1.- Vida ( ca. 500
d.C.)
Se conoce muy poco de la vida de Sidarta
Gautama. Y eso poco procede de las escrituras budistas y puede
que no sea histórico en todos sus detalles, ya que son
escritos redactados para hacer más aceptable sus
enseñanzas.
"BUDA" es un título
honorífico que se le atribuyó después (como
"Mesías" o "Cristo" a Jesús; y como "Israel" a Jacob).
Su apellido de familia era
Gautama y su nombre Sidarta.
Buda significa literalmente
iluminado, mentalmente despierto, lúcido.
Según el budismo, uno se
libera y se hace realmente persona cuando la
mente alcanza, desde dentro, una iluminación tal que puede
mirar a la vida con realismo. ( De
esta forma, ya la simple comprensión de estas dos
palabras: Buda y Cristo, nos introduce en dos características fundamentales que
distinguen a ambas religiones, dos maneras de
llegar a la perfección: desde Dios, desde la unión
del Espíritu o desde el hombre y
quedándose con el
hombre).
Sidarta nació en el seno de una
familia
acomodada. Su padre era jefe de un clan (perteneciente a la clase
de los guerreros) en Kapilarastu, en la frontera con Nepal.
Había muchos jefes similares dentro del mismo Reino. Su
madre se llamaba Mahamaya, y era princesa de otro
clan.
Si Sidarta hubiera pertenecido a la
casta de los bramanes, no le hubiera resultado fácil
fundar una religión "sin
Dios", ya que esta casta debía dedicarse a todo lo
relacionado con los ritos y culto a los dioses y
diosas.
Sidarta nació fuera de su casa,
mientras su madre viajaba a la casa paterna (en la India, para el
primer parto las
mujeres suelen regresar a su casa paterna). Nació en un
parque, a la sombra de un árbol.
(No faltan leyendas que
le hacen nacer del costado de su madre-virgen, sin causarle
ningún dolor). Al séptimo día murió
la madre y Sidarta fue criado por la hermana de su madre:
Prajapati Gotami.
Su educación
habría sido excelente, en conformidad con las tradiciones
de la casta guerrera. En especial habría sido bien
adiestrado en el manejo del arco y en las artes de la guerra.
El matrimonio en la
India
está sujeto a complicadas tradiciones. A veces los padres
deciden la pareja de alguien ya desde que nace o desde muy tierna
edad. Acerca del matrimonio de
Sidarta sólo sabemos que se casó a los 16
años con su prima Yosodara, hija única del
príncipe Suppabudda.
El padre de Sidarta tenía grandes
planes para su hijo: quería hacer de él un gran
político. Para conseguirlo trató de contentarle en
todo y rodearle de comodidades. Dícese que incluso
tomó grandes precauciones para que su hijo no contemplase
siquiera las miserias humanas. Sus esfuerzos, naturalmente,
resultaron vanos. Sidarta se dió cuenta de la realidad de
la vida, y esa experiencia fue en él tan fuerte que
marcó un nuevo derrotero a su existencia. Tradicionalmente
esa experiencia se cuenta así:
Diga-nikaya, XIV, mahapadana
suttanta:
El joven señor Gautama, cuando ya
habían pasado muchos días, mandó a su
cochero que preparase las carrozas de gala, diciendo: Ten
preparadas las carrozas, buen cochero, vamos a recorrer el parque
para ver los jardines. Si mi señor, replicó el
cochero, y aparejó las carrozas de gala y mandó
recado a Gautama: Las carrozas están preparadas, mi
Señor. Hagamos lo que gustes.
Entonces Gautama subió a una
carroza de gala y mando salir al parque.
El joven señor vió
entonces, según iba recorriendo el parque, a un anciano
encorvado como un caballete de tejado, apoyándose en un
bastón, decrépito y caminando a traspiés,
afligido y ya sin vigor. Y al verlo, dijo Gautama: ¿
Qué ha hecho, buen cochero, ese hombre, que
sus cabellos no son como los de los demás hombres, y
tampoco su cuerpo ?.
– Es lo que llamamos un viejo, mi
señor.
– ¿ Y porqué se llama
viejo ?.
– Se le llama viejo, mi señor,
porque ya no le queda mucha vida.
– Entonces, buen cochero, ¿
también yo estoy sujeto al envejecimiento, no podré
eludir la vejez
?.
– Tu, mi señor, y nosotros, todos
somos de tal condición que habremos de envejecer. No
podemos eludir la vejez.
Ya está bien por hoy, buen
cochero, de recorrer el parque. Llévame de regreso a mis
habitaciones. Sí, mi señor, respondió el
cochero, y lo llevó de regreso. El dirigiéndose a
sus habitaciones, se sentó lleno de tristeza y agobiado,
pensando: Vergüenza sobre eso que llamamos nacimiento, pues
a todo el que nace aguarda una vejez
semejante.
Envió el rajá a buscar al
cochero y le preguntó: Bien, buen cochero, ¿ se
distrajo el muchacho en el parque ? ¿ Qué fue lo
que más le agradó ?.
– No, mi señor, nada le
agradó.
– ¿ Qué fue, pues, lo que
vio en su paseo ?.
Y el cochero narró lo sucedido.
Pensó entonces el rajá: No debemos consentir que
Sidarta renuncie al gobierno. No
debemos consentir que abandone la casa y se vaya a la soledad. No
debemos consentir que resulte cierto lo que predijeron los
adivinos brahmanes.
Para que tales cosas no ocurrieran, hizo
que el joven estuviera aún más rodeado de placeres
sensuales. Y de este modo siguió viviendo Sidarta en medio
de los placeres. Pero pasaron muchos días, y el joven
señor ordenó de nuevo a su cochero que preparase lo
necesario para salir de nuevo a pasear . . .
Y vió Sidarta, según
paseaba por el parque, a un enfermo, cargado de dolores,
caído y revolcándose en sus propias heces, mientras
algunos trataban de levantarlo y otros lo vestían. Al
verlo, preguntó Sidarta: ¿ Qué ha hecho este
hombre, buen
cochero, que sus ojos no parecen como los ojos de los
demás, ni su voz se parece a la voz de los otros hombres
?.
– Es lo que llamamos un enfermo, mi
señor.
– ¿ Qué quiere decir eso
de enfermo ?
– Significa, mi señor, que
difícilmente podrá recuperarse de su
mal.
– ¿ Acaso estoy yo también
expuesto, buen cochero, a caer enfermo ?. ¿ No estoy libre
de la enfermedad ?.
– Tú, mi señor, y todos
nosotros estamos expuestos a caer enfermos. No estamos libres de
la enfermedad.
Basta por hoy ,buen cochero, de pasear
por el parque. Llévame de regreso a mis habitaciones.
Sí, mi señor, respondió el cochero, y lo
llevó de regreso. El, dirigiéndose a sus
habitaciones, se sentó lleno de tristeza y agobiado,
pensando: Vergüenza sobre eso que llamamos nacimiento, pues
a todo el que nace aguarda tal decadencia, semejante
enfermedad.
Envió el rajá a buscar al
cochero y le preguntó: Bien, buen cochero, ¿ se
distrajo el muchacho en el parque ?. ¿ Qué fue lo
que más le agrado ?.
– No, mi señor, nada le
agradó.
– ¿ Qué fue, pues, lo que
vió en su paseo ?.
Y el cochero contó todo lo
sucedido. Pensó entonces el rajá: No debemos
consentir que Sidarta renuncie al gobierno. No
debemos consentir que abandone la casa y se vaya a la soledad. No
debemos consentir que resulte cierto lo que predijeron los
adivinos brahmanes.
Para que tales cosas no
ocurrieran, hizo que el joven estuviera aún más
rodeado de placeres sensuales. Y de este modo siguió
viviendo Sidarta en medio de los placeres. Pero pasaron muchos
días, y el joven señor ordenó de nuevo . . .
salir a pasear . .
Y vió, según paseaba por
el parque, una gran muchedumbre de gentes vestidas de distintos
colores, que
construían una pira funeraria. Y al ver aquello,
preguntó a su cochero: ¿ Para qué se ha
reunido toda esta gente, con vestidos de diversos colores, y con
qué objeto amontonan esa leña ?.
– Es porque alguien, mi señor, ha
terminado sus días.
– Acerca la carroza hacia ese que ha
terminado sus días.
– Si, mi señor, respondió
el cochero, y así lo hizo, Y vió Sidarta el
cadáver de aquel que había terminado sus
días y preguntó: ¿ Qué es eso, buen
cochero, de terminar uno sus días ?.
– Significa, mi señor, que ni su
madres, ni su padre, ni otros parientes lo volverán a ver
más, y que él tampoco los volverá a
ver.
– ¿ Y estoy yo también
sujeto a la muerte ?
¿ No estoy libre de la muerte ?
¿ No me verán más ni el rajá, ni mis
demás parientes, ni los veré yo a ellos tampoco
?.
– Tú, mi señor, y nosotros
también, todos estamos sujetos a la muerte. Ni
el rajá ni la rani, ni tus demás parientes te
verán, ni tú los volverás a ver a
ellos.
Basta por hoy, buen cochero, de pasear
por el parque. Llévame de regreso a mis habitaciones. Si,
mi señor, respondió el cochero, y lo llevó
de regreso. El dirigiéndose a sus habitaciones se
sentó lleno de tristeza y agobiado pensando: ¡
Vergüenza sobre eso que llamamos nacimiento, pues a todo el
que nace le aguardan el envejecimiento, la enfermedad y la
muerte!.
Envió el rajá a buscar al
cochero y le preguntó como las otras veces, y
también hizo rodear a Sidarta aún más de
placeres sensuales.
Pero de nuevo . . . el señor
Gautama mando . . . salir a pasear. Y vió cuando paseaba
por el parque, un hombre con la
cabeza rapada, un eremita con su túnica amarilla. Al
verlo, preguntó al cochero: Este hombre, buen
cochero, ¿ Qué ha hecho, que su cabeza no es como
la de los demás hombres y sus ropas no son como las que
llevan los demás ?.
– Es lo que se llama un eremita, mi
señor, porque es un hombre que se
ha marchado.
– ¿ Qué quiere decir eso
de que se ha marchado ?.
– Marcharse, mi señor, significa
ingresar en la vida religiosa, ingresar en una vida
pacífica, dedicarse por completo a las buenas acciones, a
llevar una conducta
meritoria, a no causar ningún daño, a practicar la
compasión para con todas las criaturas.
– Cosa excelente es, en verdad, amigo
cochero, eso que llaman un eremita, pues tan perfecta es su
conducta en todos
los aspectos. Llévame pues, hacia ese
eremita.
– Sí, mi señor,
replicó el cochero, y lo llevó junto al eremita.
Entonces se dirigió a él Sidarta, y le dijo:
Maestro, ¿ qué has hecho que tu cabeza no es como
la de los demás hombres, ni tus vestidos son como los de
los otros ?.
– Yo, señor, soy uno que se ha
marchado.
– ¿ Qué significa eso,
maestro?.
– Eso significa, mi señor,
entregarse del todo a la vida religiosa, del todo a la vida
pacífica, practicar las buenas acciones,
llevar una conducta
meritoria, no causar ningún daño, practicar la
compasión para con todas las criaturas.
– Con mucha razón, ciertamente,
maestro, se dice que habéis marchado, ya que tan perfecta
es vuestra conducta en todos
los aspectos. Entonces ordeno el señor Gautama a su
cochero: Marcha, buen cochero, llévate tu carroza y
guíala de regreso a mis habitaciones. Porque ahora mismo
voy a rapar mi cabeza y me voy a poner la túnica amarilla
y me voy a marchar de mi casa para abrazar el estado de
los que no tienen hogar.
– Si, mi señor, replicó el
cochero y regresó. Pero el príncipe Sidarta,
cortando allí mismo su cabello y vistiéndose la
túnica amarilla, se alejó de su casa hacia el estado de
los que no tienen hogar.
Ocurrió entonces en Kapilavatthu,
la capital del
gran rajá, que un gran número de personas, unas
ochenta y cuatro mil almas, oyeron lo que el príncipe
Sidarta había hecho, y pensaron: Ciertamente no es
éste un caso habitual de ingreso en la vida religiosa, no
es nada común este marcharse, puesto que el
príncipe Sidarta ha rapado su cabeza y se ha revestido la
túnica amarilla y se ha marchado se su casa para abrazar
el estado de l
os que no tienen hogar. Si el príncipe Sidarta ha hecho
esto, ¿ por qué no habríamos de hacerlo
nosotros también ?. Y todos ellos hicieron rapar sus
cabezas y se vistieron túnicas amarillas y, a
imitación de Bodhisat, marcharon de sus casas y abrazaron
el estado de
los que no tienen hogar. De este modo comenzó el Bodhisat
a recorrer las aldeas, las ciudades y las capitales
acompañado de una gran multitud.
Entonces pensó Sidarta el
Bodhisat, mientras meditaba en retiro: No es bueno para mi vivir
siempre rodeado de gente. Mejor sería si pudiera vivir
solitario, lejos de la multitud. Poco después
marchó a vivir solo, lejos de la muchedumbre. Los ochenta
y cuatro mil marcharon por un camino y el Bodhisat por
otro.
Entonces pensó Sidarta el
Bodhisat, cuando marchó al lugar que había elegido
y estaba meditando en la soledad: Ciertamente, este mundo
está desquiciado: se nace, se envejece y se muere, y se
sale de un estado para
entrar en otro. Pero nadie sabe el camino para escapar del dolor
o de la enfermedad o de la muerte.
¡ Cuándo se dará a conocer un camino para
escapar de todo este dolor, del envejecimiento y de la muerte
!.
(Traducido del libro:
Buddhism, del autor C.H. Hamilton. New York)
De las cuatro escenas descritas ( un
viejo, un enfermo, un cadáver, y un eremita); las tres
primeras muestran aspectos de la humanidad doliente, mientras que
la cuarta muestra un
posible escape de ese dolor.
Estas cuatro visiones, bien entendidas,
nos presentan ya la doctrina que después
enseñará Sidarta. Enseñará un camino
para librarse del sufrimiento causado por la vejez, la
enfermedad o la muerte.
Será el camino de la renuncia. No para escapar de la
enfermedad, vejez o
muerte, sino
para librarse de la agonía que causan a los
humanos.
El descubrimiento traumático de
la transitoriedad de la vida y, por tanto, de la locura que
supone el dejarse arrastrar por valores
efímeros, le llevó a Sidarta a renunciar al mundo y
hacerse asceta.
Tenía entonces 29 años.
Debió ser una decisión bien madura, después
de ya 13 años de vida matrimonial.
( Dejar a su mujer y a su hijo
no equivale, en las tradiciones de la India, a
abandonarlos. El sentido de parentesco es muy fuerte, y los
abuelos, tíos y tías se encargan de cuidarlos.
Incluso, en las tradiciones religiosas hindúes de
entonces, ese paso era normal para cualquier persona que
aspirase a la perfección: primero debe ser un estudiante
célibe; luego, un hombre casado; finalmente, un asceta o
eremita. Con todo, Sidarta no siguió estos pasos a
cerraojos, sin discernimiento ni espíritu crítico,
como veremos. Por eso las escrituras budistas no dicen que
dejó la familia
para hacerse monje, sino que dejó la familia "en
busca de la paz libre de lazos, en busca del
Nibbana").
LA BÚSQUEDA.
Lo que primero experimentó
Sidarta fueron sistemas de
meditación. Se hizo discípulo de dos famosos
maestros de su época: Kalama y
Ramaputta.
Es de suponer que Sidarta hizo grandes
progresos en su aprendizaje del
yoga, y que alcanzaría gran facilidad para la
meditación.
Pero Sidarta no considera las
técnicas del yoga como algo importantísimo ni se
dejó arrastrar por la preocupación que mostraban
sus maestros por alcanzar los estadios de meditación
conocidos como "trances".
Es verdad que la meditación es un
aspecto muy importante del Budismo. Pero
Sidarta no se interesó en la meditación por la
meditación. Para él, la auténtica
meditación debe conducirle a uno no a una experiencia
efímera sino a una visión de las realidades
más profundas de la vida. El estilo de meditación
que Sidarta promoverá es un sistema de
meditación llamado "meditación intuitiva" ( de
visión o profundidad).
La segunda etapa de su búsqueda
consistió en experimentar el ascetismo. Dejó
Sidarta a sus maestros de yoga y se fue a vivir en un monasterio
(ashram, muy frecuentes en esa época en la India) en el
que vivían cinco ascetas, en Uruvela.
Esos cinco monjes practicaban el
ascetismo más estricto. Creían que la
mortificación y tortura de sí mismos
entrañaban un poder
liberador. ( Hoy también se ven en la India
penitentes que se flagelan, se hieren, llevan zapatos con clavos,
etc.)
Esos monjes practicaban ayunos
rigurosos, viviendo de hojas y raíces. Sidarta
siguió estas prácticas con tanto rigor que pudo
decir más tarde: Fuí más estricto que todos
los demás, hasta quedárseme los miembros como
cañas secas.
Pero pronto cayó en la cuenta de
lo inútil que era esa mortificación para alcanzar
la liberación. Pronto vió que lo importante, para
liberarse, no era la automortificación sino la
autodisciplina o autodominio. Y en cuanto lo descubrió,
dijo adiós a sus compañeros y siguió la
búsqueda por su cuenta. Dícese que este
período de búsqueda entre los maestros de la
meditación yoga y entre los ascetas duró seis
años. De ello se deducen dos constataciones
importantes:
+ La enorme fuerza de
voluntad que tenía Sidarta. Era sincero en lo que
emprendía. Se entregaba de corazón. A
la vez, nunca perdió su espíritu
crítico.
+ Sus convicciones fueron evolucionando.
Llegó a rechazar enérgicamente el ascetismo extremo
y a considerarlo tan perjudicial a la persona como la
autocomplacencia.
LA ILUMINACIÓN.
tras abandonar el ascetismo, Sidarta
continuó su búsqueda, él solo, reflexionando
sobre la liberación y la manera de
alcanzarla.
A la sombra de un gran árbol (
que sería después llamado bodhi, o
árbol de la iluminación) meditó sobre su
vida pasada y sobre las vidas de los otros y sus diferentes
estados de esclavitud.
Buscó las razones que mantienen a los hombres y mujeres en
un estado de
opresión y fue así descubriendo la naturaleza del
sufrimiento humano, la causa que lo produce, la posibilidad de
escapar de él y el camino para esa
liberación.
A este descubrimiento se le llama
técnicamente bodhi, es decir,
iluminación. Sidarta vió lo que era el
sufrimiento como nunca hasta entonces lo había visto, y
vió también la posibilidad del gozo como nunca la
había visto. Fue una convicción profunda, de una
vez por todas, y tan fuerte que sintió dentro la misión de
predicarla a todo el mundo. Un cristiano calificaría esta
experiencia como revelación. Pero para Sidarta fue
algo que surgió dentro de él como resultado
de su propia concentración.
Sidarta expresó esa experiencia
con palabras sencillas y llenas de gozo: Estando yo mismo
sujeto al nacimiento, a la vejez, a la enfermedad, a la muerte, al
sufrimiento y contaminación; viendo el peligro que corre
todo lo que está sujeto a todo eso; buscando lo que no
nace, lo que no envejece, lo que no enferma ni muere, ni se
contamina, lo que está al seguro de toda
esclavitud, el
nirvana, lo alcancé. Surgió en mí el
conocimiento y la visión. Mi liberación mental
es indestructible.
( Majjhima Niyaka: 1,166 Sutta
26).
Quedó Sidarta tan absorto
por su descubrimiento que, según se dice, pasó
siete semanas meditando en el mismo lugar antes de emprender
ninguna otra misión.
Dícese también que una de esas semanas ( la
segunda), la pasó contemplando con gratitud inmensa al
árbol que le había dado sombra. Todo eso muestra lo
importante que fue para él su descubrimiento comparable a
cualquiera de los más trascendentales "eurekas" de la
historia.
Después de su iluminación
proclama el Buda: Yo soy el santo en este mundo. Yo soy el
maestro supremo. ( Mahavagga 1,7-9)
Sucedió que Upaka, un hombre que
pertenecía a la secta de los ajivakas (los ascetas
desnudos), vió al Bienaventurado que iba de camino entre
Gaya y el árbol Bodhi, y al verlo, dijo al Bienaventurado:
Tu rostro, amigo, es sereno, tu aspecto es limpio y claro.
¿ En nombre de quién te has retirado del mundo ?.
¿ Quién es tu maestro ? ¿ De quién es
la doctrina que profesas?.
Cuando Upaka el ajivaka hubo hablado, el
Bienaventurado le respondió con estas estrofas: "Yo he
vencido a todos los enemigos, yo soy sapientísimo, yo
estoy libre de toda clase de manchas, yo he abandonado todo y he
logrado la emancipación al destruir el deseo.
Después de alcanzar el
conocimiento por mí mismo, ¿ a quién
habría de llamar maestro ? No tengo maestro, nadie me
iguala, en el mundo de los hombres y de los dioses no hay ser
alguno que me iguale. Soy el Santo en este mundo, soy el maestro
supremo, yo solo soy el Sambuddha Absoluto. He alcanzado la
frialdad (por la extinción de las pasiones) y he
conseguido el nirvana. Para fundar el Reino de la Verdad voy a la
ciudad de Kasis ( Benares); haré sonar el tambor del
inmortal en la oscuridad de este mundo".
Replicó Upaka: "Tú
aseguras, por tanto, amigo, que eres el Jina ( vencedor,
apelativo común a los fundadores del budismo y del
jainismo) absoluto, el Santo".
Buda dijo: " Como yo son todos los jinas
que han logrado la extinción de los asavas (Sensualidad,
individualismo, ilusión e ignorancia); yo he superado
todos los estados pecaminosos. Por consiguiente, Upaka, yo soy el
Jina".
Después que hubo hablado de este
modo, Upaka, el ajivaka, replicó: " Puede que sea
así, amigo". Sacudió su cabeza, tomó por
otro camino y se marchó . . .
LA MISIÓN.
Sidarta comenzó su misión
predicando a sus conocidos. Fue primero al grupo de los
cinco ascetas con quienes había convivido. Aunque
había rechazado sus ideas, no les había rechazado a
ellos, y para compartir con ellos su camino de liberación
anduvo más de 200 Km. Cuando les habló, no le
prestaron de momento mucha atención. Pero Sidarta supo
conquistares mediante la sencillez de sus métodos. "
¿Cuándo, hasta ahora os había hablado yo de
esta manera, convencido de haber encontrado la verdad ?". Estas
palabras vencieron, al fin, la resistencia de
los cinco monjes. Y entonces, al verlos ya dispuestos a escuchar
a Sidarta les expuso su nuevo camino de
liberación.
Los cinco monjes fueron los primeros
discípulos de Sidarta y también los primeros
miembros de la orden monástica que fundó. Y poco
después entró en la orden un grupo de 55
laicos jóvenes. Rápidamente la orden creció
con nuevos ingresos.
La orden monástica que
fundó Sidarta fue realmente original. Fue probablemente la
única orden monástica de la historia que no tenía
ritos ni ceremonias ni mortificaciones ni sacrificios.
Quizás la menos ascética de todas las
órdenes del mundo, ya que negaba incluso, por principio,
al ascetismo, su virtud liberadora.
También fundó Sidarta un
monasterio para mujeres. Pero, además, no sólo los
monjes y monjas podían ser discípulos de Sidarta.
Sidarta aceptaba también (aunque este aspecto fue pronto
minusvalorado en algunas tradiciones busdistas posteriores) a
toda clase de personas, casadas o solteras, y afirmó con
fuerza que el
camino de la liberación estaba al alcance de
todos.
Una de las funciones propias
del monje había de ser la predicación. Desde su
origen el Budismo es
misionero. Las palabras que pronunció Sidarta al enviar al
primer grupo de
misioneros lo muestra con
claridad: " Estoy liberado, oh monjes, de toda forma de
esclavitud.
También vosotros estás liberados. Id, pues, y
caminad llevando bienestar y la felicidad a mucha gente,
compadeciéndoos del mundo, llevándole el bien, el
bienestar y la felicidad. No vayáis dos juntos en la misma
dirección. Proclamad la doctrina (dhamma)
excelente, llena de sentido, perfecta. Proclamad la vida
íntegra, la vida santa, perfecta y pura. Hay seres que
tienen polvo en sus ojos y se perderán por no aprender la
doctrina. Y hay seres que entenderán la
doctrina".
( Vinaya-Pikata/Mahavagga. 21, y,
11:1)
Esta actividad misionera alcanzó,
ya en vida de Sidarta, un éxito enorme. El secreto del
éxito radicó, sin duda, en la excelencia de la
doctrina predicada. En una época de confusionismo
religioso, Sidarta presentó un tipo de religión y de
liberación que era fácil de entender y concreto para
seguir. También la nobleza de su linaje debió
contribuir al éxito: hubo muchos reyes, gobernadores y
ricos que le favorecieron.
Tampoco le faltaron problemas y
fracasos. Uno de sus mayores sufrimientos debió ser la
oposición a su liderazgo de
la orden monástica, oposición capitaneada por un
monje sobrino suyo, el venerable Devadatta, quien trabajó
lo indecible para conseguir la dirección de la orden. Sidarta
sufrió tanto con todo esto que, a veces, se escapó
solo al bosque por largas temporadas en busca de paz. No sabemos
si logró resolver las divisiones que ya en su vida
surgieron dentro de la orden. Lo cierto es que, luego de su
muerte, la
orden se dividió en diferentes grupos. Pero
todas las ramas a pesar de sus divisiones, han mantenido el
mensaje básico de Sidarta.
Digamos también algo sobre la
santidad personal de esta
gran figura religiosa. Según Sidarta, una persona liberada,
un santo budista ha de estar adornado de estas cuatro cualidades:
amabilidad (metta), compasión (karuna), mansedumbre
(mudita) y ecuanimidad (upekka). Sidarta las practicó
intensamente. Así aparece, por ejemplo, en este
pequeño incidente de su vida:
Cuando creció la orden y
surgieron monasterios por muchos y distantes lugares, Sidarta se
propuso visitarles a todos y asegurarse de su buen estado. En uno
de estos monasterios encontró a un monje muy enfermo,
lleno de llagas en su piel. Sus
compañeros monjes, ante la extrema gravedad incurable del
eczema que padecía, lo habían dejado solo,
abandonado a su suerte. Sidarta fue a visitarlo,
acompañado de su fiel amigo Ananda. Y tomando un
barreño de agua y una
toalla, lavó y limpió al enfermo,
aliviándolo todo lo que pudo. Luego bajó a las
chozas de los otros monjes, los reunió y les
preguntó por qué tenían abandonado al monje
enfermo. Ellos le contestaron que, puesto que iba a morir sin
remedio, no valía ya para la orden. Entonces Sidarta,
queriendo abrirles los ojos a lo inhumano de su comportamiento, les habló así:
"Vosotros, oh monjes, no tenéis aquí una madre
ni un padre que os cuide. Si no os cuidáis unos a otros
¿ Quién os cuidará ?. Recordad que
cualquiera que cuida a un enfermo es como si me cuidase a
mí". ( Vinaya-Pitaka/Mahavagga 302, vii,
26:3).
Aparece aquí un Sidarta que
practicó las virtudes que
predicó.
Sidarta Gautama vivió hasta los
ochenta años. Su muerte ocurrió en Kusinara, a casi
200 km. De Benares, en la actual Uttara Pradesh. Son
significativas las últimas palabras que dirigió a
los discípulos que le rodeaban: " La vida es
efímera. Esforzaos con
atención".
Así, en el último momento
de su vida, subraya lo que había inculcado siempre: la
necesidad del esfuerzo y la atención a la
realidad.
Aunque su vida acabó hace 2,500
años, su mensaje continúa vivo en nuestros
días en Sri Lanka, Tailandia, Camboya, Laos, Viet Nam,
Nepal, Tíbet, China,
Japón, Corea, Mongolia, Taiwan, y en algunas partes de
India, Pakistán y Malasia. Incluso en Occidente abrazan
hoy no pocos esa doctrina. Señal de que su mensaje
interpela a los hombres y mujeres de nuestro tiempo, tanto
como lo hizo en su época.
Amigo lector que has seguido mis pasos
durante dos domingos a través de las ideas y la vida de
Sidarta, te propongo ahora esperar unos días e iniciar la
segunda parte de esta lectura,
allí encontrarás un análisis de la Senda Óctupla, del
Sermón del sendero o de las cuatro nobles verdades, y
sobre todo te prometo un encuentro personal con el
pensamiento
único de Sidarta.
Sidarta Gautama creyó que con la
fuerza de la
amabilidad y bondad, uno podría amanzar enemigos y hasta
fieras. Hay relatos de las Escrituras budistas que así lo
presentan. Un verso del Dhammapada expresaría bien el lema
de Sidarta:
"Nunca en este mundo el odio apaga el
odio; Sólo el amor lo
apaga. Este es un viejo principio".
Además de la benevolencia, otras
tres cualidades emparentadas con ella han de ir creciendo
mediante la meditación y son: la compasión, la
cortesía y la ecuanimidad.
Ese es, pues, el concepto budista
de meditación: una práctica de concentración
mental que aporta calma y realismo a
quien anda turbado y obcecado. Quien se habitúa a la
meditación afronta cualquier situación de la vida
con gran dosis de realismo y
espíritu de benevolencia.
Un buen resumen de los diversos tipos de
meditación budista lo encontramos en los siguientes
consejos que Sidarta dió al monje
Rahula:
Desarrolla, Rahula la meditación
sobre la amabilidad, porque así desaparecerá la
mala voluntad.
Desarrolla, Rahula la meditación
sobre la compasión, porque así desaparecerá
la crueldad.
Desarrolla, Rahula la meditación
sobre la cortesía, porque así desaparecerá
la dureza de corazón.
Desarrolla, Rahula la meditación
sobre la ecuanimidad, porque así desaparecerá la
ansiedad.
Desarrolla, Rahula la meditación
sobre la corrupción
del cuerpo, porque así desaparecerá la sed del
placer.
Desarrolla, Rahula la meditación
sobre la idea de impermanencia, porque así
desaparecerá el orgullo.
Desarrolla, Rahula la
concentración mental mediante el ejercicio de la respiración, porque practicando
frecuentemente, trae gran fruto y es muy ventajoso. (MN,1,424,
Sutta 62).
2a. Parte
Reflexiones de Sidarta
Gautama.
Creo que he conseguido llegar a esta
doctrina profunda, recóndita, difícil de
comprender, serena, excelente, más allá de la
dialéctica y perceptible sólo para los entendidos.
Pero la humanidad se complace, pone sus delicias y su felicidad
en aquello a lo que se aferra, de forma que, hecha a tales ideas,
le resulta muy difícil entender las relaciones causales y
la cadena de la causación, muy difícil entender la
detención de todas las fuerzas plásticas o la
renuncia a todas las ataduras mundanas, la extirpación del
deseo, la impasibilidad, la paz y el nirvana. Si he de predicar
la doctrina para que los demás no entiendan nada,
sólo trabajo y hastío sacaría de ello. Y al
punto me vinieron a la mente estos versos que ningún
hombre había escuchado antes:
¿ Predicaré lo que con
tanto esfuerzo conseguí ?
Los hombres, hundidos en pecado y
deseos, encontrarían difícil sondear esta doctrina,
siempre a contracorriente, abstrusa, profunda, sutilísima,
difícil de captar.
Sus amados deseos los cegarán
hasta el punto de no ver, sumidos en la niebla espesa de la
ignorancia.
Mientras así ponderaba, mi
corazón
se sintió inclinado a permanecer tranquilo y a no predicar
mi doctrina. Pero la mente de Brahma Sahampati llegó a
advertir los pensamientos que llenaban mi mente, y pensó:
"El mundo está perdido, totalmente perdido mientras el que
halló la verdad siga determinado a no predicar su
doctrina". Por tanto, con la misma rapidez con que un hombre
robusto puede extender su brazo o recoger su brazo extendido,
Brahma Sahampati desapareció del mundo de Brahma y
apareció ante mí. Llegó ante mí con
su hombro derecho desnudo, y con sus manos unidas y extendidas
hacia mí en gesto de veneración, dijo: " Sea grato
al Señor, sea grato al Bienaventurado predicar su
doctrina. Hay seres cuya visión sólo está un
poco oscurecida, que perecen porque no escuchan la doctrina.
¡ Estos la comprenderán !"
EL SENDERO MEDIO.
Y el Bienaventurado habló
así a los cinco ascetas bhikkhus: Hay dos extremos que
debe evitar todo aquel que ha renunciado al mundo. ¿
Cuáles son estos dos extremos ? una vida entregada a los
placeres, dedicada a los placeres y a las concupiscencias, que es
una vida degradante, sensual, vulgar, innoble y sin provecho, y a
una vida entregada a las mortificaciones, que es penosa, innoble
y sin provecho. Evitando estos dos extremos, el Tathagata ha
alcanzado el
conocimiento que lleva a la sabiduría, que conduce a
la serenidad, al conocimiento,
al sambodhi, al nirvana.
¿ Qué es este Sendero
Medio, cuyo conocimiento
ha alcanzado el Tathgata, que lleva al discernimiento, que lleva
a la sabiduría, que conduce a la serenidad, al conocimiento,
al sambodhi, al nirvana ? Es el sagrado Sendero Óctuple, a
saber: Recta creencia, recta aspiración, recta habla,
recta conducta, rectos
medios de
vida, recto esfuerzo, recta memoria, recta
meditación. Este es, el Sendero Medio cuyo conocimiento
ha alcanzado el tathagata, que lleva al discernimiento, que lleva
a la sabiduría, que conduce a la serenidad, al conocimiento,
al nirvana.
Esta es la Noble Verdad del
Dolor: el nacimiento es dolor, el desgaste es dolor, la
enfermedad es dolor, la muerte es dolor. La presencia de los
objetos que odiamos es dolor, la ausencia de los objetos que
amamos es dolor; no conseguir lo que deseamos es dolor. En una
palabra: el quíntuple apego a la existencia es
dolor.
Esta es la Noble Verdad de la Causa
del dolor: el anhelo, que lleva al renacimiento,
acompañado de placer y concupiscencia, que encuentra
aquí y allí su placer. ( este anhelo es triple), a
saber: anhelo de placer, anhelo de existir, anhelo de
prosperidad.
Esta es la Noble Verdad de la
Cesación del dolor: (cesa con) la cesación
completa de este anhelo, una cesación que consiste en la
ausencia de todas las pasiones; con el abandono de este anhelo,
con la renuncia a él, con la liberación con
respecto a él, con la destrucción del
deseo.
Esta es la Noble Verdad del
Sendero que lleva a la cesación del dolor, el noble
Sendero óctuplo, es decir, la Recta Creencia, Recta
Aspiración, Recta Habla, Recta Conducta, Rectos Medios de
Vida, Recto Esfuerzo, Recta Memoria, Recta
Meditación.
Así habló el
Bienaventurado. Los cinco bhikkhus se sintieron gozosos y se
alegraron con las palabras del Bienaventurado. Y cuando fue
propuesta esta exposición, el venerable Kondanna obtuvo el
puro e inmaculado Ojo de la Verdad ( es decir, el siguiente
conocimiento): " Todo lo que está sometido a la
condición de la originación está
también sometido a la condición de la
cesación.
El sermón de las Cuatro Verdades
es el texto mejor y
más seguro para
entender el pensamiento de
Sidarta. Es el primer sermón de Sidarta y el único
aceptado por todos como el compendio más claro de todo su
mensaje.
TEMA DEL SERMÓN.
No todos los lectores captan el mensaje
de este sermón con sólo leer el texto. No es
culpa de nadie. Se trata de un sermón reducido a lo
esencial y predicado hace 2,500 años. Gira en torno a un tema y
se desarrolla en tres secciones:
La primera sección es como una
introducción. Aparece ahí la intención de
Sidarta: ofrecer un nuevo "camino", un nuevo código
religioso. Lo describe enumerando los ocho ingredientes que lo
constituyen, y por eso lo llama el "sendero óctuple". Pero
lo llama también el "sendero medio", es decir, situado
entre los extremos de la laxitud y del
rigorismo.
La segunda sección es considerada
como el núcleo del sermón y contiene las "cuatro
nobles verdades". Ahí Sidarta quiere demostrar que el
Sendero Medio es el camino religioso más apropiado para
los humanos.
Intenta Sidarta probar que, aún
cuando su Sendero no contenga todos los elementos tradicionales
de una religión, es un camino
completo.
Y es que, para Sidarta, en una religión deben entrar
sólo aquellos elementos que son intrínsecos a su
función fundamental, es decir, a su función
liberadora. Para eso están las religiones: para liberar a
los humanos de los sufrimientos internos. Los elementos que no
contribuyen a esa liberación son inútiles. El
Sendero Medio contiene todo lo necesario para curar de sus
sufrimientos a los seres humanos.
La tercera sección del
sermón es esta: " Oh monjes, en cuanto mi conocimiento y
mi visión relativos a las Cuatro Nobles Verdades
llegó a la perfección, me dí cuenta que
había alcanzado la iluminación plena y suprema.
Quedé plenamente consciente y convencido de que mi mente
estaba liberada, de que había terminado la forma
desgraciada de mi existencia, de que ya nunca llevaría una
supervivencia infeliz" . . .
Sidarta aporta aquí su
experiencia personal como
prueba adicional de la validez de su Sendero Óctuple.
Testimonia que, en su caso, la práctica de ese camino le
condujo a una vía de paz y felicidad como nunca antes
había experimentado.
LA PARÁBOLA DE LA
FLECHA.
Esto es lo que oí decir: El
maestro se hallaba viviendo cerca de Svatthi, en Jetavana, en el
parque de Anathapindika. El anciano Malunkyaputta se había
retirado por entonces del mundo, y cuando se hallaba meditando,
se le ocurrió este pensamiento: "
Estas teorías
han quedado sin explicar por el Señor, desatendidas y
rechazadas, si el mundo es eterno o no es eterno, si el mundo es
finito o no es finito, si el alma ( la vida) es lo mismo que el
cuerpo o si el alma es una cosa y el cuerpo otra, si un Buda
(Tathagata) existe después de la muerte o no existe
después de la muerte, y si un Buda es o no existente y no
existente al mismo tiempo
después de la muerte. El Señor no me ha explicado
estas cosas, y no me agrada el hecho de que no me las haya
explicado, ni tampoco me conviene. Me acercaré al
Señor y le preguntaré por todas estas cosas . . .
Si el Señor no me las explica, renunciaré a la
formación y me volveré a una vida
mundana.
" Cuando Malunkyaputta se acercó
y expuso al Señor sus preguntas, éste
replicó: ¿ Acaso te dije yo, Malunkyaputta, ven,
emprende conmigo una vida religiosa y te explicaré si el
mundo es eterno o no lo es, . . . etc. ? No hiciste tal cosa,
venerable Señor. Es como si un hombre cae herido por una
flecha envenenada y sus amigos, compañeros y parientes
llaman a un médico para que le cure, y él dice: "No
consentiré que me arranquen la flecha hasta saber por
qué clase de hombre he sido herido, si es de la casta de
los guerreros, si en un brahmín, un agricultor o si
pertenece a la casta inferior". O como si dijera: No
dejaré que me arranquen esta flecha hasta saber de
qué nombre o familia es el
individuo . . . o si es alto, bajo o de mediana estatura . . . si
es negro, moreno o amarillo . . . o si viene de esta o de aquella
aldea, ciudad o pueblo. . . o hasta que sepa si el arco con que
me hirió era chapa o kondanda, o hasta que sepa si la
cuerda del arco estaba hecha de celidonia o de fibra de
bambú o de tendón o cáñamo o de
gomero, o hasta que sepa si el astil estaba hecho de una planta
silvestre o cultivada . . . o si estaba emplumado con plumas de
ala de buitre o de garza o de halcón o de gallo . . . o si
estaba asegurada con tendón de toro o de búfalo o
de ciervo o de mono. . . o hasta que sepa si era una flecha
ordinaria o una flecha tajadora o un vekanda o una flecha de
hierro o de
diente de ternera o de hoja de karavira". Ese hombre
moriría, sin haber llegado a saber tantas
cosas.
La vida religiosa no depende de que el
mundo sea eterno, y tampoco depende de que el mundo no sea
eterno. Lo mismo si se afirma que el mundo es eterno o que no es
eterno, siempre habrá renacimiento,
veneración, y yo anuncio la destrucción de todas
estas cosas ya para esta vida. Tampoco depende la vida religiosa
de la idea de que el mundo es finito . . . ni de que el Tathagata
exista después de la muerte. . . Por tanto, considera
inexplicado lo que no he explicado y explicado lo que he
explicado. ¿Y qué es lo que no he explicado ? Si el
mundo es eterno o si el mundo no es eterno . . . si un tathagata
es a la vez no existente y no no existente después de
morir. ¿ Y porqué, no he explicado estas cosas ?
Porque todo esto, no tiene utilidad alguna,
en nada afecta al principio de la vida religiosa, no conduce a la
aversión, a la ausencia de pasión, a la
cesación, a la tranquilidad, a la facultad sobrenatural,
al conocimiento perfecto, al nirvana, y por ese motivo no lo he
explicado.
¿ Y qué es lo que he
explicado ? He explicado el dolor, la causa del dolor, la
destrucción del dolor y el sendero que lleva a la
destrucción del dolor. Porque esto es útil, esto se
refiere al principio de la vida religiosa, esto conduce a la
aversión, a la ausencia de pasión, a la
cesación, a la tranquilidad, a la facultad sobrenatural,
al conocimiento perfecto, al nirvana, y por eso lo he explicado.
Por tanto, Malunkyaputta, considera inexplicado lo que no he
explicado y explicado lo que he explicado".
Sendero Medio. ( Algunos aspectos
novedosos/ revolucionarios).
En nuestro lenguaje
"Sendero Medio" suena a compromiso y camino cómodo. Pero
Sidarta no estaba pretendiendo nada de eso. Y si no adentramos en
su mensaje concluiremos que difícilmente podría
presentarse en su tiempo una
filosofía religiosa tan revolucionaria como la de Sidarta.
Con ella Sidarta desafió a numerosas tradiciones
religiosas tenidas secularmente por santas e intocables. Para
calibrarlo, observaremos el contexto del
sermón.
Presentó su doctrina, ante todo,
a un grupo de
ascetas para quienes la santidad consistía en ayunos,
penitencias y alejamiento de la sociedad. Les
predica una filosofía no ascética e incluso
antiascética.
Lo que Sidarta enseña contra la
sensualidad extrema no es nada inaudito. Pero su resistencia a
aceptar el ascetismo como camino religioso iba en contra de toda
la tradición y del sentir popular.
Podría preguntarse: si Sidarta se
opone tanto al ascetismo ¿ porqué patrocina un
cierto monasticismo ?. La respuesta es doble: a) el monasticismo
no entraña necesariamente una vida de ascetismo, y b)
Sidarta, aunque fue monje y fundador de monasterios, no
exigía a sus discípulos hacerse monjes. Y, en todo
caso, su monasticismo fue seguramente el más liberal y
menos ascético de la historia. ( el
monasticismo budista actual da mucha importancia a lo externo y
se aparta, en eso, de Sidarta).
Para Sidarta la religión (
también el monasticismo) era algo que tenía que
ver, fundamentalmente, con la mente. Una ilustración de esa mentalidad de Sidarta la
encontramos en su actitud amplia
con respecto al vestido que habían de usar los monjes. Hoy
los monjes budistas se distinguen de los demás por una
túnica amarilla (azafrán) que llevan.
También en los tiempos de Sidarta la mayoría de
ascetas (no budistas) llevaban ese estilo de túnicas. Pero
Buda se mostró indiferente ante el vestido de sus monjes.
Oponiéndose a la tradición, llegó a aprobar
claramente el uso de vestidos normales, dejando al monje en
libertad para
llevar hábitos religiosos o vestidos normales. Parece que
él mismo vestía indiferentemente de una u otra
forma. Dícese que, en una ocasión, cuando un
bienhechor le ofreció un vestido de seda propio de los
laicos, Sidarta lo aceptó y dijo a los monjes: " Oh
monjes, tenéis permiso para usar vestidos de laicos. El
que quiera, que lleve vestidos monásticos. El que quiera,
que lleve vestidos laicos. Pero, con unos u otros vestidos, lo
que yo os recomiendo es que tengáis espíritu de
contentamiento.
La actitud
antiascética de Sidarta no es el único elemento
novedoso o revolucionario de su filosofía. Hay otros
muchos, por ejemplo: su indiferencia hacia ritos y ceremonias o
hacia el culto a los dioses y diosas.
En verdad en su Sendero Medio fue
bastante más revolucionario de lo que en un principio
podría parecer. Y no lo ofreció sino después
de mucho pensarlo. Y trató de hacerlo comprensible y
aceptable a partir de lo que él llamó las "Cuatro
Nobles Verdades". Para entenderlas bien hay que mirarlas en su
funcionamiento y no perder nunca de vista la intención que
motivó a Sidarta para predicarlas.
LAS CUATRO NOBLES
VERDADES.
1a. Noble Verdad: UNIVERSALIDAD DEL DOLOR
HUMANO
Si la religión es una medicina lo
primero que importa es diagnosticar bien el sufrimiento humano. A
eso va la 1a. Noble Verdad.
"Dolor" es una palabra más
difícil de entender de lo que parece a primera vista. Lo
primero, porque pertenece al campo de la experiencia, no de los
objetos externos. Por ejemplo, es fácil explicar lo que es
una muela, pero no es tan fácil explicar un dolor de
muelas. Si el que nos oye tiene experiencia de ese dolor, nos
comprenderá hasta cierto punto. Pero es que,
además, las explicaciones que se dan sobre los
sufrimientos se concentran sólo en sus aspectos externos.
Los periódicos cuentan los sufrimientos de los hospitales,
de los campos de batalla, del desempleo, del
hombre, de las inundaciones . . . , pero todo sufrimiento tiene
también otra dimensión: una dimensión
mental. Una misma enfermedad no afecta de la misma forma a todos
los pacientes, depende de la actitud mental
de cada uno de ellos. Esa actitud mental
puede acrecentar o reducir el grado de dolor.
Este aspecto es importante si hemos de
captar la realidad a la que apunta la Primera Noble Verdad. El
análisis de Sidarta se sitúa a nivel
psicológico.
Sidarta no intenta liberar del
envejecimiento, enfermedad, muerte, etc., en el sentido
físico sino del sufrimiento y angustia que las personas
sienten ante todo eso. ¡Cuánta gente sufre por
problemas de
amor y de odio
!. Más aún que por enfermedades, hambres y
guerras. El
aspecto externo puede ser impecable y perfecto, mientras que la
realidad interna puede que esté muy enferma o deformada.
Sidarta quiere curarla y llenarla de vitalidad.
Si las angustias internas afligen a
ricos y pobres, sus raíces deben se más profundas
que la situación económica. . . ¿No
tendrá que ver con eso el pecado original del que habla el
cristianismo
?. En cualquier caso, la 1a. Noble verdad asegura que por la
razón que sea, algo falla en la naturaleza
humana: está lisiada, sufre y pena.
2a. Noble verdad: LA CAUSA DEL DOLOR ES
LA AMBICIÓN.
Una ambición (tanha) que reviste
tres formas: ambición de placeres sensuales, de existencia
insaciable ( que quiere tener siempre más) y de
prosperidad material. Tres ambiciones que corresponden a tres
apetitos humanos básicos, relativos a los sentidos, las
emociones y
las posesiones. Si la mente no los controla, no podrá
haber paz en el corazón.
El ser humano es una víctima de
la ambición. Está como constitucionalmente
encadenado a ella. Decía Sidarta: Oh monjes, no veo
ninguna otra cadena que haga a los hombres andar errantes y
turbados tanto como esta cadena de la ambición. Así
es, monjes, los seres humanos van sin rumbo por la rueda de su
existencia emocional atados a esta cadena de la
ambición.
Para entender mejor este diagnóstico de Sidarta, conviene tener en
cuenta la filosofía india de su tiempo sobre
el
conocimiento humano: el ser humano se compone de dos
realidades: por un lado, su forma corporal o sentidos, por otro,
el cómo se comporten los sentidos, es
decir, de cómo sienta, perciba, reaccione emocionalmente y
tome conciencia.
Es una concepción del hombre muy
pragmática. Define al hombre a través de las
experiencias personales. También Descartes lo
definió a partir de la experiencia del razonar ( Pienso,
luego existo). Pero Sidarta es aún más concreto (
Diría: Ambiciono, amo, odio. . . , luego
existo).
Pero Sidarta no se contentó con
enseñar que la ambición es la causa del
sufrimiento. Quiso además explicar más ese proceso,
indicando sus mecanismos psicológicos. En la raíz
de la ambición del hombre, Sidarta descubre una
ignorancia. Ese es el primer eslabón de una cadena de
causas que llevan al sufrimiento. La humanidad anda ignorante de
lo efímeras que son las cosas, y también ignora el
proceso mental
humano. El hombre no
se conoce bien a sí mismo. Más aún,
está ciego al hecho de su alienación; no ve que no
es él mismo, no ve que vive alienado. Por eso es
comprensible que no se ponga a controlar sus sentidos y que se
deje llevar por sus pasiones y ambiciones. ( Esa doctrina del "no
ser uno mismo" es de lo más original del Budismo. . .) Por
ignorar la verdadera naturaleza de su
personalidad,
se dejan llevar los humanos por las emociones y
ambiciones, en busca de la gratificación de los sentidos,
cayendo así en interminables angustias y desesperaciones.
. .
Si en la raíz del sufrimiento
está la ignorancia, parece abrirse alguna esperanza de
liberación. Una liberación que no requerirá
penitencias o ritos sino que se realizará a base de una
vida iluminada, adulta, que no se deja arrastrar por ilusiones
engañosas. Una visión iluminada de la vida: esa
será la medicina
necesaria.
Pero aún hay otro punto que es
necesario entender para comprender bien la segunda noble verdad:
es la doctrina sobre el karma y el Samsara, y nos
muestra las
consecuencias morales y mentales de una vida que se deja llevar
por la ambición. Es una doctrina muy actual y popular
entre los budistas de ayer y de hoy, y era tradicional en la
India antes de Sidarta.
Expliquemos primero los
términos:
KARMA:
Su sentido original es
acción, pero se emplea en sentido religioso y
entonces connota algo moral, es
decir, una acción meritoria o punible ( La
instrucción religiosa budista enumera diez acciones
malas: matar, robar, fornicar, mentir, calumniar, hablar
ásperamente, murmurar, ser perezoso, odiar,
engañarse).
Pero karma, en la
tradición religiosa India, significa también
ley, es decir, la ley universal e
inamovible que premia las acciones
buenas y castiga las malas. Con todo, según el budismo,
esta ley de la
retribución se aplica sólo a un sector de los seres
humanos: a los que todavía no han alcanzado la
liberación; dicho de otra manera, a los que todavía
están sujetos a la rueda esclavizante del samsara,
aunque practiquen también algunas obras buenas. Para los
liberados (los que han llegado a alcanzar el nirvana o
iluminación) no hay ley del karma: ya
no se mueven por miedo a castigos ni por deseo de premios. Les
basta con la paz mental resultante de su buena
conducta.
SAMSARA:
Literalmente significa
fluctuación, movimiento sin
rumbo, como el de un corcho sobre las olas del mar. No se mueve
uno a sí mismo. Se deja llevar por las emociones y
sentidos.
Es un proceso de
interminables "renacimientos", bien sea en diferentes vidas o
existencias ( así lo entendían y entienden
muchísimos asiáticos), bien sea en un sentido
moral: las
transformaciones mentales que pueden acontecer dentro de la vida
de una persona y que le
pueden llevar a la liberación a través de sucesivas
purificaciones mentales ( ese es el objetivo de la
filosofía india y ese es el único sentido del
samsara que cabe en la auténtica doctrina popular budista,
de Sidarta, aunque la religiosidad popular budista cree
firmemente en las "reencarnaciones" físicas, en
preexistencias y futuras existencias:
metempsicosis).
Incluso en las escrituras budistas hay
referencias a la reencarnación. ¿ Son
añadiduras posteriores ?. Es posible. De todos modos, si
tanta gente -también budista- cree en la
reencarnación, la razón está sobre todo en
lo tradicional, común, comprensible y compleja que es esta
noción en la historia religiosa
india:
Aquel cuya conducta sea buena
alcanzará enseguida un buen renacimiento:
renacerá como brahmín (miembro de la casta
sacerdotal) o como ksatriya (de la casta guerrera) o como vaishya
(mercader). Pero quien se haya portado mal renacerá
enseguida como un perro, una rana o un chandala (trabajador
paria).
Y según el budismo popular un ser
imperfecto puede, tras su muerte, reencarnarse en alguno de estos
mundos: el mundo inferior, el reino animal, la esfera de los
espíritus o demonios, el mundo de los seres humanos y el
mundo de los dioses.
( La idea de reencarnación o
renacimiento
responde a cuestiones profundas que se han hecho siempre los
hombres: ¿ Porqué sufren las personas, y unas
más que otras ? ¿ Porqué en la vida hay que
hacer el bien y rechazar el mal ? ¿Debe el hombre
buscar la perfección e intentar ser plenamente hombre ?.
No hay que desdeñar, pues, ligeramente la creencia en las
reencarnaciones. Sidarta respondió a esas preguntas desde
otro ángulo y sus respuestas fueron muy distintas, sin
apelar a otras vidas. Pero, respetuoso con la gente y buen
pedagogo, no se puso a arremeter contra la idea de la
reencarnación y hasta la utilizó a veces cuando la
gente no podía comprender otra cosa. Para el budismo
auténtico los renacimientos se dan sólo en esta
vida. Y hasta reinterpreta las creencias populares: renacer uno
cerdo o burro. . . nos puede pasar todos los días, cuando
somos estúpidos o tercos. . . )
Tercera noble verdad: EL NIRVANA O
LIBERACIÓN DE TODA ANGUSTIA
Si el Budismo habla mucho de
sufrimientos, no es por pesimismo. Sólo es con vistas a
una liberación. La 3a. Noble Verdad explica en qué
consiste esa liberación y dónde encontrarla: donde
desaparece la ambición.
En el enunciado de esta tercera Noble
Verdad aparece la palabra nirvana, tan tradicional y popular en
el Budismo. Sidarta también la empleaba, pero empleaba
aún más otros sinónimos tales como
"extinción de la ambición", "paz",
etc.
En el Budismo popular "nirvana"
significa a menudo un lugar después de la muerte. Pero,
para Sidarta, significaba un estado mental
de la existencia en esta vida ( algo así como hablamos los
cristianos del Reino de Dios).
Vida propia del Nirvana: – Personalidad
liberada; no encadenada ya a los objetos de los sentidos y
regida por la ley del
dharma.
Vida dentro del samsara: – Encadenada a
los objetos de los sentidos;
dando vueltas alrededor de esos objetos. Sujeta a la ley del
karma.
Etimológicamente "nirvana"
significa enfriamiento. Y es que el Budismo mira a los
seres humanos como ardiendo en impulsos, emociones,
pasiones, ambiciones de todos sus sentidos, atrapados en la rueda
del samsara. Por eso el calmarse, apagarse y enfriarse ( nirvana)
es considerado como serenidad y felicidad.
Así la vida humana dentro del
samsara y la vida propia del nirvana son como dos estados
contrapuestos de vida ( algo así queremos decir los
cristianos cuando hablamos de la "vida según la carne y la
vida según el espíritu").
El paso del samsara al nirvana no se
hace en un momento, por una intuición momentánea
del fracaso de una vida pasada, egoísta y ambiciosa. Esta
conciencia
intuitiva de la realidad es sólo como la puerta de escape
para salir del terreno del samsara. Pero no es aún la
consecuencia del nirvana. Para llegar al perfecto nirvana hay que
recorrer cinco estadios.
1o. Salida del samsara por la puerta
escapatoria del conocimiento.
2o. Entrada en la corriente de la
purificación. Ya se rompió (al salir del samsara)
la cadena más dura (el estado de
ambición de los sentidos), pero quedan muchos viejos
hábitos de apegos e ilusiones que te atan con cuerdas y
sogas. (Sidarta enumera diez de esas cuerdas: orgullo,
vacilación, confianza en los poderes supersticiosos de los
ritos, deseo de satisfacciones sensitivas, odios y fobias, deseo
de bienes
materiales,
deseo de poder y
prestigio, autoengaño, desasosiego,
ignorancia).
Quienes entraron ya en la corriente,
rompieron las tres primeras cuerdas. Su conducta moral es
intachable; no matan, ni roban, ni adulteran, ni mienten, ni se
intoxican. Pero les falta aún claridad y firmeza en su
determinación. Y es posible que recaigan por algún
tiempo ("hasta
siete veces") en el samsara, el mundo del pecado y del
sufrimiento.
3o. Conforme van intuyendo mejor las
realidades de la vida, logran debilitar (aunque no romper del
todo) dos cuerdas más. Esta etapa es la de los que vuelven
atrás una vez (sakadagamis), porque es difícil que
vuelvan ya al nivel de vida del samsara. En cualquier caso, no
más de una vez.
4o. Son los que no vuelven atrás
(anagamis): rompen definitivamente las dos cuerdas ya debilitadas
y se aplican a romper las cinco que les quedan aún para
entrar en la playa del nirvana y alcanzar la
perfección.
5o. Ser humano perfecto (arahat),
plenamente maduro y liberado.
¿ Se puede hablar por lo tanto de
vida después de la muerte ?. Es claro que Sidarta, cuando
habla de samsara y nirvana, está pensando simplemente en
un proceso de
maduración del ser humano. No habla de otra vida. Pero la
pregunta está siempre ahí. . . Sidarta
explicó el nirvana en términos negativos:
enfriamiento, vida sin ambición. . . Pero eso no significa
que la realidad expresada no pueda ser positiva. Además,
el silencio de Sidarta sobre otra posible vida pudo ser
intencionado, por que en su doctrina, la autoconfianza
fácil y seguridad en uno
mismo son perjudiciales para aplicarse a conseguir la
liberación. Y una persona liberada debe ser tan
desinteresada, indiferente y desprendida que ni se preocupe si su
vida va a ser larga o corta, o si va a seguir viviendo
después de la muerte. Una preocupación por otra
vida le distraería a uno en su esfuerzo de
maduración aquí.
Y después de todo, si hay otra
vida, el mejor camino para llegar a ella ¿ no será
ese esfuerzo de maduración ? Sólo una fruta que
haya madurado ofrece garantías de sobrevivir. Sólo
la semilla de una fruta madura puede germinar y
renacer.
Algunas características de quien ha alcanzado el
Nirvana: El nirvana entraña una vida renovada,
revitalizada, un nuevo dinamismo. Las personas que lo alcanzan
están llenas de ánimo, determinación y
fuerza
interior. Esta vitalidad les viene de su conexión con la
"fuerza de la
verdad y del bien" (dharma). Esa fuerza protege y sostiene como
milagrosamente a esas personas y suscita en ellas unas
energías como sobrenaturales. Sidarta invitaba a confiar
en las buenas obras y en el poder
benéfico que anima al universo ( la ley
del dharma).
Gracias a esa fuerza, los que alcanzan
el nirvana pueden ser valientes y animosos frente a cualquier
adversidad. Su vida está llena de gozo y paz
interior.
Cuando se describen las virtudes de un
"santo" budista suelen resaltarse estas cuatro: bondad,
amabilidad, compasión con el que sufre, y entereza de
ánimo (ecuanimidad) ante fortunas y
desgracias.
Por lo demás, el nirvana no acaba
de enterarse si no se experimenta. Es el paso del infantilismo
mental a la madurez, es una vida cualitativamente distinta. Es la
realidad frente a la ignorancia anterior.
EL SENDERO ÓCTUPLE: Según
explicación del mismo Sidarta.
El noble Sendero Óctuple, oh
monjes, expondré y analizaré para vosotros.
Prestadle atención, reflexionad sobre él, yo
hablaré. -Perfectamente, Señor, respondieron los
monjes al Señor.
Dijo el Señor: ¿
Qué es, oh monjes, el Noble Sendero Óctuple ?. Es
concretamente recta visión, recta intención, recta
habla, recta acción, rectos medios de
vida, recto esfuerzo, recta memoria, recta
meditación.
¿ Y qué es la recta
visión, oh monjes ? Es el
conocimiento del dolor, el conocimiento de la causa del
dolor, y el conocimiento de la cesación del dolor y el
conocimiento del camino que lleva a la cesación del dolor.
A esto, monjes, se llama recta
visión.
¿ Y qué es la recta
intención ?. La intención de renunciar, la
intención de no herir, la intención de no
dañar. A esto, monjes, se llama recta
intención.
¿ Y qué es la recta
habla ?. Abstenerse de la falsedad, de palabras maliciosas, de
palabras duras, de palabras frívolas. A esto, monjes, se
llama recta habla.
¿ Y qué es la recta
acción ? Abstenerse de quitar la vida, de apropiarse lo
ajeno, del trato carnal. A esto, monjes, se llama recta
acción.
¿ Y qué son rectos
medios de vida
? Aquí un noble discípulo, abandonando un falso
modo de ganarse la vida, obtiene su sustento mediante los rectos
medios de
vida. A esto, monjes, se llama rectos medios de
vida.
¿ Y qué es el recto
esfuerzo ? Aquí un monje, al no producirse pensamientos
malos y ruines que aún no han surgido, ejercita la
voluntad, intensifica el esfuerzo, empieza a ejercitarse, aplica
y ejercita su mente. Al rechazar los malos y ruines pensamientos
que han surgido, ejercita su voluntad, intensifica el esfuerzo,
empieza a ejercitarse, aplica y ejercita su mente. Al producir
buenos pensamientos que aún no han surgido, ejercita su
voluntad, intensifica el esfuerzo, empieza a ejercitarse, aplica
y ejercita la muerte. Al fijar, liberar de confusión,
incrementar, aumentar, desarrollar y perfeccionar los buenos
pensamientos que ya han surgido, ejercita su voluntad,
intensifica el esfuerzo, empieza a ejercitarse, aplica y ejercita
su mente. A esto, monjes, se llama recto
esfuerzo.
¿ Y qué es la recta
memoria ?
Aquí: 1) sobre el cuerpo, un monje permanece contemplando
el cuerpo, ardiente, atento, consciente, disipando su anhelo y
desaliento con respecto al mundo; 2) sobre los sentimientos,
permanece contemplando los sentimientos, ardiente, atento,
consciente, disipando su anhelo y desaliento con respecto al
mundo; 3) sobre la mente, permanece contemplando la mente,
ardiente, atento, consciente, disipando su anhelo y desaliento
con respecto al mundo; 4) sobre los pensamientos, permanece
contemplando sus pensamientos, ardiente, atento, consciente,
disipando su anhelo y desaliento con respecto al mundo. A esto,
monjes, se llama recta memoria.
¿ Y qué es la recta
meditación ? Aquí 1) un monje libre de pasiones y
malos pensamientos alcanza el primer trance del gobierno y el
placer, que va acompañado de razonamiento e investigación, y que surge del retiro, y en
él permanece. 2) al cesar el razonamiento y la investigación, en un estado de
serenidad interior, con su mente fija en un sólo punto,
alcanza el segundo trance del gozo y el placer, que surge de la
concentración, y que está libre del razonamiento y
la investigación, y en él permanece. 3)
Con ecuanimidad e indiferencia con respecto al gozo, permanecer
atento y dueño de sí, y en su cuerpo experimenta el
placer que los nobles llaman "morada con ecuanimidad, atenta y
feliz", y alcanza el tercer trance y en él permanece. 4)
Desechando el placer y el dolor, e incluso antes de que
desaparezcan el júbilo y la depresión,
alcanza el cuarto trance, en que no hay ni placer ni dolor, y que
lleva consigo la pureza de la memoria y
dela ecuanimidad, y en él permanece. A esto, oh monjes, se
llama recta meditación.
La cuarta noble verdad: EL ÓCTUPLE
SENDERO QUE CONDUCE A LA LIBERACIÓN.
Es la más decisiva de las cuatro
verdades sagradas. Las tres primeras, al mostrar lo asequible y
apetecible que es la liberación, sirven para incitar a
seguir este sendero, sin desanimarse por lo extraño y
simple (sin oraciones ni ritos…) que pueda
parecer.
Una formulación sencilla de este
óctuple sendero sería esta:
1.- Recta visión de la realidad:
entender correctamente la vida como algo efímero, infeliz
y "alienado".
2.- Recta aspiración: alimentar
pensamientos de total desprendimiento y buena
voluntad.
3.- Recta habla: hablar con
corrección, sin ceder a chismes, palabras ásperas,
murmuraciones ni mentiras.
4.- Recta conducta: portarse
correctamente, absteniéndose de robar, matar y actuar
deshonestamente.
5.- Rectos medios de vida: Ganarse la
vida sin perjudicar a otros.
6.- Recto esfuerzo: esforzarse
continuamente en conservar la mente libre de malos pensamientos,
llenándola por el contrario de intenciones de
desprendimiento y benevolencia.
7.- Recta memoria: actuar con
atención, pensando en lo que uno está haciendo en
cada momento, consciente de lo pasajera que es la
vida.
8.- Recta meditación: entrenar a
la mente para la serenidad y la iluminación mediante
períodos de meditación o
concentración.
Algunas de estas sendas o pasos (sobre
todo la 1a. Y las dos últimas) resultan más
difíciles de entender para un occidental, por ello las
explicaremos un poco más.
1er. Paso: Recta visión de la
realidad (recto conocimiento, recta
creencia).
Si Sidarta ambicionaba algo, era ayudar
a las personas a llevar una vida más acorde con la nobleza
de su condición humana. Quería que todos
percibieran con claridad el estilo de vida que deberían
llevar. Y para eso, desenmascaró con tres adjetivos
famosos el tipo de vida que muchísima gente consideraba
como envidiable (la vida de satisfacción de los sentidos,
etc.) Sidarta a esa vida la llamó efímera, infeliz
y alienada ( anicca, dukkha, anatta). Desafiaba así a todo
un sistema de
valores, tan
tradicional y universal.
La fórmula es sencilla pero juega
un papel decisivo
en la doctrina budista de la liberación. Importa, pues,
captar bien su significado. Y, por de pronto, nos
equivocaríamos si pensásemos que Sidarta intenta
ahí analizar la vida física de los seres
humanos. Lo que analiza es el estilo de vida que lleva y anhela
muchísima gente.
Así, cuando dice que la vida es
efímera, pasajera, no permanente, no se refiere al hecho
evidente de que todos mueren, sino a lo efímero que son
los placeres con los que tantas personas tratan de llenar sus
vidas. No acaban de satisfacerles, pero, atrapados por esa sed,
ni se imaginan que puede haber otro estilo de vida
incomparablemente más plena y humana.
Tampoco es difícil de entender el
segundo adjetivo: infeliz. Una vida a merced de sentidos y
pasiones, por muy dichosa que aparezca, en realidad es una vida
infeliz. Es claro que la satisfacción de los deseos
produce un cierto placer. Pero, para Sidarta, ese es un placer
tan superficial, inferior y frustrante que, en comparación
con el auténtico gozo de una vida liberada, bien merece
llamarse infelicidad.
El tercer adjetivo, alienada ( no de uno
mismo), es más difícil de definir y explicar. Entre
los budistas hay diversas interpretaciones. El adjetivo anatta
(como también anicca) es un término negativo: no –
atta (¿ no de uno mismo?). Pero atta puede significar dos
cosas bastante diferentes: Uno mismo ( el propio yo) y
también individualidad o alma (un concepto
abstracto y complejo en la filosofía
india).
De ahí que "anatta" se haya
traducido a veces (como en la escuela llamada
"Theravada") como sin alma, sosteniendo que los seres humanos no
tienen ningún principio vital inmortal que una sus partes
físicas (y así, el ser humano es diferente en cada
momento); mientras que, para otros, "anatta" significa "sin
individualidad, es decir, vacío, sin alma ni cuerpo: la
única gran realidad que habría en el fondo de un
ser humano sería su vacuidad.
Pero todo esto son interpretaciones de
escuelas. Y ciertamente el concepto griego
de "alma" no tiene nada que ver con lo que Sidarta quiso decir
con anatta. Sidarta no intentaba explicar al hombre
ontológicamente sino su naturaleza
emocional o apetitiva, víctima constante de ilusiones
engañosas (maya). Además, como aparece por los
otros dos adjetivos, con la palabra anatta quiere describir una
cierta forma de vida inferior, innoble, sin sentido, no la vida
en sí ni tampoco el estilo de vida propio del nirvana.
Prescinde de cuestiones metafísicas tales como si el hombre es
mortal o inmortal o si cada cual tiene o no tiene su
individualidad, es decir, su conciencia y
responsabilidad propias.
Lo que Sidarta quiso significar con
anatta aparece en su importante sermón "sobre las características del anatta". De los cuatro
párrafos de que consta, los dos primeros describen una
vida que es anatta, anicca y dukkha. Los dos últimos
enseñan cuál debe ser la actitud de un
discípulo budista hacia esa vida. Este sermón toma
como punto de partida la doctrina tradicional india de "los cinco
agregados" o componentes de un individuo ( cuerpo, sentimientos,
percepciones, emociones y
conciencia) para,
a cada componente, aplicarle los tres adjetivos: efímero,
no-de-uno-mismo, infeliz. Resulta claro que, para Sidarta, una
vida dominada por pasiones-emociones no puede llamarse vida de
una mismo, no es de uno mismo, "no está bajo mi control". Eso
significa anatta. No soy dueño de mi mismo. Soy prisionero
de mis emociones. No tengo autonomía ni gozo de responsabilidad propia. Estoy como alienado. Con
todo esto, Sidarta intenta que sus oyentes cambien de conducta,
dejen sus infantilismos y maduren hacia una vida humana digna,
liberada, libre de falsos valores, de
falsas ilusiones, de esa ciega adhesión de los humanos a
los cinco agregados. Este es el sermón sobre las características del
anatta:
1.- "El cuerpo , oh monjes, es anatta
(no es mío). Si fuese mío, no sería una
fuente de aflicción. Si fuese mío, podría
decir: que mi cuerpo sea así, que no sea así. Pero,
en la medida en que no es mío, es fuente de
aflicción y no puedo pedir que sea así o que no sea
así.
Los sentimientos, oh monjes, son
anatta (no míos). Si fuesen míos . . . ( y
así sobre las percepciones, emociones y conciencia).
2.- ¿ Qué os parece, oh
monjes ? ¿ Es este cuerpo permanente o impermanente ? y lo
que es impermanente ¿es feliz o infeliz
?.
Entonces ¿ está
justificado que de algo que no está bajo nuestro control y que es
efímero y fuente de aflicción digamos: esto es
mío, eso soy yo, ese es mi yo ?
( Lo mismo se repite con respecto a
los otros cuatro agregados).
3.- Así pues, oh monjes, todo
cuerpo (pasado, presente o futuro, personal o
externo, alto o bajo. . .) habrá de ser entendido
rectamente en su realidad: "no es mío", "ese no es mi yo"
. . .
4.- El discípulo aventajado
que va comprendiendo esto se distancia de su cuerpo, sus
sentimientos. . . Se va así emancipando hasta que nace en
él la iluminación: "Estoy liberado". Comprende que
se acabaron los renacimientos. Es la victoria de una vida pura.
Nunca volverá a caer en el triste estado anterior de la
vida".
Esta doctrina del anatta tiene
seguramente un alcance universal. Es común
engañarse con un falso "yo". "En lo hondo de su corazón,
cada cual se cree el centro del mundo" (Kierkegaard). Se advierte
en la envidia que nos nace ante el éxito del otro, en
cómo codiciamos todo lo que aparece placentero, en
cómo tratamos de aparentar más de lo que somos. Y
esa hipocresía nos inhabilita para descubrir la
auténtica personalidad y
madurez. Sidarta intenta mostrarnos cuál es y cuál
no es la auténtica personalidad y
dónde esta la verdadera madurez. No está donde las
emociones esclavizan a la razón ni donde los valores
más cotizados son los sentidos. . . A ese nivel, la vida
es efímera, infeliz, alienada. En cambio, la
vida auténtica es la religiosa, la que sigue este sendero.
Ser religioso es ser racional, maduro, adulto.
2o. Paso Recta aspiración
(recto pensamiento).
Se refiere a los pensamientos, anhelos,
aspiraciones, deseos internos. Sólo si se ha logrado una
correcta visión de la realidad (primer paso), es posible
seguir este sendero del pensamiento
correcto.
Sidarta concretó estas
aspiraciones en pensamientos de renuncia, de buena voluntad y de
compasión o no perjuicio a otros. Consciente de la fuerza
de las ideas, Sidarta animó a sus discípulos a que
alimentasen su mente con ideas de desprendimiento y desechasen
toda idea de violencia,
mala voluntad o placer egoísta. Renunciar al mundo
asentado en la ambición y sed de placeres, alimentar
pensamientos de amabilidad hacia los demás, fomentar la
compasión y ternura ante el sufrimiento ajeno. . . (La
compasión es como el corazón de la enseñanza
budista y la matriz de
todas las demás virtudes).
3er. Paso: Recta
habla.
Uno habla según piensa. Con este
3er. Paso Sidarta quiso denunciar cuatro tipos de lenguaje que
toda persona madura ha de saber evitar: lenguaje
falso, calumnias, palabras descorteses,
chismorreos.
4o. Paso: Recta
conducta.
Incluye el abstenerse de matar, a la vez
que reverencia todo lo que es vida, no sólo la vida humana
sino también la vida de los animales.
Pero también Sidarta se
debatió entre el sentimiento de respeto a la vida
y la necesidad de alimentarse los seres vivos. Buscó un
equilibrio y
prescribió a sus monjes que comieran carne
únicamente bajo dos condiciones: que no hubieran
participado en la matanza y que no fuese carne que se
había matado sólo para beneficio de los
monjes.
La recta conducta incluye también
el abstenerse de robar, y también el abstenerse de
acciones
deshonestas. Para Sidarta (que no predicó su doctrina
sólo para monjes sino también para la gente
corriente) es claro que no todos los goces sensuales son
abusivos. Pero recomendó ardientemente el esforzarse para
alcanzar una recta armonía en la vida sexual de la
persona, consciente del difícil control que ello
exige. La castidad, tanto marital como celibataria, es para
Sidarta, ante todo, una cuestión de actitud mental. Nadie
puede ser casto en sus acciones si no lo es en su mente. Y una
castidad perfecta viene a significar una benevolencia
universal.
5o. Paso: Rectos medios de
vida.
Se refiere a la manera de ganarse
la vida (empleo o
profesión) para uno mismo y para la familia. Y
es que el Budismo que predicó Sidarta no es sólo
una forma de monasticismo o de meditación, aunque las
Escrituras budistas (sobre todo las de la tradición
"Therevada", escritas por monjes y para monjes) apenas recogen
sermones de Sidarta dirigidos a laicos. Sidarta mismo fue monje.
Pero este quinto paso es una muestra de que su
doctrina la dirigía a todos y que todos podían
aspirar a la liberación del nirvana.
Con el correr del tiempo, algunas
corrientes budistas como la tradición "Therevada"-
llegaron a sostener que esa liberación era posible
sólo en la vida monástica, y minimizaron el
significado de este quinto paso, ya que los monjes budistas (
llamados bhikkhus = mendicantes) viven de limosnas y no de un
oficio.
La insistencia de Sidarta en un trabajo
diario como camino de liberación es un correctivo para
quienes cifraban la religión en ritos, templos y cultos.
Para Sidarta la liberación se juega en el correcto
desempeño de los deberes de cada día. Cada cual ha
de ganarse la vida. Y si eso lo hace bien, ahí
encontrará liberación. El trabajo
entraña una fuerza humanizadora.
En la sociedad de su
tiempo, compuesta sobre todo de agricultores, pastores y
comerciantes, Sidarta señaló tres oficios
desaconsejables para quienes aspiran a la liberación; el
comercio de
armas, la
matanza de seres humanos y de animales y la
producción de bebidas intoxicantes y
venenosas. Los tres entrañan un perjuicio a la humanidad,
Sidarta legitima el ganarse la vida sólo en el servicio a los
demás. "Ganancia sin perjuicio", será un lema
budista. No hay que ser mosquitos que chupan la sangre de otro
causando heridas y dolor, sino abejas que, a cambio de
ayudar a las flores en su proceso de
generación y eventual fructificación, reciben de
ellas miel. Quien cumple el 5o. Paso disfruta como la abeja, de
un doble gozo. El de servir a la humanidad y el de ganarse la
vida sirviendo.
6o. Paso: Recto
esfuerzo.
Es como un consejo insistente:
esfuérzate sin descanso para conseguir el ideal, para
llegar a ser una persona madura, iluminada, plenamente humana. Y
para eso, esfuérzate por alimentar siempre una actitud
mental llena de desinterés y de
benevolencia.
Si Sidarta insiste en el esfuerzo, es
porque sabe lo difícil que es para los humanos el
controlar las aspiraciones de sus sentidos, de sus ambiciones y
pasiones. Alimentar buenos pensamientos es, para Sidarta, como un
arte que hay
que ejercitar metódicamente, paso a paso: no dejar que
entren malos pensamientos; rechazarlos enseguida si han entrado;
dar cabida, retener y desarrollar pensamientos buenos. . .; si un
objeto te tienta, reemplázalo por otro que te ayude; si te
sigue tentando, piensa en las consecuencias dañinas que se
seguirían; si, a pesar de todo, la tentación sigue,
cambia de lugar.
Varios sermones de Sidarta están
llenos de sabios consejos prácticos destinados a la
formación del carácter. Y para él, personas
de carácter son las que alimentan en su mente pensamientos
buenos, es decir, pensamientos de desprendimiento y de
benevolencia.
7o. Paso: Recta
memoria.
Así suele traducirse este
sétimo paso, pero sería más acorde con la
intención de Sidarta el traducirlo por "recta
atención" a la realidad del momento. Es algo que Sidarta
(junto con el primer paso) lo subrayaba con particular interés.
Ese será también el objetivo que
se busca en el octavo, último paso: la meditación
será como el barco y la atención a la realidad
será como el puerto.
Para entender el significado de este
séptimo paso, nada mejor que el "sermón sobre
cómo despertar la atención" que Sidarta comenzaba
así: Este es, oh monjes, el único medio para
purificar nuestro ser, superar tristezas y lamentos, destruir
penas y resentimientos, alcanzar métodos
rectos y llegar al nirvana: es el camino de la atención .
. .
Sidarta explica esa atención
aplicándola a tres niveles:
1o. Atención a lo que uno
está haciendo: son pocas las personas capaces de una
atención adecuada. A menudo oímos con nuestras
orejas o leemos con los ojos, pero nuestra mente está en
otra parte. Las personas liberadas son diferentes. Para ellas, lo
que están haciendo en cada momento es de vital
importancia. Se concentran en ello con toda la fuerza de su mente
y corazón, sin preocuparse ni distraerse por ninguna otra
cosa.
Para desarrollar este estilo de
meditación, Sidarta recomendaba algunos ejercicios
prácticos y sencillos. Uno de ellos es el emplear un poco
de tiempo cada día en concentrar nuestra atención
en los diferentes movimientos del cuerpo o en las diversas
acciones que están ejercitando, repitiendo mentalmente lo
que hacemos. "Ahora estoy sentado", etc. Otro ejercicio
recomendado por Sidarta es el de la inspiración-
expiración con objeto de apaciguar nuestra
mente.
2o. Atención a las realidades de
la vida: se parece a lo que dijimos a propósito de la
"recta visión de la realidad" ( 1er. Paso). Se trata de
captar la realidad más allá de las apariencias
externas. Se trata de experimentar lo fugaz, penosa e ilusoria
que resulta la vida que gira en torno a los
sentidos. También para esto recomendó Sidarta un
ejercicio eficaz: es la "meditación del cementerio", es
decir, pensar periódicamente en nuestra muerte y en lo que
sucede al cuerpo tras la muerte: "Viendo un cadáver, uno
está contemplando su propio cuerpo y diciendo:
verdaderamente este cuerpo mío es una misma naturaleza, se
volverá igual y no lo podré
evitar".
3o. Atención a los impulsos
internos: que subyacen en nuestras acciones de cada día.
Sidarta la llama también "contemplación de la
mente", es decir, el arte de saber
escudriñar nuestro estado mental en el mismo momento en
que estamos diciendo o haciendo algo.
Las personas inmaduras no se controlan.
Se dejan mover como las marionetas por los impulsos emocionales y
hasta lo camuflan y legitiman con falsas razones. Quienes quieran
madurar han de escrutar su interior para detectar los motivos
reales que cuentan por debajo de sus acciones. Y deben
reconocerlos como son, buenos o malos. Sidarta lo decía
así: Y ¿cómo practica un monje la
contemplación de la mente ? Lo hace reconociendo a la
mente codiciosa como mente codiciosa: a la mente rencorosa como
mente rencorosa; a la mente sin rencor como mente sin rencor; a
la mente ilusa como mente ilusa; a la mente sin engaño
como mente sin engaño".
Este ejercicio de atención se
parece a nuestro "examen de conciencia", pero hay algunas
diferencias. En el Budismo ese examen de conciencia tiene lugar
en el mismo momento en que uno está actuando, no
después. Y lo que se pretende no es sólo dictaminar
la bondad o maldad de una acción sino también
analizar la estructura
interna de la mente en el momento de la acción. Este
análisis entraña un gran poder
curativo. Bajo su influencia las emociones dañinas se
disuelven como el hielo ante la luz del
sol.
Para una vida autocontrolada, esa triple
atención es de suma importancia. Sidarta lo subrayó
cuando en su lecho de muerte dijo a sus discípulos: " La
vida emocional es pasajera. Esforzaos con
atención".
8o. Paso: Recta
concentración.
Así suele traducirse, a falta de
otro término en castellano, la
palabra "samadhi, que también connota "recogimiento en uno
mismo", serenidad, armonía mental, paz mental . .
.
Las personas que así se recogen
no andan distraídas ni dispersas. No se turban por
detalles inútiles o sin importancia. Sus pensamientos se
concentran en los auténticos objetivos, sin
dejarse inquietar por las vicisitudes de la vida. Viven con
atención (7o. Paso) y, en consecuencia, permanecen en un
estado constante de paz interior.
La mejor manera de entender esta recta
concentración es fijarse en el método que
Sidarta recomendó para alcanzarla. Este método es
la meditación (bhavana). La meditación es el camino
que todas las religiones de la India
proponen para concentrarse, pero en el Budismo tiene algunas
peculiaridades.
La meditación es también
el aspecto del Budismo que más atrae a no pocos
occidentales no budistas hasta dar la impresión que el
budismo es una forma de meditación, siendo así que
no entra más que en uno de los ocho pasos del camino y
sólo en ese contexto se la puede apreciar
debidamente.
Por otra parte, aunque no deja de haber
diferencias, la meditación budista no es tan distinta de
la oración silenciosa, meditativa o contemplativa de los
cristianos o de otros hombres. Para todos es una profunda
experiencia religiosa. Cierto que la oración cristiana es
conversacional, en coloquio con un Dios personal,
mientras que la meditación budista es más reflexiva
sobre uno mismo, pero ambas tienden a ayudarnos a afrontar los
problemas de
cada día con realismo y
serenidad.
(Traducción libre y resumida de las obras de
Sidarta Gautama, en colaboración y apoyo de los textos de
Historia de las
Religiones de
Mircea Eliade.)