Presencia francesa en Africa durante el siglo XIX
Muchas razones determinaron el paso del imperialismo
marítimo-mercantil al imperialismo
colonial en la segunda mitad del siglo XIX. En África esto
se dio relativamente tarde, pero Argelia constituía una
excepción. En 1830, Francia
había ocupado el país, en soberanía del Imperio Otomano. La
experiencia colonial argelina fue muy amplia y diferente a la de
los demás países. Ciento treinta y dos años
fue Argelia colonia francesa, desde el 5 de julio de 1830.
Durante esos años la colonización francesa
había tenido modo de expresarse cumplidamente,
realizándose en la versión extrema de la
asimilación política y cultural,
tanto como para hacer necesariamente extremada la reacción
del pueblo colonizado, obligado a recurrir a la revolución
para encontrar su propia identidad.
El interés de
Francia por
Argelia se remonta a la época napoleónica. La
política
colonial francesa había sufrido un vuelco en las
últimas décadas del reinado de los Borbones a
raíz del engrandecimiento de la Corona Británica,
ya que en la guerra de los
siete años logró una victoria casi total.
También Napoleón había pensado en las
colonias en la época de las conquistas europeas, un
ejemplo de esto fue la aventura en Egipto.
Napoleón eligió Argelia para castigar al rey() por
su errónea jugada entre Francia e
Inglaterra. Los
planes para la conquista se llevaron a cabo recién en 1830
por Carlos X. Argelia representaba un lugar ideal y
estratégico para un imperio como Francia,
decidido a fundar colonias en África septentrional. Luego
de la restauración, Francia
reemprendió un programa de
expansión colonial, con una idea netamente
imperialista.
Argelia se encuentra en el centro del Mogreb, llamado
también "Isla del Occidente"(). En conjunto, se la llamaba
a Argelia, Trípoli y Túnez, Estados Berberiscos.
Argelia era el país más conocido en Europa, por sus
corsarios en el mar. Pero el refugio de los corsarios se
transformó en un centro de gran actividad comercial con
Francia y Europa;
así se formó una red de tráficos
legales e ilegales, que eran los más, amenazando el
comercio
marítimo de las otras potencias. Argelia no
disponía de una autoridad
política,
para competir con una potencia
técnica y militar superior.
El Mogreb pasó por lo que Gautier llamo "una
cascada ininterrumpida de dominaciones extranjeras"(), que
significaba un constante reemplazo donde los turcos reemplazaron
a los árabes y éstos a los bizantinos. Por el
año 1671, la autoridad del
bey, no se extendía más allá de la capital.
Sólo en el siglo XVIII, el gobierno del bey
alcanzó un nivel de relativa seguridad y a
fines de siglo, el bey consiguió el título de
bajá, que implicaba una semiindependencia. La
disminución de los ingresos de la
piratería y la concentración de los beneficios en
las casas de comercio
europeas debilitaron económicamente la regencia,
haciéndola deudora de grandes potencias. Fue por una
disputa financiera entre Argelia y Francia el pretexto, luego de
varias tensiones e incidentes, para que en 1830 desembarcaran en
tierras del bey de Argel las tropas francesas.
"Veinte días han sido suficientes para abatir a
un Estado cuya
existencia hacia tres siglos que exasperaba a Europa",
afirmó el General Bourmont, jefe de expedición
francesa. Políticamente hablando, Argelia no era un
Estado sino
parte del Imperio Otomano. Desde Constantinopla no llegaron
ayudas para Argelia, ni tampoco por parte del Gobierno de
Londres, defensor de los otomanos y enemigo principal de Francia.
El reino de Carlos X tenía finalmente en su colonia la
diversión esperada y la popularidad, que por cierto no le
sirvió para salvar el trono luego de revocar la Carta
Constitucional de 1814. La conquista militar de Argelia no fue
nada difícil. Las tropas de Bourmont desembarcaron el 14
de junio de 1830 en Sidi Ferruch, veinticinco kilómetros
al oeste de Argel. El 5 de julio el bey firmó una
capitulación y partió al exilio.
La capitulación de Hussein () no era la
rendición de Argelia. La colonización duró
así hasta la Primera Guerra
Mundial y la conquista militar, poco menos y a través
de numerosas etapas. Cornevin distingue cuatro etapas: "la de las
ocupación restringida, desde 1830 a 1841 (cuando Francia
tropezó, con el emir Abdel Kader, el jefe capaz de
movilizar en Argelia una fuerza de
dimensiones casi nacionales); la de 1841 a 1847, dominada por la
guerra contra
el mismo Abdel Kader; la comprendida entre 1847 a 1857, con la
conquista de Aurès, de los oasis meridionales y, el fin,
de la Cabilia, y de 1857 a 1871, con la represión de las
ultimas insurrencias locales."()
El criterio predominante en que se inspiró la
política
colonial francesa en Argelia fue el de la asimilación.
Argelia, incapaz de una unidad política y de la
independencia,
se convirtió en el teatro de una
dislocación integral, mediante una transposición de
todo un patrimonio de
leyes y de
costumbres, además de la imposición de un poder
extraño. En Argelia la asimilación adquirió
caracteres todavía más vinculantes, porque las
condiciones climáticas favorables hicieron de ella una
colonia de poblamiento.
La conquista de Argelia había sido prematura
respecto a la fase de desarrollo del
colonialismo, Francia no tenia entonces una política
colonial. Pero el gobierno
francés se adhirió rápidamente a la idea de
fundar en el norte de África una importante colonia. A
pesar de esto, la política francesa en Argelia fue
improvisada e indecisa y confiada a la iniciativa de cada uno de
los gobernadores. Los continuos cambios institucionales un
Francia sometieron a la administración a inevitables
contragolpes.
Llevada a término por Carlos X la constitución de las bases de la colonia, en
la veintena aproximadamente del reino de Luis Felipe depuesto en
1848, los administradores franceses estuvieron ocupados sobre
todo con la conquista. A falta de un sistema
centralizado, la conquista se dispersaba en múltiples
episodios, desangrando en guerras sin
fin a las fuerzas francesas, que encontraron en las regiones
más inaccesibles de la Cabilia las mayores resistencias,
y afligiendo al os argelinos con matanzas y destrucciones
indiscriminadas. Francia celebró la apareció de un
líder
como Abdel Kader, que tenía los poderes y las capacidades
para dar a Argelia una unidad. El choque final con Kader
debía ser, en efecto, la solución del problema de
la conquista. Aunque Abdel Kader se apropio del nacionalismo
argelino, Francia encontró en él un
aliado.
En 1832, Abdel Kader fue elegido sultán de las
tribus Hashem de Mascara, en el Oranesado, entrando en contacto
con la penetración francesa desde una posición de
reconocida potestad. Su prestigio aumentó notablemente con
el tratado que en 1834 estipuló con Francia para definir
las respectivas zonas de influencia. De 1834 a 1841, la
expansión francesa se vio condicionada así por la
necesidad de mantenerse fiel a los acuerdos con el mismo Abdel
Kader en la parte occidental del territorio, y con el bey Ahmed
en la región de Constantina. El punto culminante de su
poder fue
sancionado por el tratado de Tafna. El tratado reconocía
la soberanía del emir sobre las provincias de
Titteri y sobre casi toda la provincia del Oranesado,
excluía Oran, además de una porción limitada
de la de Argel, con una superficie total equivalente a toda la ex
regencia, excepción hecha de la zona de Constantina y
pequeñas circunscripciones alrededor de Argel y Oran,
donde ya se había instalado la
colonización.
Abdel Kader, hijo de familia noble,
asumió en los primeros tiempos del colonialismo la tarea
de la resistencia; supo
desvincularse de los perjuicios de su posición social,
ampliando las dimensiones y significado de la rebelión.
Abdel había adquirido mucho conocimiento
de las realizaciones mas recientes en Egipto, que
había emprendido un proyecto de
reformas sistemáticas en los entes políticos y
económicos; cuando regresó a su patria, Kader
tenía una sólida idea política. Su actividad
de condotiero, con las variantes vicisitudes de las operaciones
militares y la derrota de 1829 no es exhaustiva para su personalidad y
sobre el valor que su
lucha ha tenido para el nacionalismo
argelino. Un documento oficial de la Argelia independiente,
la Carta
aprobada en 1964 por el Congreso del Frente de liberación
Nacional de Argel, menciona a Abdel Kader entre las "fuerzas
auténticamente argelinas".
Su mérito principal el la abrogación de
ciertas instituciones
típicas del feudalismo
musulmán. Kader no unificó al estado porque
había una gran anarquía en las tribus internas que
no lo hacía posible.
Algunos historiadores de nuestros tiempos han iniciado a
revalorizar la obra de Kader, que estaba desvirtuada porque los
europeos que escribieron la historia lo contaron como si
Abdel hubiera hecho una guerra santa
regresiva en vez de una revolución
nacionalista. En realidad la guerra que
peleó Kader fue en defensa de las tierras y la religión, con un
sentido de nacionalismo
natural y unidad política. En 1847, cuando se
rindió, Ben Salem, uno de los jefes de la Calibia,
expresó sus sentimientos con respecto a esto. Y hasta el
mismo Bugeaud rindió homenaje a la noble causa.
Al caer Kader, su poder y la
pacificación fueron abatidas por la fuerza, pero
quedaban aun sin someter las tribus bereberes, que nunca
habían suspendido su agitación y eran hostiles a la
penetración francesa. La conquista de Cabilia se
inició en 1848, en los tiempos de la segunda
república. La batalla de Icheriden, en 1857 fue el
episodio decisivo para la suerte de la guerra y la
independencia
de la Cabilia, y 1857 se considera, en efecto, el año
determinante de la conquista, aunque en la pequeña Cabilia
los levantamientos antifranceses se prolongaron hasta 1864. Entre
1849 y 1854 cayeron Aurés y los oasis meridionales. Se
inició seguidamente a gran escala, sobre
todo después de 1890, el avance en las regiones del
Sahara, que adquirieron en 1903 estatutos de régimen
especial bajo el calificativo de "territorios del sur". Una serie
de revueltas menos espontaneas, seguidas de pesadas represalias,
retrasaron 14 años mas la estabilización del
poder
colonial, que utilizó en la represión sistemas tales,
como para desmentir cualquier intento de
"civilización".
La revuelta de Moqrani puede ser fácilmente
vinculada con el preludio del futuro movimiento
nacionalista, pues estaba alimentada por la frustración de
las masas campesinas privadas de sus mejores tierras. De este
modo se formó en Argelia una tradición de lucha en
el sector campesino que un siglo mas tarde conseguiría la
libertad de
Argelia.
La particular estructura del
Estado de
Argelia y la forma gradual que tuvo la conquista influyeron
directamente en las soluciones
constitucionales que elaboró Francia para la Colonia. El
general Clauzel, que sucedió al legitimista Bourmont en
1830 a la caída del último Borbón,
consiguió que Francia administrase directamente la faja
costera, controlando el resto del país a través de
los jefes musulmanes vinculados a Francia por tratados de
protectorado. Una síntesis entre los criterios de
asimilación y de la administración indirecta impuesta por la
autonomía de gran parte de Argelia en cumplimiento del
principio, entonces en rigor, de la "ocupación
restringida". A esta concepción respondían los
tratados con
Abdel Kader antes del choque decisivo. En 1845 la colonia vio
separada legalmente la dirección de las cuestiones militares del
la administración civil, y es entonces cuando
Argel queda dividida en tres provincias: Argel, Oran y
Constantina; en cada una de ellas se diferenciaban las zonas
civiles de las militares. Entre 1847 y 1848, la derrota del
glorioso emir y la instauración de la segunda
república en Francia aceleraron el curso de la conquista.
La caída de Abdel Kader facilitó mucho a Francia ya
que era la única amenaza que podía obstaculizar la
conquista de toda la colonia. La sucesión de un
régimen imbuido de fervientes sentimientos colonizadores,
en contraste con la agnóstica incertidumbre de Luis
Felipe, demasiado preocupado por los problemas
internos y con la benevolencia de Londres, alentó el
desarrollo de
la colonización en todos sus aspectos.()
La instauración de una voluntad colonial
declarada tuvo muchísimos efectos; por ejemplo y ante todo
intensificó la corriente migratoria hacia Argelia, pues el
pueblo francés de la segunda república veía
en las colonia un desahogo de la crisis social
de la metrópoli. Por algún capricho del destino
fueron los obreros parisienes que habían vencido a Luis
Felipe los que marcharon a Argelia para completar la obra del
general Bugeaud (). En menos de dos años llegaron a
Argelia al rededor de veinte mil franceses, dando comienzo al
sistemático despojo de las tierras fértiles, que
debía ser una de las notas dominantes de la
colonización de Argelia. Se inventó otro pretexto,
el de la "tierra
vacante". El sistema
administrativo se modificó a la luz de la nueva
situación, proclamando a Argelia en 1848 "territorio
francés" y dividiéndola en tres departamentos
encabezados cada uno por un prefecto; departamentos que enviaban
representantes propios a la Asamblea nacional en elecciones
reservadas, naturalmente, a los colonos. Por otro lado los
poderes del ministro de la guerra disminuyeron, se perfiló
la distinción entre zonas militares y civiles y se crearon
órganos ejecutivos y consultivos para favorecer la
integración. Pero la simulación
se quedó solamente en perspectiva, tanto, que de pronto
fue sometida a debate. El eje
de las contradicciones fue la imposición de la
política del "reino árabe" por parte de
Napoleón III, después de una visita personal a
Argelia.
Las directrices a las que se atuvo Napoleón III
en un primer tiempo pueden
sintetizarse en la fórmula "más capital y
menos colonos". Obvias razones de prestigio obligaban al
emperador a repudiar la política de repoblación de
una tierra lejana,
tanto mas cuanto que la potencia
financiera de los grandes complejos franceses empezaba a valorar
las primeras formas de imperialismo
bancario y comercial. Al principio se desarrollaron las premisas
de la asimilación, pero en 1860, suprimido el ministerio
de Argelia y rehecho el cargo de gobernador general, el sistema
administrativo se empezó a parecer al sistema de
administración indirecta de la escuela inglesa
con detrimento de los elementos típicamente franceses de
asimilación, mientras la jerarquía militar
recobraba la supremacía sobre la civil con el decreto
imperial del 7 de julio de 1864. El incremento natural de la
población europea residente, la afluencia
de franceses de compañías financieras e
industriales y la llegada de técnicos para la construcción de obras públicas
emprendidas por Francia, aumentaron considerablemente la población blanca en África y no
permitieron una reducción eficaz de los blancos. De forma
tal que al hundirse el segundo imperio los europeos de Argelia
habían subido a 245.000, con el agravante de destinar el
capital a los
colonos y de constituir en Argelia una minoría provista de
poder
económico tal, como para aspirar inevitablemente a escalar
puestos de mando.
Sin embargo, el mayor impulsor de la colonización
y centralización fue la tercera república, opina
Cataluccio "Fue la gran época de la colonización
francesa, tanto de la oficial como de la libre, de la proletaria
como de la capitalista"(). Como aconteció en todas las
posesiones coloniales, las divisiones verticales (en clases)
desaparecieron ante las horizontales (en razas), ubicando a los
blancos contra los árabes, mas allá del virtual
interés
común de los blancos pobres y de los campesinos
árabes, proletarizados por las expropiaciones forzosas,
contra los grandes colonos. La ley de
confiscación promulgada en 1871 para castigar a las tribus
cabilias protagonistas del levantamiento de Mohamed Moqrani y el
decreto de 1878 sobre la nueva practica del arrendamiento y de la
propiedad,
dieron lugar a otros colonos. El problema era que hacer con los
árabes. Algunos hablaron claramente de exterminio, otros,
mas prudentes, de mancha de aceite, para empujar a los argelinos
cada vez mas al sur. "Se desenvolvía así el drama
más degarrador de la colonización argelina, el de
la expulsión de las tribus de sus tierras ancestrales sin
provecho real para la población francesa ni para la
revalorización"().
De la misma manera procedería la
reanudación de la política de asimilación.
La administración de Francia en Argelia tuvo
siempre el propósito de meter al país conquistado
dentro de la matriz del
conquistador. Una serie de decretos sobre la integración de la colonia en la ley francesa como
prolongación de Francia en África se promulgaron en
1870, según la fórmula de las competencias
separadas: ejecución en Argel, decisión y control en
París. En 1881 el primer autentico gobernador civil,
Albert Grevy, perfeccionó la asimilación con los
decretos que pusieron a todos los sectores administrativos a las
directas dependencias de los respectivos directores franceses,
reduciendo al mismo gobernador al simple papel de
portavoz del Gobierno Central,
dotado de poderes casi exclusivamente nominales.
La política asimilacionista, de acuerdo con la
política colonial de Francia tropezaba en Argelia con los
intereses consolidados de los colonos. El mismo Jules
Cambón, gobernador de Argel decía que Argelia era
demasiado distinta para asimilarse a la cultura
francesa, pero también está demasiado
próxima a Francia como para estar totalmente
desvinculadas. En 1871 los colonos habían recobrado un
lugar en el Parlamento de París y desempeñaban una
indudable influencia sobre la gestión
administrativa de Argelia, a través de los grupos de
presión en Francia y de los órganos consultivos en
Argelia, pero sus aspiraciones no estaban satisfechas. Para
suplir la carencia de poderes, se habían constituido en
comités luego de la derrota de Sedán. Los colonos
querían gobernar Argelia por sí mismo, que en parte
era una creación suya y que estaba convirtiéndose
en su patria efectiva, no obstante las estrechas relaciones de su
dependencia con Francia. Siendo así, en 1900, el gobierno
francés aceptó llevar a cabo un principio de
descentralización a favor de los colonos
reformando el sistema de las
competencias
separadas y fundiendo en las llamadas Delegaciones Financieras
con las funciones de las
Asambleas Consultivas en el área de los impuestos. Para
los colonos Argelia era Francia. Por eso, si bien excluía
de cualquier derecho a los indígenas, no era incompatible,
sino que debía incluso fomentarla con una autonomía
cada vez mayor. En todo este proceso, la
opinión de los argelinos tenía que adaptarse a una
doble oposición entre el poder colonial francés y
la pretención de los colonos de ser destinatarios
virtuales de la política liberal del gobierno de
París.
El final de este período de acomodamiento
coincidente con la pacificación y con la afluencia de los
colonos, fue la ley del 19 de
diciembre de 1900, que otorgó a Argelia personalidad
jurídica, separando su presupuesto de
los de Francia. En éste contexto, las Delegaciones de
Hacienda instituidas en 1898 se transformaron en asambleas
deliberantes que defendieron los intereses de los europeos
residentes. Esta aparente descentralización es contraria a la idea
asimilatoria del colonialismo francés. Argelia no escapaba
como colonia a la cultura
francesa y a la política de Francia. La asimilación
se llevó a cabo a través de la mediación de
los colonos residentes en el país norteafricano, a favor
de los cuales debían entenderse todas las concesiones.
"Ningún pueblo como el argelino ha padecido con más
violencia, en
todas sus consecuencias, este proceso de
desposesión y alienación"().
Argelia arremetió contra todas las estructuras
capaces de unir a la sociedad
argelina. El velo había sido concebido como símbolo
del código de la mujer
argelina, sin embargo, el proceso de
asimilación-alienación en los años de
colonialismo se operó en dos sectores: el de la
común fe islámica, y el régimen de los
bienes
raíces como elemento esencial de la producción de la sociedad
árabe argelina.
La organización religiosa constituía un
punto vulnerable de la sociedad
argelina. A partir de 1830, Francia concede a la
administración colonial poderes de supervisión sobre la vida del Islam,
confiscando los bienes
inmuebles de las hermandades y legislando prácticamente
toda la actividad religiosa.
La sociedad
árabe – argelina se regía sobre la tierra,
sobre el trabajo en
el ámbito tribal , o sobre la simple vida en común.
El colonialismo actuó contra la indivisión
(destinada a defender la integridad del patrimonio
contra el excesivo fraccionamiento, las incursiones extranjeras y
la absorción de las pequeñas parcelas por los
grandes latifundios). Ninguna medida económica a favor de
los árabes ha podido compensar la crisis
provocada por la pérdida de las mejores tierras de cultivo
y por el continuo repliegue hacia las zonas semidesérticas
del Sur.() Marcel Egretaud, un historiador marxista, dice que las
mayores consecuencias fueron catastróficas para el pueblo
argelino, porque no se trataba de un cambio
revolucionario parangonable con la destrucción, por parte
de la burguesía, del orden feudal en Europa.
Para hacer frente a las exigencias de la corriente
inmigratoria, las primeras confiscaciones se adoptaron en
perjuicio de los dominios del rey; siguió la
transformación de los bienes de las
organizaciones
musulmanas, en bienes del
patrimonio
nacional. Con las ordenanzas de 1844 y 1846 se prescribir paso a
los bienes del
patrimonio
nacional de todas las tierras incultas y de aquellas de las que
los indígenas no pudieran presentar documentos de
propiedad
anteriores a la conquista francesa. Estas medidas se mostraron
insuficientes ante el plan de
repoblación a gran escala de la
Segunda República y se promulgó la ley del 16 de
junio de 1851, conocida como Carta de
propiedades rústicas de Argelia, que aseguró al
dominio
estatal una parte de las tierras triviales. La carta, con el
pretexto de proteger y garantizar la propiedad
indígena, proclamaba la inviolabilidad de los derechos de las propiedades
individuales o triviales, prohibía todo acto de
enajenación sobre las tierras de las tribus y aseguraba al
Estado una
especie de derecho de prelación y de compraventa sobre las
mismas. Otras leyes se
promulgaron en 1871 y 1878.
No es una casualidad que el centro de la resistencia
durante todos los años de la conquista fuese el mundo
rural. Ni la reacción se limitó a la simple defensa
de los bienes, porque de aquella defensa se desprendía
lógicamente un esfuerzo unitario con un preciso alcance
político. Esta destrucción sistemática,
determina una resistencia
dotada por primera vez de los caracteres de unidad nacional.
Sostenida por la espontánea revuelta del pueblo argelino,
instintivamente nacionalista y patriótico, toda esta fase
merece la clasificación de "revolucionaria".
El balance final de la colonización no deja dudas
sobre su significado para la sociedad
argelina. La nación argelina había desaparecido en
todos sus valores
(unidad económica, lengua,
religión,
cultura,
etc.), porque la resistencia
impidió el asentamiento del colonialismo sobre las bases
de la dominación indirecta como en Túnez o
Marruecos. La Argelia de la primera mitad del siglo XIX
presentaba menos indigencias, más ocasiones de progreso
con relación a la civilización de la época y
al movimiento de
los pueblos líderes, de las que mostró al final del
mismo siglo, cuando este país, despojado de millones de
hectáreas de tierra, de sus
bosques, de sus minas, de su libertad y de
sus instituciones,
perdió al mismo tiempo el apoyo
esencial y el motor de toda
evolución verdaderamente colectiva(). En
Argelia se realizó con cuarenta años de conquista
implacable, una expoliación colosal dirigida a todas las
fuentes de
riqueza, el sofocamiento de las libertades y de todas las formas
de cultura().
Todos los valores
tradicionales se fueron desmoronando inevitablemente. La unidad
política sólo se conservó
subordinándola a los fines de asimilación de la
madre patria. La economía colonial
asumió el puesto del equilibrio
económico preexistente. Resumiendo, los caracteres de la
dislocación provocada por la irrupción del
colonialismo y de la civilización europea, Pierre Bourdieu
evoca los efectos causados por la desproporcionada permuta de
sistemas
culturales, la demografía, las técnicas
económicas y de la incompatibilidad entre las dos
civilizaciones. Apresado entre la explotación
demográfica y el engranaje de la economía monetaria,
el hombre
argelino vio debilitarse su identidad y la
propia estabilidad psicológica y sociológica,
adquiriendo un espíritu reindivicativo sin precedentes al
tomar conciencia sobre
sus necesidades insatisfechas y sobre las desigualdades reveladas
por la sociedad europea.
Cualquier manifestación de la presencia francesa,
expresaba un continuo arraigo en el presente y el futuro
argelino, que había que interpretar siempre bajo el signo
de una opresión indefinida (). Gracias a la sociedad
rural, que reaccionó para eludir el empobrecimiento y su
desaparición, una razón de continuidad
sobrevivió a pesar de todo a cualquier violencia, y,
a través de un proceso
fatigoso y de difícil apropiación, formulando en
sus compuestos ideológicos por los evolucionados de las
ciudades, el objetivo de la
batalla del nacionalismo
argelino moderno, sería logrado.
CONCLUSI"N
La invasión de Argelia por parte de los Franceses
fue prolongada y en consecuencia sus efectos sociales,
políticos y económicos fueron intensos. En primer
lugar, se produjo una mezcla étnica muy significativa que
trajo una separación social ajena al esquema europeo; y
una gran afluencia de blancos franceses que constituyeron una
minoría provista de un poder económico importante.
Por otro lado los argelinos sufrieron el proceso de
asimilación, que implica la supresión de la
individualidad estatal y cultural del pueblo colonizado;
situación muy poco favorable para la evolución de un pueblo. Los franceses
rompieron con el esquema político y establecieron sus
propias instituciones
subordinadas a su gobierno. Si bien la administración de
las colonias era indirecta, el sistema de las competencias
separadas hacía a Argelia totalmente dependiente de la
voluntad del Gobierno general.
Otra cosa importante es que la potencia
conquistadora y las colonias eran demasiado diferentes pero a su
vez muy cercanas una de la otra, lo que dificultaba la
asimilación pero por otro lado aumentaba la
comunicación entre ellas haciendo mas fuerte el
vínculo y facilitando la centralización
política.
Autor:
Salvador Maria Stoppani