PRÓLOGO
Desde la perspectiva actual, se hace
difícil valorar la importancia del Imperio
Británico sin caer en una exageración. La
civilización de nuestros días da por sentado sobre
la base de no pocos valores que
nacieron o tomaron vida en el seno de este gran imperio, o fase
de hegemonía inglesa en el mundo. Sin embargo,
sobrevalorar esa aportación equivaldría a minimizar
injustamente la herencia
acumulada en la Historia y supondría
enfocar el futuro con una visión estancada, como si lo
conseguido fuera el óptimo que deseara alcanzar la
Humanidad.
La situación en el contexto general de la
Historia ayuda a
realizar este ejercicio aplicado a cualquier periodo. En el
ejemplo que aquí nos ocupa, hay que tener en cuenta dos
cuestiones concretas: una, que esa hegemonía se realiza
dentro de un marco más amplio, la civilización
cristiana occidental, de la que es deudora y sin la cual no puede
explicarse; otra, que en ese contexto fue pionero en aportaciones
sustanciales que contribuyeron notablemente a la
transformación del mundo civilizado, en Occidente y en
otras partes, porque fueron en sí mismas agentes de
civilización…
General inglés
del Imperio, de la época.
I · COLONIALISMO E
IMPERIALISMO:
CONCEPTO Y
CAUSAS
1. Concepto de
Imperialismo y
Colonialismo.
El concepto de
Imperialismo y
Colonialismo no tiene una fácil definición y
resulta obvia su identificación en muchos casos. El
sentido histórico del término
colonización tiene una gran amplitud designando
cualquier forma de dominio
político, económico o cultural en épocas
distintas de la Historia. Puede designar
tanto a la colonización griega del siglo VIII a.c., como a
la colonización española o portuguesa del siglo
XVI. Algunos historiadores consideran, además, que el
término colonialismo implica una relación de
dominio
directo entre la metrópoli y las
colonias.
Por su parte, el término
Imperialismo haría referencia, en principio, a la
configuración de estructuras,
fundamentalmente políticas,
de carácter supranacional. Su versión moderna se
acuñó en 1840 y encierra una acepción
más restringida convirtiéndose en uno de los
términos más oscuros de la Ciencia
Política.
A fines del siglo XIX comienza a dársele su
acepción actual gracias a las obras del americano Ch. A.
Conant y al inglés
J. A. Hobson, e indicaría cualquier forma de
sujección. El uso del término denotaba la mayor
importancia de los móviles económicos en la
expansión colonial iniciada a fines del siglo
XIX.
La historiografía marxista
retomaría el término, especialmente cuando Lenin
extrajo las últimas consecuencias de la teoría
de la acumulación capitalista y denunció al
Imperialismo
como "estadio supremo del Capitalismo",
ante la necesidad ineludible de invertir en los territorios de
Ultramar los capitales excedentes de las potencias
occidentales.
Así, pues, desde fines del siglo XIX el
Colonialismo e Imperialismo
adquieren un significado especial. La política imperialista
que practican los países europeos sigue en gran parte las
fórmulas coloniales clásicas (dominio
político directo hasta la Segunda Guerra
Mundial) y buscan objetivos
típicamente mercantilistas: búsqueda de mercados,
explotación de materias primas, etc. Todo ello, junto a
objetivos
económicos nuevos: exportación de capitales y unas
fórmulas de dominación más sutiles y
típicamente actuales, como fue el caso del Imperialismo
Norteamericano.
2. Causas y teorías
de la expansión colonial.
Pocos temas han sido tan debatidos como el de los
orígenes de la expansión imperialista en el siglo
XIX. Básicamente, sus teorías
explicativas se dividen en dos grandes grupos: las que
defienden la supremacía absoluta de los factores
económicos y aquellas que sostienen, en cambio, el
predominio de razones de tipo político o
ideológico. El debate
todavía no ha concluido en la actualidad, aunque se tiende
a descartar una explicación exclusivamente unitaria de la
expansión imperialista.
2.1. Interpretaciones económicas del
Imperialismo.
1- Búsqueda de mercados: La
competencia por
la obtención de mercados para los
excedentes de producción es el factor decisivo de la
expansión imperialista, según la teoría
de Charles A. Julien. El punto de partida sería la
crisis de
1873, y el período deflacionista subsiguiente; acentuado
por el viraje proteccionista iniciado por la mayor parte de
países industrializados, excepto en Gran Bretaña.
En realidad existe un paralelismo entre expansión colonial
y proteccionismo. Por el contrario, el mantenimiento
de la política librecambista británica
también se explica en parte por la expansión
imperialista, tras el cierre de los mercados europeos
a los productos
británicos tras la oleada
proteccionista.
2- Obtención de materias primas: La
búsqueda de materias primas no suscitaba, al menos en los
orígenes de la expansión colonial, el mismo
interés. Sólo en algunos casos
constituyeron un estímulo importante.
3- Inversión de capitales: La relación
entre inversión de capitales y expansión
imperialista fue formulada por Lenin en su obra "Imperialismo,
fase superior del capitalismo"
(1917). Según la explicación marxista, cuando el
capitalismo
alcanza el estado
"monopolístico", las oligarquías financieras
utilizan la colonización como instrumento para la inversión de capitales. Su finalidad no
sería obtener mercados o
materias primas, sino también y sobretodo, territorios
donde exportar capitales y mantener un alto grado de rentabilidad
de éstos en un momento en que la tendencia deflacionista
de los precios en los
países industrializados había significado una
sensible disminución de los beneficios del capitalismo
financiero. La inversión de capital se
orientaba en los países colonizados o de economía dependiente
hacia sectores que requerían escasa dotación
técnica y mano de obra no cualificada (minería,
plantaciones agrícolas, etc..), frecuentemente en forma de
contratos de
préstamo, de manera que se obligaba al país deudor
a invertir ese capital en las
compras de
bienes de
equipo o mercancías en el país acreedor. Como
consecuencia, conforme se establecían mayores lazos
financieros, mayor era el grado de dependencia.
4- Factores demográficos y sociales: Junto
a la búsqueda de mercados e inversión de sus capitales, considerados
tradicionalmente como los factores esenciales de la
expansión colonial, aparecen otros de raíz
socioeconómica. Algunos historiadores han resaltado la
incidencia de la presión demográfica europea en la
expansión colonial. Hasta 1914, más de treinta
millones de europeos emigraron a ultramar. Aunque hay que tener
en cuenta que la emigración se dirigió
preferentemente hacia Estados Unidos y
que si exceptuamos el caso británico, el colonialismo fue
impulsado por países sin excedente
demográfico.
Además, el colonialismo tuvo efectos
beneficiosos desde el punto de vista social: contribuyó a
paliar las fases de recesión económica y el paro;
atenuando considerablemente las tensiones sociales. Por otro
lado, el aumento del nivel de renta del proletariado
provocó una disminución de la plusvalía de
los capitales e incitaba la inversión de capital en las
colonias, donde los niveles salariales eran mucho
menores.
2.2. Interpretaciones políticas
e ideológicas.
Las explicaciones económicas del
Imperialismo fueron criticadas en el periodo de entreguerras y de
manera más decidida tras la Segunda Guerra
Mundial. La interpretación política del
Imperialismo fue defendida por William Langer en su obra "The
diplomacy of Imperialism" y más tarde por Winslow y el
francés Raymond Aron. Para estos historiadores, la
gloria, el poder y el
prestigio fueron los fundamentos del colonialismo. Los
factores económicos serían argumentos utilizados
por los defensores de la expansión colonial para conseguir
que la opinión pública aceptase los sacrificios
económicos que comportaban las colonias. Las colonias
serían, para esta corriente historiográfica, una
carga más que un negocio. El estudio clásico de J.
A. Hobson pretendió demostrar que las colonias inglesas no
eran rentables. Aunque su análisis fue debatido posteriormente,
sostuvo acertadamente que el capital
excedentario se debía únicamente a que el sistema social
europeo negaba a la masa popular una capacidad de consumo
suficiente para estimular la economía industrial.
Así, las crisis de
superproducción que fueron un estímulo para la
expansión imperialista serían, al mismo tiempo, crisis de
subconsumo.
Las motivaciones políticas
de la expansión colonial están entremezcladas
muchas veces con elementos afectivos o de psicología
social. No obstante, por su ambigüedad, el nacionalismo,
el prestigio o el poder son
difíciles de precisar; ¿Son motivos reales o
medios para
disimular otras causas?
En otros casos influyen razones de tipo
diplomático, como la política colonial de
Bismarck en la década de 1880 de intentar trasplantar al
área colonial la política de equilibrio
europeo o de utilizar las colonias como bazas en beneficio del
equilibrio
general. Las preocupaciones geoestratégicas fueron
también argumentos importantes, especialmente para el
imperialismo británico, cuya empresa era el
asegurarse las rutas marítimas y las zonas
neurálgicas del mundo.
2.3. La ideología
imperialista.
Junto a estas causas políticas,
existen una serie de factores ideológicos que configuran
la denominada ideología imperialista. El punto de partida
sería la evolución ideológica que
experimentan los países europeos en el último
tercio del siglo XIX. Una corriente de conservadurismo se
extiende por toda Europa. La
burguesía revolucionaria, una vez cumplido el ciclo
histórico de suprimir el Antiguo Régimen y
establecer las bases del Estado
liberal, evoluciona hacia actuaciones conservadoras cuya
manifestación ideológica más significativa
es el nacionalismo,
con tintes más o menos xenófobos. Este nacionalismo
conservador tiene una de sus manifestaciones más
importantes en la denominada "mística imperialista", que
baraja argumentos como honor nacional, prestigio político,
misión
civilizadora o evangelizadora y agrupa a las corrientes que
defienden o justifican la expansión
colonial.
En Gran Bretaña está
representado por el llamado "jingoísmo" que integraba
tanto a políticos tories (Disraeli, Rhodes) como
liberales-imperialistas (Chamberlain). El Jingoísmo era un
movimiento
nacionalista y racista británico y consideraba necesario
el Imperio, pues la "mejor raza del mundo" puede y debe dominar a
los pueblos inferiores. Este sentimiento hipernacional estaba
alimentando por el acoso a la hegemonía británica
que representaban Alemania y
Estados
Unidos. Numerosos intelectuales se sintieron atraídos
por el llamado "darwinismo social", que extrapolaba las ideas
evolucionistas de Darwin a las
cuestiones sociales y políticas,
afirmando la existencia de naciones más capacitadas para
la supervivencia. Tal vez el mejor representante de esta
corriente es el escritor británico Ruyard Kipling que
habla de "el deber del hombre
blanco".
En Francia, la ideología
colonialista no alcanzó el mismo consenso que en Gran
Bretaña, el partido colonial representaba intereses muy
diversos (desde los medios
financieros y el ejército hasta el funcionariado
colonial). Políticos como Jules Ferry y León
Gambetta fueron los máximos impulsores del colonialismo
francés.
En Alemania, las ideas nacionalistas se
apoyaron en la "Nachbarschatsmission" (misión de
vecindad), fomentada por los medios
misioneros católicos y protestantes, que consideraban la
exploración y colonización como un medio para la
evangelización. Sin embargo, los inicios de la
política colonial alemana estuvo motivada por motivos
comerciales, como lo demuestra la creación de la Deutsche
Kolonialverein (Unión Colonial Alemana,
1882).
En Estados Unidos, los orígenes de
la política colonialista se remontan a la doctrina Monroe:
"América
para los americanos" (1823), fórmula para oponerse a
cualquier reconquista de Hispanoamérica por las potencias
surgidas de la Restauración. A fines del siglo XIX el
Corolario Olney (1895) retomaría esta doctrina al afirmar
que ningún país europeo podría intervenir en
el continente americano sin el consentimiento del gobierno
estadounidense.
También la ideología colonial se
reafirmó, por motivos religiosos o científicos.
Colonialismo y misionalización guardaron estrechos
vínculos, la Iglesia
Católica y las confesiones protestantes extendieron su
influencia a escala mundial a
través de las misiones. Las Sociedades
Geográficas contribuyeron también a la
difusión de la ideología colonial: las expediciones
para la exploración del interior del continente africano
dieron una justificación moral y
reforzaron el ideal europeo del universalismo, al tiempo que
influyeron en la formación de una opinión
pública favorable al expansionismo
imperialista.
II · LAS GRANDES
ÁREAS DE EXPANSIÓN EUROPEAS EN ÁFRICA Y
ASIA
1. El marco histórico de la
expansión colonial.
Durante la primera mitad del siglo XIX el
Imperialismo colonial contó con escasos partidarios entre
los gobiernos europeos o la opinión pública. El
sistema
mercantilista, soporte teórico del colonialismo en el
Antiguo Régimen, entra en crisis con el
desarrollo del
liberalismo
económico. Los teóricos de la escuela de
Manchester (Adam Smith,
David Ricardo,
Jeremy Bentham) son abiertamente anticolonialistas. Las
revoluciones de independencia
de Estados Unidos
y América
Latina provocan la crisis
definitiva del colonialismo clásico. Gran Bretaña,
sin la existencia de países competidores, afianza su
hegemonía marítima y propugna una política
librecambista en donde no tienen cabida los pactos
coloniales.
Sin embargo, a partir de 1870 se inició un
relanzamiento del colonialismo. La crisis económica de
1873, la tendencia deflacionista de los precios
durante la Gran Depresión
y el retorno al proteccionismo marcan el punto de partida de la
expansión imperialista. A las crisis cíclicas del
capitalismo se
une el desarrollo del
capitalismo financiero con la multiplicación de sociedades por
acciones y
entidades de crédito; el tránsito de la libre
competencia al
capitalismo monopolístico significa, además, la
formación de trusts y cártels que aspiran a
repartirse el mercado
mundial.
El reparto económico del mundo entre
grupos
monopolísticos y el reparto político entre las
grandes potencias constituyeron evidentemente fenómenos
distintos, pero la conexión entre ambos es
innegable.
Las grandes potencias acometieron el reparto del
mundo. En menos de treinta años la fiebre colonial
llegó a todos los confines del mundo extraeuropeo. Gran
Bretaña y Francia
extendieron y consolidaron sus dominios en Asia y se
lanzaron a la aventura africana. La Alemania de
Bismarck patrocina el reparto de África en la Conferencia de
Berlín de 1885, como una continuación de su
política de alianzas en Europa. Concluido
el reparto, se iniciaron las rivalidades para una
redistribución en beneficio de las potencias rezagadas
(especialmente Alemania).
Como consecuencia las crisis imperialistas inician un periodo de
tensiones conocido como "la Paz Armada", que conduciría a
la Primera Guerra
Mundial.
2. La formación del Imperio Colonial
Británico.
Territorios que formaban el Imperio
Británico.
A mediados del siglo XIX Gran Bretaña era
la única gran potencia colonial
en Europa. A pesar
de su política librecambista conservaba un conjunto de
dominios a escala mundial.
Mantenía cinco tipos de colonias:
1- Puertos de escala, que aseguraban su
domino de las rutas marítimas y conquistadas en su
mayoría a españoles, franceses y holandeses (Malta,
Corfú e Islas Jónicas en el Mediterráneo;
Gibraltar, El Cabo, Isla Mauricio, Adén y Ceylán en
la ruta hacia la India;
Singapur y Hong-Kong en la ruta de China).
2- Factorías comerciales en la
costa africana (Sierra Leona y Gambia).
3- Colonias de Plantación,
suministradoras de productos
tropicales (Antillas, Honduras y Guyana).
4- Los Dominios, eran, sin duda las
principales piezas del Imperio Británico. Eran las
colonias de poblamiento blanco: Canadá, Sudáfrica,
Australia y Nueva Zelanda, destinadas a absorber los excedentes
de población.
5- La India, la mayor colonia de
explotación. La joya de la Corona.
La política colonial británica
inició una profunda transformación a partir de la
depresión iniciada en 1873. Las crisis de
superproducción, la oleada proteccionista que cerraba los
mercados europeos y la competencia
alemana y norteamericana obligan a Gran Bretaña a basarse
cada vez más en sus colonias. La crisis de 1882 y el
declive de su hegemonía económica ante el dominio de las
nuevas tecnologías industriales por Alemania y
Estados Unidos
acentúan esta tendencia. Las dificultades
económicas se reflejaron en un sentimiento nacionalista de
raíz popular, expresado a través de una prensa,
decididamente colonialista. El "jingoísmo", impulsado por
las obras de Kipling en donde se exalta el valor y la
misión
de la raza blanca (especialmente la anglosajona),
contribuyó a su consolidación.
Cuando, con su expansión en África,
Gran Bretaña funda nuevas colonias de explotación,
a las que añade el protectorado de Egipto y
Sudán a principios del
siglo XX, reunió un Imperio Colonial de 33 millones de
kilómetros cuadrados y 405 millones de habitantes, el
más grande y extenso que el planeta haya conocido. Sin
embargo, la fuerte inversión financiera en las colonias,
junto a la pérdida demográfica, y su retraso
tecnológico con respecto a Alemania, se
debilita su posición en Europa.
Francia fue el
otro país europeo capaz de crear un imperio colonial de
dimensiones mundiales, aunque desde luego no comparable al
británico. Francia
había perdido su antiguo imperio colonial en el siglo
XVIII (Guerra de los
Siete Años). En 1830, durante el reinado de Carlos X, se
había iniciado una tímida penetración en
Argelia, aunque los inicios de la colonización francesa en
el siglo XIX se realizan durante el II Imperio dentro de la
política de prestigio de Napoleón II, cuando sigue
la conquista de Argelia y se incorpora Camboya mediante el
tratado de Saigón de 1862, que establecía la
soberanía francesa en Cochinchina. Hasta la
década de 1870 Francia no
tiene una política colonial de amplias perspectivas. El
afán de recuperar el prestigio internacional tras la
derrota en el conflicto
francoprusiano de 1870-1871, y la crisis de 1873, empujaron a
Francia hacia
la aventura colonial. Finalizada la conquista de Argelia se
inicia la de Túnez (1881) y completa el dominio de
Indochina. La clave del expansionismo francés sería
la conquista de las islas de Madagascar y Reunión,
enclaves esenciales hacia sus colonias del Sureste
asiático. La ocupación francesa de Laos amenazaba
el Dominio británico de la India, y fue
foco constante de disputas entre ambas potencias. La presencia
del estado-tapón de Siam (Tailandia) redujo
estas fricciones.
3. La colonización de
África.
Territorios africanos del Imperio
Británico.
3.1 Los inicios de la colonización
africana.
Antes de 1880 África era un continente
casi desconocido. La ocupación europea se limitaba
fundamentalmente a zonas costeras y desembocaduras de los grandes
ríos africanos: Níger (que sirvió de
vía de penetración para los ingleses), Senegal
(para los franceses) y el Congo. La actividad de las Sociedades
Geográficas y las exploraciones, especialmente de Brazza y
Stanley, posibilitan el
conocimiento de la cuenca del Congo como vía de acceso
al interior del continente africano y estimulan la rivalidad de
las potencias coloniales.
La primera zona de expansión colonial se
realiza en el área mediterránea. La apertura del
canal de Suez (1869) dejaba abierta la ruta hacia la India y
China, y
despierta la rivalidad de Francia y Gran Bretaña en el
dominio del Mogreb. El papel de
Italia y España en
la zona va a ser de meros espectadores. La ocupación de
Túnez por Francia y de Egipto por
Gran Bretaña fue el resultado de un juego de
intereses complejos propiciados por la decadencia del Imperio
Otomano. Egipto y
Túnez eran provincias del Imperio Otomano. La decadencia
turca posibilita su dominio por Gran Bretaña y Francia.
Gran Bretaña pretendía, con el dominio de Egipto, el
control del
Mediterráneo Oriental y la ruta de la India a
través del Mar Rojo, para más tarde, crear un
Imperio en África Oriental, desde El Cairo hasta El Cabo
("imperio vertical"). Francia, por su parte, ambicionaba el
dominio de todo el Mogreb e inicia su expansión hacia
Túnez. El domino de Túnez provoca el choque entre
Francia e Italia, pero
gracias al apoyo británico se consolida, finalmente, la
conquista francesa en 1881. Túnez constituía un
foco de atracción para la emigración francesa e
italiana. El poblamiento italiano se hizo mucho más
rápido que el francés (60.000 italianos frente a
16.000 franceses), pero la incorporación de Túnez a
Italia hubiese
permitido el dominio italiano del Mediterráneo central:
Sicilia y Túnez podían significar una tenaza de
cierre para el tráfico británico hacia el canal de
Suez, motivo suficiente para que Gran Bretaña apoyase a
Francia frente a las presiones italianas.
El apoyo británico a Francia en
Túnez facilita su dominio de Egipto, y pone
fin al conflicto
franco-británico por el dominio del canal de Suez. Los
orígenes de esta rivalidad se remontan a la construcción del canal, obra del ingeniero
F. Lesseps con apoyo de capital
francés. El endeudamiento de Egipto obligó a vender
un importante paquete de acciones de la
Compañía del Canal, hasta entonces monopolio
franco-egipcio. Gran Bretaña aprovecha la oportunidad, y a
través de la banca Rothschild,
consigue el 40% de las acciones. Las
dificultades financieras egipcias permitieron la creación
de la "Caja de la Deuda Pública", bajo el control
franco-británico, lo que en la práctica significaba
el condominio solapado de ambas potencias.
Del condominio se pasa al dominio
británico tras la revuelta nacionalista y antieuropea que
dirige Arabí Pachá en Alejandría (1881).
Francia se inhibe y Gran Bretaña aprovecha la
ocasión para ocupar militarmente Alejandría e
imponer un condominio anglo-egipcio, fórmula peculiar de
administración que respetaba, sólo
teóricamente, la autonomía
egipcia.
El fracaso en Egipto impulsará a Francia
hacia la expansión en Marruecos y Norte de África.
Para evitar el dominio francés del Mogreb, Gran
Bretaña abogará por las pretensiones
españolas para limitar el dominio francés. España
pretendía ampliar su zona de influencia en Marruecos. A
principios del
siglo XX, la ocupación de Marruecos se convertirá
en uno de los ejes principales de las llamadas "crisis
imperialistas" y alimentará el clima de
tensiones anterior a la Primera Guerra
Mundial.
3.2. Orígenes de la colonización
del África Negra.
Al igual que el dominio de África del
Norte había desencadenado la rivalidad
franco-británica, la colonización de
Centroáfrica despierta el interés de
Bélgica y Francia, y una tercera potencia en
discordia, Portugal.
Los orígenes de la colonización del
África Negra se remonta a los proyectos de
Leopoldo II de Bélgica. Leopoldo II aprovecha su
afán explorador y sus cualidades de diplomático y
previsor hombre de
negocios para
obtener un Imperio colonial para Bélgica. Tras sucesivos y
frustrados intentos de obtener Formosa (1865), Abisinia (1868),
Mozambique (1869) o Filipinas (1871), fijaría su
atención en África Central. Con el apoyo de las
Sociedades
Geográficas y tras una campaña cuidadosamente
preparada, consiguió que se convocara la Conferencia
Geográfica de Bruselas (1876), punto de partida de la
penetración en el Congo. La actividad, supuestamente
filantrópica de Leopoldo II, consiguió vencer los
recelos de las potencias europeas. Al mismo tiempo, las
exploraciones de Stanley por el curso superior del río
Congo (1874-1877) confirmaron que el río era la gran
vía de penetración del interior de África.
La alianza entre el explorador y el soberano belga se
plasmó en la creación de la Asociación
Internacional del Congo (1879), empresa con el
doble objetivo de
explorar y obtener los recursos de la
región del Congo.
Paralelamente, Francia había apoyado la
expedición del explorador italiano Brazza en el margen
derecho del río Congo, en donde había conseguido un
acuerdo con el rey congoleño Makoko. El gobierno
francés, para desquitarse de la pérdida de
influencia en Egipto ratifica el Tratado Brazza-Makoko, y
establece un protectorado sobre la orilla derecha del Congo. A su
vez, Portugal, que había ocupado el territorio de Cabinda,
en la desembocadura , reivindica la soberanía sobre las dos
orillas.
En 1861, los ingleses se adueñaron del
puerto nigeriano de Lagos e iniciaron el comercio con
el interior del país. En 1885, la Conferencia de
Berlín reconoció el territorio de Nigeria como zona
de influencia británica, lo que permitió que, en
1914, se constituyera el Protectorado y la colonia
británica de Nigeria. Por otra parte, Sierra Leona, fuente
importante para el comercio de
esclavos, se convirtió en colonia británica en 1808
y en 1896 pasó a ser Protectorado.
3.3 La Conferencia de
Berlín de 1885: el "Scramble" de Africa
(1885-1898).
Para resolver el conflicto
creado sobre la soberanía del Congo, Bismarck, que hasta
entonces no se había interesado por el tema colonial,
convoca una conferencia en
Berlín, cuyos objetivos eran
los siguientes:
a) Mantener la política de equilibrio
europeo. El sistema de
alianzas creado por la diplomacia de Bismarck con el objetivo de
mantener la paz en Europa
podría derrumbarse por las tensiones generadas en la
expansión colonial. Se trataba, pues, de transferir el
sistema de
Bismarck a las colonias y que Alemania asumiese el mismo papel mediador
que había realizado en el orden
internacional.
b) Creación de un Imperio Colonial para
Alemania. La falta de un imperio colonial era una traba
importante para el desarrollo
económico alemán; el cierre de los mercados
europeos con el retorno al proteccionismo creaba dificultades y
ahogaba el ritmo de crecimiento industrial. La posibilidad de
obtener mercados potenciales sería, por tanto, un factor a
considerar en la tardía incorporación de Alemania a
la carrera imperialista.
La Conferencia de
Berlín de 1885 reunió a representantes de 12
naciones europeas, además de una representación de
Estados Unidos
y Turquía para abordar el problema del Congo y establecer
las líneas directrices del reparto de África,
alejando de momento el riesgo de un
conflicto
militar de raíz imperialista. Los principios
básicos establecidos en la conferencia fueron los
siguientes:
– Reconocimiento de la Asociación
Internacional Africana, como Estado Libre
del Congo bajo la soberanía de Leopoldo II. El parlamento
belga le autorizó a gobernar a título personal, aunque
más tarde, se integraría en Bélgica. De esta
manera el Valle del Congo con todos sus recursos
potenciales se confería a una potencia de
segundo orden; evitando de esta manera el enfrentamiento directo
de franceses, ingleses y alemanes.
– Libertad de
navegación por los ríos Níger y Congo,
excluyendo su monopolio por
ninguna potencia y
facilitando el acceso y explotación del interior del
continente.
El punto más importante radicó en
el reconocimiento de que el control de la
costa no implicaba una ocupación efectiva del territorio.
Hasta entonces había prevalecido la doctrina que
establecía que la ocupación de la costa legalizaba
la del interior, sin que fuera necesaria su ocupación
inmediata. Esta doctrina desató una carrera colonial desde
las zonas costeras al interior, con el fin de controlar la mayor
parte de territorios posibles.
Así, prescindiendo de supuestos
geográficos, históricos o jurídicos se
legalizaba la ocupación efectiva de los territorios
africanos. El carácter de la colonización se
modificó: el imperialismo militar venció al
imperialismo geográfico o económico. Las
adquisiciones se multiplicaron y en 1890 África se
encontraba totalmente repartida.
En los años siguientes a la Conferencia de
Berlín se firman una serie de tratados que
permiten efectuar lo que el periódico
inglés
"The Times" definió como el Scramble de
África (el "revoltijo" de África). Gran
Bretaña amplió sus dominios en el África
Oriental (Uganda, Rhodesia, Bechuanalandia) y occidental
(Nigeria); la explotación colonial se realizó
primero a través de grandes compañías
comerciales, y posteriormente, por el dominio directo de la
metrópoli.
En la Conferencia de Berlín, Alemania
obtuvo un imperio colonial: Togo, África del Sudoeste
(Namibia) y el África Oriental Alemana (Tanzania). En
África Oriental el expansionismo británico y
alemán chocaron; por ello, ambos países tuvieron
que suscribir el tratado de Heligoland (1890) que delimitó
sus respectivas áreas de influencia. Así, el
proyecto de
Cecil Rhodes de crear un inmenso dominio en todo el África
Oriental desde El Cairo a El Cabo ("imperio vertical"), unido por
ferrocarril y líneas telegráficas, queda
imposibilitado por la colonia alemana de
Tanzania.
Francia consolida su dominio sobre la orilla
derecha del Congo y con el Senegal forma el África
Occidental Francesa. Fracasa, sin embargo, el proyecto de
formar un Imperio "horizontal", uniendo el Atlántico con
el Indico a través de Sudán. Es precisamente en
Sudán donde se produce la más importante crisis
colonial de fines del siglo XIX: el incidente de Fachoda
(1898). Un ejército francés, dirigido por el
general Marchand, avanza hacia el Sudán, al tiempo que un
ejército británico, dirigido por Kitchener, desde
Egipto. Ambos se encuentran en Fachoda. El ejército
francés llega primero, pero su inferioridad militar le
obliga a retirarse. El incidente de Fachoda generó un
nuevo foco de conflicto
franco-británico hasta la firma de la Entente Cordiale
(1904), en virtud de la cual Francia reconocía el dominio
británico en Egipto y Sudán a cambio de
actuar libremente en Marruecos.
El antagonismo franco-británico y los
deseos impotentes de España e
Italia bloquearon
durante quince años la ocupación de Marruecos. Tras
la creación de la Entente Cordiale, en 1904, se
posibilitó la formación de los protectorados
francés y español en Marruecos (Conferencia de
Algeciras de 1906). La intervención alemana en el Mogreb
(crisis marroquíes de 1905 y 1911), sería un nuevo
factor de crisis en el contexto de tensiones imperialistas que
anteceden a la Primera Guerra
Mundial.
La Conferencia de Berlín también
posibilitó el acceso al reparto de África a otras
potencias europeas. Portugal reafirmaría su dominio en
Angola y Mozambique, además de conservar el territorio de
Cabinda en la desembocadura del Congo. España
obtendría el protectorado del Río de Oro (Sahara
Español) y Río Muni (Guinea). Italia consigue
las colonias de Eritrea y Somalia (1890), pero sufre un brusco
descalabro en sus intentos de conquista de Abisinia: derrota de
Adua frente a los abisinios (1896).
3.4. La Guerra de los
Bóers (1898-1902) y el dominio británico de
Sudáfrica.
La zona meridional del continente africano
también fue escenario de conflictos. La
ocupación británica fue muy temprana. Antes del
inicio de la expansión colonial contaba con la colonia de
El Cabo en la ruta hacia la India (colonia
obtenida en el Congreso de Viena de 1815). Los ingleses
desplazaron a los bóers (que eran descendientes de
antiguos colonos holandeses asentados en África del Sur
desde el siglo XVII), hacia el norte del río Orange
configurándose dos áreas bien delimitadas:
República bóer de Transvaal y el Estado
Libre de Orange y colonias británicas de El Cabo y Natal.
Sin embargo, en 1886 se descubren importantes yacimientos de oro
y diamantes en Transvaal, provocando una avalancha de aventureros
ingleses. Poco después, la Compañía
Británica de Sudáfrica, controlada por Cecil
Rhodes, obtiene en 1890 los derechos de
explotación de todas las minas, desde Rhodesia a El Cabo.
Además, las colonias bóers dificultaban la construcción del ferrocarril que
pretendía construir Rhodes entre El Cabo y El
Cairo.
Todas estas circunstancias, especialmente la
riqueza minera de Transvaal, explican el inicio de la guerra contra
los bóers en 1898. La excusa británica fue el
carácter discriminatorio del régimen bóer.
Se necesitaban catorce años de residencia para obtener
derechos
políticos. Fueron insuficientes las reformas
políticas del presidente bóer Kruger para impedir
la guerra. A
pesar de la tenaz resistencia de
los colonos bóers, las tropas de Kitchener ocuparon Orange
y Transvaal. Finalmente, en el Tratado de Vereenigning (1902)
fueron incorporadas al Imperio
británico.
4. La colonización de Asia.
La colonización del continente
asiático presenta similitudes y diferencias con respecto
al reparto de África. En ambos casos los inicios de la
colonización fueron similares: establecimiento de
factorías comerciales, sobre todo, por Gran
Bretaña, que ya en el siglo XVIII inició la
penetración en la India por medio de la East Indian
Company, o en China, durante
la primera mitad del siglo XIX donde las actividades de los
comerciantes británicos provocaron la primera de las
Guerras del
Opio (1839-1842). La apertura del canal de Suez en 1869
abrió la ruta directa hacia Extremo Oriente. Luego, la
colonización se propulsó, al igual que en
África, a partir de la crisis de 1873: aunque no se dieron
unos acuerdos generales similares a los de la Conferencia de
Berlín.
Pero, a diferencia de la colonización de
África, intervienen potencias no europeas, debido a su
situación geográfica: Rusia y Japón; e
incluso Estados Unidos actuó en el área del
Pacífico, Filipinas y China.
Asimismo, a diferencia de la colonización africana, las
potencias occidentales no persiguieron en muchos casos el
control
efectivo del territorio, sino más bien un control
financiero y económico (lo que algunos historiadores han
denominado semicolonización), siendo el sistema de
Protectorado la forma de administración colonial más
difundida. Así, las dos modalidades de colonización
más difundidas fueron: la distribución en áreas de influencia
comercial, sobre todo en China y la
obtención de contratos de
arrendamiento (concesiones) para explotar minas u otras fuentes de
riqueza.
4.1. La hegemonía británica en
el Indico.
La intervención en Asia Central la
protagonizan Gran Bretaña y Rusia. La principal zona de
disputa fue Persia. Los rusos pensaban en construir el
ferrocarril transiberiano y tener salida al mar a través
del Golfo Pérsico. El acuerdo rusobritánico de 1907
permitió su reparto en dos zonas de influencia, aunque se
mantuvo nominalmente la independencia
de Persia.
Afganistán aparece como un estado-tapón contra la hipotética
expansión rusa hacia la India. Los acuerdos de 1907 que
establecieron el reparto de Persia, también permitieron la
renuncia rusa a su intervención en la India. A partir de
entonces Gran Bretaña mostraría un
desinterés sobre Afganistán que acabaría
recuperando su independencia.
Territorios que fueron parte
del Imperio.
La India fue la pieza clave del imperialismo
británico. Su dominio se remonta al siglo XVIII cuando la
East Indian Company se encargaba de la explotación y
administración del territorio (1777). Con
sus 5 millones de kilómetros cuadrados y una población cercana a los 300 millones de
habitantes constituía un mercado muy
importante para los productos
británicos. Suministraba a Gran Bretaña materias
primas (especialmente algodón; aunque también era
importante el té, yute y aceite). La ruina del artesanado
hindú, por la imposición del pacto colonial y la
competencia de
los productos
industriales de la metrópoli, desencadenó un
movimiento
nacionalista que culminó en la Revuelta de los Cipayos de
1837 (los cipayos eran tropas indígenas al servicio del
Imperio Británico), en contra de la
occidentalización del país. La consecuencia
más importante de la revuelta fue la disolución de
la East Indian Company y la incorporación de la India a la
Corona (1858). Durante el siglo XVIII y principios del
XIX, la India fue el lugar donde muchos de los hijos nacidos en
segundo lugar en familias nobiliarias (que no heredarían
el estatus familiar, y debían de elegir entre la Iglesia y el
Ejército) irían como oficiales de la Armada a hacer
fortuna.
Sin embargo el nacionalismo
hindú resucita. En 1885 nace un partido nacionalista: el
Partido del Congreso, dirigido por intelectuales hindúes
formados en universidades anglosajonas y que se orientó
hacia posiciones moderadas: la conversión de la India en
un dominio similar a Canadá. Pero Gran Bretaña se
negó sistemáticamente a conceder la
autonomía a un territorio vital para la economía
inglesa.
La India estuvo dirigida por un Gobernador
General que dependía de la Corona y que era una especie de
virrey. La mayor parte del territorio se dividía en
distritos provinciales administrados por funcionarios
británicos, aunque en 1869 accedieron hindúes
occidentalizados. El resto del territorio se administró
con varios protectorados, cuyos soberanos fueron en la medida de
lo posible fieles a la Corona.
4.2. El "break up" en
China.
Posesiones del Imperio
Británico en Indochina.
También la búsqueda de mercados y
la inversión de capitales son los principales
móviles que explicaron la intervención imperialista
en China. Desde el siglo XVII China estaba regida por la
dinastía Ching. Era un vasto imperio en decadencia,
anclado en viejas estructuras de
raíz señorial en donde sólo los mandarines
(funcionarios progresistas) habían introducido
tímidas reformas, pero impidiendo todo tipo de
occidentalización.
El comercio
extranjero en China estuvo limitado hasta mediados del siglo XIX
al puerto de Cantón; aunque desde décadas el
contrabando británico y estadounidense había
adquirido grandes proporciones, especialmente mediante la
introducción de opio. Sus efectos nocivos motivación
su prohibición en todo el Imperio Chino. La
incautación sucesiva de cargamentos de opio fueron la
causa de las Guerras del
Opio. La primera Guerra del
Opio (1839-1842) finalizó con la cesión a gran
Bretaña de Hong Kong y la posibilidad de comerciar con
cuatro puertos chinos (Tratado de Nankin, 1842). Tras sucesivos
conflictos se
acelera la decadencia del Imperio Chino y, con ella, la presencia
de nuevas potencias coloniales: Japón y
Rusia.
La derrota china contra Japón en 1895
abrió definitivamente al comercio
occidental el vasto Imperio Chino. La carrera militar y
diplomática fue semejante al "scramble" de África.
China se mantuvo como estado
independiente, aunque su economía y recursos pasaron
a manos de potencias extranjeras. El dominio colonial se
ejerció mediante contratos de
arriendo que permitieron la explotación de los recursos chinos
(carbón, hierro) y el
reparto de zonas de influencia que posibilitaban las inversiones de
capital y la distribución de los mercados. El llamado
"Break Up" de China permitió entre 1895 y 1906 la
división del Imperio Chino en cuatro zonas de influencia:
Francia controla el área Sudeste; Alemania la
región de Shandong; Gran Bretaña la cuenca del
Yangi y Rusia el Nordeste. También Estados Unidos se
benefició de esta apertura comercial.
La decadencia de China y su reparto colonial
motivaron el surgimiento de corrientes nacionalistas que se
oponen al dominio extranjero. Se trata, en principio, de
movimientos xenófobos y de raíz tradicionalista,
como la Revuelta de los Boxers (1900) que fue sofocada por un
cuerpo expedicionario internacional. Al mismo tiempo
aparecieron otras corrientes nacionalistas, de signo progresista
y democrático, organizadas en sociedades
secretas y entre las que destacaba la Unión para el Renacimiento
de China, fundada en 1894 por Sun Yat Sen y reorganizada en 1911
bajo el nombre de Kuomitang. El Kuomitang organizó la
Revolución
de 1911 que destronó al último emperador y
liquidó el dominio colonial.
III · LOS SISTEMAS DE
ADMINISTRACIÓN
COLONIAL.
1. El Régimen de
Compañías
Privilegiadas.
Incluso en la segunda mitad del siglo XIX se
siguió recurriendo al sistema mercantilista de
Compañías Privilegiadas vigentes ya en los siglos
XVII y XVIII. Estas compañías obtenían de
sus gobiernos amplias facultades para organizar la
explotación y administración de una determinada
colonia.
Sin embargo, a partir de la década de 1890
las compañías fueron desplazadas por la
administración directa de los Estados que asumieron a
través de sus propios funcionarios la
administración colonial.
2. El Sistema de Administración
Centralizada.
Fue utilizado básicamente por Francia y
por aquellos países que imitaron el modelo
colonial francés (Bélgica, España,
Portugal). Se trataba de incorporar el Imperio Colonial a la
estructura
administrativa de la metrópoli, como provincias o
departamentos. No existía una administración
indígena y una élite de funcionarios europeos
controlaban políticamente todo el
territorio.
Fue el sistema de administración colonial
más utilizado por todos los países europeos.
Incluso Gran Bretaña adoptó este modelo en
muchas colonias aunque a diferencia del modelo
francés, no pretendió nunca una absorción
por la metrópoli ni su asimilación
cultural.
3. El Régimen de
Protectorado.
En muchos territorios coloniales con escaso
poblamiento europeo se ejerció el sistema de Protectorado,
por el que se respetaba el gobierno
indígena que organizaba la estructura
político-administrativa. Sin embargo, debía de
seguir las directrices de la política exterior marcada por
la metrópoli.
El sometimiento a la potencia europea
que ejercía el protectorado era, no obstante, total;
aunque no interesara por diversas razones su conquista. A veces,
los protectorados estaban condicionados por la presencia de
fuerzas militares o promovidos por conferencias internacionales
(por ejemplo la de Algeciras de 1906 que estableció los
protectorados francés y español). El sistema lo
utilizaron la mayoría de potencias tanto en África
como, tal vez más, en Asia.
4. El "self-government" en los Dominios
Británicos.
En las colonias inglesas donde existía un
fuerte poblamiento blanco se instauró un "self-government"
o gobierno que
actuaba de forma autónoma en la política interior
aunque debía de someterse a las directrices
británicas en política exterior. Se permitía
la instauración de un Parlamento autónomo. Estados
Dominios (Sudáfrica, Nueva Zelanda, Australia y
Canadá) acabaron independizándose: Estatuto de
Westminster de 1931, y fueron la base de la Commonwealth
Británica.
Cartel propagandístico
de las grandezas del Imperio.
Trabajo realizado
por:
Manuel Gonzalez
Evangelista