INTRODUCCION:
El liberalismo se
presenta en la historia política
constituyendo una nueva versión de sociedad, la
sociedad
liberal, sobre la que se construye lo político y cuyos
cuadros pueden ser encerrados en las nociones básicas del
individualismo y libertad.
Este trabajo fue construido sobre dos bases: la
histórica y la de contenido. En la primera analizo la
raíz del Liberalismo y
en la segunda trato de desarrollar su postura.
INDICE:
Como surgió el
Liberalismo
John Locke
Caracteres principales del
liberalismo
Concepción
filosófica
Ideología Liberal
Lo postivo del liberalismo
EL
LIBERALISMO
Como surgió el
Liberalismo
El liberalismo
surge como la síntesis de varios elementos: el inmovilismo
de la economía medieval, el antropocentrismo
renacentista, el racionalismo y
el utilitarismo, el protestantismo, que van conjugándose y
adaptándose recíprocamente durante varios siglos.
Pero los factores que actúan como catalizadores de
realidades e ideologías heterogéneas y divergentes
serán la concepción antropológica
individualista y la de una libertad
absoluta y omnímoda.
JOHN LOCKE
La palabra liberalismo es
multívoca y encubre una serie de contenidos de
carácter político, social y económico, que
muchas veces nuclea a hombres que se encuentran en posiciones
totalmente discrepantes.
Hay un liberalismo
filosófico, liberalismo económico, liberalismo
político, neo-lieralismos. En la Historia de las ideas y de
las realizaciones políticas
argentinas, en la década del 80, se enfrentaron un tipo de
liberalismo LAICISTA – sostenido por Eduardo WILDE – y el
roquismo; y otro tipo de liberalismo sostenido por ESTRADA,
ACHAVAL y GOYENA, muy distinto por cierto, al
primero.
De allí, que al hablar de LOCKE – a quien
se considera en general como padre del liberalismo- debamos
precisar qué tipo de liberalismo es el preconizado por
LOCKE. Hemos visto la línea absolutista, que se encuentra
representada por los Estuardos, JACOBO I, CARLOS I, CARLOS II y
finalmente, el último JACOBO II. Y también por los
escritores que avalan las tesis
absolutistas como FILLMER y HOBBES.
En 1688 se produce la disposición del
último Estuardo. Jacobo II encontró grandes
resistencias
en Inglaterra por su
absolutismo, y
también por su catolicismo. Finalmente llega a Inglaterra
GUILLERMO de ORANGE -que viene de Holanda- que es yerno de Jacobo
II, y se produce así, esta revolución
que los ingleses denominan "gloriosa" o "revolución
sin sangre"; que
significaba la consolidación del liberalismo
político en Inglaterra, o
mejor aún, la confirmación de la supremacía
del Parlamento frente a las prerrogativas de la Corona. Esta
revolución
de 1688, significa prolongar esa vieja línea inglesa que
se remonta a la Edad Media, y
que tuvo una clara expresión en 1215 al suscribirse
la Carta
Magna; y que periódicamente se pone de manifiesto a
través de la suscripción de Bills of Wrights. Los
privilegios que primero se defienden contra la Corona o contra
determinados sectores, paulatinamente van transformándose
en DERECHOS
INDIVIDUALES para toda la población. Todavía, en 1688, hay
discriminaciones
-particularmente con los católicos que son
minoría-, pero poco a poco, esta corriente liberal
irá propendiendo la preservación de los derechos individuales para
todos los habitantes de gran Bretaña. Este es el
liberalismo de LOCKE. El liberalismo que afirma la existencia de
derechos
individuales anteriores al Estado;
liberalismo que es la antítesis del
absolutismo.
Liberalismo que encuentra su pontífice, su justificador,
su gran sistematizador, en JOHN
LOCKE.
En 1688, Locke se encuentra en el exilio en
Holanda. En 1689, cuando la hija de Jacobo I viaja a Inglaterra para
ser coronada con Guillermo de Orange, va en el mismo barco
John Locke
quien trae en sus maletas dos ensayos
inéditos, uno sobre el entendimiento humano; el otro se
titula "Dos tratados sobre el
Gobierno Civil".
En estos libros, Locke
pone de manifiesto la promiscua influencia que en él han
ejercido distintas corrientes doctrinarias. Locke estudió
en la Universidad de
Oxford. En el siglo XVII, la enseñanza se impartía
todavía, según cánones rigurosamente
escolásticos. Además, si leemos este pequeño
libro de
Locke, "Dos tratados sobre el
Gobierno Civil",
o mejor dicho "Segundo ensayo sobre
el Gobierno Civil",
porque al primero ya no se lo edita, por cuanto se trata
simplemente de una refutación a Fillmer, que hoy no tiene
importancia. Si lo leemos veremos que periódicamente Locke
cita a Hooker. Y Hooker es justamente un Tomista anglicano
inglés
que se opuso al absolutismo de
Fillmer. Así, a través de Hooker, Locke se vincula
a la vieja tradición populista del medioevo
-particularmente a la sistematización de Santo Tomás de
Aquino-. Como consecuencia de esta influencia medieval
manifiesta, en Locke se advierten las limitaciones éticas
al ejercicio del poder; que son
por cierto ajenas a la línea absolutista de Hobbes. Pero
al mismo tiempo, Locke –
que ha residido en Holanda- ha recibido también el impacto
de la nueva filosofía de DESCARTES, de
la crítica a la teoría
del conocimiento
tradicional, Locke en su ensayo sobre
el entendimiento humano, es un precursor del posterior empirismo
inglés,
que tiene expositores como HUME, y que paulatinamente va
evolucionando hacia un pragmatismo,
hacia un utilitarismo, hacia un hedonismo.
En Locke, hay una dosis de pesimismo en cuanto a
la posibilidad de conocer el mundo del espíritu. Es un
psicologismo precursor -como dijéramos- de ese empirismo
prototípico de Hume.
Y aquí, al computar estas dos influencias,
encontramos desde ya una contradicción importante en el
pensamiento de
Locke, porque la lectura de
su "Ensayo sobre
el Gobierno Civil"
nos revela la existencia de limitaciones éticas de gran
envergadura, que son como el sostén de todos sus tratados. Hay una
constante afirmación de la prioridad de la ley natural y de
la moral. Y
realmente, para hablar de ley natural y de
moral es
necesario tener una epistemología optimista, una
gnoseología que nos permita conocer las cosas en sí
mismas, conocer pautas de verdad, y no exclusivamente adherirnos
a una fenomenología que nos impida conocer
ontológicamente las cosas en sí mismas. Salvo que
lleguemos a esta ética
práctica, a través de un juicio práctico, al
estilo de KANT. Lo cierto
es que el posterior empirismo
inglés,
evoluciona más bien hacia un hedonismo, hacia un
egoísmo, hacia el cálculo
del placer como elemento único para distinguir el bien
individual.
En Locke, aún cuando le falta una adecuado
sustento filosófico, sin embargo, las limitaciones de
carácter ético se encuentran presentes a lo largo
de toda su obra.
Locke toma como punto de partida una
noción, una ficción política compartida
por los voluntaristas: el ESTADO DE
NATURALEZA,
el estado
pre-social, el estado
pre-político. Y esto, porque Locke es profundamente
individualista; y considera que incluso el acceso a la
politicidad se opera como consecuencia de un acto de voluntad
libre.
Los hombres – en este estado de
naturaleza-
viven en situación relativamente feliz. Es un estado de
naturaleza que
difiere del descrito por Hobbes. La
antropología de Locke no es tan pesimista
como la de Hobbes. Este
pretendía que "el hombre es
un lobo para el hombre".
Tampoco incurre Locke, en las desviaciones mitológicas de
Rousseau sobre
la bondad del hombre en
el estado de
naturaleza. La
concepción de Locke es una concepción
judeocristiana. El hombre
tiene una naturaleza
caída, como consecuencia del pecado original. Y los
hombres – en el estado de
naturaleza – viven en situación de relativa felicidad y
son titulares de derechos individuales, que
Locke – en su libro – a
veces engloba bajo en término PROPERTY, que mal traducido
figura en la edición castellana, como "propiedad". El
mismo en otras páginas aclara que en esta palabra
involucra: derecho a la vida, derecho a la seguridad,
derecho a las libertades individuales y el derecho a la propiedad.
Con relación a la propiedad
inmueble, dice que también ante la primitiva
no-ocupación, el hombre ha
cercado y ha mezclado su trabajo personal con
la tierra,
generándose así el derecho de propiedad. Por
cierto, descarta que este derecho de propiedad
podrá ser compartido por muchos.
Todo esto nos indica que Locke tenía una
noción no-absoluta e ilimitada del derecho de propiedad,
no obstante ser – como es – el padre del
liberalismo.
Los hombres pues, para preservar y disfrutar
mejor de estos derechos individuales,
resuelven abandonar la etapa pre-social y pre-política, formulando
así un contrato
multilateral que es distinto al de Hobbes y al de
Rosseau. Porque aquí, los hombres no se alienan, no se
enajenan totalmente, no entregan la totalidad de los derechos
individuales.
La única atribución que los hombres
entregan, es esa de repeler mediante la fuerza, la
agresión ajena. Es el PODER
COACTIVO, que pasará ahora a ser patrimonio del
Estado que se
forma en este contrato
multilateral. Justamente, para garantizar la segura
represión de la violación de los derechos
individuales. Y, aunque Locke no distingue claramente dos etapas
contractuales, como los neo-escolásticos españoles
– particularmente MARIANA, implícitamente surge en sus
capítulos, la existencia de esos dos períodos. El
primero, un contrato
multilateral para formar la comunidad
política.
El segundo, un pacto bilateral con obligaciones
recíprocas para gobernantes y gobernados, tendiente a
determinar quién ha de ejercer el poder
estatal.
Hemos visto que los hombres han salido del
estado de
naturaleza para mejor preservar los derechos individuales. Y
aquí es interesante señalar que el aspecto negativo
– si se quiere – del liberalismo primigenio, no es justamente la
afirmación de los derechos individuales; sino la ausencia
de una clara noción – en Locke – de bien común. Y
en este sentido, no aprovecha cabalmente las enseñanzas de
Sto. Tomás de Aquino, a pesar de conocerlas por su
formación escolástica. Hay en Locke, una presencia
constante de la Justicia
conmutativa, que regula las relaciones entre los ciudadanos. Y
también la Justicia
distributiva conforme a la cual, la autoridad
está facultada para imponer determinadas sanciones – por
ejemplo – a los transgresores. Pero se encuentra ausente una
clara sistematización de la JUSTICIA
LEGAL, que hoy se denomina Justicia
Social. Y que ya Sto. Tomás la distingue en su
clasificación tripartita de la Justicia. Si
leemos algunos escritos del Papa Pío XI, o la
encíclica "Pacem in Terris" de Juan XXIII, veremos que
desde la perspectiva de la doctrina social de la Iglesia se
dice que en nuestro tiempo se
considera logrado el bien común cuando se encuentran
preservados y garantizados los derechos y los deberes de la
persona
humana.
Pero la diferencia grande entre la
posición del liberalismo primigenio y esta otra
posición, radica en que aquí, estos derechos
personales y sociales, son encarados en función del bien
común. Para ello, el gobernante es un servidor de la
comunidad; es
alguien que debe promover el bien común.
En el liberalismo primigenio de Locke, el
gobernante ha recibido exclusivamente la facultad de reprimir las
violaciones que los hombres hagan, de los derechos individuales
del prójimo. Locke no está diseñando el
esquema del estado gendarme, del estado policía; del
estado arquetípico del Liberalismo; que no interviene ni
en lo económico ni en lo social, que cuida el orden en las
calles. Y en esta perspectiva preserva la existencia de los
bienes
particulares, tal cual se encuentran. Y esto, en la
práctica, se traduce en el disfrute de esos derechos
individuales, exclusivamente por el sector que de hecho puede
ejercerlos.
En cambio, en la
perspectiva de Juan XXIII, – o en la anterior de Pío XI –
estos derechos personales y sociales son concebidos en forma
integral para todos. Y el gobernante no tiene un simple rol de
espectador – como en el primigenio liberalismo – sino que
actúa en función de ese principio de subsidiaridad,
que nítidamente ya, describe Pío XI en
"Quadragessimo anno", conforme al cual, el estado interviene de
manera supletoria para promover, para coordinar, para suplir la
iniciativa privada de las personas y de los grupos; en orden
siempre, al bien común. Hay allí, una clara
visión de la Justicia Legal y del bien común, que
se encuentran por momentos esbozados por Locke, pero no
ahondados. Al menos, los seguidores y continuadores del
liberalismo, teóricamente
– porque en la práctica esto no fue siempre
aplicable – preconizaron este estado gendarme; el estado que no
interviene ni en lo económico ni en lo educacional, ni en
lo social.
Locke, a diferencia de Rosseau, advierte la
posibilidad de que quien ejerza el poder, en
lugar de promover el respeto a los
derechos individuales tal cual están, se transforme en
tirano. Y aquí estamos nuevamente en el plano de las
influencias tomistas. Incluso por momentos Locke utiliza el mismo
léxico – cuando habla de que sedicioso es, en estos casos,
no quien resiste al tirano sino el propio tirano -. Y Locke
está pensando aquí posiblemente en Carlos II o en
Jacobo II, y está procurando legitimar la revolución
de 1688. Locke afirma nítidamente, pues, el derecho de
resistencia
contra los distintos órganos en que se organiza el
poder. Porque
en Locke ya hay un preanuncio de la división de funciones, que
luego va a diseñar Montesquieu.
Habla de un Poder
Legislativo que debe procurar – dice – la libertad; de
un Poder
Ejecutivo, que será ejercido por el rey y de un Poder
Federativo que ubica también en la persona del
rey.
Locke admite la posibilidad de que el rey se
transforme en tirano, en cuyo caso, agotados los medios
humanos, los hombres pueden apelar al cielo; así llama
él al derecho de resistencia. E
implícitamente lo admite contra el Parlamento, porque
afirma que éste está sujeto a las determinaciones
inviolables de la ley natural. En
esta perspectiva, Locke resuelve la problemática de estado
y derecho, siguiendo esa vieja tradición, que se remonta a
los estoicos romanos, afirmando la prioridad del derecho. La
existencia de normas
éticas – porque el derecho en la perspectiva del hombre es una
rama de la ética –
irrenunciables, que deben ser observadas por los gobernantes.
Lamentablemente su débil gnoseología y epistemología, favorecerá la
evolución en Inglaterra de
este liberalismo
-no en función de pautas éticas-
sino más bien, en función del egoísmo y del
placer.
La influencia de Locke, ha sido profunda y
manifiesta. Además de ser el padre del liberalismo, es el
padre y el propulsor del constitucionalismo. Porque el
constitucionalismo es una corriente jurídica y política, que
propende a la preservación de los derechos individuales, a
cuyo efecto recurre a la sanción de CÓDIGOS en los
cuales se declaran inviolables esos derechos y en los que se
establecen una división de las funciones, para
evitar que se entronice el despotismo. Locke, pues, es el padre
del constitucionalismo de Occidente. Su influencia en los EE.UU.,
para uno de cuyos estados proyectó incluso, un esbozo de
constitución, es manifiesta. La
declaración de la independencia,
cuyo texto se
atribuye a Jefferson, está redactada en términos
que nos recuerdan de manera casi literal la obra de Locke. La
Constitución de Philadelfia de 1787
también es recipiendaria de su influencia. La
Declaración de los Derechos del Hombre y del
Ciudadano de 1789, también nos pone de relieve la
presencia de Locke en el pensamiento
francés precursor de este movimiento.
Claro está que la revolución
de 1688 en Inglaterra, fue eminentemente política. "La
Historia Inglesa
– dice Garcia Pelayo – es un cauce a través del cual pasa
la vida". Y "los movimientos, con frecuencia se realizan no para
abandonar un cauce, sino para retornar a una cauce abandonado". Y
aquí, en este caso, los ingleses procuraban reencontrarse
con esa vieja tradición jalonada por sucesivos bills of
rights. Los ingleses tuvieron una noción de la libertad, muy
concreta. Libertades específicas: libertad de
reunión, libertad de palabra, libertad de movimiento;
libertades concretas. Esta afirmación de la libertad
frente al absolutismo,
al trasladarse a Francia,
adquiere contornos distintos; justamente porque el absolutismo
había prendido allí tan fuertemente, que se
había quebrado ya el vinculo con la vieja libertad
populista de la Edad Media.
Así, explicablemente, los escritos de los franceses
precursores de la Revolución
Francesa se vinculan más bien a una libertad abstracta
un tanto distante y diferente de las libertades concretas de los
anglosajones.
En la Revolución
Francesa se adorará a la nueva Diosa Razón. Con
la Revolución triunfa:
- El liberalismo como
ideología - El capitalismo
económico como sistema - El laicismo como
espíritu
Cuando se habla hoy de "liberalismo" se
está incluyendo las tres cosas.
Sin embargo, en la Declaración de los
Derechos del Hombre y del
Ciudadano, advertimos la afirmación del derecho a la vida,
a la seguridad, a la
libertad, a la resistencia, a la
opresión, en términos similares a los
diseñados por Locke. Claro está que en esta
Declaración de los Derechos del Hombre y del
Ciudadano, se advierten las dos influencias no distinguidas por
los contemporáneos: en un sentido, este liberalismo
precursor del constitucionalismo – que en Occidente
después evoluciona paulatinamente y se transforma de
constitucionalismo individual, en constitucionalismo social; y
que acuerda entonces, ahora sí, al estado, un rol
supletorio para la promoción del bien común -. Pero
tanto el constitucionalismo individual, como el
constitucionalismo social, tienen en común, la
afirmación de derechos personales anteriores al estado: la
afirmación de que el derecho precede al estado. En la
Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, se
encuentra también presente la otra influencia; la
influencia absolutista que en Rosseau se disfraza de democracia; y
que en los sucesos posteriores a la Declaración de los
Derechos del Hombre y del Ciudadano prevaleció a
través de los jacobinos, que dieron a Francia un
baño de sangre, en nombre
de la voluntad general. También hemos indicado que en el
s. XX – esta corriente absolutista y democratista – evoluciona y
es – a decir de George Burdeau – el "back ground" de las llamadas
democracias populares. Rosseau, es pues, el precursor – en el s.
XVIII – del marxismo-leninismo. Y Locke y Montesquieu,
son los precursores del constitucionalismo de
Occidente.
Caracteres principales del
liberalismo
- Individualismo. Opone a la
concepción comunitaria cristiana medieval el culto de
la
personalidad. El individuo aparece en el nominalismo y en
la Reforma protestante con su famoso "libre examen"que luego
será la "libertad de conciencia". - Aurtonomismo moral. Se relativiza la
ética
y se subjetiviza el juicio moral. En el
fondo el liberalismo esconde un gran escepticismo respecto de
la verdad. El valor
absoluto deja de ser el Ser (la Verdad) para pasar a la
Libertad. - La bondad natural del hombre.
Antropológicamente, el liberalismo postulará con
Rousseau la
teoría del "buen salvaje" y
extrapolará el mal de la sociedad. - El racionalismo
laicista.La verdadera fuente de luz y progreso
será la razón y no la fe. - El utopismo o la creencia en el nuevo
paraíso terrenal. La idea de un estadio feliz se
traslada del comienzo de la humanidad al futuro. Pero esto
exige un nuevo mesianismo. Y ese mesianismo tienen un motor: La
Libertad. Cuando el hombre
sea libre e instruido podrá construir "el paraíso
de aquende". Es el "despotismo ilustrado" del liberalismo.
Así se expresa su utopismo agresivo, típico de
las ideologías modernas. - El contractualismo social. Lo social no
es una realidad natural en el hombre. Se origina en un contrato. - El democratismo. Si los hombres son
iguales y naturalmente buenos, si al origen de la sociedad hay
simplemente un contrato, es
obvio que nadie puede arrogarse el poder político. Pero
la sociedad no
-hoy por hoy- no puede existir son gobierno, y por
lo tanto sin poder o soberanía
política.
Concepción
filosófica
El liberalismo es una doctrina filosófica y
política que se caracteriza por ser una concepción
individualista, en otras palabras, es una
concepción para la cual el individuo y no los grupos
constituyen la verdadera esencia; citando nuevamente a
García Pelayo: "Los valores
individuales son superiores a los colectivos y el individuo
decide su destino y hace historia".
En su aspecto predominantemente
filosófico, el liberalismo es una posición
intelectual que basa exclusivamente en la fuerza de la
razón la posibilidad de interpretar los fenómenos,
con autonomía de todo principio que se considere absoluto
o superior. Particularmente por este aspecto -desvincular al
individuo de toda instancia sobrenatural- ha sido motivo de
condenaciones pontificias.
Puede, empero, hablarse también más
específicamente de un liberalismo
político
-sin desconocer en éste aquella influencia
política-, que centra su punto de vista en las relaciones
entre los individuos y el Estado; o de un liberalismo
económico, referido a la limitación de los
controles de la economía.
Ideología Liberal
En realidad lo que en filosofía pretenden
los naturalistas o racionalistas, eso mismo pretenden en la moral y en
la política los fautores del Liberalismo, los cuales no
hacen sino aplicar a las costumbres y acciones de la
vida los principios
sentados por los partidarios del naturalismo. Ahora bien; lo
principal de todo el naturalismo es la soberanía de la razón humana que,
negando a la divina y eterna la obediencia debida, y
declarándose a sí misma sui juris, se hace a
sí propio sumo principio, y fuente y juez de la verdad.
Así también los discípulos del Liberalismo,
pretenden que en el ejercicio de la vida ninguna potestad divina
haya que obedecer, sino que cada uno es la ley para
sí, de donde nace esa moral que
llaman independiente que, apartando a la voluntad, bajo pretexto
de libertad, de la observancia de los preceptos divinos, suelen
conceder al hombre una licencia sin límites. Fácil
es adivinar a dónde conduce todo esto, especialmente al
hombre al que vive en sociedad. Porque una vez restablecido y
persuadido que nada tiene autoridad
sobre el hombre, síguese no estar fuera de él y
sobre él la causa eficiente de la comunidad y
sociedad
civil, sino en la libre voluntad de los individuos, tener la
potestad pública su primer origen en la multitud, y
además, como en cada uno la propia razón es
único guía y norma de las acciones
privadas, debe serlo también la de todos para
todos.
El poder es proporcional al número, la
mayoría del pueblo es la autora de todo derecho
y obligación.
Pero bien claramente resulta de lo dicho cuán repugnante
sea todo esto. A la razón repugna en efecto sobremanera,
no sólo a la naturaleza del hombre, sino a la de todas las
cosas creadas, el querer que no intervenga vínculo alguno
entre el hombre o la sociedad civil y
Dios, Creador, y por tanto Legislador Supremo y Universal, porque
todo lo hecho tiene forzosamente algún lazo para que lo
una con la causa que lo hizo y es cosa conveniente a todas las
naturalezas, y aun pertenece a la perfección de cada una
de ellas, el contenerse en el lugar y el grado que pide el orden
natural, esto es, que lo inferior se someta y deje gobernar por
lo que es superior.
Es además esta doctrina
perniciosísima, no menor a las naciones que a los
particulares. Y en efecto, dejando el juicio de lo bueno y
verdadero a la razón humana sola y única,
desaparece la distinción propia del bien y del mal; lo
torpe y lo honesto no se diferenciarán en realidad, sino
según la opinión y juicio de cada uno; será
lícito cuando agrada y, establecida una moral, sin
fuerza casi
para contener y calmar los perturbados movimientos del alma,
quedará naturalmente abierta la puerta a toda corrupción.
En cuanto a la cosa pública, la facultad de
mandar se separa del verdadero y natural principio, de donde toma
toda la vida para obrar el bien común; y la ley establece lo
que se ha de hacer y omitir, se deja al arbitrio de la multitud
más numerosa, lo cual es una pendiente que conduce a la
tiranía.
Rechazado el imperio de Dios en el hombre y en la
sociedad, es consiguiente que no hay públicamente religión alguna, y se
seguirá la mayor incuria en todo lo que se refiere a la
Religión.
Y asimismo, armada la multitud con la creencia de su propia
soberanía, se precipitará
fácilmente a promover turbulencias y
sediciones.
Los fautores del Liberalismo, que dan al Estado
un poder despótico y sin límites y pregonan que
hemos de vivir sin tener para nada en cuenta a
Dios…
(León XIII, Libertas,
19).
Es imprescindible que el hombre se mantenga
verdadera y perfectamente bajo el dominio de Dios;
por tanto no puede concebirse la libertad del hombre, si no
está sumisa y sujeta a Dios y a su voluntad. Negar a Dios
este dominio o no
querer sufrirlo no es propio del hombre libre, sino del que abusa
de la libertad para rebelarse; en esta disposición de
ánimo es donde propiamente se fragua y completa el vicio
capital del
Liberalismo. El cual tiene múltiples formas, porque la
voluntad puede separarse de la obediencia debida a Dios, o los
que participan de su autoridad, no
del mismo modo ni en un mismo grado.
Están los que dicen que conviene someterse
a Dios, Creador y Señor del mundo, y por cuya voluntad se
gobierna toda la naturaleza; pero audazmente rechazan las
leyes, que
exceden la naturaleza, comunicadas por el mismo Dios en puntos de
dogma y de moral, o al
menos aseguran que no hay por qué tomarlas en cuenta
singularmente en las cosas públicas.
De esta doctrina mana, como de origen y principio,
la perniciosa teoría
de la separación de la Iglesia y del
Estado; siendo por el contrario, cosa patente, que ambas
potestades, bien que diferentes en oficios y desiguales por su
categoría, es necesario que vayan acordes en sus actos y
se presten mutuos servicios.
Muchos pretenden que la Iglesia se
separe del Estado toda ella y en todo; de modo que en todo el
derecho público, en las instituciones,
en las costumbres, en las leyes, en los
cargos de Estado, en la educación de la
juventud, no
se mire a la Iglesia
más que como si no existiese; concediendo a lo más
a los ciudadanos la facultad de no tener religión, si les
place, privadamente. Contra esto tienen toda su fuerza los
argumentos con que refutamos la separación de la Iglesia y del
Estado, añadiendo ser cosa aburridísima que el
ciudadano respete a la Iglesia y el Estado la
desprecie.
Otros no se oponen, ni podrían oponerse, a
que la Iglesia exista, pero le niegan la naturaleza y los
derechos propios de sociedad perfecta, pretendiendo no competirle
hacer leyes, juzgar,
castigar, sino sólo exhortar, persuadir y aun regir a los
que espontáneamente se le sujetan. Así adulteran la
naturaleza de esta sociedad divina, debilitan y estrechan su
autoridad, su
magisterio, toda su eficacia,
exagerando al mismo tiempo la
fuerza y
potestad del Estado hasta el punto de que la Iglesia de Cristo
quede sometida al imperio y jurisdicción del Estado, no
menos que cualquier asociación voluntaria de los
ciudadanos.
Ningún tiempo hay que
pueda estar sin religión, si verdad,
sin justicia, y como estas cosas supremas y santísimas han
sido encomendadas por Dios a la tutela de la Iglesia, nada hay
tan extraño como el pretender de ellas que sufra con
disimulación lo que es falso o injusto, o sea conveniente
en lo que daña a la religión.
La encíclica Rerum novarum,
efectivamente, al vacilar los principios del
liberalismo, que desde hacía tiempo
venían impidiendo una labor eficaz de los gobernantes,
impulsó a los pueblos mismos a fomentar más
verdadera e intensivamente una política social.
(Pío XI, Quadragersimo anno, 27).
Para explicar como el comunismo ha
conseguido ser aceptado sin examen por tan grande muchedumbre de
obreros, conviene recordar qué estos ya estaban preparados
por el abandono religioso y moral en que habían sido
dejados por la economía liberal. Con
los turnos de trabajo dominical no se daba a los obreros tiempo
para satisfacer los más grandes deberes religiosos en los
días festivos, y no se pensó en construir iglesias
junto a las fábricas ni en facilitar la acción del
sacerdote, antes, por el contrario, se continuó
promoviendo positivamente el laicismo. Y no es de extrañar
que en el mundo ya ampliamente descristianizado se difunda el
error comunista.
Y mientras el Estado, durante el siglo XIX, por
una soberbia exaltación de la libertad, consideraba como
único fin suyo el tutelar la libertad con el derecho,
León XIII le avisó que también era deber
suyo aplicarse a la previsión social, cuidando el
bienestar de todos los desheredados, con una amplia
política social y con la creación de un derecho del
trabajo.
León XIII al dirigir su encíclica al
mundo, señaló a la conciencia de los
cristianos los errores y peligros de una materialista
concepción del socialismo, las
consecuencias fatales del liberalismo económico, tan
frecuentemente despreciativo, olvidadizo o incomprensivo de los
deberes sociales, y expuso con claridad maestra y maravillosa
precisión los principios que
eran necesarios y adecuados para mejorar -gradual y
pacíficamente- la suerte material y espiritual del
obrero.
En el campo social la desfiguración de los
designios de Dios se ha llevado a cabo en la misma raíz,
deformando la imagen divina del
hombre. A su real fisonomía de criatura, que tiene origen
y destino en Dios, se ha sustituido con el falso retrato de un
hombre autónomo en la conciencia,
legislador incontrolable en sí mismo, irresponsable hacia
sus semejantes y hacia el complejo social, sin otro destino fuera
de la tierra, sin
otro fin que el goce de los bienes
finitos, sin otra norma que la del hecho consumado y de la
satisfacción indisciplinada de sus
concupiscencias.
De aquí ha nacido y se ha consolidado
durante varios lustros, en las más variadas aplicaciones
de la vida pública y privada, aquel orden excesivamente
individualista, que hoy está en grave crisis casi
por todas partes. Pero nada mejor han aportado los sucesivos
innovadores, los cuales, partiendo de las mismas premisas
erróneas y torciendo por otro camino, han conducido a
consecuencias no menos funestas, hasta la total subversión
del orden divino, el desprecio de la dignidad de la persona humana,
la negación de las libertades más sagradas y
fundamentales, el predominio de una sola clase sobre las otras,
la servidumbre de toda persona y cosa al
Estado totalitario, la legitimación de la violencia y el
ateísmo militante.
Tampoco apoya el cristianismo
la ideología liberal, que cree exaltar la libertad
individual sustrayéndola a toda limitación,
estimulándola con la búsqueda exclusiva del
interés
y del poder, y considerando las solidaridades sociales como
consecuencias más o menos automáticas de
iniciativas individuales y no ya como fin y motivo primario del
valor de
la
organización social.
Por otra parte se asiste a una renovación
de la ideología liberal. Esta corriente se apoya en el
argumento de la eficiencia
económica, en la voluntad de defender al individuo contra
el dominio cada
vez más invasor de las organizaciones, y
también frente a las tendencias totalitarias de los
poderes políticos. Ciertamente hay que mantener y
desarrollar la iniciativa personal. Pero
los cristianos que se comprometen en esta línea,
¿no tienden a idealizar al liberalismo? Ellos
querrían un modelo nuevo,
más adaptado a las condiciones actuales, olvidando
facilmente que en su raíz misma el liberalismo
filosófico es una afirmación errónea de la
autonomía del individuo en su actividad, sus motivaciones,
el ejercicio de su libertad. Por todo ello, la
ideología liberal requiere un atento discernimiento
por parte de los cristianos.
Lo positivo del
Liberalismo
El liberalismo es una postura esencialmente
errónea pero que en la medida qie matiza esos errores
puede accidentalmente producir efectos
aceptables.
El capitalismo
aún en su versión liberal ha incrementado la
productividad
económica.
El democratismo, una mayor participación,
responsabilidad e instrucción del pueblo es
un bien para ese pueblo y para la sociedad.
CONCLUSION:
Toda concepción, teoría
política tiene como punto de partida el concepto del
Hombre. Santo Tomás dijo que según se piense acerca
del fin hombre se pensará el fin de la teoría
política.
El Liberalismo tiene una característica muy peculiar, reduce toda la
realidad al sujeto. El hombre es la causa, el principio y el
término de toda la actividad creadora. De esta forma se lo
eleva al sujeto a un podio que no le corresponde, el de
autosuficiente. Es un humanismo ateo,
niega la existencia de todo lo sobrenatural (a pesar de que se
puede deducir por sentido común que existe un ordenador)
por ende niega a Dios creador y providente. No hay otra vida que
no sea la terrenal, además agrega que la Iglesia se
equivoca constantemente.
Para el liberalismo el hombre se desarrolla
cuando expande su riqueza… tal vez se sientan complacidos
materialmente pero el espíritu tendrá en su cuenta
una gran deuda.