Ideología y literatura:
Michel Pecheux y John Beverley, nos dicen que las
"ideologías no están hechas de ideas sino de
prácticas", lo que plantean es que la literatura constituye una
práctica ideológica especifica, con algunas
sugerencias al final sobre las tareas de la crítica
literaria, particularmente en el contexto latinoamericano.
(1)
La función de la ideología, dice
Althusser, consiste en "interpelación del individuo en
sujeto", interpelación hecha a través de " la
representación de una relación imaginaria entre el
individuo y sus condiciones reales de existencia"(2). Es
interesante señalar que "relación imaginaria"
aquí no quiere decir "irreal"; involucra más bien
el concepto
lacaniano de lo imaginario como un orden o estado
psíquico previo al lenguaje y a
la formación de una clara identidad,
donde el individuo comienza a desarrollar un sentido de sí
mismo como sujeto.
El trabajo ideológico consiste en producir, a
articular, sujetos con identidades coherentes de género,
clase, etnia, nacionalidad, apropiadas a su lugar y dentro de un
orden social concreto.
Podemos decir que en toda sociedad,
el lenguaje es
el sistema
simbólico principal a través del cual los seres
humanos que la componen representan su relación con las
normas y los
proyectos de
la colectividad social. Esto nos lleva a afirmar que el terreno
de la interpretación ideológica es esencialmente,
aunque no exclusivamente, el discurso. La
literatura, como
una práctica discursiva especial es, entonces, en esas
sociedades
donde se ha desarrollado, una práctica ideológica
por excelencia. Francoise Perus, al respecto plantea:
"Sin duda, el desarrollo
material de la sociedad se
acompaña necesariamente de una creciente división y
especialización del trabajo material e intelectual, que
reediten las formas de aprehensión y representación
de la realidad, y las distintas esferas de aplicación del
saber. Pero la literatura, que no es
propiamente un saber, sino una práctica especifica en la
ideología, situada al nivel de lo vivido, sentido y
percibido, no participa de la misma manera que las distintas
disciplinas científicas de la creciente división
social del trabajo intelectual…"(3)
El concepto de
ideología y practica ideológica desarrollada por
Althusser que acabamos de bosquejar, permite conceptualizar de
diferente manera la relación entre arte e
ideología. Si la ideología es lo que constituye el
sujeto con relación a lo real, entonces el campo de la
ideología no se limita a cierta "visión del mundo"
o "programa
político" o forma de conciencia
"enajenada" como la religión, sino abarca
el conjunto de prácticas de significación social:
es decir, la cultura. Desde
el punto de vista de la ciencia,
cualquier ideología comprende una estructura de
equivocación análoga a la idea lacaniana de la
etapa-espejo en la formación de la psique. Sin embargo, un
sujeto individual o colectivo toma conciencia de
sí mismo como tal solamente a través de un continuo
proceso de
interpelación. En otras palabras, la ideología es
la condición de toda práctica social; y toda
práctica social es una práctica en una
ideología. (4)
En relación con esta noción de "verdad
para el sujeto" y la paralela problemática de la
ideología, Etienne Balibar y Pierre Nacherey han
desarrollado el concepto de un
"efecto de realidad" o "pseudo-real" en la representación
literaria. Según ellos, un texto
literario- una "ficción" en el sentido genérico que
confiere Borges a esta
palabra- lejos de reflejar lo real de la sociedad y la
historia (como la
epistemología mimética de Luckas,
por ejemplo), da más bien una sensación de lo real,
mediatizada por el deseo. El texto
literario en su materialidad articula un espacio social ficticio,
imaginario – o, como en el caso más explícito
de la utopía literaria, una sociedad
imaginaria – es capaz de producir en el lector sensaciones
de nostalgia, bienestar, asco, temor, peligro, odio, etc. (a
través de – entre otras muchas formas de
significación literaria – la identificación
del lector con el héroe, por ejemplo). La literatura es una forma de
experimentar lo real¸confirma o problematiza la
relación del sujeto con lo real.
Lo que Jean Franco ha escrito con respecto al Macondo de
Gabriel García Marquez – "ficción", como se
sabe, que funciona como una condensación simbólica
de la historia y la
sociedad
latinoamericana – quizá pueda ayudar a aclarar o por
lo menos concretizar el uso del concepto de un
imaginario social literario. Ella señala que en García
Márquez, tanto como en la novela del
boom en general, se duplica el concepto cultural
del autor.
Esto equivale a decir que la narrativa de García
Marquez no es la representación de la realidad
histórica y social de América
Latina (es o ha sido algo que sería el objeto de
estudio de las ciencias
sociales, por ejemplo), sino más bien la
representación de la realidad de esas identificaciones
imaginarias a través de las cuales se ha "percibido",
"vivido" y "sentido" esa realidad. Un texto como
Cien Años
de Soledad no sólo es una representación dentro
de la ideología – un imaginario social – que
presenta una manera de "percibir", "sentir" el pasado
histórico y el potencial de América
Latina en su etapa de liberación nacional.
En su momento histórico de origen, los textos que
componen el canon literario (tanto como el mismo canon como
institución cultural) tienen una pertenencia de clase y,
consciente o inconscientemente, cumplen la función de
asegurar las condiciones de dominación social. Parte de la
tarea de la sociocrítica ha sido demostrar precisamente
esa "determinación social de la forma literaria" negada
como posibilidad por el formalismo.
Pero, ¿ por qué? ¿Con qué
visión estratégica de la relación entre
literatura, crítica literaria y política de masas?
Volvamos al problema de la distinción entre arte e
ideología con la cual comenzamos. Si como sugerimos, esta
distinción carece de rigor, sin embargo, puede tener un
valor
coyuntural en ciertas circunstancias: precisamente, como
ideología.
Estamos conscientes de la validez de la observación de Walter Benjamin, acerca de
que todo documento de la civilización es también un
documento de la barbarie. La literatura es, al menos en la forma
en que se presenta como institución social ante nosotros,
un fenómeno determinado por la lucha ideológica
burguesa contra la cultura feudal
o precapitalista. Su generalización como forma cultural en
el mundo moderno depende, entre otras cosas, de su utilidad
ideológica como sucedáneo secular de las formas
discursivas de la religión o la
narración oral épico-mitica; la teología de
la imprenta y el advenimiento.
Aunque sea parte de la ideología de lo literario
concebir a la literatura como un modo de expresión
"universal", aquello que la literatura interpela no es él
"genero humano"
o la "nación" o el "pueblo", sino más bien al
"público lector": Es decir, en toda sociedad de clases,
las llamadas "clases educadas". Como se sabe, en muchos
países éstas son, a su vez, una fracción muy
pequeña de la población, dados los problemas de
analfabetismo
o alfabetización parcial, y aveces la falta de desarrollo o
institucionalización de la misma literatura nacional. Sin
embargo esto no quiere decir que carecen de importancia. Las
"clases educadas" presentan una gama de posiciones
socioculturales contradictorias que pueden ser movilizadas a
favor o en contra de un proyecto
político concreto. Para
Gramsci, uno de los terrenos de la constitución de lo nacional-popular como
forma de hegemonía es, precisamente, la
literatura.
Como se sabe en muchos países de América
Latina, para estudiantes, profesores, profesionales y
técnicos de todo tipo, así como para sectores de la
burguesía nacional, no existe siempre una identidad de
intereses con el estado
oligárquico dependiente, representado en su forma
más característica, aunque no única, por
la dictadura
militar, dado entre otras cosas la incapacidad de dicho
estado para
llevar adelante un proyecto de
desarrollo
nacional propiamente burgués. En este contexto, la
articulación diferencial de un interés
nacional-popular antioligárquico puede tomar la forma de
una creencia que el bloque de poder
dominante no permite, o es incapaz de adelantar, el desarrollo
pleno de la cultura
– tanto las formas elitescas(bellas artes, poesía,
literatura, educación
universitaria) como las populares(lenguas y culturas
indígenas o minoritarias, fiestas y otras tradiciones
populares).
La máxima eficacia política se consigue
precisamente con la caracterización de la misma
oligarquía como filistea. Lo "estético" en si, a
diferencia de su carácter generalmente afirmativo dentro
de una situación de normalidad burguesa, puede en este
caso agudizar un sentimiento de desacuerdo con el status quo
nacional, y servir como estímulo y contexto a la vez para
una concientización personal y
política.
De allí, la función de la poesía
o de la canción en el desarrollo del
compromiso revolucionario en varios movimientos latinoamericanos,
recientemente, por ejemplo, en el sandinismo y las organizaciones
populares salvadoreñas. Es el caso de poetas como Roque
Dalton, Ernesto Cardenal, no se trata simplemente de averiguar la
presencia de una "conciencia
social" en su poesía,
como si fuera otro elemento – positivo o negativo- de su
eficacia
estética. El problema, al contrario, es entender
cómo condiciona el éxito o fracaso estético
de su poesía
su eficacia política para
organizar y alentar el movimiento
revolucionario en sus países: cómo en otras
palabras, se comprometen en la producción de una "literatura de partido",
para acudir a un concepto de Lenin (con la salvedad de que tanto
el partido como la literatura van a ser distintos de aquellos
tradicionalmente asociados con el leninismo).
Insistir en la importancia en las prácticas
artísticas y críticas dentro de un proceso de
movilización política no quiere
decir que todas o cualquiera de ellas sean igualmente, la
literatura como ideas o institución ha tenido un valor
ideológico especial en América
Latina: v.g. la función del barroco
literario como signo de una autoridad
metropolitana en la Colonia (donde el dominio de la
escritura
misma era algo que distinguía al colonizador de las masas
indígenas colonizadas), pero también como un modo
de expresión para una naciente conciencia
criolla; el papel del
escritor liberal-romántico durante la guerra de
independencia
como una especie de "conductor de pueblos", capaz de "informar" a
través de su retórica los procesos de
liberación y formación nacional; el cultivo del
esteticismo y de la poesía
en particular por los intelectuales orgánicos de la
oligarquía terrateniente desplazada por el imperialismo a
fines del siglo XIX (fenómeno que ha estudiado Francoise
Perus en su libro
Literatura y sociedad en América
Latina: el modernismo); o
la idea del escritor genial con foco simbólico de la
voluntad nacional y por lo tanto posible candidato presidencial
(Sarmiento, Gallegos, Neruda, la siempre discutida y postergada
candidatura de García
Márquez en Colombia,
etc.).
En sociedades
donde, a causa de un desarrollo cultural y pedagógico
desigual, el analfabetismo
está muy extendido, la poesía y la retórica
política tienen la virtud de presentarse a la
transmisión oral. Al mismo tiempo, incluso
ante la población analfabeta o aquellos que tienen
un limitado acceso a la literatura culta, se le atribuye al
escritor y a la literatura un aura de autoridad y
carisma. Sergio Ramírez,
novelista y expresidente del gobierno
sandinista en Nicaragua, observa por ejemplo que la figura de
Dario ". siempre estuvo en el alma popular nicaragüense,
como un gran orgullo intuido e incomprendido, un genio de
hazañas ignoradas, que venía de lejos vencedor de
la muerte y
triunfaba sobre cualquier otro genio, como señor de los
ingenios, versificador infinito y fabricador de rimas imposibles,
porque la poesía como tal, y la inspiración, son
valores frente
a los que rinde su admiración sin límites este
pueblo". En un sentido más directamente político el
letrado como líder
revolucionario es parte de una larga e importante
tradición en América
Latina que va desde Tupac Amaru, el Padre Hidalgo, hasta Fidel
Castro. Su figura y/o su obra constituyen un significante
ideológico donde la "iletrada" voz del pueblo puede
convertirse o encontrarse a sí misma reflejada en un
discurso de
poder
equivalente a, y por lo tanto capaz de desplazar, la cultura
oficial de las clases dominantes.
La Narrativa colombo-mexicana y la
problemática político-social.
Se ha seleccionado para un trabajo de investigación el aspecto de la
sociocrítica en la narrativa colombo-mexicana de finales
del siglo XIX, concretamente la obra de Eugenio Díaz y la
del mexicano Manuel Payno, ambos escritores costumbristas. Ya
decíamos que el asedio hubiera podido ser desde el estudio
de la
organización política, o desde la economía, la evolución histórica del país
o el aspecto religioso. Es en la narrativa colombo-mexicana y en
casi toda la de América
Latina, donde se brinda un testimonio inmediato. Al respecto son
muy claros los planteamientos que hace Fernand Braudel, cuando
manifiesta que para tener un conocimiento
personal de
América, se tiene que leer su admirable
literatura, la cual es directa, ingenua y decididamente
comprometida: permite hacer miles de viajes con la
imaginación y su testimonio es de una claridad tal que
supera a todo lo que los reportajes, los estudios
sociológicos, geográficos e históricos
pueden ofrecernos. (5)
La narrativa europea ofrece también un valor
testimonial; pero la sociedad en que nace tiene el grado tal de
complejidad que no puede ser totalmente significativa de la
realidad social, Román López Tamés plantea
que en Colombia como en
toda Iberoamérica, Argentina
sería una excepción por razón de evolución histórica, clima y población la novela
denuncia su raíz en la épica, dimensión ya
diluida en el largo camino de la historia europea
"Podría decirse que las obras de Gallegos,
Rivera, Carpentier, Asturias o García
Márquez tienen una función social, perdida en
los países de larga tradición cultural, una
tendencia a ofrecer un mundo en su plenitud y señalar los
lineamientos de la colectividad que nace en balbuceos, ofrecer
modelos de
conducta o
rechazos, horizontes de valores
morales. Porque la narrativa colombiana insiste en temas que
se repiten obsesivamente como en relatos épicos y
traslucen una pretensión testimonial y didáctica"(6)
En Europa hay tal
pluralidad de status y roles, que hacen múltiples los
mundos de la novela, cada
vez más lejos de su fuente y necesidad de ser en la
épica. García Gual recuerda que Hegel consideraba
la novela como
la moderna epopeya burguesa en una sociedad prosaicamente
organizada. (7)
En Colombia,
México,
en América, tan multiétnica y
pluricultural existe, una necesidad común: "Perfilar su
fisonomía, crear el hombre
americano mestizo y ofrecer a los que detentan el monopolio de
la historia un
repertorio de logros culturales originales. (8) Podemos
anotar de esto que el continente recién nacido posee como
un aliento épico y que la narrativa es participe de
cosmogonías, leyendas y
fundaciones míticas. Lukacs lo plantea:
"¡Bienaventurados los tiempos que pueden leer en el cielo
estrellado el mapa de los caminos que le están abiertos y
que se ve seguir por la luz de las
estrellas! Para ellos todo es nuevo y no obstante
familiar"(9) Pero todo esto se vislumbra como imposible.
En Colombia,
México,
especial América
Latina, desean construir su propia vida no fijándose en
esquemas como el europeo, donde todo parece desencantado. He
aquí que el colombo-mexicano mire, abre bien sus ojos a su
entorno e inicia su propio camino.
Entre los factores de la lenta adquisición de
toma de conciencia
construcción de morada histórica, el
principal es el crecimiento demográfico en cruce racial
incesante. Quizás sea hoy Colombia y
México los
países que están más cerca de lo que
Vasconcelos llamaba la raza cósmica, triétnica,
distinta del indio, del negro y del blanco. Este hombre nuevo
tiene en su textura nerviosa, aún no sedimentada, tres
concepciones del mundo, que son a su vez interpretaciones
míticas. Es el abuelo blanco y el abuelo negro de
Guillén, el quechua que habla por la boca de Arguedas.
Observar este proceso es
como asistir, si privilegiadamente pudiéramos, al
nacimiento del mestizo romano-germano-árabe. Y el mestizo
americano se manifiesta con narraciones que tienen vigor y la
ingenuidad normativa de la epopeya, y con el lenguaje
directo, alegato, difícilmente llamada novela, de la
denuncia social. Rulfo y sus luvinas en busca afanosa de los
pasos perdidos de todas las mitologías hasta llegar al
embrión de lo americano. García
Márquez cree que ha llegado el momento de decir
muchas, pero es que antes los escritores no lo
hacían?
Analizar la relación existente entre las dos
realidades, que son la sociedad y la obra de ficción, es
el primer objetivo de
esta investigación. Viene un gran interrogante,
¿es la novela un mero
trasunto de la vida?. El lema de la sociología literaria es la naturaleza del
mundo logrado y coherente, y su vinculación con el
entorno, es uno de los más citados. El autor toma de la
vida, está condicionada por la lengua,
sistema que le
impone en última instancia una forma de concebir el
mundo.
Goldmann, dice: " Creo, en efecto, que tratar de
comprender la creación cultural al margen de la vida
global de la sociedad en que se desarrolla es una empresa tan
inútil como tratar de arrancar, no provisionalmente y por
necesidades de estudio, sino de una manera fundamental y
duradera, la palabra a la frase o la frase al discurso"(10)
Al pretender usar la narrativa como medio de conocimiento
de la realidad colombo-mexicana, no queremos descartar los
aportes que hace la sociología sobre ella. La narrativa tiene
un tiempo
determinado y nos brinda aspectos políticos, sociales,
históricos, entre otros, de toda una comunidad. Aunar
ambas dimensiones: La obra como logro formal y estético y
su vinculación con una realidad social es la
pretensión difícilmente alcanzada. Una sociología de la novela estudia el
origen social del escritor, sostenimiento económico,
trasfondo social de la obra, influencia en la
sociedad.
Escarpit estudia la relación con el
público, los procesos de
edición, distribución y consumo,
problemas que
parecen periféricos pero que aportan luz como
condicionantes de la labor del autor. Luego viene el gran
interrogante ¿Qué hace el novelista? López
Támes nos dice: " Elabora con la palabra un mundo cerrado,
narración que empieza y termina. Hay un paralelo entre lo
escrito y lo vivido, pero no es historia, por ejemplo, con
la pretensión de decir una época objetivamente,
deja de deslizarse la escala de
valores del
autor, como pone de manifiesto la sociología del conocimiento.
Por otra parte, el historiador, el sociólogo se sirve de
categorías: generaciones, estilos, tipos ideales, como en
Weber,
generalizaciones que suponen una inevitable simplificación
de la realidad empírica. Los tipos ideales de Weber no
están lejos de los personajes del novelista o las formas
de vida de Spranger"(11)
Goldman ya nos había hecho estos planteamientos.
Hay una especie de dialéctica fecunda entre la obra
imaginaria y las condiciones sociales y económicas de los
grupos
sociales. La novela
será un epifenómeno de un pensamiento
colectivo. Hay una homología entre estructura de
la obra y la de ciertos grupos
sociales a los que el autor pertenece. La relación
esencial entre la vida y la creación imaginaria no se
refiere a los contenidos, son a lo que se llama estructura
mentales, categorías que organizan a la vez la conciencia
empírica de un grupo social y
el universo
imaginario creado por el artista.
Hay una diferencia entre el autor colombo-mexicano y el
europeo, y es la distancia que media su vida y ámbito y el
tema de la obra. Balzac o Galdós escudriñan el
mundo que escriben. Cualquiera que sea el status del personaje,
hay una identificación y posibilidad de vivir cualquiera
de esas vidas. Entre el autor y el tema, en Colombia como en
México, la
distancia es grande.
Es un mundo lejano. Hay muchos mundos en un país
sudamericano, que no pueden ser abordados con la
caracterización europea de clases
sociales. En su definición hay algo más que el
criterio económico y la concientización.
Inevitablemente, el escritor, como dotado que está de
medios de
cultura y
expresión eficaz, pertenece o se asocia a la clase
rectora, propietaria de la tierra y de
los medios de
producción, así como a la
oligarquía política tradicional.
Entran así, en la narrativa colombo-mexicana, las
ansias de extender la justicia
social, quedándose a un lado la agonía, manifiesta
en las letras contemporáneas del mundo, por explicar y
situar al hombre– en
cuanto hombre:
naturaleza e
individuo – dentro de los límites del universo. De
forma que si se pregunta cuál es el espíritu
distintivo de nuestra novela
última, habría de pensarse inevitablemente en su
carácter sociológico con su acusada índole
de muestrario de miserias, problemas y
dolores sociales: carácter que aleja a la novela de la
consideración del destino individual humano y que recuerda
igualmente aquel "realismo
social" vigente en otras latitudes y cancelado hoy. Si de ahecho
no nos corresponde dilucidar el acierto o el desatino de la
literatura y el arte
"comprometidos", es decir, colocados al expreso y directo
servicio de
una ideología, debemos, en todo, registrar su
aparición y permanencia en la obra de ficción,
afirmando que tal urgencia, es causa, quizás de la
ineptitud subjetiva para incorporarla debidamente a la
creación artística, ha redundado las más
veces en gravoso arrastre de la significación
poética exigible a toda obra que ambicione
aparecérsenos con un poco de solicitud por su plaza y
dignidad en la historia de las letras.
Esperamos con esta investigación, mostrar como la
creación literaria a pesar de darse en espacios distintos
tiene una relación un hilo conductor que las hace
diferentes a las europeas. Son publicaciones de fin del siglo
XIX, se ubican en el costumbrismo de ambos países y son
publicaciones dadas por entregas y en periódicos
culturales, sociales y literarios propias de la época.
Nuestro fin último será demostrar que en las
novelas
analizadas la realidad será lo que reflejan estas
obras.
CITAS:
- BERVELEY, John. Ideología, deseo,
literatura. En : Revista de
crítica literaria latinoamericana. Año XIV No.
27, primer semestre de 1989; p.7 - ALTHUSSER, Louis. Ideología y aparatos
ideológicos del estado, en
notas para una investigación, 1971. En: Revista
Milenio, No. 4, 1989; p.4 - PERUS, Francoise. Historia y crítica
literaria. La Habana. Casa de las Américas, 1982;
p.25-26 - BERVELEY, Op. Cit. p. 11
- BRAUDEL, Fernando. Las civilizaciones actuales.
Madrid, Tecnos, 1966; p.371 - LOPEZ TAMES, Román. La narrativa actual en
Colombia y su contexto textual. Valladolid: Universidad
de Valladolid, Colección Castilla No. 3, 1975; p.
38 - GARCIA GUAL, Carlos. Los orígenes de la
novela. Madrid: Itsmo, 1972; p.24 - LOPEZ TAMES, Op. Cit. p.16
- LUKACS, George. Teoría de la novela. Buenos Aires:
Siglo XX, 1966; p.29 - GOLDMANN. Literatura y sociedad. Barcelona:
Martínez Roca, 1969; p. 208 - LOPEZ TAMES, Op. Cit. p. 21
Trabajo realizado por:
M.Sc. Nubia Amparo Ortiz
Guerrero
Licenciada en Literatura y Lengua
Española.
Especialista en Docencia de Problemas
Latinoamericanos.
Especialista en Docencia Universitaria.
Magister en Estudios sobre Problemas
Políticos Latinoamericanos.
Docente Universidad
Cooperativa de
Colombia-Seccional Popayán