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Modernismo y posmodernismo



    El Modernismo.

    Fue una corriente del pensamiento
    que se desarrolló en la Edad Media
    baja (siglos XVII y XVIII); inspirada y fundamentada en el
    pensamiento de
    Descartes
    (racionalismo),
    sacando de allí sus ideas básicas. La modernidad se
    caracterizó por la racionalización de la existencia
    tanto es así que llego a hablarce de la "La diosa
    razón"
    .

    Este pensamiento
    fue marcado por el surgimiento de grandes utopías
    sociales, políticas,
    económicas, culturales, tecnológicas, industriales,
    etc.

    Los ilustrados creyeron en la cercana victoria sobre la
    ignorancia y la servidumbre por medio de la ciencia;
    los capitalistas confiaban en alcanzar la felicidad gracias a la
    racionalización de las estructuras
    sociales y el incremento de la producción; los marxistas esperaban la
    emancipación del proletariado a través de la lucha
    de clases. En lo que todos estaban de acuerdo (a pesar de las
    grandes diferencias ideológicas) era en que "se
    puede"
    . Lo resaltable de éstas era la búsqueda
    del bien común ("El todos antes que el Yo"), y la
    confianza que éstas tenían en la razón y en
    los valores
    del "hombre".

    El hombre
    modernista era un hombre
    comprometido con la humanidad, creía en ésta y en
    su avance. Creía en la razón Universal y en que a
    través de ella se podía llegar a la pura verdad.
    El hombre
    modernista era un hombre
    enamorado de la vida, con un proyecto claro e
    ideales firmes; los cuales no estaba dispuesto a canjear por
    bienes
    materiales.

    El modernista es un hombre,
    básicamente optimista, no acepta el mundo en el cual le
    tocó vivir, pero tiene esperanza de cambiarlo.

    El hombre moderno
    convencido de que se puede cambiar la sociedad
    compromete su presente por un futuro mejor, para él y para
    "todos".

    Fue una época de grandes dictaduras y
    tiranías, posiblemente por el compromiso de los hombres
    con la sociedad.

    El hombre
    moderno no tiene demasiadas posibilidades de conocer el mundo por
    lo tanto se maravilla, se cuestiona, a sombra y motiva con la
    información proveniente de otras partes del
    mundo.

    Se reconocen antecedentes y concordancias en otras
    figuras del mismo periodo, como los cubanos José
    Martí y Julián del Casal, el colombiano José
    Asunción Silva, el mexicano Manuel Gutiérrez
    Nájera y el español Salvador Rueda. El modernismo
    coincide con un rápido y pujante desarrollo de
    ciertas ciudades hispanoamericanas, que se tornan cosmopolitas y
    generan un comercio
    intenso con Europa, se
    comparan con las urbes estadounidenses y producen un movimiento de
    ideas favorables a la modernización de las viejas estructuras
    heredadas de la colonia y las guerras
    civiles. A la vez, estos años son los de la
    confrontación entre España y
    Estados Unidos
    por la hegemonía en el Caribe, que terminó con el
    desastre colonial de 1898, hecho que dará nombre a la
    generación del 98, que tuvo importantes relaciones con el
    modernismo.

    En América, la definitiva salida de los
    españoles planteaba el dilema de
    norteamericanizarse o reafirmarse en su carácter
    hispánico o, más en general, latino, para lo cual
    se remontan las fuentes a los
    clásicos de Grecia y
    Roma, cribados
    por los modelos
    franceses. Las ciudades copian a París y los escritores
    buscan nuevas referencias culturales en la contemporánea
    poesía
    francesa: Charles Baudelaire y su descubrimiento de la "horrenda
    belleza", sucia y efímera, de la moderna ciudad
    industrial; Arthur Rimbaud, el cual, lo mismo que el
    estadounidense Walt Whitman, hallará que la vida
    industrial es un nuevo género de hermosura; Paul Verlaine
    y su culto al Parnaso, como el lugar donde viven y escriben los
    aristócratas de las letras; Stéphane
    Mallarmé, quien proclama la nueva poética del
    símbolo, es decir, de las combinaciones que el lenguaje
    formula a partir de su propia musicalidad y su estricta matemática, a la manera del antiguo
    pitagorismo.

    Frente a lo moderno de la América
    anglosajona, Rubén plantea lo modernista de la América
    latina, convirtiendo lo moderno en un manierismo, en una
    manera de decir, que convulsiona las costumbres poéticas,
    renovando el léxico, las metáforas, la
    versificación y las cadencias del verso, en buena parte
    por la revalorización de antiguas fuentes
    hispánicas olvidadas: Gonzalo de Berceo y su mester de
    clerecía, y, sobre todo, los barrocos Luis de
    Góngora y Francisco de Quevedo.

    El preciosismo, el exotismo, la alusión a nobles
    mundos desaparecidos (la edad media
    caballeresca, las cortes de los Luises en Francia, los
    emperadores incas y aztecas, las
    monarquías china y
    japonesa), la mención de objetos preciosos, crean el
    paisaje modernista que se consolida con los viajes de
    Rubén a España
    (desde 1892) y su instalación en Buenos Aires en
    1893. El modernismo
    será seguido en América
    Latina por figuras como el argentino Leopoldo Lugones, el
    uruguayo Julio Herrera y Reissig, el boliviano Ricardo Jaimes
    Freyre y el mexicano Salvador Díaz Mirón, al
    tiempo que en
    España
    lo adoptan Ramón del
    Valle-Inclán, Manuel Machado, Francisco Villaespesa,
    Eduardo Marquina y ciertos aspectos del teatro
    "idealista" de Jacinto Benavente.

    En cualquier caso, es un parteaguas entre lo anticuado y
    lo actualizado, y quienes reaccionen contra él lo
    tendrán de obligada referencia.

    Políticamente, el modernismo
    deriva hacia destinos variables,
    pero siempre dentro del planteamiento inicial, que opone lo
    latino a lo anglosajón: el argentino Lugones será
    socialista, conservador y fascista; el uruguayo José
    Enrique Rodó, democrático y progresista; el
    argentino Alberto Ghiraldo, anarquista; el guatemalteco
    Salomón de la Selva y el hondureño Froylán
    Turcios se adherirán al sandinismo.

    En filosofía, el modernismo reacciona contra el
    positivismo,
    interesándose por la teosofía de Annie Besant y
    Helena Blavatsky, así como por los estudios de Max Nordau
    sobre la degeneración, y las nuevas filosofías de
    la vida de Henri Bergson y Arthur Blondel.

    En narrativa, se opone al realismo,
    optando por la novela
    histórica o la crónica de experiencias de
    alucinación y locura, y la descripción de ambientes
    de refinada bohemia, a menudo idealizados líricamente.
    Asimismo, introduce un elemento erótico con la
    aparición del personaje de la mujer fatal,
    que lleva a los hombres hacia el placer y la muerte.
    Cierto modernismo secundario popularizó estas actitudes en
    las obras del guatemalteco Enrique Gómez Carrillo y el
    colombiano José María Vargas Vila.

    EL POSMODERNISMO

    A cada generación le gusta identificarse con una
    gran figura mitológica o legendaria que es reinterpretada
    en función de los problemas del
    momento. Los hombres modernos gustaron identificarce con
    Prometeo, que, desafiando la ira de Zeus, trajo a la tierra el
    fuego, desencadenando así, el progreso de la
    humanidad.

    En 1942, Camus sugirió que el símbolo
    más representativo de la modernidad no era
    tanto Prometeo sino Sísifo que fue condenando por los
    Dioses a hacer rodar sin cesar una roca hasta la cumbre de una
    montaña, desde donde volvía a caer siempre por su
    propio peso.

    Ahora, los posmodernos dicen: "Hace falta ser tontos
    para saber que Prometeo no es Prometeo sino, Sisífo, y
    enpeñarce una y otra vez en subir la roca hasta lo alto de
    la montaña".
    ¡Dejémosla abajo y
    disfrutemos de la vida!.

    La posmodernidad
    surge a partir del momento en que la humanidad empezó a
    tener conciencia de que
    ya no era válido el proyecto moderno;
    está basada en el desencanto.

    Los posmodernos tienen experiencia de un mundo duro que
    no aceptan, pero no tienen esperanza de poder
    mejorarlo. Estos, convencidos de que no existen posibilidades de
    cambiar la sociedad, han
    decidido disfrutar al menos del presente con una actitud
    despreocupada.

    La posmodernidad
    es el tiempo del yo
    ("de él yo antes que el todos") y del intimismo.
    Tras la perdida de confianza de los proyectos de
    transformación de la sociedad, solo
    cabe concentrar todas las fuerzas en la realización
    personal. Hoy
    es posible vivir sin ideales lo importante es conseguir un
    trabajo adecuado conservarse joven, conservar la salud, etc.

    El símbolo de esta época ya no es Prometeo
    ni Sísifo, sino Narciso. Los grandes principios
    éticos y morales de la modernidad no se
    mantienen con carácter Universal, se entra en un ética de
    la situación, "todo depende".

    El hombre en
    la posmodernidad
    empezó a valorar más el sentimiento por encima de
    la razón. Los posmodernos niegan las ideas de la modernidad sin
    analizarlas, ya que esto supondría tomar en serio la
    razón, rechazan con jovial osadía los ideales
    propuestos por los modernistas.

    Y dicen que el deseo de saber demasiado sólo
    puede traer males. Opinan que el "pensamiento
    débil"
    tiene dos grandes ventajas:

    1. Buscar el sentido único para la vida conlleva
      una apuesta demasiada alta (todo o nada).
    2. Las grandes cosmovisiones son potencialmente
      totalitarias. Todo aquel que cree tener una gran idea trata de
      ganar para ella a los demás y, cuando estos se resisten,
      recurrirá fácilmente a la implementación
      de la fuerza.

    El individuo posmoderno obedece a lógicas
    múltiples y contradictorias entre sí. En lugar de
    un yo común lo que aparece es una pluralidad de
    personajes. Todo lo que en la modernidad se
    hallaba en tensión y conflicto
    convive ahora sin drama, pasión ni furor.

    El individuo posmoderno, sometido a una avalancha de
    informaciones y estímulos difíciles de organizar y
    estructurar, esta en un incierto vaivén de ideas. El
    posmoderno no se aferra a nada, no tiene certezas absolutas, nada
    le sorprende, y sus opiniones pueden modificare de un instante a
    otro.

    Debido a la falta de confianza en la razón hay
    una pérdida de preocupación por la
    realización colectiva, y resalta un interés
    por la realización de uno mismo. Esto se observa en el
    retorno a lo religioso: hay un "boom" de lo sobrenatural y
    de las ciencias
    ocultas (quiromancia, astrología, videncia, cartas astrales,
    cábalas, etc.). En la posmodernidad,
    a diferencia de la modernidad, no hay prejuicio en aceptar
    explicaciones por más irracionales que sean. Además
    de un retorno de lo irracional; también retorna Dios. El
    Dios del individuo posmoderno no pude ser demasiado exigente.
    Puesto que el individuo posmoderno obedece a lógicas
    múltiples, su postura religiosa también las tiene;
    estructura su
    mundo metafísico tomando ideas judaístas,
    cristianas, hindúes y añadiendo, quizás, una
    pizca de marxismo y/o
    paganismo.

    Un modelo de
    sociedad
    postmodernista sería una conformada por infinidad de
    microcolectividades heterogéneas entre sí. Los
    posmodernos renuncian a discutir sus opiniones; "vive y deja
    vivir"
    .

    El individuo posmoderno renuncia a buscar un sentido
    único y totalizante para la vida. La suya es una postura
    confortable, alérgica a las exigencias
    radicales.

    La posmodernidad,
    se caracteriza por:

    1. EL hombre es producto de
      un proceso
      natural de evolución, que puede explicarse mediante
      la razón científica sin recurrir a fuerzas ajenas
      a ese proceso.
    2. El proceso de
      desarrollo
      evolutivo se desencadena por el mecanismo de la competencia. La
      competencia
      genera el progreso no solo de la especie humana en un entorno
      hostil, en l que se sobrevivirá el más fuerte,
      sino del individuo humano, ya constituido de ese ámbito
      hostil de la especie de la que forma parte.

    El Posmodernismo, como movimiento
    internacional extensible a todas las artes; históricamente
    hace referencia a un periodo muy posterior a los modernismos, y
    en un sentido amplio, al comprendido entre 1970 y el momento
    actual.

    Teóricamente se refiere a una actitud frente
    a la modernidad y lo moderno. Se trata de un movimiento
    global presente en casi todas las manifestaciones culturales,
    desde las películas de Quentin Tarantino y Pedro
    Almodóvar a la arquitectura de
    Ricardo Bofill, desde la literatura de William
    Burroughs y John Fowles a la pintura de
    Guillermo Pérez Villalta, y desde la filosofía a
    la
    televisión.

    El posmodernismo literario tiene su origen en el rechazo
    de la ficción mimética tradicional, favoreciendo en
    su lugar el sentido del artificio y la intuición de verdad
    absoluta y reforzando al mismo tiempo la
    ‘ficcionalidad’ de la ficción, un ejemplo
    español puede ser Mariano Antolín Rato y sus
    novelas
    Cuando 900 mil Mach aprox (1973) o Mundo
    araña
    (1981). En la literatura en lengua inglesa
    las teorías
    posmodernistas han sido empleadas a menudo por escritores
    enfrentados a la experiencia poscolonial, como Salman Rushdie en
    Hijos de la medianoche (1981). El movimiento se
    acercó también a formas populares como la novela
    policíaca (El nombre de la rosa, 1980, de Umberto
    Eco).

    Los teóricos de la posmodernidad sólo
    coinciden en un punto: que el escándalo radical provocado
    en su momento por el arte moderno ha
    sido asimilado y recuperado por esos mismos burgueses liberales
    que en un principio tan sorprendidos y críticos se
    mostraron con él. Lo moderno ha llegado a integrarse en la
    cultura
    institucional elevado a los altares en galerías de
    arte, museos y
    programas de
    estudios académicos. Sin embargo, no hay consenso entre
    los posmodernistas sobre el valor de lo
    moderno, como tampoco hay consenso cultural sobre el valor del
    posmodernismo.

    En el caso de la arquitectura, el
    rechazo posmoderno del brutalismo y el International Style
    asociados con Le Corbusier y su sustitución por un estilo
    alusivo y ecléctico que alude en una suerte de pastiche
    caprichoso o paródico a estilos anteriores (desde el
    neoclasicismo
    al manierismo o el rococó) ha sido el centro de numerosos
    debates públicos. Tales debates olvidan con frecuencia el
    regreso aparente a los valores
    tradicionales, sin reconocer este hecho como un intento de aludir
    inconscientemente a estilos anteriores, más que de
    asimilarlos. El posmodernismo está más marcado por
    el camp y el kitsch que por la nostalgia; en
    términos generales, carece de la gravedad propia de los
    artistas y movimientos modernos de principios de
    siglo. Sin embargo, puede considerarse como la consecuencia
    lógica
    de la ironía y el relativismo modernistas, que llegan a
    cuestionar sus propios valores. El
    tono lúdico de la posmodernidad hace que resulte
    más fácilmente asimilable por la cultura
    popular o cultura de
    masas. Por otra parte, su aceptación superficial de la
    alienación contemporánea y su transformación
    de la obra de arte en fetiche
    han sido objeto de acusaciones de irresponsabilidad política.

    El filósofo francés Jean-François
    Lyotard considera que la explosión de las
    tecnologías de la información, y la consiguiente facilidad de
    acceso a una abrumadora cantidad de materiales de
    origen en apariencia anónimo es parte integrante de la
    cultura
    posmoderna y contribuye a la disolución de los valores de
    identidad
    personal y
    responsabilidad. Con todo, entiende la
    multiplicidad de estilos posmodernos como parte de un ataque al
    concepto
    representativo de arte y lenguaje, con
    lo que afirma más de lo que rechaza el modernismo de altos
    vuelos y allana paradójicamente el camino para su regreso
    triunfal.

    BIBLIOGRAFÍA

    "Diccionario Enciclopédico Oceano";
    (1997). Editorial, Espasa – Calpe, S.A. Tomo II. Madrid,
    España.

    "Enciclopedia Barsa"; (1997). Ediciones
    Encyclopaedia Britannica Publishers, INC. México.

    "Enciclopedia Microsoft
    Encarta 99
    ". (1998). Microsoft
    Corporation.

     

     

    Autor:

    Eladio Urbina

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