el método aristotélico, y
personajes como Vives, Agripa, Ramus y Acontio habían
luchado por una reforma del método algún tiempo antes que
los escritos de Bacon hubieran alcanzado prominencia.
Con respecto a la tan nombrada influencia de Bacon sobre la
ciencia moderna, hay que aclarar que es falsa. Como primero, los
progresos realizados en el siglo XVII tuvieron lugar en las
ciencias físicas, no en las biológicas, y en el
desarrollo de
las ciencias físicas el método de Bacon, como tal,
no tuvo influjo alguno.
La supuesta influencia del método de Bacon en el desarrollo de
los grandes logros científicos, también se reconoce
como falsa cuando tenemos en cuenta que Copérnico, Galileo
y Kepler lo precedieron, y que Harvey y Newton no lo
tuvieron en cuenta.
Además, hay que considerar que Francis Bacon era un hombre
de letras, y para nada un hombre de ciencia, lo cual, en
principio, pone en duda la validez de su método puesto que
sólo por la experiencia práctica puede
desarrollarse cualquier método experimental.
Bacon insistía en la importancia del experimento, pero no
podía enseñar lo que no había comprendido:
el método experimental. Exhortaba a los hombres a estudiar
la naturaleza, pero no podía suministrar indicaciones
provechosas para tal estudio. Tenía una ferviente fe en
las posibles conquistas de la ciencia, pero como nunca
dominó ninguna de ellas, era incapaz de apreciar las
condiciones reales de la investigación. Vio bastante claro
que el progreso de la investigación debe ser gradual, pero
no distinguió cuáles eran los grados necesarios ni
la clase de averiguaciones ni el orden que deben seguir, antes de
que puedan efectuarse los descubrimientos.
A pesar de todo esto, sus fieles admiradores, que en principio
fueron los ilustrísimos de la Royal Society, han visto en
Francis Bacon el padre de la filosofía y de la
investigación moderna, y el heraldo de la nueva era
científica.
Autor:
John Rojas
Estudiante de Filosofía y Letras y de Comunicación
Social y Periodismo de
la Universidad
Pontificia Bolivariana.
Medellín-Colombia.