Indice
1.
Prólogo
2. Marco
Histórico
3. Los medios de
comunicación
4. El segundo poder
5. Conclusión
6. Bibliografía
Una Junta Militar dirigida por el comandante en jefe del
Ejército, teniente general Jorge Rafael Videla,
tomó el poder el 24 de
marzo de 1976. La Junta Militar disolvió el Congreso,
impuso la ley marcial y
gobernó por decreto.
Durante los primeros meses posteriores al golpe militar se
mantuvo la actividad terrorista de algunos grupos de
izquierda, pero se aplacó después de que el
gobierno de
Videla lanzara su propia campaña terrorista contra los
opositores políticos. En 1977, la Comisión Argentina de
Derechos
Humanos denunció ante la ONU al
régimen militar, acusándolo de cometer 2.300
asesinatos políticos, unos 10.000 arrestos por causas
políticas y la desaparición de entre
20.000 y 30.000 personas, muchas de las cuales fueron asesinadas
y sepultadas en tumbas anónimas.
En marzo de 1981, Videla fue sucedido en la presidencia por el
teniente general Roberto Viola, sustituido en diciembre del mismo
año por el comandante en jefe del Ejército, el
teniente general Leopoldo Galtieri, cuyo gobierno
consiguió el apoyo casi unánime de la
ciudadanía en abril de 1982 al ocupar por la fuerza las
islas
Malvinas, territorio reclamado por Argentina desde 1833.
Sacudida por la represión y el terrorismo de
Estado, y con
una deuda externa sin
precedentes, Argentina celebró, después de una
década, elecciones presidenciales en octubre de 1983. El
ganador fue el candidato de la Unión
Cívica-Radical-(UCR)-Raúl-Alfonsín.
1976–1983: Argentina sin Ley
La última dictadura
militar fue la más sanguinaria de todas. El terrorismo de
Estado significó el asesinato de miles de ciudadanos. La
violación sistemática de los derechos humanos dejó
heridas imborrables en la sociedad, que
desde 1930 había acompañado, con mayor o menor
entusiasmo, todas las aventuras militares.
El régimen violó la Constitución y afectó toda la
estructura
jurídica del Estado. El poder militar fue totalitario y
anárquico a la vez. La lucha entre facciones internas
generalizó la anomia social, es decir la ausencia de ley.
La guerra de las
Malvinas,
seguida de la humillación de una derrota, fue el detonante
que posibilitó la recuperación de la democracia.
La Dictadura
El Proceso
El golpe de Estado
del 24 de marzo de 1976 se autodenominó Proceso de
Reorganización Nacional. Ese día, la presidenta
constitucional María Estela Martinez de Perón fue
destituida por una Junta de Comandantes en Jefe, integrada por el
general Jorge Rafael Videla, el almirante Emilio Eduardo Masera y
el brigadier Orlando Ramón
Agosti. Los integrantes de esta Junta fueron tristemente
célebres por la violación sistemática de los
derechos humanos.
El Proceso de Reorganización Nacional pretendió
emular la etapa histórica que culminó en 1880 con
la llamada Organización Nacional. Pero, en los hechos,
siguió los pasos de la Revolución
Argentina y profundizó sus alcances. El régimen de
1976 disolvió todos los cuerpos legislativos y
removió a todos los funcionarios.
Prohibió la actividad de todas las asociaciones, partidos
políticos y entidades gremiales, y asumió la
totalidad del poder, sin plazos preestablecidos.
El general Jorge Rafael Videla presidió el gobierno desde
el inicio del golpe en 1976 hasta el 29 de marzo de1981, fecha en
que lo sucedió el general Roberto Viola. La lucha facciosa
dentro del régimen militar culminó con el menguado
poder del general Viola en un lapso de 11 meses. El 11 de
diciembre de 1981 abandonó el cargo por enfermedad, y
asumió el general Leopoldo Galtieri, quien gobernó
hasta junio de 1982. El último presidente militar fue el
general Reinaldo Bignone, quien gobernó desde junio de
1982 hasta el 10 de diciembre de 1983. En septiembre de 1983,
antes de entregar el poder, firmó una ley de
autoamnistía que fue repudiada por la opinión
pública y derogada por el gobierno democrático
de Raúl Alfonsín.
Entre 1976 y 1980, miles de personas fueron asesinadas en las
cárceles clandestinas que el régimen
organizó en todo el país. Pese a que los jefes
militares reconocían haber derrotado totalmente a las
organizaciones
guerrilleras, la represión contra la población civil no cesó.
Para ocultar las acciones de
secuestro,
tortura y asesinato de ciudadanos, el régimen
inventó la figura de los desaparecidos. Con este perverso
eufemismo sus ideólogos sostuvieron que en lugar de
víctimas había gente que se esfumaba por propia
voluntad. De este modo se ejerció el más cruel
terrorismo de Estado que conociera hasta ese momento la
Argentina.
El propósito de los golpistas de 1976 era fundar una nueva
legalidad, una nueva escala de
valores y de
normas
sociales que redujera el exterminio del disidente político
a la categoría de procedimiento
político rutinario, como método
fundamental de ejercicio del poder en un nuevo orden que
sustituyera la discusión y la crítica abierta de lo
político y lo social por la obediencia ciega, en una nueva
pirámide de rígidas jerarquías coronadas por
una elite integrada pro los comandantes golpistas y sus socios
civiles. La muerte del
opositor se transformaba en un objetivo y un
horizonte político definido consciente por los jefes
militares, ya que eran el fundamento constitutivo de la sociedad
en la que se había suprimido el disenso. Basta para ello
como prueba las palabras de Videla justificando el secuestro y
desaparición, la muerte
clandestina de disidentes, para evitar el impacto emocional en la
opinión pública de fusilamiento a la luz del
día y masivos. Que la muerte era el objetivo, eso no se
discutía. Según éste nadie en la
cúpula o los escalones subalternos de la dictadura dudaba
sobre la decisión de asesinar. La discusión giraba
sólo sobre si las ejecuciones de disidentes debían
ser públicas o secretas.
La necesidad de buscar parámetros con que juzgar
históricamente esta catástrofe nos obligan a mirar
a los máximos exponentes de la barbarie en el siglo XX:
los fascismos europeos de entreguerras y especialmente el
fenómeno nazi. Existe un sobrecogedor paralelismo entre
estos objetivos y
características de la dictadura militar y
los regímenes fascistas europeos, especialmente con la
dictadura nazi, salvando las obvias distancias de contexto y
período histórico (también llama la atención la extensión
geográfica del terrorismo de estado en los años
setenta en el sur de América
Latina, similar a la proliferación de fascismos en la
Europa de
entreguerras), que es desde ya un calificativo de las cualidades
letales del régimen inaugurado en Argentina con el golpe
de estado de marzo de 1976. Tanto en el caso del fascismo
alemán como de la dictadura militar argentina,
regímenes análogos en muchos sentidos, pero
especialmente por compartir el mismo objetivo de
refundación e ingeniería social basada en la normalización del exterminio como mecanismo
de mediación social y de regulación de las
relaciones entre sociedad política
–el estado– y
sociedad
civil; pueden rastrearse en su propia historia esos antecedentes
que precipitaron a sus respectivos pueblos en un abismo de
barbarie, y mediante el genocidio produjeron una fisura
irreparable en el concepto del
hombre y la
humanidad.
Interrogantes
¿Hubo presión
desde el gobierno militar para con los medios
periodísticos? ¿Cómo reaccionaron los
mismos? ¿En la actualidad se ejerce
presión?.
Hipótesis
Los medios de
comunicación no tenían libertad en la
dictadura militar como en la actualidad. Ahora pueden divulgarse
todo tipo de informaciones.
Los medios de
comunicación en la actualidad pueden expresarse con
total libertad hacia el gobierno.
Los diarios pueden difundir comunicados de agencias privadas
argentinas al igual que de extranjeras y también pueden
hacer cobertura propia de las noticias.
Y en la
televisión se puede transmitir cualquier información sin necesidad de que incluya un
mensaje positivo.
La censura en los medios:
Comunicado N° 19, 24 de marzo de 1976
"Se comunica a la población que la Junta de Comandantes
Generales ha resuelto que sea reprimido con la pena de
reclusión por tiempo
indeterminado el que por cualquier medio difundiere, divulgare o
propagare comunicados o imágenes
provenientes o atribuidas a asociaciones ilícitas o
personas o grupos notoriamente dedicados a actividades
subversivas o al terrorismo. Será reprimido con
reclusión de hasta diez años, el que por cualquier
medio difundiere, divulgare o propagare noticias, comunicados o
imágenes, con el propósito de perturbar, perjudicar
o desprestigiar las actividades de la Fuerzas Armadas, de
Seguridad o
Policiales."
Diario La Prensa, 24 de
marzo de 1976.
Algunos testimonios
"Todo lo que se vio en el Gobierno peronista en materia de
censura fue un paraíso en comparación de lo que
vino después. Para empezar ya no se podían usar
despachos de agencias extranjeras, tampoco los de las privadas
argentinas ni hacer cobertura propia de noticias. Lo único
que se podía dar en materia económica,
política y sindical era lo que venía de la Agencia
Oficial Télam."
Sergio Villarruel, periodista.
"Si uno era adicta al Gobierno o no simulaba serlo, era
completamente radiada. Recuerdo que poco a poco fueron
sacándome las notas importantes o políticas y
dejándome sólo la lotería o los accidentes."
Magdalena Ruiz Guiñazú, periodista.
Rodolfo Terragno:
"Los diarios transmitían en cadena"
Según Rodolfo Terragno los diarios argentinos
"transmitían en cadena" porque ninguno tenía
libertad de
expresión.
La mayoría de los diarios argentinos se crearon a partir
de un molde extranjero. En su momento La Opinión fue una
copia de Le Monde y El Mundo. La Nación
tuvo alguna inspiración del New York Times, aunque luego
se liberó. La Razón es una excepción, no
reconoce inspiración en ningún molde. Otras
diferencias hacen a la presentación de las noticias, al
enfoque de los temas o a la forma en que editorializa el diario,
como la forma de titular o la presentación.
Por un título
"Un Coronel llegó a la hora del cierre y nos ordenó
cambiar la edición porque el título de la tapa
llevaba la convocatoria de la CGT a la huelga para
defender el régimen constitucional. A las pocas horas nos
detuvieron al jefe de redacción Cacho Paoletti y a mí.
Estuvimos a disposición del PEN hasta el 80. Recién
cuando se publicó en Clarín aquella nota de
María Elena Walsh, País Jardín de infantes,
sentimos que alguien fuera de la cárcel se preocupaba por
nosotros: fue a mediados del 79."
Guillermo Alfieri, ex secretario de redacción del diario
cooperativo El Independiente de La Rioja.
La prolijidad de los diarios
Inmediatamente después del golpe los grandes medios de
comunicación se esforzaban en mostrar una
increíble "normalidad".
Algunos ejemplos de la "normalidad" que la prensa
manifestaba:
Diario Clarín, 26 de marzo de 1976: "Buenos Aires,
caja de resonancia de la vida del país, presentó
ayer una imagen de
normalidad. Transportes, comercio,
industrias y
talleres funcionaron sin ninguna tregua. Por la mañana
reanudó su labor la administración
pública y por la tarde se habilitaron los
espectáculos."
Diario La Opinión, 31 de marzo: En una nota de tapa y con
el título de "Bajo el signo de la moderación" el
diario derrochaba palabras en demostrar la justeza del discurso del
Presidente Videla del día anterior.
Hacia el final, dice que: "la invocación final a Dios,
sintetizó las aspiraciones de las autoridades" y
transcribiendo los pasajes salientes del mensaje, concluye: "De
este modo, el general Videla dejaba atrás todo margen de
dudas; el proyecto nacional
de las Fuerzas Armadas se caracteriza por la
moderación."
Diario El Cronista, 30 de marzo: En nota de tapa, los titulares
cuentan la "adhesión espontánea de los ciudadanos."
En dicha nota, se esfuerzan en aclarar que no hubo "convocatorias
oficiales" para la concurrencia a la Plaza de Mayo con motivo de
la asunción de Videla; que se podía ver la
"evidente satisfacción" de "numerosas personas que se
acercaban; la ausencia de carteles y consignas hizo evidente que
la concentración se había producido de manera
espontánea", para terminar destacando que fue "vivamente
aplaudido", entre otros, el Presidente de la Conferencia
Episcopal, Monseñor Tortolo, a quien la multitud vio salir
de la Casa de Gobierno "sonriente".
La tapa de Clarín del primer día de abril
de 1976 dice así:
- "Fijan las facultades de la Junta y el
Presidente". - "Continúa el estudio de las medidas
económicas". - "Intervienen a 12 sindicatos".
- "Autorizan a racionalizar la
administración pública".
Esta tapa de Clarín, en la que el quién
resplandece por ausencia, refleja las estrategias de
lenguaje de la
época.
El diario se somete a ese poder y agacha la cabeza renunciando a
su presunta misión
esencial: la mediación ante los lectores.
Las estrategias discursivas de toda la prensa dominaron los
primeros años de la dictadura. Desaparecen también
los porqué y los cómo –las preguntas
más potentes que pueden formular los medios-
En esa misma edición del 1 de abril Clarín publica
un documento de altísimo valor
periodístico: las "normas fundamentales a que se
ajustará el gobierno de la Nación". La nota termina
en la página 26 junto con el horóscopo, sin
absolutamente ningún comentario.
Al recorrer los primeros meses post-golpe de las páginas
políticas de Clarín, absolutamente neutras, no se
encuentra prácticamente ninguna vida periodística:
puro palabrerío oficial.
Este párrafo
particular corresponde al editorial de Clarín del 24 de
abril de 1978. Las autoridades acaban de clausurar Crónica
y La Opinión. Clarín sale a "defender la libertad
de prensa":
"Los órganos periodísticos se manejan con
prudencia. El gobierno no ejerce presiones indebidas… La prensa
se alinea sin dificultades en el rumbo general del proceso, y si
tropieza, lo hace en temas que, o bien son de
interpretación dificultosa, o bien carecen de un completo
esclarecimiento por parte de los poderes
públicos."
La canción Juan Represión, de Sui
Generis.
Juan Represión viste, un saco azul triste,
vive como pidiendo perdón
y se esconde a la luz del sol
Juan Represión sabe,
que no hay nadie que lo ame
las balas que la gente tiene
lo asesinaron de pie
Esta es la historia de un hombre
que supo muy pocas letras
y soñó con la justicia
de los héroes de la historieta,
y se disfrazó de bueno
con un disfraz de villano
y los malos de la historieta
son los seres cotidianos:
Pobre Juan, el odio le hace muy mal y espera
a tu muerte justo en una madrugada
en manos de la misma sociedad (…)
Sui Generis.
Esta canción, que habla de cómo se vivía en
la época de la dictadura argentina, fue
prohibida.
Papel Prensa
A mediados de 1976 fallecía en un accidente aéreo
el financista David Graiver, propietario de un importante paquete
de acciones de dicha empresa. Por
sugerencia del gobierno militar, sus herederos pusieron en
venta esas
acciones. Así, el Estado pasaría a compartir con
nuevos socios el manejo de la empresa. Los
adquirientes de las acciones fueron tres diarios porteños,
La Nación, Clarín y La Razón. Desde ese
momento, La Nación no sólo se asoció al
Estado en un emprendimiento industrial, sino que se
convirtió en beneficiario de una promoción sectorial que en otros momentos
había criticado desde sus editoriales.
No faltaron quienes vieron en la asociación entre el
Estado y los mencionados diarios un mecanismo potencialmente
capaz de limitar la libertad de opinión de los
mismos.
En su número de junio de 1976, el mensuario
Carta
Política que dirigía Mariano Grondona
publicó una columna de uno de sus colaboradores
habituales, el periodista Heriberto Kahn, que pertenecía
al lujoso staff de La Opinión y que falleció en
septiembre de ese año, titulaba su columna "El papel de la
prensa" y señalaba que ante la caducidad de hecho de la
legislatura y la antigua Corte Suprema "podía afirmarse
que la prensa se ha convertido en el segundo poder. O, por lo
menos debiera serlo".
Kahn insistía en que nadie como la prensa era capaz de
colaborar en "la creación de una conciencia
nacional que permita poner a todo el país en pie de
guerra". Y como los anteriores, Kanh conjuraba el nombre y las
promesas civilizadas de Videla, que indicó reiteradamente
su deseo de que la argentina no fuera una prensa
complaciente.
La Opinión. El diario, como todos, apoyó
explícitamente el golpe.
Acaso el ejemplar más elocuente del intento de La
Opinión de cuestionar la política represiva del
gobierno militar fue un suplemento especialmente encargado a
Leiser Madanes "La comunidad contra
la subversión", quien desde Londres consultó a
distintos expertos británicos acerca de la experiencia de
combatir al IRA con una prensa trasparente.
En el análisis de Carta Política se
ponían a estudio dos meses (mayo y junio del 76) de
artículos editoriales de La Prensa, La Nación,
Clarín, La Opinión y el Herald, y se categorizaban
los resultados de acuerdo con el particular criterio de la
revista. El
resultado es interesantísimo y no es centralmente
contradictorio con análisis que se pudieran realizar hoy
con los mismos materiales:
- La Prensa dedica el diez por ciento de sus
editoriales a confrontar contra el comunismo, el
ocho por ciento a hacer lo mismo contra las posturas
tercermundistas y un diecinueve por ciento a criticar contra el
hecho maldito del país burgués, el peronismo. Un
llamativo diez por ciento de sus opiniones están
referidas a la defensa de la libertad de prensa contra un cero
por ciento de sus colegas La Nación y
Clarín. - La proporción mayor de las opiniones
doctrinarias de La Nación –un 34 por ciento-
están referidas a lo que Carta Política vagamente
categoriza como "adhesión genérica a la
reconstrucción moral"
post-golpe. - Clarín es fiel a su extraordinaria
singularidad: veinte por ciento de adhesiones a la idea de la
"integración nacional en lo
geográfico, lo económico y lo histórico" y
un veintitrés por ciento dedicado a la difusión
de las ideas de "desarrollo
de la infraestructura, las fuentes de
energía y la industria
básica". - El Herald dedica un porcentaje altísimo de sus
opiniones al "apoyo al equipo económico": veintisiete
por ciento. Pero más destacado aún, cuarenta y
tres por ciento, se dedica a lo que Carta Política
denomina la "denuncia contra los excesos de violencia de
ultraderecha o de ultraizquierda". - Mientras que La Nación no registra en ese
período comentario alguno contra los así llamados
excesos, Clarín les dedica un tres por ciento de sus
opiniones editoriales y La Opinión un cincuenta y siete
por ciento.
La censura y represión en el cine
Para el cine,
según el nuevo encargado de supervisar el Instituto
Nacional del Cine, Capitán Bitleston, se considera que:
"sólo serán autorizadas las películas que
muestren al hombre tal como es su lucha eterna y cotidiana contra
el materialismo,
el egoísmo, la cobardía, la venalidad y la corrupción, al hombre luchando por su
honor, su religión y sus
principios,
sin librarse jamás a la violencia o al escepticismo.
Sólo estas películas serán consideras como
obras de arte… Todas las
películas sin valores artísticos o que no presenten
ningún interés
como diversión y que atenten a los sentimientos nacionales
serán prohibidas parcial o totalmente…"
Diario El País, Madrid, 28 de junio de 1976.
El 17 de junio de 1976, las Fuerzas del Ejército
matan al poeta Francisco Urondo, quien había sido Decano
de la Facultad de Filosofía y Letras de Buenos Aires, en
1973. Autor del libro La
Patria Fusilada, había sido prohibido por las autoridades
argentinas.
También se produjo el hallazgo del cadáver del
escritor Haroldo Conti. Mientras que no se ha vuelto a saber
más del director de cine Raymundo Gleyzer, detenido por la
policía el 27 de mayo.
La censura y la televisión
Dos estrategias conjuntas sirvieron para desmantelar la industria
televisiva. Una fue ponerle restricciones económicas a la
producción. La otra, la censura. El blanco
de la censura fue la telenovela.
En marzo de 1980, la Secretaría de Información
Pública formula una serie de recomendaciones sobre el
teleteatro.
Pedían que no se mostraran "parejas desavenidas" o que no
se eligieran "ejemplos de dudosa moral". Reclamaban que los
títulos incluyeran "un mensaje positivo en lo moral, lo
ético y lo estético", evitando conflictos
sociales y situaciones límites
con gastadas fórmulas que generan las marcadas diferencias
sociales.
Durante la Dictadura Militar Argentina existió
una terrible censura en los medios de comunicación.
Con respecto a los diarios, no se podían usar despachos de
agencias extranjeras, tampoco los de las privadas argentinas, ni
hacer cobertura propia de noticias. Lo único que se
podía comunicar, era lo que venía de la Agencia
Oficial Telám.
Cualquiera que divulgara imágenes o comunicados, con el
propósito de perjudicar las actividades de las Fuerzas
Armadas, podía ser reprimido con reclusión de hasta
diez años.
En el cine también existió censura, todas las
películas que no presentaban interés como
diversión y que atentaban a los sentimientos nacionales
eran prohibidas parcial o totalmente.
Y en la televisión
reclamaban que los títulos incluyeran un mensaje positivo
en lo moral, lo ético y lo estético.
Todo esto es algo que en la actualidad no sucede. De esta manera
nosotros comprobamos nuestra HIPOTESIS.
- La dictadura (1976 – 1983). Testimonios y
documentos.
Liliana Caraballo, Noemí Charlier, Liliana Garulli.
Editorial Cubeda. - Historia. El siglo XX. Ema Cibotti. A-Z
editora. - 30 años de Historia Política Argentina
(1965 – 1995). Rubén E. Machi, Eduardo Kimel.
Primera Edición 1995. RR Ediciones. - Decíamos Ayer. La prensa argentina bajo el
proceso. Eduardo Blaustea, Martín Zubieta.
Edición Colihue.
Autor:
Juan Ignacio Pontis