Introducción
Arabia
Preislámica:
La religión
islámica está íntimamente ligada a la
región geográfica y al país en que se
originó. La península de Arabia, de clima tropical,
árida e inhóspita en buena parte de su
extensión, fue cuna del islamismo, una de las religiones más
importantes del mundo actual. Lo fue, en su zona occidental
contigua al Mar Rojo, situada al norte de la región
montañosa del Yemen, más rica en aguas y asiento de
culturas antiguas, en decadencia en la época en que
vivió el profeta del Islam. La zona
mencionada abarca el extremo noroeste de la península de
Arabia y contaba con buenos oasis y ciudades muy activas gracias
a su privilegiada situación entre Siria y los fabulosos
mercados de la
India. El ir y
venir de los mercaderes, con el trasiego de mercancías,
llevó a esta región, llamada Hedjaz, ideas de otros
países y culturas que no dejaron de influir en los
habitantes de los centros urbanos, antiguos beduinos vueltos
sedentarios en su mayor parte, mientras las tribus de pastores
nómadas se mostraban menos propicias a contactos e
innovaciones.
El camello con su gran resistencia a la
sed, era el medio de transporte
más eficaz para las caravanas que recorrían las
tierras desérticas. Y el beduino, podía convertirse
según las circunstancias en amigo o enemigo del mercader
forastero, pero su trato era deferente, su hospitalidad
proverbial y su curiosidad despierta. Aficionados a la poesía.
lírica aunque vigorosa y realista, han conservado con ella
tradiciones preislámicas
Creencias de la Arabia
preislámica:
Sus creencias en un polidemonismo, o
pluralidad de espíritus protectores que residen en
el agua, los
bosques y las piedras, están enraizadas en el viejo
panteón de los antiguos semitas. En especial, las piedras
eran objeto de veneración. En la ciudad de La Meca
existía desde muy antiguo un santuario que centraba las
peregrinaciones de los beduinos. Este santuario, de planta
rectangular, con un gran patio central a cielo abierto,
había ido recogiendo, con el tiempo, los
ídolos de muchas tribus y familias, convirtiéndose
en el panteón preislámico por excelencia. De todos
estos ídolos, el más importante era una piedra
basáltica negra, tal vez un aerolito, que
constituía el gran fetiche de los joraichitas, a la que
algunos identifican con Húbal, la divinidad
principal.
El santuario de la
Caaba:
El santuario mequés de la piedra
negra o piedra sagrada ha perdurado hasta nuestros
días tras sucesivas modificaciones; siendo la
última importante ña del siglo XVII. La planta del
santuario propiamente dicho, rectangular, mide diez por doce
metros. Todavía se conserva y venera la piedra
basáltica, engastada en su extremo sur oriental, a metro y
medio del nivel del suelo, y el pozo
sagrado de Zemzem para las abluciones. Continúan
practicándose viejas normas rituales
de origen mágico. Y la Caaba sigue siendo centro obligado
de visita en las peregrinaciones islámicas a La
Meca.
Prácticas
rituales:
Entre las prácticas religiosas de las
distintas tribus sobresalía, con carácter
unificador, el culto a las piedras (litolatría), en
especial a las "piedras divinas" o aerolitos, caídas del
cielo, que también se hallan entre los primitivos hebreos
( adoración de betilos).
Junto a los dioses protectores de las distintas
tribus, se precisan tres divinidades femeninas, entre ellas
Uzzá, asimilable a la Venus asiática, con un
santuario propio en Nákhlah. Estas divinidades estaban
supeditadas al "dios protector de la tribu" que recibía el
nombre genérico de Alláh (dios). Pero no
cabe pensar en un culto monoteístico anterior a Mahoma. Se
conocían los sacrificios, en general de camellos, que
tenían lugar en ciertas épocas del año en
los santuarios tribales. Los fieles se reunían en ellos,
se rapaban la cabeza en señal de penitencia y participaban
en la comida ritual, comiendo de la carne del animal inmolado.
Las procesiones y las vueltas en torno del
santuario, con cánticos y aclamaciones, constituían
el suplemento de estas ceremonias primitivas. No existía
clase sacerdotal, aunque sí guardianes en los santuarios,
y arúspices (sacerdotes de la antigua Roma que
examinaba las entrañas de las víctimas para hacer
presagios: Lat. haruspex) y adivinos que predecían
el porvenir.
Precursores de Mahoma:
La tradición islámica se
refiere a la aspiración de las tribus litolátricas
de la Arabia preislámica a una vida mejor. La investigación admite la creencia en seres
maléficos ultraterrenos, pero no permite vislumbrar la
noción concreta de una vida futura o de la inmortalidad
del alma. Se conocen algunas figuras privilegiadas del Hedjaz,
anteriores a Mahoma, que profesaron un monoteísmo no
identificable con el judío ni con el cristiano, que
rechazaron las creencias y prácticas de sus
contemporáneos, y que luego se mantuvieron apartadas de la
renovación islámica. Se ha pensado que estas
figuras se inspiraron en los gnósticos. La
tradición les llama hanifs. De hecho, son
precursores que preparan el ambiente para
la labor sintetizadora de Mahoma, aunque luego disientan del
profeta.
Mahoma:
El Profeta del Islam, Mahoma o
Muhammad, también llamado Ahmad en el Corán,
nació "el lunes 9 del mes de Rabi-Awal" (20 de Abril del
año 571 d. C.). Pertenecía a la familia de
los hachemitas, de ascendencia aristocrática, pero de
posición humilde. Su padre, Abdalláh, y su madre,
Amina, fallecieron siendo él muy joven. Se desconoce la
mayor parte de su niñez y juventud, en
que la tradición islámica supone que realizó
varios viajes,
estableciendo contacto con monjes cristianos. Su abuelo, abd-
al-Muttalib y al fallecer éste, su tío, Abu Talib,
recogieron al muchacho huérfano y procuraron su educación, en parte
junto a su primo Alí.
A los veinticinco años, cuando ya se
hallaba entrenado en el negocio caravanero, casó con una
viuda rica, Jadicha, cuarentona, de la que tuvo varios hijos,
sobreviviéndole tan sólo su hija Fátima, que
casó con Alí. Del matrimonio del
primo de Mahoma con su hija, surgiría la familia de
los descendientes legítimos del profeta. "Abul Feda,
príncipe de Hama a comienzos del siglo XIV, describe de
este modo a Mahoma: era de talla mediana; tenía la cabeza
grande y muy fuertes las manos y los pies; era de recios huesos y cuerpo
vigoroso; su barba espesa, la color rosada, los
ojos negros, muy agradable y noble rostro, lacio el cabello y el
cuello blanco y terso como el marfil".
A los treinta años de edad (601 d.C.)
experimentó una crisis
espiritual en la que "recibió" el Corán, tras
visiones nocturnas en las que "la sabiduría eterna
selló sus leyes"
(Corán 44,3). El destino humano le preocupaba: "Los
incrédulos dicen: sólo tenemos una muerte que
sufrir y no resucitaremos" (Corán 44, 33 y 34). El
pensamiento en
el más allá motivó su conversión:
"Acuérdate del nombre de tu Señor y sepárate
de todos los demás, para entregarte por completo a
Él" (Corán 73,8). "Él es el Señor del
Oriente y Occidente; no hay más Dios que Él:
tómale pues, oh Mahoma, por tu patrono" (Corán
73,9). Esta afirmación monoteísta y la creencia en
la resurrección, que aparecen en el judaísmo y en
el cristianismo,
debían significar una ruptura con el pasado
preislámico y erigirse en puntos clave de la nueva
religión.
Cuando Mahoma, percatado de su misión,
que creía inspirada por Dios a través del
arcángel Gabriel, empezó a predicar en La Meca,
chocó con la indiferencia de sus conciudadanos y muy
pronto, con la oposición abierta de los ricos, a quienes
molestaba su mensaje de justicia
social. Alláh, clemente y misericordioso, le llevó
durante la noche "al templo lejano de Jerusalén (la
tercera ciudad santa de los islamitas), cuyo recinto bendijo para
hacerle ver sus milagros" (Corán 17,1). Esta
división debía reconfortarle, pero el número
de prosélitos seguía siendo exiguo, reducido al
círculo de sus parientes y amigos íntimos. Dos de
éstos, Abu Bekr y Omar, espíritus resueltos,
figuraban entre sus primeros seguidores.
La Hégira:
Tras un intento de hacer conversos entre
los habitantes de Taif, entró en contacto con
árabes de Yatrib que le invitaron a ir a su ciudad. La
Emigración o hégira de La Meca a Yatrib tuvo
lugar el 16 de julio del año 622, fecha que señala
el inicio del calendario musulmán. Mahoma contaba entonces
cincuenta y un años de edad, e iba a cambiar de
táctica. A la finalidad puramente espiritual de
conversión de los árabes añadía el
recurso bélico. Yatrib que sería desde ahora la
"ciudad del profeta" (Madinat al-Nabi) o Medina, se
convertiría en centro de sus operaciones. La
"guerra santa"
contra los mequeses infieles estuvo declarada cuando Mahoma hubo
hecho los primeros prosélitos entre los medineses y
obtenido la jefatura de la ciudad.
Los medineses le apoyaron con tesón.
Mahoma procuró, de momento, contemporizar con los
judíos, arbitrar entre las distintas tribus rivales y dar
unidad al pueblo árabe, declarando el vínculo de la
fe islámica superior al de la sangre.
El Islam se iba a
convertir en una teocracia capaz de humillar a los infieles. Los
joraichitas fueron los primeros en experimentarlo en Badr (624),
dedicándose a preparar la revancha desde La Meca y
logrando derrotar a los musulmanes en Uhud (625). Mahoma, herido
en la refriega, se rehizo pronto y reavivó el ánimo
de sus gentes lanzándolas a asaltar las caravanas
mequesas. Beduinos del desierto y abisinios acudieron a la
llamada de La Meca para aniquilar las huestes de Mahoma,
bloqueándolas en Medina (627) durante un mes y
retirándose más tarde sin haber pasado el foso que
mandara construir el profeta para proteger la
ciudad.
El fracaso de los atacantes permitió
llegar a una avenencia con los poraichitas mequeses. Mahoma
ensayó la vía diplomática y entró en
tratos con La Meca, en espera de poder
conquistarla. Casó incluso con Umm Habiba, hija de un
joraichita notable, Abu Sufyan, y éste le facilitó
la entrada en la ciudad (630). Dos años después de
su retorno a La Meca, cuando contaba sesenta y uno de edad, el 8
de junio del 632, falleció el profeta en Medina. A su
muerte, tan
sólo la región del Hedjaz podía considerarse
bastante islamizada. El espíritu tribal revivió.
Los beduinos se separaron. La sucesión fue discutida,
recayendo al fin en el padre de la favorita del profeta, Aicha, y
amigo íntimo en los momentos duros de los comienzos de la
predicación islámica: Abu Bekr, primer
califa o vicario del profeta.
El Islam:
La doctrina predicada por Mahoma fue
recogida en el Corán, libro sagrado
de los musulmanes y en el conjunto de la Sunna o Tradición
islamita. El Profeta no redactó obra alguna; se
había limitado a predicar el Islam, religión nueva cuyo
principio básico consiste en la sumisión plena a la
voluntad de Alláh, el Dios único.
El Islam iba a triunfar sobre el paganismo de los
árabes, asimilando en parte sus tradiciones y
lograría una expansión rápida por Occidente
y Oriente. Antes de examinar estos aspectos, no obstante,
conviene que nos detengamos un poco en la esencia de su
doctrina.
La profesión de fe ( XAHÁDA
), RESUME LA EXPRESIÓN DE LA FE ISLÁMICA EN LA
FRASE: "No hay más Dios que Alláh y Mahoma es su
profeta". El Corán la glosa así: "¡ Oh
fieles!, creed en Dios, en su Enviado, en el libro que
Alláh envió a su profeta Mahoma y en las escrituras
que envió antes. Pues el que no creyere en Dios, en sus
ángeles, en sus libros, en sus
profetas y en el juicio final, se halla en un error lejano de la
verdad" (Cor., 4,135). El poderío
de Dios es infinito (Cor., 11,4), pero "el Señor es el
más equitativo de los jueces (Cor., 10,109), es clemente y
misericordioso" (Cor., 10,107)
Acaso la mejor expresión de fe en
Alláh se halle en el siguiente versículo: "El que
busca la verdadera grandeza la encuentra en Dios, fuente de donde
manan todas las perfecciones": (Cor., 35,11)
La oración (SALÁT): Elevad
plegarias, haced limosnas, inclinaos sumisos …" (Cor., 2,40).
"Queremos que el lugar a donde tu diriges tus ruegos te sea
grato. Vuelve tu frente hacia el templo de Haram (la mezquita
sagrada de La Meca). En cualquier lugar donde te halles, dirige
tus miradas hacia el santuario augusto". (Cor., 2,139)
"¡Oh, creyentes! No oréis cuando estéis
embriagados; esperad a poder
comprender vuestras plegarias. No oréis tampoco cuando
estéis sucios. . . frotaos el rostro y las manos con polvo
si no tenéis agua". (Cor.,
4,46). "Cumplid con todas las oraciones; pues la oración
prescrita a los creyentes tiene fijadas diferentes horas". (Cor.,
4,102). "Haced la oración al nacimiento del día, a
la puesta del sol y por la noche". (Cor., 11,116).
"Entrégate a la oración, desde el momento en que
empieza a declinar el sol, hasta que
haya entrado la oscuridad de la noche; y a la lectura del
Corán en la aurora…" (Cor., 17,79). "Cumplid exactamente
las plegarias, sobre todo las del mediodía. Alzaos y rogad
con devoción. Si tuviereis miedo podéis hacer la
plegaria marchando, ya a pie ya a caballo…" (Cor., 2,239 y
240).
Pero, en la azora de la caridad añade:
"¡Desgraciados de los que hacen la oración y la
hacen con negligencia! O la hacen por ostentación, y se
niegan a socorrer a sus semejantes": (Cor., 107,
4-7)
El ayuno ( Sawm)
"¡Oh creyentes! Está escrito que
seréis sometidos al ayuno como lo fueron vuestros padres,
a fin de que temáis al Señor. Los días de
ayuno son contados, y el que estuviera enfermo o en viaje,
ayunará después un número de días
igual" (Cor., 2, 179 y 180). "El mes del Ramadán, en el
cual el Corán ha descendido del cielo para ser la
guía, la luz de los
hombres y la regla de sus deberes, es el tiempo destinado
a la abstinencia… La comida y la bebida os son permitidos hasta
el instante en que podáis distinguir, a la naciente
luz del
día, un hilo blanco de un hilo negro. Cumplid en seguida
el ayuno hasta la noche; alejaos de vuestras mujeres y llenad el
día con vuestras plegarias". (Cor., 2, 181 y
183)
Limosna ritual ( Zakah)
"… dad limosna; el bien que hagáis lo
hallaréis cerca de Dios, que ve vuestras acciones".
(Cor., 2,104) …¡no anuléis el mérito de
vuestras limosnas, con la murmuración y la iniquidad!…
(Cor. 2,266). !Haced limosnas de los bienes que
hayáis adquirido y de los que hemos hecho surgir de
la tierra; no
escojáis la peor parte de lo que tengáis para las
dádivas. No ofrezcáis aquello que no quisierais
recibir": (Cor., 2,191). "La limosna que hagáis y el voto
que hayáis prometido, serán conocidos del cielo":
(Cor., 2,273).
Peregrinación a La
Meca
"Cumplid la peregrinación a La Meca, por
lo menos una vez a la vida, y la visita al Templo, en honor de
Dios. Si tenéis impedimento, ofreced al menos un
pequeño regalo. No afeitéis vuestras cabezas hasta
que las víctimas hayan llegado al lugar donde deben ser
inmoladas. Quien por enfermedad u otro accidente, se viera
obligado a afeitarse antes de este momento, tendrá por
expiación el ayuno, la limosna o la ofrenda. Cuando ya no
tenga nada que temer, aquel que emprende el peregrinaje a La
Meca, ofrecerá, después de haber visitado los
santos lugares, tanto como su peculio le permita. Y quien nada
pueda ofrecer, ayunará tres días durante el viaje y
siete después de su regreso … La peregrinación se
hará en los meses prescritos… Tomad provisiones para el
viaje y sabed que la mejor provisión es la piedad…
Cuando regreséis del monte Arafat, acordaos del
Señor cerca del momento de Haram. Haced en seguida
procesiones en los lugares donde los otros las hacen e implorad
la clemencia del Señor". (Cor., 2,
192-195).
La guerra santa (
Jihad )
Un sexto precepto cabe añadir a los
cinco apuntados: el de la Guerra Santa o
Jihad. "Combatid por la defensa de la fe…" (Cor., 2,245).
"Combatid con denuedo bajo los estandartes de Dios…".(Cor.,
22,77). "Combatid a vuestros enemigos en la guerra
encendida por la defensa de la religión; pero no
ataquéis los primeros. Dios niega a los agresores. Matad a
vuestros enemigos donde quiera que los encontréis…"
(Cor., 2, 186 y 187). "Combatid… hasta que el culto divino se
haya restablecido". (Cor., 2, 189). "Si morís u os matan
combatiendo en la senda de Alláh, os espera su
misericordia, que es mejor que las riquezas mundanas que
atesoráis". (Cor., 3, 158). "No digáis que esos que
han caído luchando bajo los estandartes de la ley, han muerto.
Al contrario, viven aunque vosotros no los sentís". (Cor.,
2, 149)
El paraíso
Mahoma promete a sus creyentes como
recompensa futura, ultraterrena, el goce infinito en el
Paraíso. "Aquellos que hagan oración, que sirvan y
elogien al Señor, que le adoren, que ayunen, que ordenen
la justicia, que
prohiban el crimen y guarden los mandatos divinos, serán
felices". (Cor., 9,113) ¿ En qué consistirá
esta felicidad? "Estarán en posesión del
Paraíso y gozarán eternamente". (Cor., 2,72), "…
vivirán en los jardines donde corren los arroyos. Cuando
coman las frutas que allí crecen se dirán: he
aquí las frutas de que nos nutríamos en la tierra;
pero de las frutas terrestres sólo tendrán la
apariencia. Y encontrarán allí las mujeres
purificadas, las jóvenes huríes. Y su estancia en
los jardines será eterna". (Cor., 2,23), "y la paz
será con ellos".(Cor., 10,10)
El infierno
"… Los que han tratado de embustes los
signos del cielo y los deprecian, no entrarán en el
Paraíso hasta que pase un camello por el agujero de una
aguja. El infierno será su lecho, cubierto con mantas de
fuego…" (Cor., 7,41-42), "y nunca podrán salir de
él". (Cor., 4,120)
La ley
islámica
El Corán es para los musulmanes,
además, el código moral, civil y
penal. Los preceptos sociales de la ley
coránica, regulan la alimentación,
prohiben el uso del vino y el consumo de
carne de cerdo, los juegos de
azar, "la suerte de las flechas", la caza en ciertas condiciones,
etc. Fijan también la condición de la mujer,
prescriben su conducta,
reglamentan el matrimonio (se
permite al musulmán tener cuatro esposas legítimas
y las esclavas que pueda mantener), el adulterio, el repudio,
etc. El conjunto de normas que
Alláh estableció para la conducta de los
creyentes constituye la Ley musulmana o
Xaríah. La ley
islámica es, pues, la expresión de la voluntad de
Alláh y en consecuencia precisa sólo de
intérprete y de ejecutor. Es ley revelada y Dios el
único legislador.
La Sunna y el
Hadith
Además del Corán, los islamitas
sunnitas poseen en la "costumbre" o "tradición" (Sunna)
una segunda fuente de la fe y de la ley. No siempre todos se
hallan de acuerdo en su valor y en su
interpretación, lo cual ha motivado distintas tendencias
religiosas, desde el siglo I de la hégira ( siglo VII-VIII
de Cristo). La Sunna vino a completar y a explicar el
Corán después de la muerte de
Mahoma, pero en ocasiones se halló en aparente
contradicción con las palabras del libro sagrado.
Los testimonios de la vida de Mahoma, las prácticas
religiosas de los "compañeros del Profeta" y su recuerdo
ayudaron a precisar la reglamentación de la fe, que se fue
elaborando en Medina durante los cuarenta primeros años de
la hégira, a través del "comentario"
vivo.
A su vez, los comentarios y narraciones,
tendentes a precisar y valorar la Sunna, pasaron de boca en boca
y en el siglo II de la hégira dieron lugar al
florecimiento del Hadith, regalo piadoso, en general breve
y concreto, en
que se refieren hechos atribuidos al profeta y a sus
compañeros. El proceso de
transmisión de los hadith solía señalarse
siempre cuando estos relatos se fijaban por escrito. Se
consideraba importante este extremo, puesto que en los hadith se
recogen sentencias de Mahoma y se precisan muchos aspectos
íntimos de su vida y actuación (qué
comía, cómo vestía, etc.). Las distintas
facciones políticas
los han aprovechado para sus conveniencias y por ello la
crítica ha debido desplegar una actividad intensa, en
busca de la autenticidad de estos hadith, para desenmascarar
falsificaciones interesadas.
La expansión
islámica
Las luchas internas ensangrentaron por unos
momentos el naciente Estado
teocrático islámico. Surgieron falsos profetas y
síntomas de disgregación. El primer califa, Abu
Bekr (632-634), contó no obstante, con un caudillo
experto, Jalid ibn al-Walid, para dominar las tribus insurrectas.
La expansión extrapeninsular se inició a
continuación, por Siria en el 634. Damasco, futura
capital del
Islam, cayó en septiembre del año 635 bajo el mando
de Jalid. Las tropas del emperador bizantino Heraclio sucumbieron
en la batalla del río Yarmuk (636) y luego los musulmanes
ocuparon Jerusalén (638) y Cesarea (640). La conquista de
Siria pudo completarse en el 640. Los musulmanes inauguraron un
régimen de tolerancia con
los monofisistas sirios, obligados únicamente al pago de
tributos y por
lo general fueron bien recibidos.
El Irak y la
Persia de los sasánidas se convirtieron en otros tantos
objetivos en
la década del califa Omar (634- 644). Sad, jefe de las
tropas del califa, ocupó Ctesifonte (637), capital del
imperio sasánida, y recibió la sumisión del
Irak. Cayeron,
sucesivamente, Mosul (641) y Persépolis (649), pero no se
alcanzaron los límites orientales del antiguo imperio
persa hasta el 652. El campamento militar de Kufa se
convirtió en la primera capital
musulmana del Irak.
La conquista de Egipto,
Trípoli y Barca, fue obra del ímpetu del joraichita
Amrú. Comenzada el año 639, culminó con la
entrada en Alejandría (642), capital de la
hasta entonces provincia bizantina de Egipto. Los
coptos (monofisistas) apoyaron a los musulmanes, quienes
establecieron su centro administrativo en Al-Fustat (el
campamento).
Desde Egipto y Siria
se organizaron las flotas islámicas que en 655
debían derrotar a la marina de Bizancio poniendo fin a su
predominio en el Mediterráneo. Y desde Egipto
también, avanzaron las huestes musulmanas hacia el oeste
ocupando la región de Barca, Trípoli y Cartago; y
hacia el sur hasta Nubia. Desde Siria se conquistó
Capadocia (647), Frigia y Armenia (653). Mientras tanto a Omar le
había sucedido Otmán (644-656) que acabó sus
días asesinado, entablándose una lucha por el
poder en la
que Alí salió triunfante. pero el gobernador de
Siria, Moavia, rehusó reconocerle y se alzó contra
él, obligándole a trabar combate en la llanura de
Siffin (657) y a recurrir luego a un astuto arbitraje en que
Alí fue depuesto.
La facción de los jarichíes o
jarejitas, se separó de los chiítas o partidarios
de Alí, originándose la primera secta
islámica.
El califato Omeya
La proclamación del joraichita Moavia en
Jerusalén daba origen, en el 661, al califato omeya, que
duraría hasta el 750 con capital en
Damasco. La influencia de la civilización sirio-bizantina
sobre el mundo islámico fue considerable, en esta
época, sustituyéndola más adelante la de la
civilización persa-irania durante el califato
abbasí (750 – 1258), que fijó su capital en
Bagdad.
Durante la etapa omeya, este califato
alcanzó su mayor extensión. Incluso la capital del
Imperio bizantino, Constantinopla, tuvo que soportar los ataques
árabes. Se creó la gran fortaleza de Cairuán
(670), se ocuparon las islas de Rodas (672) y Creta (674), y
Cartago cayó en poder de
Hassán (695), prosiguiendo la ocupación del norte
de África y alcanzando la orilla del Atlántico en
el 704. La última plaza bizantina en África, Ceuta,
fue tomada en 711. Simultáneamente, avanzaban los
musulmanes por el extremo sur occidental de Europa,
instalándose en España
(711-714) y penetrando en el Languedoc, y proseguían sus
campañas en Asia Menor,
apoderándose de Antioquía de Pisidia (713) y
asediaban una vez más Constantinopla
(718).
Por el este se había conquistado al mismo
tiempo el
Jorasán (663-671) y se alcanzó Bújara, en el
Turquestán (674), ganada más tarde (706-709); y
seguida de la Sogdiana, Samarcanda (710-712) y Jovaresmia. La
Transoxiana quedaba agregada al imperio omeya en el 715.
Más al sur se apoderaban las huestes islámicas del
valle inferior del Indo (712) y de parte del Penjab meridional
(713), en la India.
Con las nuevas conquistas, se extendía de
los Pirineos al Indo el vasto imperio omeya y con él la
religión musulmana, experimentando un serio retroceso el
cristianismo
en el sur de Europa, en el
norte de África y en el suroeste de Asia. Las
disensiones internas del mundo islámico no tardarán
mucho tiempo, sin
embargo, en beneficiar a los reinos, e imperios,
cristianos.
Los omeyas, y con ellos los distintos grupos y pueblos
enrolados en las filas del Islam, durante su primer siglo de
grandes conquistas, no se propusieron la conversión total
de las gentes sometidas a su dominio. Los
cristianos, y en general también los judíos, en su
calidad de
"gentes escriturísticas" o depositarias de la Biblia,
recibieron un trato benigno y se les concedió libertad para
practicar sus religiones. Las necesidades
económicas del nuevo imperio condicionaron a su vez, la
política
religiosa, porque no convenía que el Estado
dejara de percibir el canon fijo (chizia) por individuo
infiel, del mismo modo que se respetaron las propiedades de los
vencidos para cobrar una suerte de contribución
territorial ( jarach).
Durante el siglo VII y la primera mitad del VIII,
el estudio del Corán y la "ciencia de la
tradición" adquirieron gran relieve en
Medina, en Kufa, en Basora y en Damasco, extendiéndose por
otros muchos centros. En estos estudios se fundamentó la
teología y también la ley ( fiqh),
esencialmente religiosa. Sus principales intérpretes
fueron: Abdullah ibbn-Masud (m.653), gran recitador de
tradiciones ( o hadiths) coetáneas del profeta; Al-Hasan
al-Basri (m. 728), pensador místico de Basora que
ejerció notable influencia en los sufíes, en los
sunnitas y en los mutazilíes; y al-Shabi (m. 728), maestro
del extraordinario Abu Hanifa (m. 767).
La exégesis coránica y la
especulación religiosa de esta época dieron lugar a
los movimientos filosóficos religiosos. Un
discípulo de Al-Basri, Vásil inb-Ata (m. 748),
fundó en Basora la escuela
mutazilí ("disidente" de la de su maestro),
defensora de la libertad del
hombre en el
problema de la relación entre la fe y las obras,
racionalista y propugnadora del libre albedrío, que
extremó la unidad de Dios, no admitiendo la posibilidad de
asignarle atributos y menos el antropomorfismo de Alláh,
pero insistiendo en el principio de la justicia
divina.
La escuela
cadari, defensora también de la libertad
humana frente a la predestinación y partidaria asimismo
del libre examen por oposición a los predeterministas
rigurosos, fue la primera escuela
filosófica. Como primera secta propiamente religiosa cabe
considerar a los jarichíes ( o jarejitas)
disgregados de los chiítas o partidarios de Alí,
demócratas puritanos, enemigos de los jaraichitas y del
culto a los santones, los ibadíes actuales son su
última derivación.
Los mujires o murgíes, más
tolerantes, tuvieron menos trascendencia, pero frente a los
jarichíes declaraban esencial la profesión de fe,
que no quedaba anulada por una culpa grave.
Mucha mayor importancia tuvo el
chiísmo, éste introdujo en el islamismo un
elemento nuevo: el imam o imán, persona que hace
de intermediario entre Dios y el creyente, en especial Alí
y sus descendientes. Su fundador fue Abdullah ibn-Otmán,
judío islamizado (ismailítas, carmatianos,
nusairíes y drusos salieron del tronco
chiíta).
La ley coránica (fiqh) reglamenta la vida
del musulmán en su triple calidad de
creyente, hombre y
ciudadano del Estado
teocrático. El faqui y el alim ( o
ulema), dedicados al estudio de la Ley, son teólogos y
jurisconsultos al propio tiempo. El
fiqh es un "derecho revelado" y en consecuencia, es
inmutable. Su fuente es la sabiduría divina. La
experiencia permita, no obstante, adelantar en su
interpretación. Las "raíces de la Ley son pues: 1.-
El Corán, 2.- La Sunna o Tradición, 3.- La
"analogía" ( quiyás), que tiende a resolver
los problemas o
casos nuevos por sus semejantes, 4.- El "consentimiento
universal" (ichmá) o unanimidad de opinión
de los expertos en la interpretación de la Ley y 5.- el
"juicio humano" ( rai ) u opinión personal del
experto cuando no existen precedentes respecto de un caso
concreto. La
valoración o no aceptación de las distintas
"raíces" dio lugar a la aparición de "escuelas", en
tiempo del califato abbasí.
La Mezquita
El templo islámico o mezquita fue en los
primeros tiempos un simple patio rectangular, a cielo abierto,
cercado por un vallado de cañas o por cuatro paredes de
arcilla. Pronto se le añadió una especie de techo
periférico de hojas de palmera y barro, que más
tarde se convertiría en un patio forticado. Un
púlpito de madera (
mimbar), más o menos sencillo, constituía
todo el mobiliario.
En sus conquistas, los árabes entraron en
contacto con pueblos de gran técnica arquitectónica
y asimilaron elementos distintos ( romanos, sirios, bizantinos,
persas, hindúes, egipcios, etc.) que les permitieron crear
sus obras de arte. Con el
tiempo se convirtió la mezquita en edificio cubierto, con
nicho de base semicircular o capilla (mihrab) en una de
sus paredes para dar a conocer la dirección en que debían dirigirse
las oraciones, con la fuente para abluciones y con el "minarete"
o torre para que el almuédano pudiera anunciar a
los creyentes las horas del rezo. El mihrab pasó a ser el
lugar más respetado del templo, y el patio, se
conservó en general, a modo de antesala. Las filigranas
decorativas, inscripciones coránicas, cúpulas y
columnas, cortinas, lámparas y esteras fueron los
únicos adornos. El santuario de La Meca y la mezquita de
Mahoma en Medina, sirvieron de modelos
iniciales, pero luego se adaptaron tradiciones de los
países conquistados, se aprovecharon templos de otras
religiones o
elementos de los mismos y las mezquitas pasaron a ser edificios
grandiosos, bellos y decorativos.
El culto
El viernes de cada semana, día santo de
los islamitas, día santo de los islamitas, es el destinado
a la oración solemne en la mezquita, presidida por el
propio califa en persona, en el
califato, por el iman o por algún creyente notable. La
santificación del viernes no lleva implícita para
los musulmanes la obligación del descanso o cese de las
actividades cotidianas, sino únicamente la asistencia al
rezo en común del mediodía, precedido del
sermón ( la jutba ) en lengua
árabe, que predica un imán ( jatib ) desde
lo alto del mimbar, o púlpito. Para que pueda celebrarse
esta oración pública es precisa la asistencia de
cuarenta fieles o más. En ella se pronuncian invocaciones
pidiendo a Alláh que bendiga al soberano, a los
príncipes y musulmanes todos, y que confunda a los
enemigos infieles e incrédulos.
No existe, propiamente, un sacerdocio
islámico y el islamismo carece de liturgia. Tan
sólo los sufíes, organizan ceremonias que
incluyen el rezo de letanías, cantos y danzas, pero
éstas no son comunes a todos los sufíes, sino
exclusivas de cada comunidad. Los
almuédanos o servidores de las
mezquitas no precisan de formación especial con tal que
conozcan la lengua
árabe. La enseñanza del árabe comienza
todavía con la lectura y
recitación de memoria del
Corán, lo cual implica un conocimiento
directo del libro sagrado
por parte de los jóvenes islamitas
cultos.
Como es fácil suponer, estas
prácticas se hallan en la antigua tradición de la
época omeya y pueden considerarse plenamente
tradicionales.
El califato
ABBASÍ
Antes de que concluyera el califato omeya en el
750, los musulmanes habían tenido que desistir de penetrar
en la Europa central (
batalla de Poitiers, 732) y de apoderarse de los restos del
imperio bizantino. Sus correrías en Occidente durante los
califatos de Abul Abbas (750 – 754), fundador de la
dinastía abbasí, y de sus primeros sucesores, se
centraron en los países mediterráneos. Hubo
todavía conquistas nuevas: un grupo de
árabes andaluces, sublevadas contra el emir Al-Haka,, se
refugió en Egipto (816) y
luego marchó a la isla de Creta (827) desde donde, por
espacio de cuatro generaciones ( hasta 961, en que la
reconquistaron los bizantinos), se dedicaron a piratear y
obstaculizar el comercio
marítimo. El mismo año de la ocupación de
Creta, el 827, los musulmanes de Cairuán iniciaron la
conquista de Sicilia; tomando Palermo (831) ocupando la parte
occidental de esta isla y convirtiéndola en base de sus
expediciones a Brindisi (838), Tarento (839-840) y Bari (841).
Luego cayó Mesina (842), se saqueó la
Basílica de San Pedro, en Roma (846) y se
ocupó la Apulia (850).
En el Oriente, a la muerte del
califa abbasí al-Mamún (833) siguieron unos
años de paz en Asia Menor.
Reemprendida la lucha por el califa al-Mutassin (833 – 842), los
musulmanes tomaron Amorium (838) e intentaron reforzar sus
posiciones; pero el emperador bizantino Basilio I (867-886)
logró contenerles. No pudo impedir, en cambio, que
ocuparan la isla de Malta (869) y la ciudad de Siracusa (878).
Ibrahim II ibn-Ahmed, con la conquista de Taormina (902)
completaría la de la isla de Sicilia. En los primeros
años del siglo X y hasta el 915, la Campania se
convirtió en su presa preferida. A esta obra de conquista
siguió la de islamización, mucho más lenta.
Hasta las medidas de intolerancia de mediados del siglo IX no se
observaron conversiones forzosas en masa. La conversión
progresiva, para obviar el tributo humillante y adquirir mayor
prestigio en la sociedad
musulmana, se dio en Siria, Egipto, Líbano, etc., pero en
todos estos países sigue habiendo todavía hoy
núcleos cristianos importantes.
El califato abbasí con capital en Bagdad,
ciudad de civilización refinada y emporio mercantil de
gran actividad, había ido perdiendo ya a comienzos del
siglo X, autoridad
efectiva sobre el mundo islámico. Cuando el jefe de la
guardia turca del califa al-Muqtadir (908-932) tomó el
título de emir-al-umará (gobernador en
jefe), y relegó al califa a un plano poco más que
decorativo, éste perdió también autoridad
moral sobre
los creyentes. Las sectas de los jarejitas o
jarichíes, provocaron revueltas que degeneraron en
verdaderas guerras
civiles. Los desmembramientos se sucedías, tras haberse
iniciado por las provincias más alejadas del centro
califal.
Abb al-Rahmán I había independizado
el emirato de España de
la autoridad
abbasí el año 756, fundando la dinastía
omeya floreciente. Idrís ben Abdallah se proclamaba, a su
vez, emir en Fez y fundaba en 788 el reino de los Idrisíes
en Marruecos (788 -794). Los Aglabíes de
Cairuán, señores de Túnez, actuaban
también por su cuenta desde la época de Ibrahim I
ibn-Aglab (800-909), siendo los verdaderos islamizadores de
Sicilia, donde crearon una civilización de cuño
musulmán de gran relieve.
Las cuatro escuelas
ortodoxas
Las cuatro escuelas jurídicas
islámicas consideradas ortodoxas en su
interpretación de la ley musulmana, se desarrollaron a
partir de los siglos VIII y IX, la gran época "formativa"
del islamismo, alcanzando la actualidad.
La escuela
malequí, malikí o medinesa, creada en
Medina, sede del primer califato, y centro de la actividad
jurídica, por el imam Málik ibn Ánas
(m.795), se propuso conservar puro el legado de la época
profética, admitiendo el recurrir, además de al
Corán, a la Sunna o Tradición seguida por Mahoma y
sus primeros compañeros y procediendo a coleccionar esta
tradición en el famoso libro
Al-Muwátta. La escuela
Malequí es pues, sunnita por antonomasia. La
opinión de cada uno de los primeros jueces medineses se
considera fuente indiscutible de Ley por sí misma, con lo
cual se valora extraordinariamente la sunna profética.
Piensa que el creyente puede seguir con libertad la
"opinión" o sentencia que más le plazca, dentro de
estas "raíces" o fuentes
legislativas. La escuela malequí tuvo muchos adeptos en
España
y en África.
La escuela hanafí o
siria-iraquí, fundada por el iman Abu Hanifa (m. 767),
alcanzó gran predicamento en los países turcos, en
Asia central y
en la India
islamizada. Su método
tiende a tomar el Corán como base y comparar las
sentencias de los jueces buscando "analogías", con lo cual
valora el razonamiento individual (rai) como fuente de la
Ley, y permite seleccionar la sentencia mejor, en caso de
oposición entre la base coránica y la
tradición local. Esta actitud
disminuye, de hecho, el valor de la
Sunna puesto que el creyente debe seguir siempre la sentencia
"mejor", prescindiendo o relegando a un segundo término
las restantes relativas al objeto considerado. La actitud
selectiva personal
quedó restringida, por obra del mejor discípulo de
Hanifa, Abu Yusuf (m.798), a los casos jurídicos
estrictamente necesarios.
La escuela hanbalí, ideada por un
discípulo de ash-Shafií, el iman Ahmad ibn Hanbal
(m. 855) partiendo en parte de la tendencia dahrí,
literalista o zahirí tuvo muchos adeptos en Siria y
en Mesopotamia. Es
la más rigorista, la más tradicional y la que menos
se presta a interpretaciones libres del derecho coránico,
pues acepta sólo el Corán y la Sunna, rechaza la
analogía y reduce la validez del ichmá al caso del
consenso unánime de los compañeros directos del
profeta.
Todo buen musulmán debe pertenecer a una
de estas cuatro escuelas y puede pasar de una a otra debe
pertenecer a una de estas cuatro escuelas y puede pasar de una a
otra con libertad. Pero
todas deben aprobar las resoluciones que afecten a la generalidad
del mundo islámico. Los ulemas son intérpretes
autorizados de la Ley a los que pueden recurrir los creyentes. Y
entre los ulemas ocupan una categoría especial los
muftíes, intérpretes de la ley encargados
oficialmente de dar soluciones a
los problemas o
dudas que se les planteen. El cadí o juez, titular
de un juzgado, es escogido entre los ulemas.
Los recopiladores de la tradición
piadosa
Entre los recopiladores de hadith,
destacan el citado Ahmad ibn Hanbal, que recogió unos
treinta mil; su discípulo Al-Bujari (m.870), que los
sometió a crítica, sistematizó y
comentó; Muslim (m.874), que se limitó a agruparlos
por temas pero sin comentarlos; Abu Dawud (m.888), Tírmizi
(m.892), discípulo de ibn Hanbal; Nasai (m.886). Los seis
últimos constituyen la autoridad
tradicional en la materia,
formando la colección de los "seis libros", de
los cuales el más estimado y utilizado es el de Al-Bujari,
el gran sistematizador de la tradición
jurídica.
Al concluir, en el siglo IX, la labro de
éstos y otros juristas, quedaban prácticamente
estudiados los problemas
fundamentales que planteara la formación de la Ley
islámica.
Los estados islámicos de
Oriente
En Asia central, el
Jorasán se independizó pronto del califato
abbasí sucediéndose tres dinastías
enraizadas en la tradición irania del país: la de
los Tahiríes (820-872), con centro primero en Marv
y luego en Naysabur. La de los Saffaríes (872-
908), fundada por Yacub Al-Saffar, que incorporó a los
dominios de los Tahiríes la mayor parte de Persia y los
territorios limítrofes con la India. Le
sucedió la dinastía de los Samaníes
(900-999), que creó Naser ibn-Ahmad, nieto de Saman y que
ejerció el poder en Transjordania, el Jorasán;
Sijistán y Tabaristán, figurando en sus dominios
las ricas ciudades de Bújara y Samarcanda, rivales de
Bagdad por sus estudios y desarrollo del
saber, y por su magnificencia.
Una dinastía turco-musulmana, la de los
Gaznavíes, cuyos inicios se sitúan en Gazna
el años 932, fundó el imperio gaznaví,
extendido por el Afganistán y el Penjab (162-1186), que
alcanzó su época áurea en tiempos de Mahmud
de Gazna (999 – 1030), islamizador del norte de la India con
centro en Lahore. En el Irán occidental, el chiíta
Ahmad al-Buyhí, estableció en el 945 el sultanato
de los Buyhíes o Buidas, con los restos del imperio
abbasí que comprendían la mayor parte del
Irán y Mesopotamia.
habiendo fijado en Chiraz su capital, este sultanato
perduró hasta la llegada de los turcos selyúcidas
en 1055. En todo este tiempo, los sultanes designaban con entera
libertad a los califas de la familia
abbasí y gobernaban a su antojo.
Egipto. El califato
Fatimí
En Egipto y Siria, Ahmad ibn-tulun
(868-884), hijo de un esclavo turco, fundó la
dinastía de los Tulunidas, en el año 879.
Esta dinastía, en manos de los hijos y nietos del
fundador, perduró hasta el 905, en que Egipto y Siria
volvieron a convertirse en provincias del califato abbasí.
No duró mucho esta unión. El mahdí
Obeid-Allah (909-934), descendiente de Fátima, la hija del
profeta y de su esposo Alí, en 910 derribó la
dinastía aglabí de Cairúan,
tomó el título de califa, hecho muy significativo,
y proclamó la guerra santa
contra los abbasíes. Tal es el origen de los
Fatimíes que iban a centrar sus actividades en
Egipto. Mientras tanto, otra dinastía de origen turco, la
de los Ijchídíes (935-969), sentó sus
reales en el Al-Fustat, se incorporó Siria (941) y la zona
costera de Arabia (con Medina y La Meca) y detentó por
unos años (hasta 969) el poder en Egipto. Muy pronto los
Hamdaníes del norte de Mesopotamia
obtuvieron el control de Siria
(944) y fundaron el reino de Alepo (944-1003) y poco
después los Fatimíes de Cairuán, regidos por
el califa Al-Muizz (952-975), penetrando en tierra egipcia
tomaban Al-Fustat (969), y fundaban la ciudad nueva de El Cairo,
estableciendo en Egipto la dinastía fatimí, de dos
siglos de duración.
España. El califato de
Córdoba
El ejemplo de Obeil en Cairuán,
creador de un segundo califato frente al abbasí en 910,
fue seguido muy pronto por el emir omeya de España,
Abd al-Rahmán III ( 912- 961) quien se hizo proclamar a
sí mismo califa de Córdoba el año 929. El
mundo islámico pasó a tener tres cabezas, tres
califas, "guías de los creyentes". El califato omeya de
Córdoba subsistió hasta el 1031, fecha en que se
deshizo la unidad política del Islam
español. El califato fatimí de Egipto
perduró hasta 1171.
El califato abbasí, con el centro en
Bagdad, conservó sus apariencias de tal hasta el 1258. Una
vez substituido en 1055 el poder de los sultanes buyhíes
por el de los turcos seljúcidas (o saliuquíes), a
quienes los califas abbasíes saludaron como libertadores,
heredaron los nuevos conquistadores el título oficial de
al-sultán ( el que gobierna) asimilable al de "jefe
de gobierno" (el
califa equivaldría en teoría
al "jefe de Estado",
teniendo en cuenta que este Estado no era
sólo civil sino esencialmente religioso,
teocrático, mientras su "jefe" era persona civil, no
"religiosa").
Las escuelas jurídicas en
España
La escuela malequí era conocida y
aceptada en España
desde fines del siglo VIII. Unos autores atribuyen la
introducción de la misma a Zeyad al-Lajmí, mientras
otros piensan que debióse a un discípulo directo de
Malik, Yahya ibn-Yahya al-Laití. Los representantes
hispanos de esta escuela fueron numerosos. Tal vez los más
significativos sean Abul Ualid el Bejí (1012-1081), Abul
Ualid ibn-Roxd (1058-1126), abuelo de Averroes, y el granadino
Aben Hasam (1359-1426).
La escuela shafií o xafeí fue
introducida en España, según parece, por el
cordobés Al-Cásim ibn-Muhamad ibn-Zeyar (m. 891), a
su regreso de un viaje a Oriente. Sus discípulos, fueron
muchos. También difundió esta tendencia sincretista
otro cordobés coetáneo de Al-Cásim, el
piadoso Baqui ibn-Majlad (m. 886), exegeta del
Corán.
La escuela dahirí, precursora de la
hanbalí, tuvo un esforzado propagador en Al-Mundir
ibn-Said (m. 966), cadí supremo de
Córdoba.
Las sectas
islámicas
El estudio de la esencia y atributos de
Alláh; el de los varios aspectos de su acción
creadora; el de la relación entre la libertad humana y la
predestinación; la esencia y definición de la fe;
el antropomorfismo de la divinidad y más aún las
discusiones políticas,
han motivado la aparición de varias sectas en el seno del
islamismo. Mahoma predijo que su religión se
dividiría en setenta y tres facciones, una sola de las
cuales estaría en posesión plena de la verdad. Los
sunnitas u ortodoxos creen ser esta facción,
admitiendo cuatro escuelas jurídico- teológicas en
su seno.
Las tendencias divergentes de la ortodoxia
sunnita que han tenido alguna trascendencia, no han sido tantas.
A partir de la muerte del
profeta empezaron las divergencias, con motivo de su
sucesión. La reserva del Califato o vicariato, de momento,
para la tribu de los joraichitas por haber sido la de
Mahoma, no fue admitida por los disidentes o
jarichíes.
Los jarichíes
Protestaron los jarichíes, en el siglo
VII, de que la dignidad califal fuera detentada por una tribu o
por una familia,
considerando que para sucesor del profeta debía elegirse
el más digno, fuera quien fuese, incluso un esclavo negro.
Se apartaban de los sunnitas u ortodoxos en algunos aspectos
importantes, demostrando una mentalidad de tendencia más
democrática, que en los primeros siglos del Islam
provocó conflictos
sangrientos por la ocupación del
califato.
En nuestros días reciben el nombre de
ibadíes (o ibaditas), por haber sido Ibn Ibad uno
de sus jefes. Sus principales puntos de disidencia son: negar que
el Corán sea un libro "increado"; prohibir el culto de los
santos; combatir las comunidades sufíes; abominar de las
peregrinaciones locales y negar que los musulmanes pueden
salvarse sin practicar "buenas obras" ( es decir, con sólo
la fe islámica y la intercesión de
Mahoma).
Se hallan divididos, a su vez, en varios grupos que
difieren entre sí en detalles menores.
Los chiítas
También los chiítas, enemigos
declarados de los jarichíes, lucharon en los primeros
siglos del islamismo por la sucesión al califato. Pero
éstos, siendo partidarios de la candidatura de Alí,
por considerar que su suegro Mahoma le había designado
para sucederle, lo fueron luego de sus herederos directos. Los
chiítas constituyeron un "partido" ( chía)
numeroso, provocando un cisma de amplia extensión y graves
consecuencias. Introdujeron en el Islam la creencia en los
imams o imanes, doctores de la religión. Rechazan
la Sunna o tradición sunnita por creerla muy
adulterada (y en consecuencia, poco digna de fe). Se llaman a
sí mismos alidios o adelíes
(partidarios de la justicia) y
sostienen: la reencarnación parcial de la divinidad en sus
personas, la reaparición y la metempsícosis y la
sobrevivencia del iman chiíta.
Los chiítas se dividen a su vez en unas
setenta sectas, que se anatematizan entre sí. Niegan que
el califato, en su calidad de
vicariato del profeta, pueda ser objeto de elección, por
quedar exclusivamente vinculado al matrimonio de
Fátima y Alí. Cada califa debe designar sucesor
entre sus hijos, sucediéndose dentro de la familia.
Todos los miembros de la misma, descendientes del
primogénito de Alí, se consideran nobles y los de
su hermano menor, Husain,
señores.
Los chiítas veneran en especial,
además de Mahoma, a Alí y a Husain, habiendo creado
una trinidad simbólica, en la que se atribuye: a Mahoma,
la revelación; a Alí, la interpretación
coránica y a Husain, la redención. La muerte de
Husain en Kerbelá ( el 10 de octubre del año 680)
dio pie a esta interpretación de la redención,
tomada del cristianismo.
Para ellos, Kerbalá y Nagiaf, con La Meca,
son centros de peregrinación sagrada, por guardar los
despojos de Husain y Alí.
Las persecuciones de que fueron objeto por parte
de los Omeyas y de los Abbasíes, les llevaron a profesar
sus creencias en secreto (katmán),
disimulándolas cuando se hallaban entre adversarios. Les
está permitido, en esos casos, hablar y actuar como si no
fueran chiítas.
Los zahidíes, una de las sectas
chiítas, no admiten la "prudencia" (taqiyya) o
simulación, pero, en cambio, la
practican otras muchas, como las de los ismailitas,
nusairíes, y drusos.
Los chiítas, considerando
usurpadores a los califas sunnitas, idearon la teoría
de su sumisión a un "imam invisible", doctor y
pontífice infalible, descendiente directo de
Fátima, es decir: fatimí. de quien se
consideran súbditos devotos. Además de la
infalible, este jefe espiritual goza de la "impecabilidad" y es
vehículo de santificación para los
creyentes.
Esta última circunstancia aleja a los
chiítas del sufismo, por no precisar de la
comunicación directa con la divinidad al poseer el
intermediario nato o imam.
Imamitas o
Duodecimanes
Las luchas por alcanzar el imanato
motivaron enemistades entre los miembros de la familia de
Alí, y fueron la causa principal de la
fragmentación en el seno del chiísmo. Entre las
sectas surgidas del tronco chiíta, la más
importante es la de los imamitas puros o duodecimanes,
así llamados por reconocer la existencia de doce imanes,
descendientes por línea directa de Husain, hijo de
Alí.
Del hijo de Husain, llamado Alí, como su
abuelo, surgieron dos troncos sectarios; pues, mientras los
partidarios de su hijo mayor Zaid recibieron el nombre de
zaidíes, los duodecimanes aceptaron por iman al
hijo menor Muhammad ( quinto iman de los duodecimanes). A su vez,
un nieto de Muhammad, Ismail, fue el iman de los
ismailitas, mientras otro nieto, Musa, se erigió en
séptimo iman de los duocecimanes.
El hijo de Hasan al-Áskari (iman
undécimo), llamado Muhammad al-Muntazar, fue considerado
el duodécimo iman. El hecho de haber desaparecido en
condiciones misteriosas, permite suponerle resucitado o muerto,
pero en todo caso preparado para reaparecer cuando llegue la hora
de cumplir la misión
asignada al Mahdi.
Todos los chiítas creen en la vuelta de un
mahdi para restablecer ña justicia en
la tierra, y
piensan que este "guía" debe ser un iman fatimita. El
Mahdi será el precursor del fin del
mundo.
Aprovechada con habilidad por oportunistas
políticos, esta creencia chiíta ha dado lugar a
revoluciones en distintos países
islámicos.
La doctrina del imam-Mahdi es un dogma
fundamental en las discrepancias entre sunnitas y chiítas.
Los chiítas rinden culto a los imanes y aceptan las
teorías
dogmáticas de los mutazilíes. De hecho, las
divergencias entre la Chía y la Sunna no son
mayores que las que distinguen las cuatro escuelas ortodoxas
entre sí, y algunos proponen considerar al chiísmo
"la quinta escuela ortodoxa", dándole el nombre de escuela
gaifarí, por haber sido su sexto iman, Giafar
as-Sadiq, el autor de la Ley imamita. La Chía es la
tradición o Sunna de los chiítas, y por tener
tradición propia, rechazan la Sunna o Tradición de
los sunnitas como fuente de fe. Asimismo buscan una
interpretación alegórica (tá wil) en
el Corán, e introducen algunas pequeñas variaciones
en el texto, que
modifican el sentido en su provecho.
Los zaidíes
Secta derivada del chiísmo, deben su
nombre a Zaid ibn-Alí (m. 740), a quien consideran su iman
por haber muerto en defensa del imanato, luchando contra las
tropas del califa omeya Himax. El grupo tiene su
asiento en el Yemen y es el retoño chiíta
más cercano a la ortodoxia sunnita.
Los zaídes defienden el derecho al
Alí al califato, usurpado por los omeyas, por sus
méritos propios tanto como por el parentesco que le
unía a Mahoma, pero no maldicen a los omeyas. Tampoco,
según se ha visto, admiten la simulación
(taqiyya) común a las otras sectas chiítas y
manifiestan abiertamente sus ideas a las que cabría
calificar de "chiísmo moderado", en deuda con los
mutazilíes.
Los ismaelitas
Deben su nombre al iman Ismail ibn-Giafar (m.
762). En éste, según ellos, termina la serie de los
"imanes visibles" descendientes de Fátima y de
Alí.
Los otros chiítas imamitas excluyen a
Ismail de la serie de los imanes y siguen la línea de su
hermano menor Musa. Por el hecho de ocupar Ismail el
séptimo lugar en la sucesión de la familia
imamí, se llama también "septimanes" (
sabiyya) a los ismaelitas.
En la secta se ingresa por vía de
iniciación. Es pues, secta secreta de "iniciados". Los
ismaelitas proclaman la inaccesibilidad hasta Dios y la
intangibilidad y supremacía de la enseñanza o
(talim) de su iman, al que atribuyen prerrogativas
sobrehumanas. De no haber sido por el vigor que dio al ismaelismo
la incorporación de los batiníes o
cármatas, grupos rebeldes
al poder califal, fundados por Hamdan Carmat a fines del siglo
IX, y constituidos en sociedad secreta
(que difundieron un comunismo social
y ensangrentaron Siria y Mesopotamia de
los siglos IX al XI), es probable que los ismaelitas no hubieran
experimentado jamás la expansión que entonces
lograron. Esta unión fue el punto de partida que
condicionó la creación del califato fatimí;
típico califato chiíta, en el que se
practicó un ismaelismo evolucionado por los
cármatas.
El atractivo gnóstico del "sentido
íntimo, alegórico" dado al Corán, el
simbolismo del número siete, su organización secreta de propaganda,
los siete grados de iniciación impuestos a sus
adeptos, les han proporcionado el atractivo que el misterio
ejerce sobre el espíritu humano. la incorporación
al ismaelismo (1090) de los asesinos a axixinos de las
montañas de Siria, así llamados por embriagarse con
una droga
(haxix), condujo a una reforma del fanatismo: el
neoismaelismo, obra del xej Hasan ibn-Sabbah (m. 1124) o "Viejo
de la Montaña", en el sentido de purificación y
capacitación de adeptos por el exterminio
de las fuerzas adversas. En el siglo XII aterrorizaron con sus
violencias el territorio sirio que habían ocupado los
cruzados de la cristiandad.
El ismaelismo aparece bastante extendido hoy por
el mundo islámico a pesar de las pocas simpatías de
que goza entre los sunnitas y chiítas. Su cabeza visible,
el Aga Khan, en torno del cual
manifiestan gran solidaridad los
elementos rectores del ismaelismo, ha adquirido notable relieve a
partir de la crisis
experimentada por el califato turco en 1924. La propaganda,
bien llevada, ha despertado las simpatías hacia el mismo
en muchos sectores no musulmanes.
Los drusos
Los califas fatimíes acentuaron
hasta tal punto el papel del
iman, que llegaron a considerarse "signos fulgentes" de
Alláh. El califa Al-Hakim (996-1020), yendo más
lejos aún en esta interpretación, se
presentó como encarnación definitiva de la
divinidad, dando con ello origen al drusismo. Dejó
crecer sus cabellos, vistió un hábito de lana y se
mostró en público cabalgando en un asno. En todos
estos signos externos vieron sus seguidores un profundo
simbolismo. Uno de ellos, ad-Darazi, familiar de Al-Hakim, fue
quien dio su nombre popular a la secta, no obstante haber sido
condenado a muerte por los
propios sectarios a causa de haber intentado suplantar a Hamza
ibn Alí, portavoz oficial de Al-Hakim. El druismo debe su
sistematización a Hamza. Es, en el fondo, un ismailismo
extremista y audaz, que se ha mantenido independiente hasta
nuestros días en el sur del Líbano; que sigue el
sistema de
admisión por iniciación y que practica la ayuda
mutua entre sus miembros. Éstos se dividen en dos
categorías: "espirituales" o iniciados en el misterio y
"corporales" o profanos no iniciados.
Nusairíes
Un devoto de Hasan al-Áskari (m.
873), undécimo iman alida, conocido por ibn Nusair y
residente en Siria a comienzos del siglo X, fundó un
sistema religioso
sincretista con elementos cristianos, paganos y musulmanes, dando
origen a los musairíes. Su sistema parece
haber surgido del drusismo. Para ibn Nusair, Alí era la
encarnación auténtica de la divinidad ( y no
al-Hakim). Desarrolló el dogma de una trinidad divina,
compuesta por el "Sentido", el "Nombre" o "Velo" y la "Puerta", e
impulsó una liturgia propia cuyas ceremonias tienen lugar
por la noche en el domicilio particular de uno de los creyentes y
a las que sólo pueden asistir los iniciados. Los
musairíes toman nombres cristianos y celebran las fiestas
de Navidad,
Año Nuevo, Epifanía y Pentecostés, caso
único entre los islamitas.
Muy afecta a los nusairíes es la secta de
los Alí Ilahi, que no parece anterior al siglo XVII
y diviniza también a Alí. Carece de un cuerpo de
doctrina sistemático y se subdivide en numerosos grupos que
mantienen secretas sus creencias entre turcos, persas y curdos,
adoptando en apariencia las prácticas comunes en los
lugares donde residen.
La doctrina conciliadora
Axarí
El Islam, con originalidad va acumulando
elementos de las fuerzas espirituales que encuentra a su paso. De
este modo, completa y perfecciona su propio acervo espiritual.
Pero llega un momento en que se precisa la capitulación,
en que se trata de coordinar los esfuerzos dispares para el
progreso, la coherencia y la armonía del sistema
religioso: en que es preciso distinguir con claridad la
heterodoxia de la ortodoxia. Y surge en ese momento, comienzos
del siglo X, un miembro de la escuela mutazalí,
al-Áxari (m. 936), formado en Basora, su ciudad natal, y
en Bagdad, quien, apartándose de su maestro Al-Jubbai (m.
915), trata de conciliar la tradición y esencia del Islam
profético aprendido de ibn Hanbal, con la
aplicación del método
racional de los mutazilíes a los estudios
teológicos, buscando un término medio exento de
extremismos que pueda considerarse el camino recto, ortodoxo,
aceptable por el Islam sunní.
La síntesis conciliadora de
al-Áxari admite el carácter increado del
Corán que le lleva a aceptar la existencia en Alláh
de atributos eternos, explícitos en el libro sagrado. La
libertad humana queda "determinada" por la creencia de que Dios
crea el acto, y el hombre se
limita a "cumplirlo", pero no la "causa". En la
representación de Alláh tiende al antropomorfismo,
pero considera que el sentido total de las expresiones
coránicas relativas a Alláh escapa a la inteligencia
humana. Aunque de espíritu conservador, al-Áxari no
cae en los extremos de los literalistas.
Como los mutazilíes, aplica el
Kalám, método de
la teología especulativa, y la argumentación
racional para hacer progresar la teología ortodoxa,
pasando de la simple teología positiva de los
hanbalíes a la especulación. Esto equivale a decir
que aplica un método
progresivo a las enseñanzas de la escuela hanbalí.
En este aspecto el sistema
axarí es reformista y los hanbalíes lo miran con
recelo. En el aspecto jurídico, en cambio,
al-Áxari sigue la escuela xafeí, ecléctica
también. Se debe considerar en términos generales a
al-Áxari como fundador de la teología
escolástica islámica, pues preparó el camino
para la conciliación entre la ortodoxia islámica y
la filosofía griega.
Al equilibrio de
tendencias dispares tiende, al propio tiempo, la fórmula
propuesta por Al-Maturidi (m. 945), creador del sistema de
compromiso llamado maturídico, partiendo del
hanafí y sacándolo de su anquilosamiento. Al
Maturidi, no tuvo en la evolución del pensamiento
islámico, a pesar de su intento, la importancia que
logró al-Áxari.
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Los mamelucos en Egipto
Los sucesores de Saladino, caballeroso como
él en sus luchas religiosas con los cruzados, no
alcanzaron su talla. Y acabaron reemplazados por los
mamelucos, o esclavos turcos de su propia guardia, quienes
en 1250 en Egipto, y diez años después en Siria,
pasaron a ocupar su puesto, poniendo fin a la dinastía
ayubí. Bajo los mamelucos, dinastía iniciada por
Aybak (1250-1257) y vigorizada por Baibars (1260- 1277), Siria y
Egipto permanecieron unidos de nuevo, hasta 15|7 en que los
turcos otomanos les sucedieron. Los mamelucos dieron nuevo
impulso a la recuperación de los territorios que
aún se hallaban en poder de los cristianos. Sucesivamente,
Baibars ocupó Nazaret (1263) y Cesarea (1265) y
capitularon Arsuf, Jaffa (1268) y Antioquía. Su sucesor
tomó Trípoli (1289) y otras fortalezas y al-Ashraf
(1290 – 1291) acabó con el dominio cristiano
en Siria tras la toma y destrucción de San Juan de Acre en
1291, que hizo cayeran Tiro, Sidón, Beirut y otras plazas
menores.
En el aspecto religioso desde el siglo XIII al
XVI no se produjeron novedades destacadas. Cabe señalar no
obstante, que Baibars se propuso restaurar el califato
abbasí, dando lugar a una nueva serie de califas, desde
1261, que tuvieron por misiones esenciales administrar los fondos
religiosos, presidir las ceremonias de los viernes en El Cairo, e
investir a los sultanes mamelucos. La ficción
continuó hasta que en 1517 el sultán otomano Salim,
al ocupar Egipto, se llevó al último califa,
Al-Mutavakil, a Estambul (Constantinopla).
Los turcos Otomanos
Hacia el año 1300 se extinguió la
dinastía saliuquí que tenía su centro en
Iconium, Asia Menor y varias casas locales turcas se repartieron
su territorio, entre otras las de Karamán, Kermian,
Saruján y Aidín. De todas ellas la más
importante fue con el tiempo la de los turcos otomanos, que se
inició en la antigua Frigia para extenderse a costa de los
saliuquíes y de los bizantinos. Su fundador, Otmán
(1299-1326) y su hijo Orján (1326-1360) tomaron a los
bizantinos las ciudades de Brusa (1326), Nicomedia (1327) y Nicea
(1331). bajo Murad I (1360-1389), los otomanos, con su capital en
Brusa, afirmaron su poder en Anatolia y comenzaron las conquistas
en la Europa
balcánica, por Tracia. Sucesivamente cayeron Didimoteichos
(1361), Adrianópolis (!362), Sofía (1385) y luego,
en Macedonia, la región de Tesalónica (1387). El
sultán siguiente, Bayaceto (1389-1402), completó la
conquista de Servia y Bulgaria, tras las victorias de Amselfeld
(Kosovo, 1389), Suctari (1393), Tirnovo (1393) y Nicópolis
(1396), e hizo tributario al Principado de Valaquia
(1396).
La caída de Constantinopla en 1453 en
manos del sultán otomano Mohamed II (1451- 1481)
señaló el fin del Imperio bizantino y
proporcionó al imperio otomano una excelente capital en
Europa,
rebautizada con el nombre de Estambul. La iglesia de
Santa Sofía se convirtió en su mezquita mayor,
después de experimentar varias
reformas.
Trabajo realizado por:
Dr. Angel Ricardo Guevara Hdz.