Monografias.com > Lengua y Literatura
Descargar Imprimir Comentar Ver trabajos relacionados

El Cochero del Virrey




Enviado por jcaf18



    Rodolfo:
    Se que eres un viejo lector de Charles Dickens, te envió
    un trabajo sobre una imaginaria entrevista a
    este genial novelista ingles, inspirada en una crónica
    escrita en los comienzos de su carrera y que forma parte de una
    serie de descripciones de diversos aspectos de la ciudad de
    Londres, publicados en 1835 y titulados, SKETCHES BY BOZ, titulo
    que la edición que tuve en mis manos traduce como
    "Descripciones al lado o sobre el pescante".

    Entrevista a Dickens.
    El Cochero del Virrey, en uno de sus tantos viajes al
    pasado a los que nos tiene acostumbrados entrevisto al genial
    novelista ingles.
    Entrevistar al extraordinario novelista ingles y no enfocar
    la entrevista
    sobre el asunto literario, podrá parecer a muchos una
    herejía, pero sinceramente yo de literatura se tanto como
    usted de engrasar las ruedas de un coche. Es por esto queridos
    limeñofilos, que habrán de perdonarme por
    aprovecharme de la sapiencia de Charles Dickens para
    entrevistarlo sobre un tema que algo conozco que es el del
    transporte
    urbano publico, y que en esta tres veces coronada villa nos tiene
    mas perdidos que Los Morochucos en un festival de tecnocumbia.
    Sin mas preámbulos, nos ubicamos en la simpática
    salita de la casa de nuestro amigo escritor, con una perfumada
    taza de te en las manos y dando inicio a esta interesante
    aventura.
    El cochero.– Señor Dickens, ¿cuándo se
    inicia el servicio de
    ómnibus en Londres?
    Dickens.– Hace 30 años mas o menos aparecieron los
    primeros; en 1803 o 1805 no recuerdo, pero fracasaron.
    El Cochero.– y ¿por que razón?
    Dickens.– No lo se a ciencia
    cierta, pero sospecho que su similitud con los coches
    fúnebres produjo rechazo y nadie quería subir en
    ellos.
    El Cochero.– pero …¿cuando se reinicia el
    servicio?
    Dickens.– Un compatriota, George Shillebeer; que
    había logrado reputación carrozando coches en Paris
    inauguro en julio de 1829, hace seis años los dos primeros
    vehículos, el "Shilebeer" y el "ómnibus" nombre el
    de este ultimo que se a hecho extensivo a todos los otros que
    vienen invadiendo Londres. Operaban, desde los inicios, con
    tarifas diferidas de un chelín, 6 peniques o tres peniques
    según la distancia que recorriera el usuario.
    El Cochero.- Amigo Dickens, los limeños que vivimos en el
    siglo XXI no podemos entender como ustedes, los ingleses; hoy en
    1835 y a tan solo 6 años de haber iniciado el servicio han
    logrado contar con un transporte publico organizado, teniendo en
    cuenta además, que este se presta en ómnibus
    halados por caballos.
    Dickens.– Mire usted; para una persona que viene
    del futuro y observa un desconocimiento de la realidad de Londres
    y de su servicio de transporte en particular, es disculpable su
    afirmación; si no fuera esta la situación hubiera
    imaginado que se trataba de una burla. La tal organización que nombra, no corresponde a
    la ciudad en la que yo vivo ni en la que hoy tomamos el te.
    El Cochero.- Me sorprende Señor Dickens; es que ¿no
    es eficiente el servicio?
    Dickens.– Muy distante de serlo… Lo fue en sus
    inicios…hasta hace muy poco. Cuando apareció el
    "ómnibus"; la forma del carruaje y la elegancia con que
    estaba equipado despertó considerable curiosidad en la
    población de Londres. Luego Shilebeer,
    implanto la novedad de proveer de periódicos y revistas a
    los pasajeros y un competidor de el proporcionaba libros
    populares, los pasajeros los leían pero también los
    sustraían; esto acabo con las buenas intenciones de los
    propietarios.
    El Cochero.– Señor Dickens, la falta de
    periódicos y libros no hacen ineficiente un servicio de
    transporte.
    Dickens.– Desde luego, pero lo relatado no ha sido el
    único desengaño de los propietarios de
    ómnibus; a los granujas que trabajan de cobradores en los
    ómnibus se les pegan los chelines en las manos para
    desaparecer como por arte de
    birbiloque, causando graves perjuicios a los inversionistas.
    El Cochero.– ¿Me dice usted que los cobradores
    ingleses de 1835 "cutrean" las cuentas de los
    propietarios de ómnibus?
    Dickens.– Pero claro muy señor mío, en 1930 a
    solo un año del inicio del servicio, era tan alarmante la
    situación de la golfería de los conductores y
    cobradores, que los propietarios instalaron en los
    peldaños de acceso, contadores mecánicos, para
    saber cuantos pasajeros subían. ¿se imagina usted
    lo que paso?
    El Cochero.– La verdad que no.
    Dickens.– Los cobradores los destruían.
    El Cochero.– Pero me imagino que los propietarios no se
    dieron por vencidos y tomaron otras medidas.
    Dickens.– Si, otro intento fue el de los "contadores reloj"
    que los conductores estaban obligados a presionarlos a la subida
    de cada pasajero, estos se negaban a hacerlo o saboteaban su
    funcionamiento haciendo aparecer cantidades imposibles en los
    controles diarios arguyendo que los pasajeros manoseaban el
    aparato.
    El Cochero.– Lo relatado por usted es sorprendente y
    sumamente importante para conocer el transporte de Londres, pero
    esto no es una demostración de un mal servicio
    Señor Dickens, son problemas de
    control de las
    empresas, que
    sin duda tienen formas de solución.
    Dickens.– ¿cuáles empresas? ese es
    precisamente el origen del mal servicio, son pocas las empresas y
    no funcionan como tales, ¿cómo cree usted que en 6
    años el servicio de ómnibus a proliferado
    espantosamente en Londres? (Dickens, se contesta de inmediato)
    cientos de propietarios han invertido en carrozar sus
    ómnibus los cuales prestan servicio en locas carreras,
    robándose peligrosamente entre si los pasajeros cometiendo
    una serie de abusos y tropelías. (a estas alturas de la
    entrevista el rostro de Dickens se encontraba transfigurado y
    hablaba como un poseso) Los cobradores, mi señor, son
    jóvenes, ejemplo extraordinario de espíritu de
    sacrificio. Su celo intemperante a favor de sus amos y de su
    bolsillo, le acarrea constantes dificultades, y en algunas
    ocasiones lo lleva a la casa correccional. Pero cuando sale
    nuevamente en libertad, se
    integra con el mismo entusiasmo y ardor a su
    "profesión".
    Hablar de esto me enerva, mejor seria que corriéramos
    juntos la aventura de viajar en ómnibus y así usted
    conocerá de primera mano la realidad que tanto le
    interesa.
    El Cochero.– Es una oportunidad impensada, Señor
    Dickens, le estaría eternamente agradecido.
    Nos despedimos y quedamos en encontrarnos al día siguiente
    a las 8 de la mañana.

    Fui puntual como un ingles, Dickens me esperaba en el
    recibidor con sombrero y bastón en mano, y en tanto
    emprendía el paso me dijo: Tomaremos la primera
    línea que se inauguro con los carros de Shillebeer, de
    Paddinton al Banco de Inglaterra, y
    aprovecho para efectuar un retiro.
    El Cochero.– sus comentarios de ayer, nos serán de
    utilidad
    Señor Dickens – le dije.
    Dickens.– Me imagino, los vehículos de transporte
    publico, en cualquier realidad donde los hubiere, proporcionan
    mucho campo para quien quiera distraerse y observar. Y ya lo vera
    usted amigo, de todos ellos, desde el Arca de Noe; de la que
    sostengo es el primero de los vehículos de transporte
    masivo del que hay memoria,
    recomendaría sin titubeos el ómnibus.
    El Cochero.– Y no le da usted ese crédito
    a la locomotora. Su compatriota Stephenson viene revolucionando
    el transporte.
    Dickens.– La locomotora es un transporte rígido que
    camina sobre rieles, no tiene la flexibilidad de un
    ómnibus, su tarea de penetrar desiertos llanuras y
    montañas le proporcionara fama de leyenda, pero el
    ómnibus por su flexibilidad seguirá siendo el
    símbolo del modernismo
    .
    Mire…ahí viene uno. (se interrumpe Dickens).

    • ¿Hay sitio? .– pregunta
    • ¡muchísimo! .– Le contesta el
      cobrador entreabriendo la puerta, pero sin dejarnos ver como
      van adentro, hasta que ya hemos subido al estribo.
    • En donde .- pregunta Dickens entre sorprendido e
      indignado haciendo intención de retirarse.
    • En los dos lados señor .– contesta el
      cobrador, empujándonos dentro y cerrando la puerta al
      mismo tiempo que
      grita ¡ Vaamoos … ! en marcha Guillermo. Es imposible
      la retirada; una serie de tumbos nos llevan a algún
      sitio y ahí quedamos.

    El Cochero.– Señor Dickens, esto no lo
    puedo permitir.
    Dickens.– Cálmese, ha venido a conocer del
    transporte, no a pelear.
    El Cochero – Pero …¿cuántos pasajeros quepan
    en este aparato?
    Dickens.– Que yo sepa, jamás ha llegado a
    averiguarse el numero de personas que caben en nuestros
    ómnibus, la impresión del cobrador, es que tiene
    capacidad para todos cuantos pasajeros consigue "convencer"que
    hagan el viaje. Pero como usted constatara sus asientos son en
    algunos 16 y en otros 18.
    En el transcurso del viaje observe un desprecio increíble
    de el conductor y cobrador, hacia los pasajeros. Posteriormente
    me entere que las condiciones de mi viaje no eran una casualidad;
    son multados constantemente por su exagerada velocidad y
    otras faltas. Pero lo que mas indignaba a los usuarios, es su
    actitud
    ofensiva; situación que a producido que sean conocidos
    como "CADS" que traducido significa, persona de modales
    groseros.

    Regresemos a nuestro Ómnibus:

    • Paguen todos con monedas de seis peniques, no hay
      sencillo.– grita el cobrador.
    • Y por que os detenéis ahora.– pregunta
      un viejecito de cabellos empolvados y aspecto de cascarrabias
      cuando el ómnibus se detiene sin razón aparente
      en la esquina de Regent Street.– el cobrador silva y se
      hace el desentendido.
    • Oid. – y le da un golpe con el paraguas.- ¿por
      que os detenéis ahora?
    • El cobrador le contesta.- para que suban señor
      … en seguida saca la cabeza y grita…
      Baaancooo.

    De sobra se que os detenéis para esperar que suba
    gente, pero no debéis hacerlo, mañana os lo
    impediré.- amenaza sumamente irritado el
    viejecito.

    • Gracias Señor .- Le responde el cobrador,
      quitándose la gorra con burlona expresión, muchas
      gracias señor, repite, provocando la risa de algunos
      jóvenes que viajan en el ómnibus. Lo cual lo pone
      colorado y lo exaspera hasta el limite.

    La situación se torna tirante los pasajeros
    reaccionan.

    • Hay que tomar pronto medidas contra estos
      individuos.
    • No es la primera vez que sucede, a diario se burlan
      de reglas y reglamentos.
    • Son unos abusivos.
    • Desconsiderados.
    • Granujas.
    • Golfos

    A esto llamaría usted un transporte organizado.-
    Me dice Dickens, que había mantenido silencio en el
    desarrollo de
    estos hechos.
    Esto esta peor que Lima .- Le respondo.
    Aun no nos hemos apeado, de seguro algo mas
    ocurrirá.– añade sonriente.
    Nos alcanza otro ómnibus y vemos que un caballero anciano
    levanta el bastón y corre con toda energía hacia
    nosotros, abre el cobrador la portezuela para recibirlo, pero de
    pronto el anciano desaparece. ¡LO A HECHO DESAPARECER LA
    COMPETENCIA! al
    mas puro estilo limeño. Entonces el conductor de la
    "rival" se mofa del personal de
    nuestro ómnibus porque les ha birlado limpiamente a aquel
    viejo elegantón que protesta inútilmente por aquel
    secuestro.
    Arrancamos … el otro ómnibus arranca, y cada vez
    que nos detenemos para tomar un viajero, el otro también
    se detiene, algunas veces atrás y otras adelante luego de
    habernos cruzado temerariamente. Todo esto acompañado de
    una recatafila de insultos ente los cobradores de un
    vehículo y el otro.
    Zangoloteados, llegamos al Banco de Inglaterra que es, gracias a
    Dios el final del recorrido. Nos apeamos, y luego de
    acompañar a Dickens a efectuar el retiro en el Banco nos
    sentamos en la banca de una
    simpática plazuela, a darle de comer a las palomas y
    meditar sobre las recientes experiencias compartidas.
    Dickens decidió retrazar su regreso, le
    agradecí las molestias que se había tomado y
    partí rumbo a Paddinton, esta vez en un coche de alquiler;
    aventura aparte que se las contare en un próximo numero.
    En las afueras de la ciudad, tome mi coche para retornar al
    presente y cumplir con esta primera entrega, una de las tantas en
    la que relataremos las correrías que tendremos juntos
    viajando al pasado y al futuro en el coche del Virrey.

     

     

     

    Autor:

    Juan Carlos Arroyo Ferreyros

    Nota al lector: es posible que esta página no contenga todos los componentes del trabajo original (pies de página, avanzadas formulas matemáticas, esquemas o tablas complejas, etc.). Recuerde que para ver el trabajo en su versión original completa, puede descargarlo desde el menú superior.

    Todos los documentos disponibles en este sitio expresan los puntos de vista de sus respectivos autores y no de Monografias.com. El objetivo de Monografias.com es poner el conocimiento a disposición de toda su comunidad. Queda bajo la responsabilidad de cada lector el eventual uso que se le de a esta información. Asimismo, es obligatoria la cita del autor del contenido y de Monografias.com como fuentes de información.

    Categorias
    Newsletter