Indice
1.
Definición
3.
Síntomas
4.
Vacuna
5.
Armas Biológicas
El ántrax es una enfermedad infecciosa aguda
causada por una bacteria grampositiva que se llama Bacillus
anthracis que forma esporas. El ántrax ocurre con mayor
frecuencia en los vertebrados menores, silvestres y
domésticos (ganado vacuno, ovejas, chivos, camellos,
antílopes, y otros herbívoros), pero también
puede ocurrir en seres humanos cuando tienen contacto con los
animales
infectados o el tejido de animales
infectados.
El ántrax es considerado un agente que puede ser usado en
una guerra
biológica.
Características
En condiciones adversas esta bacteria se transforma en espora,
aumentando considerablemente su resistencia a
medios
ambientes hostiles. La mayoría de las esporas se destruyen
con aplicación de cal, idealmente a pH 12.6-13.2,
por eso a los animales infectados muertos se los entierra
profundamente y se los recubre con cal viva. Para garantizar la
destrucción de las esporas de ántrax, se deben
calentar los alimentos a
150ºC por lo menos durante 3 horas. Los suelos alcalinos
son propicios para mantener las esporas. La fase activa de la
bacteria es destruida rápidamente a 60ºC por 30
minutos.
El ántrax es más común en regiones
agrícolas donde los animales tienen la enfermedad. Estas
regiones incluyen Sudamérica, Centroamérica,
Europa del sur y
del este, Asia,
África, el Caribe y el Oriente Medio. Cuando el
ántrax afecta a los seres humanos, es normalmente por
causa de exposición
ocupacional a los animales infectados o sus productos. Los
trabajadores que están expuestos a los animales muertos y
a los productos de
otros países donde el ántrax es más
común, podrían resultar contaminados con B.
Anthracis.
La infección de ántrax puede ocurrir en tres
formas: cutánea (piel), por
inhalación, y gastrointestinal. Las esporas de B.
anthracis pueden vivir en la tierra por
muchos años, y los seres humanos pueden resultar
infectados con ántrax al tocar los productos de animales
infectados o por inhalar las esporas de los productos de animales
contaminados. El ántrax también puede contraerse al
comer carne de animales infectados que no fue suficientemente
cocida.
El riesgo de que el
ántrax se contagie de persona a
persona es muy
poco probable. No tiene que preocuparse de contraer la enfermedad
si está a cargo o si visita a un paciente que tiene el
ántrax inhalado.
Los síntomas de la enfermedad dependen de la
forma en la que se contrajo, pero normalmente los síntomas
se presentan dentro de los primeros 7 días.
Cutáneo: La mayoría (casi 95%) de las infecciones
de ántrax ocurren cuando la bacteria entra en una
lesión o abrasión en la piel, como por
ejemplo cuando se toca lana, pieles, cuero u otros productos de
pelo de animales infectados (especialmente pelo de chivos). La
infección de piel empieza como una protuberancia similar a
la de un piquete insecto pero que en 1 a 2 días se
convierte en una bolsa llena de líquido y después
en una úlcera sin dolor, usualmente de 1 a 3 cm. de
diámetro, con una característica área negra y
necrótica (en el proceso de
morir) en el centro. Las glándulas linfáticas en el
área adyacente se pueden hinchar. Aproximadamente un 20%
de los casos que no reciben tratamiento médico contra el
ántrax cutáneo provocarán la muerte. La
muerte es poco
común si se recibe una terapia antimicrobiana
apropiada.
La imagen muestra la escara
negra rodeada de áreas erosionadas e intenso edema. Estas
lesiones son indoloras. Las áreas de "piel seca"
representan áreas de edema en resolución. Las
lesiones continúan su progresión a pesar de
tratamiento antibiótico. El ántrax cutáneo
es autolimitado y las lesiones se resuelven sin cicatriz.
Alrededor de un 20% de casos no tratados pueden
progresar a formas sistémicas.
Inhalación: Los síntomas al principio pueden
confundirse con los de un catarro común. Después de
varios días, los síntomas pueden empeorar y
convertirse en problemas
graves de respiración y shock. El ántrax de
inhalación generalmente es fatal.
Intestinal: La forma intestinal del ántrax puede ser el
resultado de haber consumido carne contaminada y escasamente
cocida y los síntomas incluyen inflamación severa
del tracto intestinal. Los primeros síntomas de nauseas,
pérdida de apetito, vómito, y fiebre
son seguidos por dolor abdominal, vómito de
sangre, y
diarrea grave. En 25% a 60% de los casos de ántrax
intestinal el resultado final es la
muerte.
Existe ya una vacuna aprobada contra el ántrax
para usarse en los seres humanos. Se estima que la vacuna es
eficaz en 93% de los casos para la protección contra
ántrax.
La vacuna contra el ántrax es fabricada y distribuida por
BioPort Corporation, Lansing, Michigan. La vacuna es una vacuna
filtrada para eliminar las células,
lo que significa que en la preparación no se usa bacteria
viva ni muerta. El producto final
no contiene más de 2.4 mg de hidróxido de aluminio. Las
vacunas de
ántrax para animales no deben ser usadas en seres
humanos.
El Comité de Consultoría Sobre las Prácticas de
Inmunización ha recomendado la vacunación de
ántrax para los siguientes grupos:
- Las personas que trabajan directamente con el
organismo en el laboratorio. - Las personas que trabajan con pieles de animales
importadas en áreas en las que las medidas de seguridad e
higiene no son suficientes para prevenir la exposición a las esporas de
ántrax. - Las personas en áreas con altos incidentes de
ántrax que tocan los productos animales que
podrían estar infectados. - El personal
militar enviado a las áreas con alto riesgo de
exposición al organismo (cuando se usa como arma en
guerra
biológica). - Las mujeres embarazadas sólo deben vacunarse
si es absolutamente necesario.
La inmunización consiste de tres inyecciones
subcutáneas dadas cada dos semanas, seguidas por tres
inyecciones subcutáneas adicionales dadas a 6, 12, y 18
meses. Después, se recomienda la aplicación de
inyecciones de refuerzo cada año.
Se presentan reacciones locales leves 30% de los vacunados y
consisten en poco dolor y enrojecimiento en el lugar de
inyección. Las reacciones locales graves son poco
frecuentes y consisten en una hinchazón extrema del
antebrazo además de la reacción local. Las
reacciones del sistema ocurren
en menos de 0.2% de los vacunados.
Diagnóstico
Se
diagnostica el ántrax por el aislamiento de B. anthracis
de la sangre, lesiones
de piel, o las secreciones respiratorias o mediante la medida de
anticuerpos específicos en la sangre de las personas
posiblemente afectadas.
Tratamiento
El tratamiento de la enfermedad se realiza con
antibióticos específicos, el de mayor efectividad
es la ciprofloxacina, la dosis a utilizar es de 500 mg cada 12
horas en un lapso de tiempo que
varía de 20 días a meses, según la evolución de la enfermedad.
Ciprofloxacina
Acción terapéutica.
Antimicrobiano. Quinolona de segunda
generación.
Propiedades.
Agente antibacteriano de efecto rápido que no presenta
resistencia
cruzada con las penicilinas, cefalosporinas, tetraciclinas y
aminoglucósidos. Actúa por inhibición de la
DNA-girasa bacteriana, interfiriendo en la replicación del
DNA. En forma oral, combina una biodisponibilidad elevada con
gran penetración tisular que permite su empleo como
monoterapia o en combinación con otros
antibióticos. Actúa sobre gérmenes
grampositivos: Staphylococcus aureus, piogenes y pneumoniae,
Streptococcus faecalis, Mycobacterium tuberculosis,
Bacillus anthracis. Microorganismos gramnegativos: Escherichia
coli, Klebsiellas, Enterobacter, Salmonella, Shigella, Proteus
mirabilis, Pseudomonas, Haemophilus influenzae, Neisseria
gonorrhoeae, Aeromonas, Vibrium Brucella melitensis.
Indicaciones.
Infecciones de las vías respiratorias. Bronconeumonia y
neumonía lobar. Bronquitis aguda, bronquiectasias,
empiema. Infecciones del tracto genitourinario: uretritis
complicadas, pielonefritis, prostatitis, gonorrea. Infecciones
osteoarticulares: osteomielitis, artritis séptica.
Infecciones gastrointestinales: diarrea infecciosa, fiebre
entérica. Infecciones sistémicas graves:
septicemias, bacteriemias, infecciones de vías biliares,
pélvicas y otorrinolaringológicas.
Dosificación.
La dosis se determinará por la gravedad de la
infección, la sensibilidad de los organismos causales,
edad, peso y función
renal del paciente. Dosis media por vía oral/adultos:
Infecciones del tracto urinario: 250 a 500mg cada 12h; cistitis
aguda no complicada: 250mg cada 12h; durante 3 días.
Infecciones de vías respiratorias, infecciones
osteoarticulares, de piel y tejidos blandos:
250 a 500mg cada 12h pudiendo elevarse a 750mg c/12h en casos de
mayor gravedad. Infecciones por pseudomonas en tracto
respiratorio inferior: la dosis normal es de 750mg, dos veces al
día. Gonorrea: dosis única de 250mg. En la
mayoría de las otras infecciones 500 a 750mg dos veces al
día. El período de tratamiento habitual para
infecciones agudas es de 5 a 10 días y debe continuarse 3
días después de la desaparición de los
signos y síntomas. En pacientes con función
renal alterada: en general no es necesario ajustar la dosis,
salvo en insuficiencia renal grave. En estos casos se puede
reducir la dosis diaria total a la mitad. No se recomienda su
empleo en
niños y
adolescentes
en crecimiento. En caso de ser necesaria su indicación, la
dosis a emplear puede ser 7,5 a 15mg/kg/día por vía
oral, administrados cada 12 horas.
Reacciones adversas.
En ocasiones puede producir náuseas, diarreas,
vómitos,
dispepsia. Alteraciones del SNC: vértigo, cefaleas,
cansancio, insomnio, temblor; en muy raras ocasiones
sudoración, convulsiones, estados de ansiedad. Reacciones
de hipersensibilidad, erupciones cutáneas, prurito, fiebre
medicamentosa. Reacciones anafilactoides: edemas facial, vascular
y laríngeo. En estos casos se suspenderá en forma
inmediata el tratamiento. Pueden aparecer aumentos transitorios
en las enzimas
hepáticas, sobre todo en pacientes con lesión
hepática previa. Trastornos de la fórmula
sanguínea: muy raramente eosinofilia, trombocitosis,
leucocitosis, anemia. Dolores musculares, tenosinovitis,
fotosensibilidad.
Precauciones y advertencias.
Debido a los efectos secundarios que puede producir sobre el SNC
sólo deberá utilizarse cuando los beneficios
terapéuticos superen los riesgos
descriptos; sobre todo en pacientes con antecedentes de crisis
epilépticas u otros trastornos del SNC (bajo umbral
convulsivo, alteración orgánica cerebral o ACV). No
es recomendable su uso en el embarazo ni en
el período de lactancia. En raras ocasiones se ha
observado cristaluria relacionada con el empleo de
ciprofloxacina, por eso los pacientes deberán estar bien
hidratados y evitar una alcalinidad excesiva de la
orina.
Interacciones.
Se elevan los niveles séricos de teofilina cuando se
administra con quinolonas. Junto con ciclosporina, aumenta
los valores
séricos de creatinina. A fin de no interferir en la
absorción de antiácidos (con hidróxido de
magnesio o de aluminio),
sólo deberá administrarse 1 o 2hs después de
la ingestión de aquéllos.
Contraindicaciones.
Pacientes con hipersensibilidad a la droga y otras
quinolonas. Embarazo.
Lactancia. Niños.
5. Armas
Biológicas
La historia de las armas de la
humanidad, que probablemente se inició con el hacha de
sílex, no terminó con el descubrimiento de la
bomba atómica y la puesta en escena de los misiles
intercontinentales. Gracias a la ingeniería
genética, en los laboratorios militares secretos se
cuece hoy una nueva generación de armas
biológicas que puede superar las fantasías de
todos los genios de la ciencia
ficción.
Ya en la antigüedad, los militares estuvieron fascinados
por el poder de las
armas biológicas. En la época clásica y
durante la dominación romana, los ejércitos
tenían especialistas en envenenar las fuentes de
agua potable
de las que se abastecían las ciudades, e incluso en
algunas ocasiones se llegaron a introducir en ciudades
asediadas vasijas conteniendo humores de enfermos de
cólera, peste o lepra, con la esperanza de que la
epidemia acabase con las fuerzas de los defensores. Este
procedimiento
militar volvió a ponerse de moda durante
los siglos XVIII y XIX, en que los colonos europeos aniquilaron
a poblaciones enteras de nativos de los otros continentes, de
forma voluntaria o involuntaria, al introducir la sífilis,
la gripe, la viruela o el tifus, armas más efectivas que
el acero o la
pólvora.
Tras el uso intensivo de las armas químicas durante la
Primera Guerra
Mundial, durante la Segunda también se hicieron
algunos intentos de emplear armas biológicas. Se sabe
que el ejército británico lanzó como
prueba gran cantidad de esporas del bacilo del ántrax
sobre una pequeña isla escocesa, habitualmente desierta,
llamada Gruinard. El éxito
fue tal que todavía en 1979 los soldados del
ejército británico tenían que hollar el
suelo de la
isla con trajes protectores, a fin de evitar la peligrosa
infección del bazo que produce el ántrax y que
generalmente lleva a la muerte.
Entre 1940 y 1944, los japoneses fueron mucho más lejos
en la aplicación de armas biológicas. Por primera
vez en la historia se bombardearon,
en la campaña contra Corea y Manchuria, once ciudades
chinas con bombas que
contenían material contaminado por peste y tifus. La
cifra de muertos que produjeron estas armas biológicas
entre la población civil nunca ha sido evaluada.
En campos de concentración de prisioneros de guerra, los
japoneses inyectaron a tres mil prisioneros chinos, mongoles,
británicos, americanos y coreanos, soluciones
con principios
activos de
diversas enfermedades
epidémicas; como mínimo unos mil prisioneros
fallecieron en estos experimentos.
Tras la Segunda
Guerra Mundial, en los años 50 y 60, el Gobierno de los
Estados
Unidos instaló en el estado de
Maryland un complejo de laboratorios militares conocido como
Fuerte Detrick. En sus mejores días llegaron a trabajar
en él un millar de científicos dedicados a la
investigación de armas biológicas.
Y en 1970 Nixon declaró que el gobierno iba a
renunciar a desarrollar armas biológicas con fines
ofensivos. Dos años después, en abril de 1972, se
firmaba simultáneamente en Londres, Moscú y
Washington el Acuerdo Internacional sobre Armas
Biológicas, que prohibía el desarrollo,
fabricación y almacenamiento de armas biológicas con
fines bélicos. Hasta la fecha, aparte de Estados Unidos,
Gran Bretaña y la ex URSS, han firmado dicho acuerdo
casi 130 estados de todo el mundo. De esta forma, a principios de
la pasada década parecía que la humanidad iba a
verse libre de este tipo de armamento.
De hecho, los gobiernos estadounidense y soviético
renunciaron a seguir financiando estos proyectos
porque los expertos señalaron que, en relación
con las armas atómicas y químicas, las armas
biológicas no eran suficientemente operativas. Dichas
armas continuaban teniendo el problema, que ya sufrían
en la antigüedad, de que podían volverse contra los
mismos agresores, lo que implicaba todo un programa de
vacunas para
los ejércitos que las empleasen; además, en su
manipulación existían también graves
riesgos.
La era de la ingeniería genética.
Los militares no podían imaginarse que solo un año
después de la firma del mencionado tratado, iba a ocurrir
un acontecimiento que revalorizaría las armas
biológicas. En 1973, en la Universidad de
Stanford en California, los biólogos Stanley Cohen y
Herbert Boyer consiguieron transferir por primera vez genes
ajenos al material hereditario de determinadas bacterias.
Este gran salto sobre los mecanismos de seguridad que
protegen la materia
hereditaria en las especies vivientes vino a reanimar la
moribunda investigación en torno a las armas
biológicas. Los microorganismos patógenos que antes
eran difíciles de obtener y cuyo manejo exigía
enormes precauciones podían desde ese momento ser
diseñados de nuevo, adaptándolos a las necesidades
militares. Con las nuevas técnicas
de recombinación genética
se abría para los expertos militares del Pentágono
un abanico de posibilidades inimaginable dos años antes.
Este renovado interés
por las armas biológicas recombinadas por medio de la
ingeniería
genética se demuestra examinando las cifras del
presupuesto
estadounidense de los años 80.
Desde 1980 a 1987, el Pentágono incrementa sus inversiones en
investigación y producción de armas biológicas y
químicas en un 554% con respecto a años anteriores,
invirtiendo nada menos que 1.440 millones de dólares en
estos proyectos. A la
investigación de armas biológicas se destinan en
1986 casi 90 millones de dólares, mientras el
número de proyectos de manipulación genética
financiados por el Ministerio de Defensa estadounidense ha pasado
de 0 en 1980 a más de 200 en el presente año.
Las instalaciones de Fuerte Detrick fueron remozadas a principios
de los ochenta y vuelven a acoger científicos. En diversos
laboratorios construidos bajo la máxima seguridad,
investigadores del USAMRIID (Instituto Médico del
Ejército de los Estados Unidos para el estudio de Enfermedades Infecciosas)
estudian el efecto de los virus de Lasa,
Ébola o Chikungunya, o de virus de la
viruela, fiebre amarilla, encefalitis equina, gripe, enfermedad
de Marburg y la fiebre del Rift. De gran interés
militar en Fuerte Detrick son también las bacterias del
ántrax, el botulismo, la brucelosis, la peste, el tifus y
las esporas de tétanos, así como otras veinte
clases de toxinas tales como los venenos de serpientes, setas,
escorpiones y algas.
Curiosamente, la investigación y producción de armas biológicas a
través de la ingeniería genética ni tan siquiera
viola las reglas del tratado internacional de prohibición
de armas biológicas firmado en 1972. Según tal
acuerdo, se tolera la producción de determinadas
cantidades de armas biológicas con fines estrictamente
defensivos. Y aquí empieza la ambivalencia del acuerdo,
puesto que en ningún otro sector militar como en el de la
guerra biológica es tan difícil marcar la
diferencia exacta entre qué es ofensivo y qué
defensivo: el estado
potencialmente agresor con este tipo de armas debe empezar
necesariamente por elaborar toda una serie de vacunas a fin de
inmunizar sus propias fuerzas; es decir, un ataque en este campo
presupone prepararse antes para la defensa, crear nuevas vacunas.
Mientras que la creación de gérmenes
patógenos recombinados genéticamente puede lograrse
en algunos meses, elaborar las vacunas pertinentes -caso de que
existiesen- requiere una tarea de años.
Los horrores de estas armas.
Una pregunta se impone: ¿cómo serían estas
armas? ¿cuáles son sus efectos?. Científicos
que han trabajado en proyectos militares de este tipo, como el
catedrático de biología molecular
Doctor Michael Breindl, de la Universidad de
San Diego, afirman lo siguiente: «Existen planes, por
ejemplo, para recombinar genéticamente una bacteria de la
flora intestinal inofensiva, la Escherichia coli, obteniendo un
arma terrible. Para empezar, a través de genes de
resistencia se le podría hacer inmune a la acción
de los antibióticos; luego podría elevarse su
resistencia contra los ácidos
intestinales a fin de asegurar su libre circulación por
todo el aparato
digestivo, además se le podrían implantar genes
de toxinas procedentes de otros organismos, como una toxina
neural u otras que detuviesen la acción coagulante de la
sangre. Finalmente, se le podría insertar un gen del tipo
«invasor», que permitiría a la bacteria
penetrar desde la pared del intestino en los tejidos
interiores y las células
del organismo. La bacteria así recombinada podría
escaparse de la acción de defensa del organismo y verter
sus toxinas directamente en los tejidos celulares».
Lo triste de toda esta explicación es que la
mayoría de los procesos de
laboratorio
que describe el Doctor Breindl no son ciencia
ficción, pues ya se han conseguido realizar o son de
práctica corriente en el mundo de la ingeniería
genética.
Por lo que se conoce actualmente, los técnicos
estadounidenses que trabajan para el estamento militar han
conseguido secuenciar y clonificar los genes de diversos venenos
biológicos. Ya se conocen las estructuras
genéticas del ántrax, el botulismo, el
cólera, la difteria, el tétanos y la toxina del
veneno de determinadas serpientes. El
conocimiento de las secuencias genéticas significa que
en cualquier momento los científicos pueden producir de
forma rápida, sencilla y barata enormes cantidades de
estos venenos. En el proyecto USAMRIID
de Fuerte Detrick se han empezado a insertar genes del veneno de
serpiente en el DNA de colibacterias de tipo E. Por supuesto que
la posición oficial ante estos experimentos es
que se realizan con fines estrictamente médicos, en aras
de obtener nuevas vacunas. Algunos militares han llevado la
ironía hasta el extremo de afirmar que estos experimentos
también se hacen pensando en la salud de los países
del Tercer Mundo: «En países donde anualmente mueren
40.000 personas por mordedura de serpiente -argumentan los
generales- nuestras vacunas y nuestros experimentos sobre la
toxina del veneno de cobra pueden ser de gran utilidad».
En Fuerte Detrick también se está trabajando en la
obtención sintética de sustancias venenosas, como
por ejemplo el veneno de un hongo llamado tricoteceno, asimismo
conocido como «lluvia amarilla», un veneno
trescientas veces más activo que los gases
químicos convencionales que atacan al sistema nervioso
central. Se tiene además conocimiento
de que el Pentágono se ha gastado 1,3 millones de
dólares en secuenciar el gen que codifica a la enzima
acetilcolinesterasa. Esta enzima es fundamental para regular la
acción de los neurotransmisores de determinadas funciones
cerebrales. Según informes del
Instituto de Investigación para la Paz de Estocolmo, estos
conocimientos pueden posibilitar la producción de toxinas
especializadas en atacar ciertos centros nerviosos. Según
la mayoría de los expertos, las toxinas son las armas
biológicas recombinadas genéticamente que
más posibilidades tienen de ser empleadas en un conflicto que
exigiese la aplicación de este tipo de armas. Su
producción por métodos de
ingeniería genética es fácil y de muy bajos
costos.
Aquí también debe destacarse la gran manejabilidad
de dichas armas y sus facilidades de producción, lo que
hace que su almacenamiento
sea obsoleto. Expertos europeos y norteamericanos coinciden en
indicar que un Estado que
desee producir armas biológicas recombinadas por la
tecnología
genética solo necesitaría una instalación
frigorífica con unas 200 probetas llenas de material y
cultivos originales, más la infraestructura de un
laboratorio farmacéutico convencional. El resto de las
operaciones,
es decir el transporte,
llenar con los virus las cámaras huecas de las bombas, los
aerosoles, etc., se podrían realizar con la misma
infraestructura militar existente para las armas
químicas.
En cuanto a su aplicación directa, los militares piensan
que el aerosol es el mejor vehículo para expandir las
armas biológicas entre la población y los ejércitos enemigos.
El sistema de
aerosol permite proyectar virus y bacterias manipulados
genéticamente en grandes nubes hacia áreas
determinadas. Desde 1984, el ejército de Estados Unidos
trata de crear en Dugway (Utah) una gigantesca instalación
para la dispersión de armas biológicas a
través de aerosoles; el presupuesto se
cifra en 2.300 millones de dólares.
En lo que respecta a los efectos de estas armas sobre las
personas, nos encontramos con la problemática de siempre
cuando se valoran los resultados de la ingeniería
genética: ignorancia absoluta. No obstante, es muy
probable que estas armas multipliquen varias veces los horrores y
el poder
mortífero que siempre han poseído las armas
biológicas convencionales. Sabemos, por ejemplo, que
bastan unos pocos cultivos para poder infectar a una
población de millones de personas con ántrax,
fiebre amarilla o peste, enfermedades de alta mortalidad; sin
embargo, la mayoría de estas enfermedades
epidémicas son bien conocidas, por lo que el estado
agredido podría, dentro de ciertos límites,
organizar actividades terapéuticas contra la epidemia. Eso
sería casi imposible si los virus y bacterias agresores se
hallan recombinados genéticamente, ya que la experiencia
de la medicina oficial
con esos seres manipulados es nula.
VIRUS Y BACTERIAS CON LOS QUE SE EXPERIMENTA | |||
Tipo de microbio. | Enfermedad. | Factor de contagio. | Mortalidad (sin tratamiento). |
Virus. | Encefalitis venezolana. | bajo. | baja. |
Virus. | Encefalitis equina oriental. | bajo. | alta (60%). |
Virus. | Enfermedad de Margburg. | alto. | alta. |
Virus. | Fiebre amarilla. | bajo. | alta (40%). |
Virus. | Fiebre Chikungunya. | bajo. | muy baja. |
Virus. | Fiebre Dengue. | bajo. | muy baja. |
Virus. | Fiebre del Rift. | pobre. | alta. |
Virus. | Gripe. | muy alto. | baja. |
Virus. | Viruela. | muy alto. | alta. |
Bacterias. | Ántrax. | bajo. | casi siempre mortal. |
Bacterias. | Brucelosis. | cero. | intermedia (25%). |
Bacterias. | Cólera. | alto. | alta (85%). |
Bacterias. | Enfermedad del legionario. | cero. | alta. |
Bacterias. | Muermo. | cero. | casi siempre mortal. |
Bacterias. | Peste pulmonar. | alto. | casi siempre mortal. |
Bacterias. | Tifus. | alto. | baja (10%). |
Bacterias. | Tularemia. | bajo. | intermedia. |
Otros riesgos de las armas
biológicas.
Por supuesto que los militares y políticos
afirman que dichas armas jamás se emplearán con
fines ofensivos y que se investigan y producen para mantener la
paz. Pero independientemente del cinismo -consciente o
inconsciente- que implican estas afirmaciones, la mera
investigación en esta área puede implicar graves
riesgos para la población que habite en las
cercanías de los laboratorios y el transporte de
las armas puede comportar graves riesgos.
Sobre este tema existe un desgraciado precedente que
sucedió en la ciudad de Birmingham. El catedrático
de virología de la Universidad de Birmingham, Henry
Bedson, tenía instalado un laboratorio semiprivado en el
primer piso de una antigua edificación en donde
también existían otras instalaciones pertenecientes
a la Universidad. En 1978 se hallaba trabajando él con
otros asistentes en su laboratorio con cultivos del virus de la
viruela. A las pocas semanas de haber manipulado los virus, se
dio sorprendentemente en la misma ciudad un caso grave de viruela
en una chica joven: Janet Parker. Casualmente, la muchacha fue
internada en el hospital donde trabajaba el profesor Bedson y a
éste se le heló la sangre cuando supo que Janet
trabajaba como fotógrafa para el Instituto
Anatómico de la Facultad de Medicina de la
ciudad, ya que el Instituto se hallaba precisamente sobre su
laboratorio. El 11 de septiembre de 1978 moría Janet
Parker víctima de la viruela, pero un par de días
antes el Doctor Bedson se había suicidado
seccionándose la garganta con unas tijeras de
césped. Técnicos de la Universidad que semanas
después reconstruyeron el contagio de Janet Parker,
llegaron a la conclusión de que los virus habían
subido al piso superior a través de un respiradero de
reducidas dimensiones, adyacente a la habitación donde
trabajaba Janet. También indicaron que el laboratorio del
Doctor Bedson no cumplía al cien por cien las
líneas de seguridad marcadas por la OMS.
El caso Parker-Bedson es una muestra de los
riesgos potenciales para la población que conlleva la
investigación con microorganismos; en especial en Europa, donde en
varios países los Ministerios de Defensa han encargado
proyectos de
investigación de ingeniería genética a
laboratorios y equipos investigadores pertenecientes a las
Universidades. Aunque en los laboratorios en donde se realiza
manipulación genética de microorganismos, las
medidas de seguridad se rigen por las directrices de Asilomar que
son mucho más estrictas que las de los laboratorios
convencionales (el contar con circuitos de
reciclado de agua y
aire propios y de
compuertas de descontaminación en sus comunicaciones
en el exterior), en los últimos años la
mayoría de los laboratorios, tanto privados como
estatales, en donde se practica la ingeniería
genética han empezado a apartarse de estas severas reglas.
En la actualidad se llevan a cabo en empresas
multinacionales numerosos experimentos de manipulación
genética en laboratorios semiconvencionales. En cuanto a
los riesgos del transporte o de un sabotaje mencionaremos
brevemente que en septiembre de 1981 desaparecieron de Fuerte
Detrick 2,3 litros del virus Chikungunya, cantidad suficiente
para infectar a toda la humanidad con fiebres tropicales. Hasta
hoy el Pentágono no ha podido averiguar dónde fue a
parar tan peligrosa arma.
El futuro de las armas biológicas.
Como acabamos de comprobar, las técnicas
de ingeniería genética no solo están al
servicio de
fines altruistas, de carácter
médico o económico-social, sino que al mismo
tiempo se
emplean con fines totalmente militares, pues no en vano se trata
de una tecnología capaz de
aniquilar a millones de seres humanos en un corto espacio de
tiempo. La posibilidad -atractiva para los militares- de crear un
germen que actúe solo contra determinadas poblaciones,
poseyendo al mismo tiempo una vacuna que haga inmune al agresor a
sus efectos se está convirtiendo en realidad en la era de
la ingeniería genética.
Existe un interesante paralelismo entre las armas
biológicas recombinadas genéticamente y la energía
nuclear en cuanto a fines bélicos se refiere. Ambas
armas tienen un efecto aniquilador parecido, pues, en algunos
casos las armas biológicas pueden tener un radio de
acción letal todavía más amplio que las
radiaciones ionizantes de origen nuclear, tanto las armas
atómicas como las biológicas
«contaminan» durante decenios los territorios donde
son aplicadas, y ambos sistemas
conllevan un alto riesgo de manipulación y de
producción. Sin embargo, en algunos aspectos las armas
biológicas pueden ser para los militares y
políticos más atractivas que las atómicas:
no destruyen la infraestructura del país conquistado, solo
-al estilo de la bomba de neutrones- aniquilan a la
población humana; y si además el país
agresor se halla en posesión de una vacuna efectiva contra
la epidemia, su población y su ejército pueden
ocupar sin grandes problemas el
territorio conquistado a pesar de la
contaminación biológica. Por todas estas
razones creemos que en los próximos decenios
proliferarán los proyectos y centros dedicados a la
investigación de armas biológicas en todo el
mundo.
Autor:
Dr. Daniel Longo Farmacéutico