Indice
1.
Introducción.
2. Antecedentes. La
historiografía de la Cultura Ibérica hasta la
Guerra Civil (1936).
3. La Cultura
Ibérica bajo la dictadura franquista
(1939-1975).
4.
Conclusiones
5.
Bibliografía.
1. Introducción.
"El enemigo hay que despojarlo de ideas absurdas, y esa
es la misión del
maestro"
Franco, a los maestros de Salamanca (06-05-1937).
Desde sus inicios la historiografía se ha podido realizar
desde dos grandes puntos de vista. El primero consiste desde un
enfoque objetivo,
intentando narrar exclusivamente los hechos y buscando obtener un
producto lo
más aséptico políticamente. En segundo lugar
existe la opción de una visión subjetiva, que nos
conlleva a una interpretación y a un obligado posicionamiento
político que tiene el peligro de poder ser
instrumentalizado.
Si nos remontamos a la Antigüedad y a la génesis del
género
historiográfico, tenemos que trasladarnos a la Grecia
Clásica y nos encontramos a dos personajes: Herodoto y
Tucídides. Herodoto es el máximo exponente de esta
postura objetiva, que se limita a exponer unos acontecimientos
adornándolos con abundantes transgresiones
etnográficas y descripciones geográficas. En
contraposición con Herodoto está el personaje de
Tucídides, considerado como el padre de la Historia debido en gran
parte al enfoque político que le dio a su obra. No
pretendía narrar exclusivamente los acontecimientos, sino
que quería plasmar lo que para él era lo más
importante: las ideas políticas
y los motivos y causas que generaban cualquier
acontecimiento.
Esta confrontación la volvemos a encontrar en el siglo XIX
con dos escuelas que vuelven a mostrar esta dualidad, aunque
ambas adolecen de un mismo defecto como denominador común:
el determinismo histórico. Estas posiciones están
representadas por el positivismo
histórico encabezado por Auguste Comte (1798-1857), y por
el materialismo
histórico con Karl Marx
(1818-1883). El positivismo histórico intenta explicar los
hechos tal como han sucedido, y como decía el positivista
Leopold von Ranke (1795-1886) se trata de hacer una "historia sin
historia". El materialismo de
Marx rompe con
las teorías
positivistas e instrumentaliza los hechos históricos para
crear la teoría
del conflicto como
motor de la
historia y de los procesos
sociales, cayendo en un determinismo del que también
adolece la corriente positivista.
En el siglo XX aparece la llamada escuela analista,
cuyo nombre se debe a ser los fundadores en 1929 de la revista
Annales, con los franceses Marc Bloch (1886-1949) y Lucien Febvre
(1878-1956). Estos autores se caracterizan por el esfuerzo
intelectual que realizan por conseguir una historia "total",
integrando otros campos como la sociedad, la
economía,
la cultura y la política.
Este recorrido que hemos realizado nos ha permitido observar que
es muy difícil separar la Historia de la subjetividad de
los historiadores. Para recrear este hecho nos puede servir una
cita de Wilhelm Dilthey (1833-1911) filósofo idealista
alemán, profesor de la universidad de
Berlín y representante de la llamada filosofía de
la vida: "hay dos historias: la que sucedió realmente y la
interpretada por los historiadores".
2. Antecedentes. La
historiografía de la Cultura Ibérica hasta la
Guerra Civil
(1936).
Los primeros hallazgos relacionados con la Cultura
Ibérica se producen en la segunda mitad del siglo XIX,
como los producidos en el Cerro de los Santos (1871), o en la
necrópolis ibérica de Cabrera de Mar (1881). Pero
el verdadero punto de inflexión y el motor de arranque del
creciente interés
por la Cultura Ibérica, se producirá con el
hallazgo en 1897 de la Dama de Elche. Esta importante pieza fue
adquirida por el profesor Pierre París para el museo del
Louvre, y significaría la entrada de la Cultura
Ibérica en los círculos arqueológicos
europeos. La recuperación de esta pieza por Franco en el
año 1940, será utilizado como un hecho fundamental
de la necesaria recomposición del patrimonio
artístico nacional.
A partir de ahora dos cuestiones son fundamentales: ¿Estos
hallazgos son autóctonos o proceden de otra cultura?. Si
éstos son autóctonos: ¿Quiénes eran
los pobladores de la Península en estos momentos a los que
hay que atribuir el origen de una cultura material?. Existe una
corriente encabezada por el profesor Pierre París que
defiende un origen oriental de la cultura material encontrada y
lo entronca con el difusionismo de la cultura micénica. En
la década de 1920 la escuela alemana, con Schulten como
personaje más destacado, atribuye un origen norteafricano
a los pobladores de la Península. Pero la figura
más importante y que le dará un giro total a las
teorías hasta el momento desarrolladas es P. Bosch i
Gimpera (1891-1974).
Las teorías de Bosch i Gimpera recogidas en su obra El
problema de la cerámica ibérica, son las primeras
que le confieren un carácter
autóctono a los hallazgos encontrados, aunque reconociendo
una importante influencia griega. También divide la
Península Ibérica en unas grandes zonas culturales
y empieza con algunas dataciones sobretodo en la zona meridional
peninsular. La posición de Bosch i Gimpera se
radicalizará sobretodo durante la dictadura de Primo de
Rivera, y con una fuerte influencia catalanista y nacionalista,
llegará a afirmar que el origen de la Cultura
Ibérica se produce en el noroeste peninsular
extendiéndose más tarde por el resto del
territorio. Esto nos muestra un primer
y tímido intento de instrumentalización de la
Cultura Ibérica como respuesta a una centralización política de la
dictadura de Primo de Rivera.
Como contraposición a las tesis de Bosch
i Gimpera se encuentra una corriente centralista encabezada por
Juan Cabré. Sus tesis serán una incipiente larva
del radicalismo posterior que llegará a afirmar el origen
castellano del
mundo ibérico. Negará la existencia de varias
áreas culturales que han sido expuestas a diversos
contactos foráneos que han contribuido a su
diversidad.
3. La Cultura
Ibérica bajo la dictadura franquista
(1939-1975).
Después de la guerra civil nos encontramos con un
panorama desolador en cuanto a lo que se refiere a las investigaciones
arqueológicas de la Cultura Ibérica. El aislamiento
que sufre España
internacionalmente le priva de los avances
tecnológicos y de la evolución que sufre la investigación en el resto de Europa, este
desfase no se recuperará hasta mediados de la
década de los sesenta con la aceptación de la
estratigrafía como técnica importante de
investigación y de datación en la
arqueología. Estudiosos ilustres como Bosch i Gimpera han
marchado al exilio por motivos políticos, y la postura
introducida por Cabré en años anteriores
tendrán un medio idóneo para desenvolverse debido a
las condiciones políticas actuales, incluso
radicalizándose como veremos posteriormente.
El régimen franquista está ávido de
símbolos que le permitan ensalzar unos valores
indispensables en su aparato propagandístico. Necesita
poder encontrar un origen cultural que pueda identificar con la
"raza" española que durante siglos ha sido protagonista de
la Historia y que desemboca en la figura del mismo
Generalísimo. El régimen encontrará en la
Cultura Ibérica una época fácil de manipular
debido a la falta de fuentes
directas y fidedignas, y un periodo que se puede identificar con
la génesis de una "raza" que tantos episodios de oro van a
protagonizar en el transcurso de los siglos.
Esta intromisión y manipulación intencionada de la
Historia no sólo se limitó a la
investigación, tenían que ponerse unas bases lo
suficientemente sólidas para que estas ideas calaran
profundamente en la sociedad. Así estas ideas
formarán parte de un nuevo corpus educativo, y
también estarán presentes en otras manifestaciones
culturales como la pintura, la
literatura y el
cine.
Si empezamos por el nuevo corpus educativo que estará
vigente en la educación
española durante varias décadas, tenemos que hacer
obligada referencia a los estudios realizados por Gonzalo
Ruíz Zapatero, Jesús Álvarez-Sanchís
y Alberto Prieto. Estos autores analizan en varios trabajos y
artículos como se consolidaron estas nuevas tendencias en
los textos escolares de la posguerra, y que nos
acompañarán durante cuarenta largos
años.
El primer y fundamental punto que necesitaba el régimen,
era poder establecer un origen común lo suficientemente
sólido y que tuviera un origen lo suficientemente antiguo,
para tener un punto de partida y poder desarrollar a partir de
allí una Historia de España. Este pueblo lo
identifican con los celtíberos, pero no sólo se
contentan con identificar a este pueblo como el único
origen posible, sino que lo localizan geográficamente en
la zona de lo que será posteriormente el reino de Castilla
borrando de esta manera cualquier protagonismo a cualquier otra
zona de la península y confiriéndole a esta zona un
elemento aglutinador y de superioridad que será
fundamental en el devenir de la Historia de España. Como
sabemos actualmente los celtíberos eran uno de los
numerosos pueblos que poblaban la península antes de la
llegada de los cartagineses y posteriormente de los romanos. Por
su situación geográfica es poco probable que los
primeros contactos con fenicios, cartagineses, griegos y romanos
fueran realizados por los celtíberos ya que otros pueblos
se encontraban localizados en el litoral mediterráneo y
fueron los primeros en entrar en contacto con el agente
exterior.
La historiografía franquista no sólo se
limitó a elegir un pueblo, el celtíbero, como el
protagonista de esta época sino que le confirió una
unidad política y cultural como clave de la resistencia a las
agresiones externas. No existe nada tan alejado de la realidad
como la intención de transmitir esta unidad. Los pueblos
indígenas que poblaban la península formaban
unidades políticas independientes e incluso su respuesta a
las invasiones exteriores fue de un modo distinto. Existe una
respuesta diferente de los pueblos del litoral, más
inclinados a las relaciones comerciales y predispuestos a la
aceptación de lo foráneo, que la actitud
más belicosa que mostraron los pueblos del interior.
Las fuentes clásicas, mayoritariamente descripciones
etnográficas de autores como Estrabón, Polibio o
Diodoro, son interpretadas y utilizadas para intentar buscar una
unidad cultural y reclamar un carácter común de la
población indígena. Este
carácter se entremezcla con conceptos tan en boga en la
Europa fascista de los años treinta como el concepto de
"raza", esto dará pie a poder hablar de una "raza"
española, única y peculiar, que
protagonizará episodios gloriosos en la Historia de
España, sobretodo en la Edad Media con
la reconquista de los Reyes Católicos y culminando en la
formación del Imperio español
bajo el reinado de Carlos V y Felipe II.
Este carácter peculiar tiene unos rasgos y unas virtudes.
Ramón
Menéndez y Pidal en su obra Los españoles en la
historia nos los enumera: la valentía, la decisión,
el arrojo, la resistencia, el espíritu militar, la
obediencia ciega a los superiores, el individualismo, la
sobriedad, el heroísmo, y también la
rebelión siempre que ésta sea por una causa
justa.
Después de fijar estas características propias del carácter
español es una tarea fácil extrapolar estos rasgos
e identificarlos con episodios nacionales y personajes heroicos.
Así es lógico que un régimen militar como el
franquista ensalce caudillos indígenas como Viriato,
Indívil, Mandoni, Istolacio, Indortes e incluso a
Sertorio, que aunque no tuviese un origen peninsular se le
concede la "nacionalidad", con motivo de sus luchas contra
Roma.
También episodios como la resistencia de Sagunto o
Numancia serán considerados como batallas épicas en
contra de la agresión exterior, en el primer caso
cartaginesa y en el segundo romana. En definitiva se trata de
formar artificialmente una mitología gloriosa como la que poseen las
dos grandes civilizaciones mediterráneas: Roma y
Grecia.
Es singular y merecedora de atención la imagen que
alcanza la figura de Viriato. Este es otro ejemplo parecido a
Sertorio, ya que aunque teniendo un origen lusitano, esto no
impide que por su resistencia al poder de Roma, sea considerado
como un paradigma de
estratega militar especialista en la guerra de guerrillas,
llegándose a identificar por sus dotes militares con el
mismo Caudillo.
Como hemos visto se trata de intentar destacar el falso
carácter heroico y de unión que se produjo primero
contra los cartagineses y más tarde contra los romanos. Es
curioso como llegan a interpretar el proceso de
romanización, negando que sea un proceso de
transformación de las instituciones
indígenas sino todo lo contrario y sólo aceptando
que Roma proporcionó a la Península una unidad
política y lingüística. Esta superioridad de
la raza ibérica se demuestra en los personajes que
más tarde participarán en la vida política
de Roma como los Balbos, Séneca y como máximos
exponentes los emperadores: Trajano, Adriano y Teodosio.
Otra interpretación partidista, es relacionar la
república romana con la República que
antecedió al golpe de estado
del año 1936. Se identifica erróneamente los
partidos
políticos con las facciones que dominaban el Senado de
Roma, y también se identifica la corrupción
y las luchas de poder que precipitaron el advenimiento de
Augusto, con el clima
político que antecede la Guerra Civil. Esto desemboca en
llegar a identificar a Franco con Augusto, que se erige como
líder
político y militar, restituyendo la necesitada paz y
unidad en la España que había quebrado la
República.
El régimen franquista tenía en el catolicismo y en
la Iglesia, otro
de los puntales para sostener su política, y ésta
cobra un excepcional protagonismo en el análisis de nuestro pasado. Todo lo que no
se podía identificar claramente con el cristianismo,
se le buscaba una explicación bajo este prisma y la lectura del
mundo antiguo se hace exageradamente impregnada desde este
enfoque católico. De este modo la institución
indígena de la devotio, consistente en la
obligación de quitarse la vida cuando muere un
líder militar, se considera como una forma precristiana.
También la interpretación de pensadores o autores
de la Antigüedad se hace bajo estos parámetros,
así Platón,
Sócrates,
Isidoro de Sevilla o Séneca, son considerados como autores
precristianos; mientras que por otro lado filósofos presocráticos como
Tales de
Mileto que pueden dar una visión del origen del mundo
que no encajaba con la interpretación católica,
desaparecen en el olvido injustamente.
También la Iglesia y el franquismo tienen una
visión particular de la familia
como núcleo de convivencia y no conciben al hombre como un
personaje aislado. Este detalle llevará a identificarla
equivocadamente con la familia romana,
ya que el concepto de familia en el derecho romano
era un concepto mucho más amplio que incluía otros
elementos como los esclavos y los clientes. La
visión de la mujer
será en un plano inferior a la del hombre y su
protagonismo en la historia es casi nulo. La mujer será
considerada como la compañera fiel del hombre, será
la ama de casa y la responsable del cuidado de los hijos. Los
protagonistas de la Historia son masculinos, y el rol de la mujer
sufrirá un deterioro que le acompañará
durante muchos años.
Por último y sin alejarnos del ámbito educativo,
hay que destacar como se impuso al profesorado docente una
actitud diferente a la que existía en el sistema educativo
republicano. La Iglesia y el franquismo marcan claramente cuales
son los valores
que hay que transmitir y qué expectativas esperan
conseguir. A modo de ejemplo sirven las palabras de
Agustín Serrano de Haro, autor de manuales de
Historia: "El profesor ha de proceder…seleccionando
hechos…por su valor para la
formación en este sentido patriótico nacional…Se
trata de hacer españoles que sientan la historia y no de
formar hombres que conozcan plenamente la historia".
Hasta aquí hemos visto los principales cambios y
modificaciones voluntarias que el régimen franquista
introdujo en la enseñanza escolar en lo que respecta a la
Cultura Ibérica. Pero aun jugando un papel
importantísimo en la manipulación de la
formación de las nuevas generaciones, no era suficiente
para llegar a la totalidad de la población. En estos casos
el régimen utilizó, aunque no de un modo
exhaustivo, unas plataformas mucho más populares y
fáciles de penetrar en la sociedad: la iconografía,
la literatura y la cinematografía.
En la pintura del siglo XIX aparece en Francia una
corriente neoclásica que potenciará la
aparición de representaciones con temas históricos.
Esta corriente también llegará a España y
pintores tan destacados como Madrazo, repetirán en sus
obras temáticas de la Antigüedad clásica. En
estas obras la iconografía representada no tiene un gran
valor histórico debido que no sería hasta finales
de este siglo cuando se dispondría de una información suficiente, para poder valorar
detalles como puede ser la indumentaria de los personajes
representados. Hasta aquí no tenemos nada más que
una voluntad, que goza de una aceptación popular,
consistente en dejar plasmados episodios y personajes que
marcaron momentos importantes del pasado. Lo que verdaderamente
nos interesa en nuestro estudio es la recuperación que el
régimen realizó de esta iconografía para
ilustrar los libros de
texto de la
educación
franquista. Es interesante recoger la opinión del autor
Llimargas, haciendo referencia a que de los viejos manuales de
historia de nuestra infancia
tenemos un recuerdo más por sus ilustraciones que por sus
contenidos; estos manuales nos transmitirán a
través de estas ilustraciones unos valores colectivos que
serán aprovechados por la coyuntura política.
La producción de novela
histórica durante el franquismo con una temática
clásica no es muy prolífica, más bien se
toman como referentes novelas escritas
con anterioridad como la obra de Vicente Blasco
Ibáñez: Sónnica la cortesana (1901). Esta
obra está ambientada en la defensa de Sagunto ante el
asedio cartaginés y aunque no pertenece a la época
franquista su tema es aprovechado para los intereses de la
época. Por otro lado existe un subgénero
clásico que gira alrededor de las persecuciones de los
cristianos, que a la Iglesia le interesa promocionar. Las obras
referentes de este subgénero son Los últimos
días de Pompeya de Eduard Bulwer Lytton y Fabiola del
cardenal Wiseman. También tenemos alguna referencia en el
campo del cómic como la serie Jabato con guión de
Víctor Mora y dibujos de
Francisco Damís, que aunque relata las aventuras de un
guerrero íbero, la acción transcurre en el siglo I
de nuestra era.
El cine, en la posguerra y hasta los años setenta, es el
principal medio de comunicación audiovisual y es utilizado por
una gran parte de la sociedad como actividad de entretenimiento.
Con esta premisa es fácil de imaginar que se utilizara, y
de hecho se utilizó, como transmisor de referentes
políticos. Lo curioso es que no se escogieron
temáticas que tanto jugo podían extraer como los
episodios de Sagunto o Numancia. El régimen
prefirió utilizar temas más contemporáneos
como los relacionados con la reconquista de los Reyes
Católicos, y la prehistoria
peninsular pasó desapercibida. En cuanto a temas
clásicos España solamente participó en
coproducciones italianas, llamados peplum, o cooperó
aportando escenarios o soporte técnico en
superproducciones americanas como La caída del Imperio Romano
(Anthony Mann, 1969).
En este trabajo hemos realizado un análisis de lo
que representó para la historiografía de la Cultura
Ibérica el régimen franquista (1936-1975). En
primer lugar y a modo de introducción hemos visto que han
existido a lo largo de la historia diferentes escuelas o
posiciones para afrontar la explicación de los hechos y
acontecimientos históricos. Después nos hemos
centrado en la historiografía sobre la Cultura
Ibérica y hemos analizado los antecedentes que existieron
hasta la Guerra Civil. De un modo más detallado hemos
demostrado hasta que punto se utilizó y se
interpretó la historia, para unos fines estrictamente
políticos, como repercutió este hecho en la
enseñanza y en otros campos de la cultura como en la
pintura, la literatura y el cine.
Para finalizar, y volviendo al texto que intercalábamos
como introducción, sobre las palabras que dirigió
Franco a los profesores de Salamanca en 1937. No nos tiene que
extrañar después de lo analizado que cualquier
régimen político puede caer en la tentación,
y la realidad es que se trata de un hecho generalizado, de
utilizar la historia de un modo parcial y de ser dirigida hacia
unos objetivos y
beneficios concretos. Esta manipulación del pasado
histórico lo aprovechó el régimen franquista
para legitimar su autoridad y a
través del aparato educativo poder insuflar a las nuevas
generaciones unos valores que le permitiría afianzar este
poder durante décadas.
5. Bibliografía.
Cultura Ibérica. Hipertexto Multimedia.
Gracia Alonso, Francisco; Munilla Cabrillana, Gloria. CD-ROM UOC /
UB. Barcelona 2001.
El franquisme i l’Història Antiga. Prieto, Alberto.
L’Avenç, 18, pp 75-77.
España y los españoles hace 2000 años
según el bachillerato franquista (1936-1953).
Alvarez-Sanchís,J.R.; Ruiz Zapatero G. Iberia, 1,
p.39.
Una imatge pot enganyar més que mil paraules. Llimargas,
Jordi. L’Avenç, 179, pp 66-68.
Bosch Gimpera y la escuela catalana de estudios ibéricos.
Sanmartí, Enrique. La Cultura Ibérica a
través de la fotografía
de principios de
siglo. Albacete 1999.
Autor:
Albert Enseñat.