Indice
1. Amigo
mío. Antoine De Saint-Exupéry
2. A modo de
prólogo
3.
Introducción
4. Definición
5. Amor, afecto y
desarrollo
6. Amistad E Intimidad
7. Conclusión
8. Bibliografía
Consultada
1. Amigo mío.
Antoine De Saint-Exupéry
Amigo mío,
tengo tanta necesidad de tu amistad.
Tengo sed de un compañero que respete en mí,
por encima de los litigios de la razón,
el peregrino de aquel fuego.
A veces tengo necesidad de gustar por adelantado el calor
prometido,
y descansar, más allá de mí mismo,
en esa cita que será la nuestra.
Hallo la paz.
Más allá de mis palabras torpes,
más allá de los razonamientos que me pueden
engañar,
tú consideras en mí, simplemente al Hombre,
tú honras en mí al embajador de creencias,
de costumbres, de amores particulares.
Si difiero de ti, lejos de menoscabarte te engrandezco.
Me interrogas como se interroga al viajero,
Yo, que como todos, experimento la necesidad de ser
reconocido,
me siento puro en ti y voy hacia ti.
Tengo necesidad de ir allí donde soy puro.
Jamás han sido mis fórmulas ni mis andanzas
las que te informaron acerca de lo que soy,
sino que la aceptación de quien soy te ha hecho
necesariamente indulgente para con esas andanzas y esas
fórmulas.
Te estoy agradecido porque me recibes tal como soy.
¿Qué he de hacer con un amigo que me juzga?
Si todavía combato, combatiré un poco por ti.
Tengo necesidad de ti. Tengo necesidad de ayudarte a
vivir.
Este pequeño texto de
Saint-Exupéry lo encontré hace unos cuantos
años. No sé a qué obra de este gran autor (a
mi parecer, por supuesto) pertenece, tampoco me interesó
demasiado saberlo. Lo cierto es que siempre me atrajo
muchísimo por la profundidad de sus palabras. Yo, que
siempre experimenté grandes amistades, me sentí
superado por este concepto de
amistad que se entrevé en esos renglones. ¿Es
posible decirle todas esas cosas a un amigo? Siempre había
alguno de estos "datos" que se me
hacían ajenos. Me parecía utópica esa idea
de amistad. Hablar de "sed", de "calor prometido", de "cita"; me
generaba una especie de rechazo, seguro a causa de
esos prejuicios que uno tiene y que ante estas palabras se
hacían evidentes. Sin embargo, esa atracción
delataba una búsqueda en mí, como si mi corazón se
dirigiera hacia eso, la búsqueda de los sentimientos
más nobles. Encontrar un amigo que me reconozca y ame
simplemente como soy, sentirme puro en él y descansar en
él. Esto me parecía una gran "descarga afectiva"
que en mi psicología me costaba aceptar.
Y esto pasó; encontré un amigo a quien dirigirle
todas y cada una de estas palabras. La búsqueda
siguió interrogándome desde dentro de mí,
aceptando que tengo carencias, que todos las tenemos,
necesidades, afectivas sí, simplemente como algo natural,
propio en nosotros los seres humanos. Necesité y necesito
ponerle nombre a todo esto. Es un poco lo que estoy intentando
hacer.
El tema de los afectos es una cuestión esencial
en el hombre. Tan
esencial que creo que es por eso que nos cuesta tanto llegar a la
"médula". Es un tema que camina al borde de lo
psicológico y de lo antropológico. En este
último caso es como lo intento encarar. Trataré de
ser lo más preciso y específico posible dentro de
mis limitaciones y mi poco conocimiento.
Con esta humilde investigación, pobre seguramente, quisiera
ponerle nombres a algunas realidades que nos tocan vivir, estoy
seguro que a todos, en este campo afectivo.
Somos seres incompletos, necesitados de los demás, de su
reconocimiento, de su cariño, de su amor y de su
manifestación en los afectos. Necesitamos una sonrisa, un
gesto cariñoso, un abrazo para poder seguir.
Un abrazo nos puede descontracturar más que una
sesión de kinesiología, nos puede consolar
más que mil palabras. Y, sin embargo, nos ponemos
centenares de limitaciones. Estas limitaciones pueden ser
prejuicios, cuestiones culturales y hasta alguna traba
psicológica.
Estas cosas nos hacen que seamos afectivamente inmaduros, nos
dejan incompletos, nos hacen sufrir nuestra soledad. Alcanzar la
madurez afectiva es tarea de todos los días.
El papel de la
afectividad es un elemento fundamental en la formación de
nuestra personalidad
porque nos integra de una forma especial, en nuestra
relación con nosotros, con los demás, en nuestra
sexualidad, en
nuestro trabajo o profesión, cultivando relaciones
sociales amistosas. Podemos considerar la madurez afectiva como
requisito indispensable para el óptimo funcionamiento de
nuestra personalidad.
El tema es muy amplio. Me gustaría, en este caso,
orientarlo en la línea afecto-amor-amistad; sin ser
específicamente estricto en ninguno de estos temas en
particular sino hacer un pantallazo general del asunto dejando
sólidas algunas ideas fundamentales.
Para abordar un tema me parece necesario recurrir a su
definición, a los conceptos que se tienen en algunos
campos para dicho tema.
El hilo primordial de la investigación será el
afecto.
La psicología lo define de muy variados modos. Puede
equivaler a sentimiento, afección, estado de
ánimo, comprendiendo los diversos elementos de la
afectividad. Se entiende frecuentemente en el sentido de estado
de emoción, sentimiento intenso y relativamente corto; en
sentido amplio, es afecto todo proceso
afectivo. También destaca las expresiones afectivas como
movimientos y actos de causa afectiva y que tienen
relación con los reflejos.
La filosofía lo define como emoción en un sentido
muy similar a sentimiento. En ocasiones se distingue entre
"sentimiento" y "emoción", considerándose la
emoción como una especie de sentimiento. Los sentimientos
pueden ser corporales, como cuando se siente frío. Las
emociones,
aún si se consideran fundadas en procesos
corporales, no necesitan describirse en términos
corporales. Así, se estima que sentir alegría,
temor, amor, etc., son emociones.
"Ahora bien, para la mayoría de los autores, los
sentimientos, afectos, emociones y pasiones, comprenden no
sólo unas determinadas "sensaciones", o unas
modificaciones de la conciencia, sino
que habitualmente comprenden o implican ciertas alteraciones
orgánicas, determinados deseos, un modo de conducta
más o menos típico, etc., relacionados todos con un
objeto específico."
Me parece destacar la concepción del hombre como unidad
substancial y referir esto a que cuando sentimos no es una parte
de nosotros la que siente, sino la integridad de nuestro ser. Lo
que sentimos en nuestro interior, también lo siente y lo
manifiesta nuestro cuerpo. Por este lado vamos a encauzar el tema
de los afectos.
Edith Stein, explicando los fenómenos ejemplifica que "el
sentimiento requiere según su esencia una
expresión.(…) Entre el sentimiento y la expresión
existe una dependencia de esencia y de sentido, no de causa."
Este sentimiento y esa expresión están
inexorablemente unidos. Si bien uno es la manifestación
del otro, el uno sin el otro es como que pierde bastante su
sentido. Si tengo un sentimiento, de alguna manera lo manifiesto
y, si expreso algo, es porque algo siento. "Por ejemplo, en la
risa, en la que se exterioriza mi alegría a modo de
vivencia, se me da simultáneamente como un estiramiento de
mis labios; en este caso yo soy consciente de mí en mi
totalidad, no sólo de la alegría o de la risa.
Dentro de los afectos, también hay varios niveles.
El amor lo
tenemos como en un primer nivel, como algo inmediato, como un
"apetito primario" o "concupiscible" como lo llamaban los
medievales. También el deseo y el placer o gozo,
aversión y dolor o tristeza.
En un segundo nivel, como "apetito mediato", como consecuencia
del bien o evitación del mal tenemos la esperanza y la
desesperación, el temor, audacia y la ira. Muchos afectos
aunque están encuadrados en una clasificación, no
por eso quedan excluidos de otros, pues se prolongan en estratos
más profundos y se integran a la vez con otros.
Hasta aquí, me parece tener una definición y una
idea simple y concreta.
Ser Con Los Demás
Ahora bien, recién hablábamos del afecto como una
necesidad natural, necesidad del otro, de la relación
interpersonal con el otro, el amor del otro, el reconocimiento,
etc.. Es propio del hombre la relación interpersonal. No
fuimos creados ni para ser ni para estar solos. Nadie crece ni se
forma solo.
El profesor belga J. Gevaert dice esto: "El ser con los
demás pertenece al núcleo mismo de la existencia
humana." Nuestra existencia es siempre hacia los demás,
ligada, en comunión con los demás. "El otro
está indudablemente presente a la existencia personal, pero
como uno que afecta a la existencia en sus dimensiones más
personales." También dice: "Antes de toda relación
con el mundo e independientemente de ella, cada uno (el yo) tiene
una relación con el otro (el tú). La
relación con el otro se caracteriza por la inmediatez: el
otro está inmediatamente presente, sin conceptos, sin
fantasías, etc…." No hay razonamientos ni nada que
mediaticen este encuentro, por esto mismo no es algo
"conflictivo" sino más bien una relación de pares,
el uno y el otro en una perfecta reciprocidad. En ese encuentro
soy auténticamente "yo" y el otro es auténticamente
"tú".
De este modo se hace esencialmente necesaria nuestra
relación con el otro. ¿De dónde parte esta
necesidad? Podemos decir que esta necesidad personal primera es
vectorial; esto significa como una flecha, con una dirección. "Yo necesito a una persona con una
intensidad y con una inclinación u orientación muy
precisas. Lo necesito para algo, no lo necesito personalmente
sino por aquello que la persona tiene o lleva consigo; su cuerpo,
su esfuerzo, su destreza, su desplazamiento social, su apoyo…"
Podemos poner el ejemplo de un bebé con su madre: el
bebé, todavía inconsciente, "ama" a su madre porque
la necesita. La tendencia humana se orienta siempre al bien,
aquí al bien sensible. Este apetito natural de cada ser
por su bien sería la forma fundamental y única del
amor.
De todo el campo tendencial de los apetitos humanos brotan las
respuestas al bien o al mal propuestos; estas respuestas las
podemos llamar afectivas. El bien mueve el apetito inmediato –
dentro de los cuales incluimos al amor como motor exclusivo
de la vida afectiva -, es su objeto, ningún ser rehuye al
bien en cuanto bien, sino que todos tienden a él.
Aquí me gustaría poner como en un acertado
paréntesis un pensamiento de
San
Agustín (Confesiones, XIII, 9). San Agustín
dice agudamente: "Mi amor es mi peso; por él soy llevado a
dondequiera que soy llevado". La imagen del peso
viene en San Agustín de su idea del "lugar" natural de
cada cosa y del ideal del "reposo": "nuestro descanso es nuestro
lugar"; y esto lleva a pensar en el peso del cuerpo; pero
inmediatamente supera esa interpretación inercial: "el
cuerpo por su peso tiende a su lugar; pero el peso no es
sólo hacia abajo, sino hacia su lugar". La idea de San
Agustín no está muy lejos de la idea de vector: el
amor es el peso que nos lleva a uno u otro lugar, en una u otra
dirección.
Seguimos insertando la idea del amor como algo propio del afecto
y viceversa. Gevaert sigue con esta idea: "El amor concreto
existe generalmente con un color afectivo,
distinto según sea la relación amorosa." Va a ser
muy distinto el amor conyugal al que hay entre padres e hijos y
al amor de amistad. Este último es el que más me
interesa en este caso y nos detendremos más adelante.
Así podemos afirmar que el otro (el tú) viene a ser
como un "constitutivo formal" del propio yo. No es que no exista
un yo sin un tú: es que el tú mismo viene a formar
parte esencial del propio yo. No basta que el otro sea un ser
real: es además factor esencial de mi yo.
La unicidad de la persona no se revela mas que en la
comunión interpersonal. La persona es por excelencia el
ser de la palabra y del amor.
La persona manifiesta además un "carácter
sagrado" o "metafísico". La unicidad no queda constituida
por el encuentro de personas, sino que en cada encuentro o
comunión se manifiesta y se impone como una realidad que
finalmente no procede ni de mí ni de ti; una realidad que
es anterior a mí y a ti, y que precisamente es la que hace
posible el encuentro y la comunión interpersonal. En este
sentido la realidad de la persona es la realidad trascendente, la
realidad metafísica
por excelencia.
Aunque las relaciones
interpersonales se ofusquen por conflictos y
contrastes (como por ejemplo la injusticia, la muerte…)
el hombre es constitutivamente un ser con los demás,
orientado a los demás; y realiza su existencia gracias a
los demás y juntamente con los demás.
Esta realidad interpersonal no está separada del Dios
creador que da el ser al hombre. Por eso el encuentro con el
tú es también el camino hacia Dios. La
relación interpersonal está ligada a la
relación con el tú absoluto.
Creo que queda claro el tema de la necesidad de los
demás. También quiero destacar aquí la
necesidad de ese reconocimiento, de las manifestaciones
afectivas. Necesitamos "sentir" que el otro nos ama y
también necesitamos manifestarle al otro que lo amamos.
Esto lo manifestamos con nuestro cuerpo. El cuerpo es el campo
expresivo del hombre donde realiza su existencia. En todo
sentido. Y en el hecho de ser para los demás el cuerpo
adquiere otro significado, como presencia en el mundo, como
origen de la instrumentalidad y de la cultura y en
este caso que nos interesa a nosotros, como comunicación con el otro y reconocimiento
del otro.
El lenguaje
táctil es otra forma de lenguaje
corpóreo que se da específicamente en el afecto y
en las expresiones corpóreas de afecto. Continúa
Gevaert: "El abrazo, la caricia, la ternura, el cachete, etc.,
son un lenguaje cuya importancia resulta muchas veces decisiva,
no sólo durante los primerísimos años de la
infancia, sino
incluso en la vida del hombre adulto, en lo que respecta al
equilibrio
humano y a la posibilidad de comunicar con los demás. La
psiquiatra A. Terruwe observa:
Cuando se ama a alguien, se siente naturalmente la necesidad de
tocarlo. La madre toma al niño, lo aprieta contra su
corazón, lo mece; el hombre estrecha la mano del amigo, le
da una palmada cariñosa en la espalda; la muchacha camina
del brazo, abraza, besa, acaricia; de este modo hay infinitas
formas táctiles con las que se manifiesta el afecto… La
expresión táctil del amor es la más original
de todas."
El niño que no ha experimentado un amor afectivo no
sólo no llega a madurar en sus sentimientos, sino que cae
en la neurosis. Sin
entrar en terreno psicológico me parece necesario ver este
problema con una dimensión también
filosófica, puesto que afecta al hombre en su ser
más hondo. No sólo psicológica, sino
también humanamente la suprensión del amor afectivo
y las manifestaciones de afecto pueden conducir a una neurosis de
frustración. Esto es algo muy típico en nuestra
civilización moderna.
Otra forma expresiva de afecto es simplemente estar juntos,
aunque no se diga nada. Este silencio puede tener una gran
intensidad de lenguaje.
"La afirmación, contenida en el amor afectivo, es por eso
mismo el fundamento de toda la existencia social del hombre; es
ella la que da al hombre ser lo que es, y al darlo a sí
mismo lo hace capaz de ser para los demás, de darse a los
demás."
El amor recibido de los demás es uno de los factores
más determinantes para el desarrollo y
equilibrio de las personas.
En el contacto con el otro el hombre se percibe a sí
mismo, saliendo fuera de sí. El amor es una respuesta
afectiva también sensible. "Si quisiéramos ilustrar
la importancia del amor afectivo y del amor en general,
podríamos recurrir también a la imagen negativa: el
día que un hombre o una mujer tienen la
impresión de que no hay nadie en el mundo que los aprecie,
caen en la sensación de que el vacío absoluto
inunda su existencia."
Seguimos con la idea de la naturalidad del amor y de los afectos.
Al hablar de que es algo natural decimos que no es algo
adquirido, sino que es idéntico a la naturaleza misma,
que no exige intervención del conocimiento. Por lo tanto
el amor no es una ficción ni algo artificial ni un
fenómeno adquirido por repetición de actos.
Desde este punto de vista, el amor es un dato natural y no una
fantasía sin relación con el fin natural de los
seres.
Podemos concluir diciendo que no sólo es necesario recibir
amor, sino que también son necesarias las manifestaciones
de ese amor que se nos da. Repitiendo un concepto que
teníamos antes decimos que entre el amor y las
manifestaciones de afecto no hay una relación de causa y
efecto sino que tienen una dependencia esencial y de sentido el
uno con el otro.
Amor En Sí
Ahora vamos a detenernos un poco sobre el amor.
¿Qué es? ¿De dónde viene? Vamos a
comenzar buscándole una definición. En su origen
etimológico para algunos deriva de vocablos griegos (que
no los vamos a escribir, sólo su traducción). Una
de las traducciones significa semejante, pues los que se aman son
semejantes; otra es desear vivamente: amor implica un querer
intenso y ardiente; otra significa ligar, conectar, pues lo
propio del amor es juntar a los amantes. "Amor abarca
también el espectro semántico del término
caridad, que significó inicialmente entre los latinos lo
que expresa el español
carestía, situación en la que se carece de algo
necesario." Esta riqueza semántica (en el griego) delata
un poco la riqueza de sentido que lleva la palabra amor.
Antes decíamos que el amor estaba incluido dentro de los
apetitos concupiscibles o inmediatos o primarios, como una
"conveniencia". Cruz C. aclara un poco esto así: "No se
debe confundir el amor con el deseo ni con el gozo o
alegría." El deseo va a surgir del mismo amor que nos va a
llevar a gustarlo. El gozo se va a dar en el bien inteligible, el
bien del espíritu; y también en la sensibilidad, en
el cuerpo. Hay una tendencia al goce, un deseo común, al
alma y al cuerpo. Continúa: "El amor espiritual
añade al amor en general una elección previa; es
claro así que el amor espiritual no se encuentra en los
apetitos, sino sólo en la voluntad y únicamente en
la naturaleza racional." Aquí se hace la diferencia entre
ese "amor primero" del que hablaba cuando ponía el ejemplo
de la madre y el bebé, y cuando ya soy consciente de ese
amor, aquí conozco y amo con libertad.
Por todo esto sería error considerar al amor como una
especia de apetito sensible refinado, como si en lo espiritual
hubieran instintos como en lo corporal. Aquí el apetito
natural es de cada ser por su bien y el amor sería la
forma fundamental y única.
"En la persona del "otro" está el objeto formal del
perfecto amor: se ama algo porque es bueno, porque encarna la
índole del bien: "algo es amado en cuanto tiene
razón de bien". Lo cual no equivale a afirmar la prioridad
del amor interesado y la subordinación del bien sujeto al
amante. Porque el bien no es bueno porque sea apetecible, sino
que es apetecible porque es bueno. Afirmar que el bien es el
objeto formal del amor es fundar no sólo el
carácter extático o desinteresado del amor, sino
fundar el amor sin más."
Ahora, ¿cuál es la causa del amor? El amor que me
realiza y perfecciona como hombre no es inmotivado, tiene causa.
Podemos resumir la causa del amor así: es el bien objetivo y
real de la persona amada. Amar es complacerse en el bien que
existe en el otro. Y ese amor lo puedo descubrir de varias
formas: cuando amo a alguien: es una experiencia activa e
inmediata, el objeto directo del amor es el otro; cuando observo
el amor en otras personas que se aman: es una experiencia
mediata; y la forma más especial es cuando yo soy amado:
es una experiencia pasiva e inmediata y el objeto del amor soy yo
mismo; al ser tocado por el amor de otra persona advierto que el
contenido del amor se me aproxima de modo único. Todas
estas experiencias ayudan a comprender lo que es el amor:
afirmación afectiva o complacida que un ser humano hace de
la existencia del otro.
El amor es una respuesta afectiva; y puede ser tanto
sensible como espiritual.
"En el plano ontológico esencial, o desde el punto de
vista de la interioridad objetiva, el amor ha quedado definido
como el principio radical de la dinámica afectiva cuyo término es la
propia plenitud. Pues bien, desde el punto de vista de la
conciencia, el amor es la captación de la plenitud y
perfección de otra persona en tanto que susceptible de ser
realizada por uno mismo y en tanto que en la realización
de esa plenitud va implicada la propia autorrealización,
de modo que ésta pueda alcanzar una plenitud antes
insospechada. Dicho brevemente, el amor es la captación de
un tú, de cuya plenitud depende la propia, y de tal modo
que ese tú despierta lo mejor que hay en el yo. Desde esta
perspectiva, el amor es un sentimiento y una tendencia."
"En el amor se produce, pues, la unión de dos
subjetividades de modo que cada una media en la plenitud de la
otra. El amor como sentimiento es la anticipación de la
realización conjunta de dos subjetividades. Por eso,
Aristóteles mantiene que la obra del amor
es la unidad, S. Agustín que el amor es la tendencia a la
unidad y Hegel que el amor
es la unidad de la identidad y la
diferencia, es decir, la unidad en la que dos subjetividades
alcanzan la identificación de una con la otra pero sin que
eso suponga la anulación de una por la otra sino, al
contrario, de tal modo que la diferencia se mantenga."
A todo esto decimos que el amor consiste en la respuesta de un
ser a otro o al bien idéntico al ser.
"Es pues imposible imaginar que nuestra voluntad para amar,
incluso con el amor más puro, sin realizar a la vez su
propia perfección, o sea, sin obtener por el propio
ejercicio del amor del bien, bajo su razón formal de bien
último, el acabamiento para el que ella está
formalmente hecha y para el cual no puede no ser
hecha."
Cuando el amor honesto y sincero se hizo hábito
en alguien, se dice que se quiere con un amor de amigo. Al decir
que es un hábito también decimos que se construye,
es una unión que se fragua con el tiempo.
El amor de amistad se coloca decididamente fuera del ambiente
familiar y se aparta del color sexual. Según Santo
Tomás, el amor de amistad es un amor perfecto. En este
amor perfecto salgo totalmente fuera de mí terminando en
mi amigo amado; yo amo a mi amigo por él mismo. Es un
éxtasis de la intimidad (éxtasis no como algo
sobrenatural, simplemente como ponerse fuera de sí), "la
unión afectiva íntima entre el amante y el amado,
que es el amor, supone la salida del amante de sí mismo y
su persistencia afectiva en el amado, el éxtasis." En ese
éxtasis yo me encuentro a mí mismo en el otro. Es
el acto más encumbrado del amor, es la aprobación
que hace mi intimidad de la intimidad del otro. Esta intimidad no
es un espacio cerrado sino una relación que une por dentro
a las personas. "La intimidad, interioridad relacionada, se forma
o fragua en el curso de la vida personal – el hombre comienza a
descubrir la intimidad en una etapa de su vida -, y podemos
contribuir a fomentarla en el otro: es más, ella no se
profundiza ni se amplía sin el contacto con el otro. Una
intimidad es fuerte en la misma medida en que tiene capacidad de
compartir y de relacionarse creativamente." Por eso esta
interioridad, esta intimidad no es distancia sino que se
convierte en vínculo. No hay otro modo de apertura
personal total que la realizada en la intimidad. El amor de
amistad es siempre íntimo, y en ese amor íntimo
encontramos nuestro bien humano y perfecto afirmando el bien
absoluto. "Si la felicidad de un ser consiste en la
realización de su naturaleza, y si lo propio de la
naturaleza espiritual del hombre es estar referida al bien como a
un absoluto, entonces la felicidad del hombre se consigue
mediante el amor al bien por sí mismo."
Esto va a implicar también un profundo conocimiento de
mí mismo, "…la amistad se refiere a una relación
de intimidad. Por lo tanto, no puede darse en profundidad hasta
que la persona llega a descubrir su propia intimidad y aprende
luego a compartirla con los otros." Esto también va a
implicar un desarrollo de las virtudes, no puede caber amistad
donde falta virtud, es algo imprescindible. Me parece importante
citar algunos ejemplos para mostrar esto. "La lealtad es la
virtud que ayuda a la persona a aceptar los vínculos
implícitos en la adhesión al amigo, de tal modo que
refuerza y protege, a lo largo del tiempo, el conjunto de
valores que
representa esta relación. La generosidad facilita al amigo
actuar a favor del otro teniendo en cuenta lo que le es
útil y necesario para su mejora personal. El pudor
controlará la entrega de aspectos de su intimidad. La
comprensión le ayudará a reconocer los distintos
factores que influyen en su situación, en su estado de
ánimo, etc.. La confianza y el respeto lleva al
amigo a mostrar su interés en
el otro y que cree en él y en sus posibilidades de mejorar
continuamente." Podemos decir que los buenos amigos luchan por
superarse en sus virtudes exigiéndole también al
otro comprensión y ejemplo. Hoy en día se le dedica
poco tiempo a los amigos y esto no es lógico ni
humano.
"La amistad es un amor recíproco que realiza la
unión de dos voluntades, y por ello la de los sujetos
(S.Th. I-II, 28, 1-3). En el orden humano, cada uno de los amigos
considera al otro como a sí mismo, quiere el bien del otro
como el suyo, siente las alegrías y las penas del otro
como las suyas, busca por último la presencia del otro
porque es una alegría igual para ambos." En el amor de
amistad, el amante se ordena al amado como a sí mismo y se
supone una cierta comunión de vida, unidad de pensamiento,
de sentimiento y de voluntad (esto no quita que se puedan tener
amigos con criterios distintos a los de uno). Esto es lo propio y
formal del amor: la unión afectiva del amante con el
amado. Me resulta interesante el modo de definir a los
componentes de una amistad que utiliza Cruz Cruz, amante y amado,
uno que ama y otro que es amado.
La tendencia del amante hacia el amado se orienta hacia lo que le
es semejante. El amor es entre semejantes. Uno ama aquello que le
es semejante. Un modo de semejanza es cuando los semejantes
poseen lo mismo en acto. Este modo de semejanza produce un amor
perfecto. "…Puesto que por lo mismo que dos seres son
semejantes, al tener en cierto modo una sola forma, son como uno
solo en aquella forma, a la manera que dos hombres son uno en la
especie de la humanidad, (…) y por esto el afecto del amante se
dirige hacia el amado como a sí mismo, pues cada uno – por
su identidad ontológica o semejanza sustancial consigo
mismo – se ama a sí mismo con amor natural perfecto, que
es amor íntimo. Un buen ejemplo de esto lo da San
Agustín al hablar de la muerte de su
amigo íntimo al decir que era "la mitad de su alma";
"porque yo sentí que mi alma y la suya no eran más
que una en dos cuerpos, y por eso me causaba horror la vida,
porque no quería vivir a medias, y al mismo tiempo
temía mucho morir, porque no muriese del todo aquél
a quien había amado tanto."
Todos debemos tener (y si no, deberíamos tener)
experiencia de amistad, así que creo que todo esto
sólo define de una manera más fina el concepto de
amistad.
"A la pregunta sobre para qué necesito a alguien,
sólo puedo responder con una historia, con una
porción significativa de mi biografía o con su
totalidad."
Un poco la idea de todo este trabajo, de esta
investigación, era comprobar la necesidad de cada uno por
el otro, por el amor, la amistad, el afecto. Y ciertamente cada
uno responde a esto con su propia historia. Cada uno tiene su
propia experiencia de salir de sí y su modo particular de
necesitar, pero creo que en muchos de todos estos puntos podemos
coincidir.
¿Por qué tengo esa necesidad de salir de mí,
de buscar "algo" en el otro? Esta búsqueda natural
está impulsada por el amor. Buscamos una verdad, la verdad
de nosotros mismos, nos buscamos a nosotros mismos. En el fondo
buscamos a Dios. Quien busca la verdad, aunque no lo sepa, busca
a Dios.
La búsqueda comienza por nosotros mismos, en nuestro
interior. Y automáticamente somos impulsados a salir de
nosotros. No somos seres cerrados que además somos capaces
de ponernos en contacto con otras personas, sino que en la
comunión interpersonal se revela la unicidad de nuestra
persona. Me percibo a mí mismo cuando salgo fuera de
mí, en el contacto con el otro; con el lenguaje del amor
de la otra persona para conmigo tomo conciencia de mí y de
mi dignidad.
Sólo quien se experimenta a sí mismo como persona,
como un todo pleno de sentido, puede comprender a los otros. Y
así nos construimos recíprocamente. Nos necesitamos
para ser seres humanos plenos.
Nuestras acciones han
perdido naturalidad, nuestro trato es incompleto. Y así
ponemos barreras para encontrarnos con el otro y por consiguiente
con nosotros. Hemos perdido transparencia, hemos perdido el
contacto con el otro y es preciso recuperarlo.
Estamos orientados al bien, o sea que naturalmente lo buscamos.
El bien nuestro y el bien del otro. Y esta es la forma del amor.
Y ese amor lo manifestamos, necesitamos manifestar el lenguaje
del amor con expresiones, con nuestro cuerpo. Decíamos que
la expresión táctil del amor es la más
original de todas. Original haciendo referencia a que es de
"origen", como principio.
El amor es el principio radical de la dinámica afectiva
cuyo término es la propia plenitud.
El amor recibido de los demás es uno de los factores
más determinantes para el desarrollo y equilibrio de la
persona. Y el amor y las manifestaciones de afecto tienen una
dependencia esencial.
El amor perfecto se da en la amistad donde deseo el bien de mi
amigo por mi amigo mismo. La amistad es un hábito que
tiene por objeto las acciones para con los demás bajo el
signo de la gratuidad. Amo íntimamente a mi amigo
simplemente porque es persona. Lo descubro más allá
de lo que cuenta de sí mismo, desde su vocación,
desde su esencia.
Toda amistad se funda en una comunicación de vida por eso
tiene que haber una reciprocidad. Y ahí es donde voy
buscando y encontrando mi plenitud.
Lo que conviene primero y más propiamente al amor es el
amar y no el ser amado. Lo importante en los amigos es que lo son
en cuanto amantes, en cuanto a principio de amor, no en cuanto
son amados. Esto no quita que el ser amado por otro sea inductor
para que yo corresponda al amor que se me da. Dice muy bien el
dicho que amor con amor se paga. También dije que el
encuentro con el otro también es camino hacia Dios, y en
el amor nos vamos asemejando a Él. Amar como Él es
siempre darse, salir de sí, tomar la iniciativa del amor,
amar primero. Creo que si somos capaces de responsabilizarnos en
el amor es ahí donde radica nuestra plenitud. El amor va a
ser el que nos impulse a entrar en nosotros, a salir de nosotros
para encontrarnos con el otro, a construir vínculos
amistosos fuertes, sanos y libres.
A Modo De Epílogo
Espero humildemente que todo lo tratado brevemente en estas hojas
aclare algunas cuestiones que, como dije antes, creo que son
cuestiones que a todos nos tocan de cerca. Por lo menos a
mí me sirve para ponerle nombre a mis sentimientos, tener
claridad en ellos y moverme en este campo con la mayor libertad
posible.
Creo que la madurez humana y afectiva es lo que hace que seamos
personas equilibradas en nuestras relaciones. Este es el comienzo
de un camino que es costoso; siempre digo que los conceptos en la
cabeza son más fáciles de fijar y comprender, lo
difícil es hacerlo carne en nuestro corazón porque
siempre tenemos una tendencia al desorden. Tener estas cosas
claras en la cabeza ayuda a estar "alerta" en la manera en que
nos relacionamos y amamos fortaleciéndonos y
templándonos.
Pensar en esto y tratar de crecer y madurar en el amor se
convierte en algo fundamental.
Tener amigos con quien compartir la vida es un regalo precioso
que debemos cultivar y cuidar.
8. Bibliografía
Consultada
- GEVAERT, Joseph. El problema del hombre. Ediciones
Sígueme. 10ª edición. Salamanca
1995. - FERRATER MORA, José. Diccionario
de filosofía. Alianza editorial. Madrid
1984. - DORSCH, Friedrich. Diccionario de psicología.
Editorial Herder. Barcelona 1985. - MARÍAS, Julián. Antropología metafísica. Alianza
editorial S.A. Madrid 1983. - VERNEAUX, Roger. Filosofía del hombre.
Editorial Herder. Barcelona 1985. - Congregación para la
educación católica. El celibato sacerdotal.
Ediciones Paulinas. 2ª edición. Buenos Aires
1998. - STEIN, Edith. Sobre el problema de la empatía.
Universidad
iberoamericana. México 1995. - CRUZ CRUZ, Juan. El éxtasis de la intimidad.
Ediciones RIALP. Madrid 1999. - ARREGUI, J. Vicente y CHOZA, J. Filosofía del
hombre. Ediciones RIALP. 3ª edición. Madrid
1993. - SAN AGUSTÍN. Confesiones. Editorial Lumen.
Buenos Aires 1999. - ISAACS, David. La educación de las virtudes humanas.
Ediciones Universidad de Navarra. 12ª edición.
Navarra 1996.
Autor:
Jorge Antonini
Seminario La
Encarnación. Resistencia.
Chaco
Introducción a la filosofía.
Año 2000