Indice
1.
Introducción. Concepto de oppidum.
2. Asentamiento poblacional
ibérico.
3. El yacimiento de Alorda
Park.
4. Conclusión.
5.
Bibliografía.
1. Introducción. Concepto de
oppidum.
El término oppidum es un término latino y
como tal, alcanza diferentes significados. Aparece en numerosas
fuentes
históricas para referirse a un sitio concreto
relacionado con un asentamiento poblacional, y parece que su
origen se atribuye a la descripción de los asentamientos galos, que
se enfrentaron las campañas de Julio César durante
la invasión de la Galia. No obstante, este concepto de
asentamiento galo, no es posible extrapolarlo por sus distintas
características al mundo ibérico. El
concepto de oppidum latino conlleva una idea de
fortificación, pero siempre dependiendo de la superficie y
de la posición geográfica del asentamiento. Desde
una perspectiva de superficie, un oppida correspondería a
un asentamiento de segunda categoría, por debajo de la
urbs, de mayor magnitud y verdadero centro urbano. Por otra
parte, también tendría que diferenciarse del
castella o castrum, término asociado a una
fortificación en altura de pequeñas dimensiones
(1).
Estos términos latinos nos pueden ayudar en la
clasificación de las diferentes formas de asentamientos
ibéricos, pero no son lo suficientemente absolutos para
poder hacer
una clasificación categórica. En el mundo
ibérico estos términos se superponen y no es
posible de un modo claro, ver las diferencias entre ellos en los
yacimientos ibéricos. Podemos encontrar yacimientos que el
concepto de urbs y oppida se confunden como en Ullastret
(Girona), u otros asentamientos en los que es difícil ver
la línea diferenciadora entre oppida y castella como en el
caso de la Moleta del Remei (Alcanar, Tarragona). Otra gran
particularidad consiste en que en el mundo ibérico el
concepto de oppidum rompe el estrecho ámbito del poblado o
del asentamiento, para alcanzar una serie de territorios
circundantes que dependen de él, tanto económica,
como políticamente. La interpretación
arqueológica será fundamental para poder salvar
estas diferentes acepciones, teniendo siempre en cuenta la
dificultad de esta interpretación en lugares donde los
restos arqueológicos no son muy numerosos, o en algunos
casos son contradictorios o paradójicos.
En este artículo voy a realizar una clasificación
de los asentamientos ibéricos, centrándome en la
zona del nordeste peninsular. Hay que tener presente, que como en
otros aspectos del mundo ibérico, nos encontramos ante un
proceso
heterogéneo, mostrando cada zona unas
características diversas y diferenciadoras. Como caso
particular voy a detenerme en el yacimiento de Alorda Park
(Calafell, Tarragona), porque permite gracias a los trabajos de
reconstrucción realizados, hacer una interpretación
de varios aspectos del urbanismo, de la fortificación, y
de la
organización social del mundo
ibérico.
2. Asentamiento
poblacional ibérico.
Teniendo en cuenta algunos factores, como son la
superficie total del asentamiento, su emplazamiento
geográfico, sus construcciones fortificadas y su
disposición urbanística; existe una cierta
unanimidad entre los arqueólogos, en clasificar los
poblados ibéricos del nordeste peninsular en poblados de
cima, poblados de barrera, y poblados de vertiente o ladera.
Los poblados de cima se caracterizan en primer lugar, como su
nombre indican, por estar situados en un lugar elevado. Esta
posición se interpreta fundamentalmente como defensiva, o
como de vigilancia y control sobre el
territorio circundante. Normalmente tienen una superficie
reducida como consecuencia de su situación y de la
adecuación a la topografía de lugar. Acostumbran a estar
fortificados, aunque sus defensas nunca son de la magnitud de los
poblados de barrera o de ladera, ya que su situación
geográfica les confiere un elevado grado de
protección natural. El muro perimetral será el que
marcará el límite del asentamiento, y a este muro
se le adosarán las construcciones o habitaciones
utilizándolo como pared de fondo y abriéndose hacia
un espacio central. Este espacio central normalmente
carecía de una funcionalidad, tampoco encontramos una red viaria perfeccionada
con sólo la presencia de algunas vías estrechas en
la que no se documentan la presencia de roderas de carro. Algunos
ejemplos de poblados de cima en el nordeste peninsular son:
Montarbat (Lloret de Mar, Girona), Castellrruf (Santa Maria de
Martorelles, Barcelona), o el Puig Castellar (Santa Coloma de
Gramanet, Barcelona). Pero un caso excepcional dentro de los
poblados considerados de cima es el de la Moleta del Remei
(Alcanar, Tarragona). Como me he referido en la
introducción, en este yacimiento se confunden los
conceptos clásicos de castella y oppida y lo podemos
considerar un ejemplo evolucionado de poblado de cima. Aunque se
trata de un poblado de cima, presenta unas características
propias de otra tipología de asentamientos, como pueden
ser los de barrera, o de ladera. La Moleta del Remei es un
asentamiento grande (5000 m2) comparado con los
poblados de cima típicos (entre 1000 y 4000
m2), encontramos una fortificación con un
grosor de muro más importante (3 metros) y con la
presencia de una torre de vigilancia, también la
utilización del espacio central parece que tenía
una funcionalidad y por último existe, aunque de forma muy
incipiente, una pequeña red viaria que comunica las
casas y los graneros.
Los poblados de barrera son los que aprovechan ciertos accidentes
naturales como penínsulas, o istmos para establecer un
asentamiento que será fortificado sólo por la parte
que no ofrece una protección natural. Se trata de
asentamientos mucho más grandes que los anteriores y
podemos encontrar extensiones de hasta 40.000 m2 como
en el caso del asentamiento de Castellet de Banyoles (Tivissa,
Tarragona). La fortificación es más importante que
la que hemos visto en los poblados de cima, ya que su
protección natural es mucho más reducida.
Así encontramos muros mucho más gruesos, presencia
de fosos o la existencia de unas torres defensivas. El urbanismo
en estos asentamientos está mucho más evolucionado
y podemos encontrar una red viaria más regular,
distinguiéndose unas partes de uso público y unas
residencias de distinto tamaño que nos indican una
diferencia social de sus ocupantes. Todavía nos
encontramos con unas calles bastante estrechas y no podemos
documentar la presencia de roderas de carros, no obstante la
anchura de ciertas entradas nos hace presumir que si
existía la presencia de tráfico rodado en estos
asentamientos. Ejemplos de poblados de barrera son Sant Miquel
(Vinebre, Tarragona), Turó Rodó (Lloret de Mar,
Girona) o Sant Miquel de Olèrdola en el Penedés.
Pero seguramente el ejemplo más interesante se trata del
yacimiento de las Toixoneras-Alorda Park en Calafell, que le
dedicaré un capítulo aparte.
Por último hay que hacer mención de los llamados
poblados de ladera o vertiente. Estos asentamientos
aprovecharían de alguna manera la presencia de un desnivel
geográfico, para establecer un asentamiento que
irían extendiéndose a varios niveles. Estos
asentamientos son mucho más grandes que los anteriores,
pudiendo alcanzar la extensión de 11 Ha como el de Puig de
Sant Andreu en Ullastret. Las fortificaciones son mucho
más complejas e importantes, ya que son más
vulnerables por su situación geográfica. Así
encontramos unos muros defensivos de gran longitud, mucho
más gruesos, y con un elevado número de torres
defensivas, e incluso en algunos casos con la presencia de unos
sofisticados codos o bastiones defensivos. En estos poblados
podemos encontrar la presencia de varios niveles de asentamiento,
o de terrazas, como consecuencia de su emplazamiento. Dependiendo
de la inclinación del asentamiento, estos niveles
normalmente se comunicaban entre sí mediante escaleras, o
mediante vías más o menos anchas, que
permitían la circulación de tráfico rodado.
Algunos ejemplos de poblados de ladera en la zona que estamos
delimitando serían el poblado de Burriac en Cabrera de
Mar, el Turó d’en Boscà de Badalona, o el
anteriormente citado de Ullastret.
3. El yacimiento de
Alorda Park.
El asentamiento de Les Toixoneras-Alorda Park en
Calafell es un excelente ejemplo de asentamiento ibérico,
que por sus peculiares características nos permite
ilustrar varios aspectos relacionados con el urbanismo
ibérico. Podemos analizar su estructura
defensiva, podemos apreciar su evolución urbanística, y
también podemos observar cual era su papel social
tanto interna como externamente.
En el apartado anterior he situado este asentamiento en la
clasificación de poblado de barrera. Hay que tener en
cuenta que la línea de la costa actual no corresponde con
la que seguramente había en esta zona a finales del siglo
VI aC, que es cuando se puede situar cronológicamente el
inicio de este asentamiento. Parece que esta parte del litoral
estaba formada por una zona de pequeñas colinas rodeadas
de marismas. El asentamiento original se establecería en
la cima de una de estas colinas, siendo rodeada por casi su
totalidad por las marismas ofreciéndole una
protección natural. De esta primera época se puede
datar un foso y una primera muralla defensiva que protegía
al asentamiento por la parte que lo hacía vulnerable. Como
caracteriza a los poblados de barrera, esta primera muralla junto
con un foso defensivo, no recorría perimetralmente el
asentamiento sino que sólo se alargaba en la zona
desprotegida. También de esta primera fase podemos
observar la disposición de unas habitaciones que
tenían como pared de fondo el muro defensivo y que se
abrían a un espacio interior. No tenemos información que en esta época, este
espacio interior tuviera alguna funcionalidad, pero no
sería descabellado pensar, por las razones que veremos
más adelante, que así lo fuera.
Esta primera fase fue amortizada durante el siglo V aC. y
entramos en el momento de esplendor de este asentamiento que se
alargaría hasta los inicios del siglo II aC. cuando parece
que fue abandonado. Un elemento significativo de esta
transición supone el hecho que el poblado en vez de
aumentar su superficie, contrariamente se reduce, y crea una
importante fortificación unos metros atrás de donde
estaba la originaria muralla y el foso. Este hecho puede
interpretarse como que este asentamiento no constituía un
importante centro poblacional, sino que por su superficie total
unos 3.000 m2 y por el número de habitaciones, se puede
deducir que vivían aproximadamente unas cincuenta
personas.
Si pasamos a analizar la construcción de las viviendas y la
fortificación del asentamiento de Alorda Park hay que
tener en cuenta que nos encontramos ante dos técnicas
constructivas que convergen. En primer lugar, podemos encontrar
unos elementos tradicionales que pueden considerarse
autóctonos y que serían herederos de los
asentamientos del Bronce final; y por otro lado, unos elementos
nuevos que provienen de los préstamos culturales
provenientes de la poliorcética de culturas del
Mediterráneo central y oriental.
El elemento que podemos considerar propio, y que se manifiesta en
numerosos asentamientos ibéricos, es el muro (simple o
doble) con base de piedra y con una superestructura de tapia o
adobe. La técnica de la tapia se realizaba en un encofrado
de madera, donde
se introducía a presión
una mezcla de tierra y cal.
Esta técnica, utilizada en la construcción de las
viviendas del asentamiento, le proporcionaba una mayor
durabilidad y una resistencia a las
inclemencias del clima. No
obstante en la fortificación se utilizó piedra, que
aunque sea una técnica minoritaria también la
podemos documentar en otros yacimientos como en el Puig de Sant
Andreu (Ullastret, Girona). La mayor utilización en la
construcción de los muros con la técnica de la
tapia, obedece a unas razones de resistencia. Los muros de tapia
absorben mejor el impacto de los proyectiles al repartirse
uniformemente por toda la sección, mientras que los muros
de piedra son más fáciles de derribar al
convertirse en superficies más rígidas. Este puede
ser otro detalle que nos haga pensar que en la
fortificación de Alorda Park, aun si renunciar totalmente
a su función
defensiva, persiste una importante función social y de
prestigio.
Los elementos foráneos, procedentes de la
poliorcética de la cultura griega
y púnica, estarían representados por la
construcción de unas torres defensivas. Hay que tener en
cuenta que tenemos documentada a través de acumulaciones
de moneda, la presencia de mercenarios ibéricos en la
batalla de Siracusa en la Primera Guerra
Púnica. Este contacto con ejércitos que
tenían un alto grado de desarrollo de
las técnicas militares, y la casi segura presencia de
arquitectos procedentes del mediterráneo central y
oriental, favorecen el
conocimiento y la aculturación de nuevos elementos
constructivos. Tenemos documentadas la existencia de tres torres
rectangulares (torre AF, torre Y-Z, y torre T), de las cuales las
dos últimas franqueaban la puerta de entrada al
asentamiento. El contacto y la influencia con elementos
arquitectónicos del Mediterráneo central la
constatamos con las dimensiones de una de estas torres, que
corresponden a la llamada proporción áurea. Es la
primera vez que encontramos en la Península Ibérica
la utilización de estas proporciones en un elemento
defensivo. La utilización de dos torres defensivas
defendiendo la puerta de entrada al recinto, también es un
elemento clásico de la poliorcética oriental.
Así como la colocación de esta puerta de acceso
junto a la torre (Y-Z) para que desde ella, poseer un
ángulo de tiro sobre el flanco desprotegido del atacante.
Para acabar con las torres defensivas, merece la pena explicar la
interpretación actual que se hace de la torre AF. En un
inicio se pensaba que por su situación era un elemento
defensivo de la zona que ocupaba la población elite del asentamiento. Por su
estructura, al no tener ninguna entrada lateral, sino solamente
una apertura cenital, se pensó que podía tratarse
de una prisión. Actualmente a través de la
arqueozoología se ha podido identificar los restos de un
elevado número de roedores que se ha interpretado como la
utilización de esta torre como un silo de cereales.
La importancia de todos los elementos defensivos del yacimiento,
hizo que en un primer momento se pensara que nos
encontrábamos ante una ciudadela, con una importante
función militar. Descubrimientos posteriores, como la
nueva interpretación de la torre defensiva (AF), y en
especial el descubrimiento en una zona muy próxima como
son Les Guardies (Vendrell, Tarragona) de unos silos para
almacenamiento
de cereales; han hecho retroceder desde este planteamiento
inicial hacia otras interpretaciones. Estos dos factores unidos a
la proximidad con el mar y con la presumible ruta terrestre que
atravesaría el Penedés, hacen que podamos pensar
que nos encontramos ante un centro de redistribución
agraria y comercial, dominada por una elite indígena. La
existencia de una estructura fuertemente fortificada no se
traduce en el mundo ibérico a exclusivamente una
función militar, sino que hay que sumarle una importante
razón de prestigio social. Este asentamiento se
convertía en el centro más importante de la zona
del Baix Penedés, y articulaba las relaciones con otros
centros existentes de menor importancia, o con los grandes
centros urbanos y económicos cercanos como Kesse
(Tarragona).
Seguidamente podemos analizar el urbanismo y las viviendas del
asentamiento. Respecto al urbanismo hay varios hechos
destacables: la presencia de una red viaria con una aproximada
planta ortogonal que nos muestra un
urbanismo avanzado, pero nunca a la altura de otros asentamientos
más septentrionales, como el Puig de Sant Andreu
(Ullastret Girona) que recibían la influencia de las
colonias foceas como Emporion y Rhode. Un detalle que muestra la
evolución urbanística es la existencia de
desagües para canalizar el agua, la
existencia de unas rudimentarias aceras para transitar, y como
obra de ingeniería, la existencia de un pozo de
agua excavado
en la roca hasta casi 10 metros de profundidad.
Las viviendas del asentamiento seguían las técnicas
de construcción heredadas del Bronce final, como se trata
de la técnica tapial. Para los techos utilizaban materiales que
tenían a su alcance como la caña, y la mezcla de
arcilla y paja. Las viviendas eran muy sencillas y normalmente
pequeñas, con una o dos estancias. En estas estancias
existen evidencias (bancos para
sentarse) de lo que podían considerarse zonas de
reunión, y otras zonas que por sus análisis paleobotánicos se han
identificado como zonas de almacenamiento. También en
estas viviendas mediante las técnicas de la
antracología se han podido analizar restos de madera
carbonizados, e identificar los lugares donde se situaba el fuego
en una vivienda. Estos fuegos servían para cocinar los
alimentos y
como calefacción, pero se cree que solamente en forma de
brasas, ya que la poca ventilación de las viviendas
impediría la formación de un gran fuego, que
produjera una gran cantidad de humo. En estas viviendas
también se realizaban algunos trabajos artesanales como la
metalurgia, o
el trabajo de
manufactura de
tejidos. La
metalurgia, tan relacionada con la fabricación de armas y de
elementos para el trabajo agrícola; y la manufactura de
tejidos tan entroncada a un papel preponderante de la mujer dentro
de la sociedad
ibéricaUn aspecto interesante relacionado con el urbanismo
y con las relaciones sociales, sería el de la posible
utilización de lugares públicos para la
realización de actos de culto. ¿Estos rituales se
producían en un ámbito doméstico o en un
lugar público? En una de las habitaciones (recinto A, 6,8
x 3,3 m.) se han hallado bajo una losa rectangular los restos de
un cráneo y las patas de un cabrito, rodeados por un
círculo de piedras sobre las que se observan restos de
cenizas; por debajo de este pavimento había otro,
correspondiente a otra fase de ocupación, sobre la que se
asentaba un amontonamiento de piedras trabadas, de forma
troncocónica y recubierto de arcilla; en este otro
pavimento, y en sendos agujeros, se habían depositado
también la cabeza y las patas de un cabrito, mientras que
en el tercero se hallaban los restos de un pequeño
mamífero, quizás un múrido; en total se
atestiguan cuatro sacrificios diferentes. Si sumamos a las
ofrendas, la
extraña estructura troncocónica que puede
interpretarse como un altar, un agujero en el suelo que puede
reflejar la existencia de un poste para atar las víctimas,
y la no existencia en esta habitación de un molino de
rotación ni ninguna presencia cerámica como en todas las demás
viviendas, podemos casi con seguridad afirmar
que nos encontramos ante un recinto de culto. Aunque la escasez
de más pruebas nos
indica que estos sacrificios son ocasionales, tienen que
interpretarse como unas solemnes ofrendas a divinidades
relacionadas con el ciclo vital de la tierra y la
fecundidad, como Deméter. Seguramente estos ritos
estarían dirigidos por un sacerdote o por una sacerdotisa,
que desempeñaría un papel preponderante en la
sociedad.
Para terminar con el análisis del asentamiento de Alorda
Park, me gustaría hacer una referencia sobre las
relaciones sociales tanto externas como internas. Respecto a las
relaciones externas, hemos visto anteriormente, que el
asentamiento de Alorda Park era un enclave de gran importancia
respecto a los demás territorios, y otros asentamientos
circundantes de menor tamaño. Su posición
estratégica, con una facilidad de comunicación tanto marítima como
terrestre, le convertía con un poderoso centro comercial
de redistribución de bienes. El
excedente agrario de la zona de su influencia, era utilizado para
comerciar con los colonizadores y los mercaderes que
acudían para establecer unas relaciones comerciales. En
una primera fase este excedente agrario era objeto de intercambio
por objetos de lujo, que más tarde serían
redistribuidos por su territorio de su influencia. Esto
provocó la ascensión de una elite social, que
controlaba estas relaciones, y legitimaba su poder frente a las
otras esferas de la sociedad ibérica. Este dato lo podemos
documentar en el asentamiento de Alorda Park con la existencia de
una vivienda con una estructura palacial, seguramente ocupada por
un caudillo y su familia, que
dominaba jerárquicamente al resto de la
población.
El asentamiento de Alorda Park fue abandonado durante los albores
del siglo II aC. Seguramente este abandono tiene una estrecha
relación con la respuesta del cónsul Catón,
a la rebelión de los pueblos indígenas del
año 195 aC. Los pueblos ibéricos del interior como
los bergistanos y los lacetanos, cansados de la fuerte
presión fiscal que
ejercía Roma,
protagonizaron unas revueltas que pronto fueron respuestas por
las campañas de Catón. Es conocida su acción
de desmantelamiento de los poblados de cima, y la
destrucción de las murallas de la mayoría de
asentamientos. Estos hechos marcarían el principio del fin
del mundo ibérico, y la transición a un largo
periodo de dominación romana (2).
En este artículo he abordado la
problemática que representa el término oppidum
referido al mundo ibérico. Aunque el término latino
conlleva unas connotaciones de recinto fortificado, hemos visto
como en la sociedad ibérica esta simbiosis no es nada
clara. Estoy de acuerdo que prevalece un trasfondo guerrero y
militar, pero en la mayoría de los casos estas
fortificaciones sirven para aumentar el prestigio social y
económico de un asentamiento.
También me gustaría añadir que existe una
dicotomía importante entre los pueblos ibéricos del
interior y del litoral. El comportamiento
de los pueblos ibéricos del nordeste peninsular que
tenían acceso al Mediterráneo, como los indiketes,
layetanos o cosetanos, es de mostrar una mentalidad mucho
más abierta hacia la llegada de nuevos colonizadores y
mercaderes, que provenían de otras zonas
mediterráneas. Estos pueblos enseguida vieron la
oportunidad de conseguir un beneficio tanto social como
económico con estas nuevas relaciones. La influencia de
colonias como Emporion y Rhode fueron decisivas en la
extensión y aculturación de nuevas formas de vida.
Por otro lado los pueblos del interior, como los ilergetes o los
bergistanos, ofrecieron una resistencia mayor a esta
aculturación y fueron los pueblos que lideraron las
sublevaciones militares contra el poder romano. En estos
asentamientos del interior la existencia de unas fortificaciones,
tienen seguramente una lectura
diferente, en la que prevalece más la función
militar y defensiva.
Aun teniendo en cuenta esta heterogeneidad, he realizado una
clasificación, que puede considerarse clásica,
sobre los tipos de asentamientos en el nordeste peninsular.
Así hemos visto la diferencia entre poblados de cima, de
barrera y de vertiente o ladera, aportando ejemplos para cada uno
de ellos.
La parte central del trabajo, ha consistido en un análisis
sobre algunas de las investigaciones e
interpretaciones que se pueden extraer del asentamiento de Las
Toixoneras-Alorda Park. He querido resaltar por encima de todo,
la idea de que nos encontramos ante un importante centro
agrícola con una principal función comercial y de
redistribución. Mi opinión es que esta
función le proporcionó una preponderancia
territorial, más que por razones de sometimiento o
militares. El asentamiento de Alorda Park nos permite entrever
muchos de los entresijos de la estructura social y
económica ibérica, que tan difícil es
extraer en la mayoría de casos.
El yacimiento de Alorda Park gracias al magnífico trabajo
en el ámbito de la arqueología experimental, junto
con los avances
tecnológicos que permiten la identificación y
la datación de los restos arqueológicos de un modo
más fiable, favorecen la labor del investigador y
facilitan el acercamiento del público tanto para la
docencia, como para el conocimiento
del público en general, de nuestro pasado
histórico.
Notas.
(1) En el fragmento que muestro a continuación, que
corresponde al relato que hace Livio de la lucha de Catón
contra el pueblo de los lacetanos, podemos observar que se hace
mención al término oppida. La descripción
que hace de un poblado largo (oppidum longum), hace que podamos
pensar que se trata de un asentamiento de ladera o vertiente.
"Con esta tropa tan pequeña (Catón) tomó
algunos poblados (oppida). Los sedetanos, ausetanos y suesetanos
se le sometieron. A los lacetanos, pueblo apartado y salvaje, les
mantenía en armas su nativa fiereza y especialmente la
conciencia de
haber devastado los pueblos aliados (sociorum) con repentinos
ataques mientras el cónsul y su ejército estaban
ocupados en la guerra de Turdetania. Así pues, el
cónsul llevó, para poner sitio a su ciudad (oppidum
eorum), no sólo las cohortes romanas sino también
los jóvenes de los aliados, irritados con razón con
ellos. Habitaban un poblado largo (oppidum longum) que no se
extendía otro tanto en anchura. Se detuvo a unos 400 pasos
de él (…).."
Livio (Ab urbe condita 34, 20).
(2) En este otro texto Livio
nos describe la situación en el año 195 aC. en la
que el cónsul Marco Porcio Catón es enviado a
Hispania Citerior para sofocar la revuelta indígena.
Catón tiene miedo de los pueblos indígenas y no se
fía de su lealtad. Por esta razón toma la
decisión de destruir las murallas de sus oppida. Este
mismo hecho es explicado por otras fuentes (Apiano) y sabemos por
ellas que Catón envió a cada pueblo una carta el mismo
día, obligándolos a destruir sus murallas en la
misma jornada.
"Cuando se informó al cònsul de ello, mandó
que se llamara a su presencia a los senadores (senatores) de
todos los poblados y les dijo: "Os importa a vosotros más
que a nosotros no rebelaros, supuesto que la rebelión
hasta el día de hoy siempre fue con mayor quebranto de los
hispanos que esfuerzo del romano. Para que ello no ocurra, pienso
que sólo se puede precaver de una única forma: si
se logra que no tengais posibilidad de rebelaros. Quiero
conseguirlo por el camino más suave posible. Ayudadme
vosotros también en este asunto con vuestro consejo. No
seguiré ningún otro con más agrado que aquel
que vosotros mismo mes indiquéis". Al quedarse ellos
callados dijo que les daba un plazo de unos pocos días
para deliberar. Como, vueltos a llamar, guardaron silencio
también en una segunda reunión, habiendo hecho
destruir en un día los muros (muris) de todas las
ciudades, marchando contra aquellas que no obedecían
recibió la rendición (in dicionem) de todos los
pueblos que habitaban en derredor, según se acercaban a
cada región".
Livio (Ab urbe condita 34, 17).
5. Bibliografía.
Cultura Ibérica. Hipertexto Multimedia.
Gracia Alonso, Francisco; Munilla Cabrillana, Gloria. CD-ROM UOC /
UB. Barcelona 2001.
Protohistoria: colonitzacions i iberització. Enric
Sanmartí-Grego. UOC. Barcelona 2000.
Història romana de Catalunya. Marc Mayer Olivé.
UOC. Barcelona 2000.
L’urbanisme protohistòric a la costa de Catalunya.
Sanmartí, J; Santacana, J. Cota Zero, 1994, pág.
30-32.
Modelos de
Hábitat en el mundo ibérico. Una década de
investigaciones. Lorenzo abad Casal. REIb. 2, 1996, pág.
123-145.
Ciutadella ibérica de Calafell. Vídeo realizado por
Bonavista Multimedia Calafell en 1998 y publicado por la
UOC.
Autor:
Albert Enseñat.