INDICE:
Descripcion
Tematica
Introduccion
El Problema De La
Induccion
El
Problema De La Descripcion
Explicacion
Objetividad Y
Relativismo
Bibliografia
Conclusion
Ciencia (en
latín scientia, de scire,
‘conocer’), término que en su sentido
más amplio se emplea para referirse al conocimiento
sistematizado en cualquier campo, pero que suele aplicarse sobre
todo a la
organización de la experiencia sensorial objetivamente
verificable. La búsqueda de conocimiento
en ese contexto se conoce como ‘ciencia
pura’, para distinguirla de la ‘ciencia
aplicada’ —la búsqueda de usos
prácticos del conocimiento
científico— y de la tecnología, a
través de la cual se llevan a cabo las
aplicaciones.
Los esfuerzos para sistematizar el
conocimiento se remontan a los tiempos prehistóricos,
como atestiguan los dibujos que
los pueblos del paleolítico pintaban en las paredes de las
cuevas, los datos
numéricos grabados en hueso o piedra o los objetos
fabricados por las civilizaciones del neolítico. Los
testimonios escritos más antiguos de investigaciones
protocientíficas proceden de las culturas
mesopotámicas, y corresponden a listas de observaciones
astronómicas, sustancias químicas o síntomas
de enfermedades
—además de numerosas tablas matemáticas— inscritas en caracteres
cuneiformes sobre tablillas de arcilla. Otras tablillas que datan
aproximadamente del 2000 a.C. demuestran que los babilonios
conocían el teorema de Pitágoras, resolvían
ecuaciones
cuadráticas y habían desarrollado un sistema
sexagesimal de medidas (basado en el número 60) del que se
derivan las unidades modernas para tiempos y
ángulos
En el valle del Nilo se han descubierto papiros de un
periodo cronológico próximo al de las culturas
mesopotámicas que contienen información sobre el tratamiento de heridas
y enfermedades, la
distribución de pan y cerveza, y la
forma de hallar el volumen de una
parte de una pirámide. Algunas de las unidades de longitud
actuales proceden del sistema de
medidas egipcio y el calendario que empleamos es el resultado
indirecto de observaciones astronómicas
prehelénica.
2. INTRODUCCIÓN
Filosofía de la ciencia,
investigación sobre la naturaleza
general de la práctica científica. La
filosofía de la ciencia se
ocupa de saber cómo se desarrollan, evalúan y
cambian las teorías
científicas, y si la ciencia es capaz de revelar la verdad
de las entidades ocultas y los procesos de la
naturaleza. Su
objeto es tan antiguo y se halla tan extendido como la ciencia
misma. Algunos científicos han mostrado un vivo interés
por la filosofía de la ciencia y unos pocos, como Galileo,
Isaac Newton y
Albert
Einstein, han hecho importantes contribuciones. Numerosos
científicos, sin embargo, se han dado por satisfechos
dejando la filosofía de la ciencia a los filósofos, y han preferido seguir 'haciendo
ciencia' en vez de dedicar más tiempo a
considerar en términos generales cómo 'se hace la
ciencia'. Entre los filósofos, la filosofía de la
ciencia ha sido siempre un problema central; dentro de la
tradición occidental, entre las figuras más
importantes anteriores al siglo XX destacan Aristóteles, René Descartes,
John Locke,
David Hume, Immanuel Kant y John
Stuart Mill. Gran parte de la filosofía de la ciencia es
indisociable de la epistemología, la teoría del
conocimiento, un tema que ha sido considerado por casi todos
los filósofos.
3. EL PROBLEMA DE LA INDUCCIÓN
Los resultados de la observación y experimentación
suministran la evidencia para una teoría
científica, pero no pueden demostrar que la teoría
es correcta. Hasta la generalización empírica
más modesta, por ejemplo que toda agua hierve a
la misma temperatura,
va más allá de lo que puede ser deducido de la
evidencia en sentido estricto. Si las teorías
científicas no expresaran más que la evidencia que
suele sustentarlas, tendrían poca utilidad. No
podrían ser utilizadas para predecir el curso de la
naturaleza, y carecerían de poder
explicativo.
El vínculo no demostrativo o inductivo entre la
evidencia y la teoría plantea uno de los problemas
fundamentales de la teoría del
conocimiento, el problema de la inducción, dada su formulación
clásica por David Hume, el filósofo escocés
del siglo XVIII. Hume consideró simples predicciones
basadas en observaciones pasadas, por ejemplo, un vaticinio como:
el sol
saldrá mañana, teniendo en cuenta que se ha
observado que siempre salía en el pasado. La vida
sería imposible sin anticipar el futuro, pero Hume
construyó una argumentación excelente para mostrar
que estas inferencias son indefendibles desde presupuestos
racionales. Esta conclusión puede parecer
increíble, pero la argumentación de Hume tiene
todavía que ser contestada de un modo concluyente.
Admitía que las deducciones inductivas han sido por lo
menos razonablemente fiables hasta ahora, o no estaríamos
vivos para considerar el problema, pero afirmaba que sólo
podemos tener una razón para continuar confiando en la
inducción si tenemos algún motivo para creer que la
inducción seguirá siendo fiable en el futuro. Hume
demostró entonces que tal razón no es posible. El
nudo del problema es que pretender que la inducción
será una garantía en el futuro es, en sí
misma, una predicción y sólo podría ser
justificada de manera inductiva, lo que llevaría a una
cuestión de principio. En concreto,
mantener que la inducción quizá funcionará
en el futuro porque ha resultado útil en el pasado es
razonar en círculo, asumiendo la inducción para
justificarla. Si esta argumentación escéptica es
válida, el
conocimiento inductivo parece imposible, y no hay un
argumento racional que se pueda plantear para disuadir a alguien
que opina, por ejemplo, que es más seguro salir de
la habitación por las ventanas que por la
puerta.
El problema de la inducción se relaciona de forma
directa con la ciencia. Sin una respuesta a la
argumentación de Hume, no hay razón para creer en
ninguno de los aspectos de una teoría científica
que vaya más allá de lo que, en realidad, se ha
observado. El asunto no es que las teorías
científicas no resulten nunca ciertas por completo: esto
es o debería ser una verdad obvia. El tema es más
bien que no tenemos ninguna razón para suponer, por
ejemplo, que el agua que no
hemos sometido a prueba hervirá a la misma temperatura
que el agua que
hemos probado. Los filósofos han realizado un continuo
esfuerzo para resistir a esta conclusión escéptica.
Algunos han tratado de demostrar que los modelos
científicos para sopesar evidencias y formular inferencias
son, de algún modo, racionales por definición;
otros, que los éxitos pasados de nuestros sistemas
inductivos son susceptibles de emplearse para justificar su uso
futuro sin caer en círculos viciosos. Un tercer enfoque
sostiene que, aunque no podamos demostrar que la inducción
funcionará en el futuro, sí podemos demostrar que
lo hará si algún método de
predicción lo hace, por lo que es razonable utilizarlo.
Mediante teorías más recientes, algunos
filósofos han sostenido que la actual fiabilidad de las
prácticas inductivas, algo que Hume no niega, basta para
proporcionar conocimiento inductivo sin otro requerimiento que el
que la fiabilidad esté justificada.
Karl Popper ha aportado una respuesta más radical
al problema de la inducción, una solución que
constituye la base de su influyente filosofía de la
ciencia. De acuerdo con Popper, el razonamiento de Hume de que
las inferencias son injustificables desde una perspectiva
racional es correcto. Sin embargo, esto no amenaza la
racionalidad de la ciencia, cuyas inferencias son, aunque parezca
lo contrario, deductivas en exclusiva. La idea central de Popper
es que mientras la evidencia nunca implicará que una
teoría sea verdadera, puede rebatir la teoría
suponiendo que sea falsa. Así, un número de cuervos
negros no implica que todos lo cuervos sean negros, pero la
presencia de un único cuervo blanco supone que la
generalización es falsa. Los científicos pueden, de
esta forma, saber que una teoría es falsa, sin recurrir a
la inducción. Además, enfrentados a una
elección entre dos teorías opuestas, pueden ejercer
una preferencia racional si una de las teorías ha sido
refutada pero la otra no; entonces es racional preferir una
teoría que podría ser verdad respecto a una que se
sabe es falsa. La inducción nunca entra en escena, de modo
que el argumento de Hume pierde fuerza.
Esta ingeniosa solución al problema de la
inducción se enfrenta con numerosas objeciones. Si fuera
cierta, los científicos nunca tendrían
ningún motivo para creer que alguna de sus teorías
o hipótesis son siquiera correctas por
aproximación o que alguna de las predicciones
extraídas de ellas es verdad, ya que estas apreciaciones
sólo podrían ser justificadas por vía
inductiva. Además, parece que la posición de Popper
ni siquiera permite a los científicos saber que una
teoría es falsa, puesto que, según él, la
evidencia que podría contradecir una teoría, puede
no ser nunca reconocida como correcta. Por desgracia, las
inferencias inductivas que los científicos plantean no
parecen ni evitables ni justificables.
4. EL PROBLEMA DE LA DESCRIPCIÓN
Aunque la discusión de Hume sobre la justificación
de la inducción representa un hito en la historia de la
filosofía, sólo ofrece una cruda descripción de cómo, para bien o
para mal, los métodos
inductivos funcionan en realidad. Mantenía que la
inferencia inductiva es sólo un hábito de
formación. Al haber visto muchos cuervos negros, de modo
tácito aplicamos la regla 'más de lo mismo' y
suponemos que el próximo cuervo que encontremos
será también negro. Esto, como es evidente, no hace
justicia a la
práctica inferencial de los científicos, ya que
éstos infieren a partir de la observación de entidades de una clase para
llegar a la existencia y comportamiento
de entidades de una clase muy diferente y a menudo no observable.
'Más de lo mismo' no llevará a los
científicos desde lo que se ve en el laboratorio a
la existencia de los electrones o los campos
electromagnéticos. ¿Cómo comprueban entonces
los científicos sus teorías, sopesan la evidencia y
establecen inferencias? Este es el problema de la
descripción en contraste con el problema de la
justificación de Hume.
El problema descriptivo puede parecer fácil de
resolver: sólo hay que preguntar a los científicos
que describan lo que hacen. Es una ilusión. Los
científicos pueden ser eficaces sopesando evidencias, pero
no son eficaces ofreciendo una declaración de principios que
recoja cómo llegan a ellos. Esto no es más
sorprendente que el hecho de que los nativos de habla inglesa
sean incapaces de explicar los principios por
los que diferencian las oraciones gramaticales de las no
gramaticales. Lo más sorprendente es cuán
difícil ha sido resolver el problema de la
inducción incluso para los filósofos de la ciencia
que han dedicado a ello su actividad.
Quizá la forma más corriente de mostrar
cómo se comprueban las teorías sea mediante el
modelo
hipotético-deductivo, según el cual las
teorías se comprueban examinando las predicciones que
implican. La evidencia que muestra que una
predicción es correcta, confirma la teoría; la
evidencia incompatible con la predicción, rebate la
teoría, y cualquier otra evidencia es irrelevante. Si los
científicos tienen una evidencia suficiente que corrobora
y una no evidencia que rebate, pueden inferir que la
teoría examinada es correcta. Este modelo, aunque
es aproximado, parece en principio ser un reflejo razonable de la
práctica científica, pero está envuelto en
dificultades concretas. La mayoría de éstas
demuestran que el modelo hipotético-deductivo es demasiado
permisivo, al tratar evidencias irrelevantes como si aportaran
certezas materiales.
Para mencionar tan sólo un problema, la mayoría de
las teorías científicas no implican ninguna
consecuencia observable por sí misma, sino sólo al
relacionarse en conjunto con otras suposiciones de base. Si no
hay alguna clase de restricción sobre las suposiciones
admisibles, el modelo permitiría considerar cualquier
observación como evidencia para casi cualquier
teoría. Esto es un resultado absurdo, pero es
difícil en extremo especificar las restricciones
apropiadas.
Dadas las dificultades que afronta el modelo
hipotético-deductivo, algunos filósofos han
reducido sus miras y han intentado dar un modelo mejor de
refuerzo inductivo para una serie de casos más limitada.
El caso más sencillo es una generalización
empírica del tipo 'todos los cuervos son negros'.
Aquí parece claro que los cuervos negros apoyan la
hipótesis, los
cuervos no negros la refutan, y los no cuervos son irrelevantes.
Aún así, esta modesta consideración
entraña otros problemas.
Supongamos que aplicamos el mismo tipo de consideración a
la hipótesis un tanto exótica de que
todas las cosas no negras no son cuervos. Los no negros no
cuervos (flores blancas, por ejemplo) la apoyan, los cuervos no
negros la refutan, y los objetos son irrelevantes. El problema
surge cuando observamos que esta hipótesis equivale
a la hipótesis original del cuervo; decir que todas las
cosas no negras son no cuervos es sólo un modo poco usual
de decir que todos los cuervos son negros. Entonces
¿cualquier evidencia que apoye una hipótesis apoya
la otra? Esto nos deja, sin embargo, con la conclusión
bastante extraña de que las flores blancas proporcionan la
evidencia de que todos los cuervos son negros. Esta paradoja del
cuervo parece un truco lógico, pero ha resultado muy
difícil de resolver.
5. EXPLICACIÓN
Un reciente trabajo sobre el problema de los métodos de
descripción inferencial en la ciencia ha tratado de evitar
la debilidad del modelo hipotético- deductivo yendo
más allá de las relaciones lógicas para
responder a la conexión de la evidencia con la
teoría. Algunas consideraciones intentan describir
cómo la plausibilidad de teorías e hipótesis
puede variar conforme se va avanzando en las comprobaciones, y
han enlazado esta idea con un cálculo
formal de probabilidades. Otras apelan al contenido
específico de las hipótesis sometidas a
comprobación, en especial las afirmaciones causales que
hacen muchas de ellas. En el siglo XIX, John Stuart Mill dio
cuenta de las inferencias desde los efectos a las causas que
puede ser extendida para aportar un modelo de inferencia
científica. Uno de los procedimientos
por el que se ha intentado esa expansión ha sido
recurriendo al concepto de
explicación. La idea básica del modelo de
inducción para la mejor explicación es que los
científicos infieren desde la evidencia válida a la
hipótesis que, de ser correcta, proporcionaría la
mejor explicación de esa evidencia.
Si la inferencia para la mejor explicación debe
de ser algo más que un eslogan, sin embargo, se requiere
alguna consideración independiente de explicación
científica. El punto de partida para la mayoría del
trabajo filosófico contemporáneo sobre la
naturaleza de la explicación científica es el
modelo deductivo-nomológico, según el cual una
explicación científica es una deducción de
una descripción del fenómeno para ser explicada
desde un conjunto de premisas que incluye, por lo menos, una
ley de la
naturaleza. Así, se podría explicar por qué
sube el mercurio en un termómetro señalando el ascenso de
la subida en la temperatura a partir de una ley que relaciona
la temperatura y el volumen de los
metales. El
tema aquí es saber qué hace que algo sea una ley de
la naturaleza, otro de los tópicos centrales de la
filosofía de la ciencia. No todas las generalizaciones
verdaderas son leyes de la
naturaleza. Por ejemplo, la afirmación de que todas las
esferas de oro tienen un diámetro de menos de diez millas
es una verdad presumible pero no es una ley. Las genuinas
leyes de la
naturaleza parecen tener un tipo de necesidad de la que carece la
afirmación sobre las esferas de oro. Describen no
sólo cómo funcionan las cosas en realidad sino
cómo, de algún modo, deben funcionar. Sin embargo,
está lejos de ser evidente cómo tendría que
articularse esta noción de necesidad.
Otra dificultad para el modelo
deductivo-nomológico de explicación es que, al
igual que el modelo hipotético-deductivo de
comprobación, con el cual mantiene una notable similitud
estructural, este modelo también es demasiado permisivo.
Por ejemplo, el periodo (la duración de una
oscilación) de un péndulo determinado puede
deducirse de la ley que se refiere al periodo y recorrido de los
péndulos en general, junto con el recorrido de ese
péndulo determinado. El recorrido del péndulo es
considerado de modo habitual como explicativo del periodo. Sin
embargo, la deducción puede llevarse a cabo en el sentido
opuesto: es posible calcular el recorrido de un péndulo si
se conoce su periodo. Pero el periodo no está considerado
por lo común como explicativo del recorrido del
péndulo. De este modo, mientras que la deducción
funciona en ambos sentidos, se considera que la
explicación va sólo en un único sentido.
Dificultades de esta índole han llevado a algunos
filósofos a desarrollar procesos
causales de explicación, según los cuales
explicamos los acontecimientos aportando información sobre sus procesos causales.
Este enfoque es atractivo, pero pide un análisis de causalidad, un proyecto que se
enfrenta a muchas de las mismas dificultades que tenía
analizar las leyes de la naturaleza. Además, se necesita
decir más sobre qué causas de un acontecimiento lo
explican. El Big Bang es presumiblemente parte de la historia causal de cada
acontecimiento, pero no aporta una explicación adecuada
para la mayoría de ellos. Una vez más, hay un
problema de permisividad excesiva.
6. REALISMO E INSTRUMENTALISMO
Uno de los objetivos de
la ciencia es salvar los fenómenos, construir
teorías que supongan una descripción correcta de
los aspectos observables del mundo. De particular importancia es
la capacidad para predecir lo que es observable pero
todavía no es observado, ya que una predicción
precisa hace factible la aplicación de la ciencia a la
tecnología. Lo que resulta más
controvertido es si la ciencia debe también aspirar a la
verdad sobre aquello que no es observable, sólo por
comprender el mundo, incluso sin un propósito
práctico. Aquellos que pretenden que la ciencia
debería, y que así lo hace, ocuparse de revelar la
estructura
oculta del mundo son conocidos como realistas. Para éstos,
las teorías tratan de describir esa estructura.
Por oposición, aquellos que dicen que la labor de la
ciencia es sólo salvar los fenómenos observables
son conocidos como instrumentalistas, ya que para ellos las
teorías no son descripciones del mundo invisible sino
instrumentos para las predicciones sobre el mundo observable. La
disputa entre realistas e instrumentalistas ha sido un tema
constante en la historia de la
filosofía de la ciencia.
Los científicos realistas no afirman que todo en
la ciencia actual es correcto pero, como era de esperar, afirman
que las mejores teorías actuales son poco más o
menos verdaderas, que la mayoría de las entidades a las
que se refieren existen en realidad, y que en la historia de la ciencia las
últimas teorías en un campo concreto han
estado por lo
común más próximas a la verdad que las
teorías que sustituían. Para los realistas, el
progreso científico consiste sobre todo en generar
descripciones cada vez más amplias y exactas de un mundo
en su mayor parte invisible.
Algunos instrumentalistas niegan que las teorías
puedan describir aspectos no observables del mundo sobre la base
de que no se pueden llenar de significado las descripciones de lo
que no puede ser observado. Según esta idea, las
teorías de alto nivel son ingenios de cálculo
sin significado literal: no son más descripciones del
mundo que lo que son los circuitos de
una calculadora electrónica. Otros instrumentalistas han
afirmado que las teorías son descripciones, pero
sólo del mundo observable. Hablar de partículas
atómicas y campos gravitatorios sólo es en realidad
una taquigrafía de descripciones de interpretaciones
punteras y un movimiento
observable. La versión contemporánea más
influyente del instrumentalismo, conocida como empirismo
constructivo, adopta una tercera vía. El significado de
las teorías tiene que ser creído literalmente. Si
una teoría parece contar una historia sobre
partículas invisibles, entonces esa es la historia que se
cuenta. Los científicos, sin embargo, nunca tienen derecho
o necesidad de creer que esas historias son verdad. Todo lo
más que puede o necesita ser conocido es que los efectos
observables de una teoría —pasada, presente y
futura— son verdaderos. La verdad del resto de la
teoría es cómo pueda ser: toda la cuestión
es que la teoría cuenta una historia que produce
sólo predicciones verdaderas acerca de lo que, en
principio, pudiera ser observado.
El debate entre
realistas e instrumentalistas ha generado argumentos por parte de
ambas escuelas. Algunos realistas han montado un razonamiento de
no milagro. Realistas e instrumentalistas están de acuerdo
en que nuestras mejores teorías en las ciencias
físicas han tenido un notable éxito
de predicción. El realista mantiene que este éxito
sería un milagro si las teorías no fueran por lo
menos verdaderas por aproximación. Desde un punto de vista
lógico es posible que una historia falsa en su totalidad
sobre entidades y procesos no observables pudiera suponer todas
esas predicciones verdaderas, pero creer esto es bastante
improbable y, por lo tanto, irracional. Planteado el supuesto de
que a una persona se le da
un mapa muy detallado, cuyo contenido describe con gran detalle
el bosque en el que se encuentra, incluso muchos desfiladeros y
picos de montañas inaccesibles. Examina el mapa
contrastando los datos en
diferentes lugares y, en cada caso, lo que ve es justo como lo
pinta el mapa. Queda la posibilidad de que el mapa sea incorrecto
por completo en las zonas que no ha examinado, pero esto no
resulta verosímil. El realista mantiene que la
situación es análoga para toda teoría
científica que haya sido bien comprobada.
Los instrumentalistas han hecho numerosas objeciones al
razonamiento del 'no milagro'. Algunos han afirmado que incurre
en la petición de principio, tanto como el argumento
considerado con anterioridad, de que la deducción
funcionará en el futuro porque ha funcionado en el pasado.
Inferir del éxito observado de una teoría
científica la verdad de sus afirmaciones sobre los
aspectos no observables del mundo es utilizar en concreto el modo
de deducción cuya legitimidad niegan los
instrumentalistas. Otra objeción es que la verdad de la
ciencia actual no es en realidad la mejor explicación de
su éxito de observación. Según esta
objeción, Popper estaba en lo cierto, al menos, cuando
afirmó que la ciencia evoluciona a través de la
supresión de las teorías que han fracasado en la
prueba de la predicción. No es de extrañar que se
piense, por lo tanto, que las teorías que ahora se aceptan
han tenido éxito en cuanto a la predicción: si no
lo hubieran tenido, ahora no las aceptaríamos. Así,
la hipótesis que mantiene que nuestras teorías son
ciertas no necesita explicar su éxito de
predicción. Por último, algunos instrumentalistas
recurren a lo que se conoce como la indeterminación de la
teoría por los datos. No importa el grado de validez de la
evidencia, sabemos que hay en principio innumerables
teorías, incompatibles entre sí pero todas
compatibles con esa evidencia. Como mucho, una de esas
teorías puede ser verdadera. Tal vez si la objeción
resulta válida, es poco probable que la teoría
elegida como eficaz sea la verdadera. Desde este punto de vista,
lo que sería milagroso no es que las teorías de
éxito a las que llegan los científicos sean falsas,
sino que sean verdaderas.
Una de los razonamientos recientes más populares
de los instrumentalistas es la 'inducción pesimista'.
Desde el punto de vista de la ciencia actual, casi todas las
teorías complejas con más de cincuenta años
pueden ser entendidas como falsas. Esto se oculta a menudo en la
historia de la ciencia que presentan los libros de
texto de
ciencia elementales, pero, por ejemplo, desde el punto de vista
de la física
contemporánea, Kepler se equivocaba al afirmar que los
planetas se
mueven en elipses, y Newton al
sostener que la masa de un objeto es independiente de su velocidad.
Pero si todas las teorías pasadas han sido halladas
incorrectas, entonces la única deducción razonable
es que todas, o casi todas, las teorías actuales
serán consideradas erróneas de aquí a otro
medio siglo. En contraste con esta discontinuidad en la historia
de las teorías, según el instrumentalismo se ha
producido un crecimiento constante y sobre todo acumulativo en el
alcance y precisión de sus predicciones observables. Cada
vez han llegado a ser mejores salvando los fenómenos, su
único cometido apropiado.
Se han planteado varias respuestas a la inducción
pesimista. La mayoría de los realistas han aceptado tanto
la premisa de que las teorías del pasado han sido falsas y
la conclusión de que las teorías actuales
serán quizá falsas también. Sin embargo, han
insistido en que todo esto es compatible con la afirmación
central realista de que las teorías tienden a mejorar las
descripciones del mundo respecto a aquéllas a las que
reemplazan. Algunos realistas también han acusado a los
instrumentalistas de exagerar el grado de discontinuidad en la
historia de la ciencia. Se puede cuestionar también la
validez de una deducción desde el grado de falsedad
pretérito al actual. De acuerdo con los realistas, las
teorías actuales han sustituido a sus predecesoras porque
ofrecen un mejor tratamiento de la evidencia cada vez más
amplio y preciso; por eso está poco claro por qué
la debilidad de las viejas teorías debería ir en
contra de las que las sucedan.
7. OBJETIVIDAD Y RELATIVISMO
Aunque realistas e instrumentalistas discrepan sobre la
capacidad de la ciencia para describir el mundo invisible, casi
todos coinciden en que la ciencia es objetiva, porque descansa
sobre evidencias objetivas. Aunque algunos resultados
experimentales son inevitablemente erróneos, la historia
de la evidencia es en gran parte acumulativa, en contraste con la
historia de las teorías de alto nivel. En resumen, los
científicos sustituyen las teorías pero aumentan
los datos. Sin embargo, esta idea de la objetividad y
autonomía de la evidencia observacional de las
teorías científicas ha sido criticada, sobre todo
en los últimos 30 años.
La objetividad de la evidencia ha sido rechazada
partiendo de la premisa de que la evidencia científica
está, de manera inevitable, contaminada por las
teorías científicas. No es sólo que los
científicos tiendan a ver lo que quieren ver, sino que la
observación científica es sólo posible en el
contexto de presuposiciones teóricas concretas. La
observación es "teoría cargada". En una
versión extrema de esta idea, las teorías no pueden
ser probadas, ya que la evidencia siempre presupondrá la
misma teoría que se supone tiene que probar. Versiones
más moderadas permiten alguna noción de la prueba
empírica, pero siguen introduciendo discontinuidades
históricas en la evidencia para compararla con las
discontinuidades a nivel teórico. Si todavía es
posible hacer algún juicio del progreso científico,
no puede ser en términos de acumulación de
conocimiento, ya se trate de un enfoque teórico o desde el
punto de vista de la observación.
Si la naturaleza de la evidencia cambia conforme cambian
las teorías científicas, y la evidencia es nuestro
único acceso a los hechos empíricos, entonces
quizá los hechos también cambien. Este es el
relativismo en la ciencia, cuyo representante reciente más
influyente es Thomas Kuhn. Al igual que el gran filósofo
alemán del siglo XVIII Immanuel Kant, Kuhn
mantiene que el mundo que la ciencia investiga debe ser un mundo
hasta cierto punto constituido por las ideas de aquellos que lo
estudian. Esta noción de la constitución humana del mundo no es
fácil de captar. No ocurre lo mismo que en la
visión idealista clásica que explica que los
objetos físicos concretos sólo son en realidad
ideas reales o posibles, implicando que algo es considerado como
objeto físico o como un objeto de cierto tipo, por ejemplo
una estrella o un planeta, sólo en la medida en la que la
gente así los categoriza. Para Kant, la
contribución que parte de la idea y lleva a la estructura
del mundo es sustancial e inmutable. Consiste en
categorías muy generales tales como espacio, tiempo y
causalidad. Para Kuhn, la contribución es asimismo
sustancial, pero también muy variable, ya que la
naturaleza de la contribución viene determinada por las
teorías y prácticas concretas de una disciplina
científica en un momento determinado. Cuando esas
teorías y prácticas cambian, por ejemplo, en la
transición desde la mecánica newtoniana a las teorías de
Einstein, también cambia la estructura del mundo sobre la
que tratan este conjunto de teorías. La imagen de los
científicos descubriendo más y más sobre una
realidad idea independiente aparece aquí rechazada por
completo.
Aunque radical desde el plano metafísico, el concepto de
ciencia de Kuhn es conservador desde una perspectiva
epistemológica. Para él, las causas del cambio
científico son, casi de forma exclusiva, intelectuales y
pertenecen a una reducida comunidad de
científicos especialistas. Hay, sin embargo, otras
opciones actuales de relativismo sobre la ciencia que rechazan
esta perspectiva de carácter
interno, e insisten en que las principales causas del cambio
científico incluyen factores sociales, políticos y
culturales que van mucho más allá de los confines
del laboratorio.
Ya que no hay razón para creer que estos factores variables
conducen al descubrimiento de la verdad, esta idea social
constructivista de la ciencia es quizás casi más
hostil al realismo
científico que lo es la posición
kuhniana.
Los realistas científicos no han eludido estos
desafíos. Algunos han acusado a los relativistas de
adoptar lo que viene a ser una posición de
autocontradicción. Si, como se afirma, no hay nada que sea
verdad, esta afirmación tampoco puede ser entonces
verdadera. Los realistas han cuestionado también la
filosofía del lenguaje
latente detrás de la afirmación de Kuhn de que las
sucesivas teorías científicas se refieren a
diferentes entidades y fenómenos, manteniendo que el
constructivismo
social ha exagerado la influencia a largo plazo de los factores
no cognitivos sobre la evolución de la ciencia. Pero el debate de si
la ciencia es un proceso de
descubrimiento o una invención es tan viejo como la
historia de la ciencia y la filosofía, y no hay soluciones
claras a la vista. Aquí, como en otras partes, los
filósofos han tenido mucho más éxito en
poner de manifiesto las dificultades que en resolverlas. Por
suerte, una valoración de cómo la práctica
científica resiste una explicación puede iluminar
por sí misma la naturaleza de la ciencia.
8. BIBLIOGRAFIA
Brown, Harold I. La
nueva filosofía de la ciencia. Madrid: Editorial
Tecnos, 1983. Detallada descripción de las más
actuales corrientes en filosofía de la ciencia.
Echeverría, Javier. Filosofía de la ciencia.
Madrid: Ediciones Akal, 1995. Manual de
referencia que resulta una útil introducción a los problemas de la
filosofía de la ciencia.
Hempel, Carl Gustav. Filosofía de la ciencia
natural. Madrid: Alianza Editorial, 1973. Obra clásica
que analiza algunos aspectos centrales de la filosofía de
la física.
Wartofsky, Marx W.
Introducción a la filosofía de la ciencia. 2
vols. Madrid: Alianza Editorial, 1987. Interesante y amplia
introducción a los temas fundamentales de
la filosofía de la ciencia.
"Filosofía de la ciencia." Enciclopedia® Microsoft®
Encarta 2001
9. CONCLUSION:
CONCLUSIONES
La filosofía es un
asunto de todos, debemos luchar para que todas las barreras entre
ésta y la ciencia y el público en general se rompan
y, en sentido de trabajo elaborar una epistemología histórica que se
desarrolle en contacto directo con el medio científico. La
tarea del filósofo de hoy según Dominique Lecourt
"no es la de acompañar de bellas palabras el discurso del
mundo". El mundo va como va. La filosofía no puede eludir
la responsabilidad ética que
es justamente pensar en el mundo.
Hay que construir los medios para
hacer escuchar esa otra manera de hacer filosofía, y
después de encontrar los medios
utilizar al máximo para hacer del pensamiento
una fiesta; porque es una de las actividades humanas que provoca
una felicidad tal que el hombre
nunca se arrepiente de haber pensado.
La filosofía así
asumida se le debe dar una connotación cultural, porque en
ella resplandece la verdad, va ayudar al hombre a
plantear su existencia en una forma diferente, la va a instar a
luchar por la autenticidad y originalidad de su ser mismo.
También le va a desvelar su misterio que no es otro que el
de ser hombre y del
estar en el mundo.
La metafísica
ha recibido en el siglo XX severas críticas. Las
principales son las que provienen del positivismo
lógico, para quien la metafísica
es un discurso sin
significado porque sus enunciados son afirmaciones acerca de los
cuales nunca se podrá tener una experiencia. No obstante,
debemos decir que los temas concernientes a la metafísica
no fueron dejados a un lado en el siglo XX, sino, por el
contrario, las distintas corrientes de pensamiento se
ven remitidas a ellos con la necesidad de formular maneras
alternativas en su tratamiento
Autor:
Lic. José Luis
Dell'Ordine