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La vida de Ignacio de Loyola




Enviado por i_santoiani



    Fundador de los
    Jesuitas

    1491 – 1556

    El camino espiritual de Ignacio de Loyola:
    1491-1540.

    (Esta narración de la vida de Ignacio se basa en
    la "Autobiografía", un escrito dictado por el mismo
    Ignacio a un compañero, tres años antes de su
    muerte. Al
    hablar, Ignacio se refiere siempre a sí mismo en tercera
    persona como
    "el peregrino").

    de Loyola a Montserra

    Ignacio un hidalgo, nacido en 1491 en la Casa solar de
    Loyola, en el País Vasco, fue educado como un caballero en
    la corte de España. En
    su autobiografía resume sus primeros veintiséis
    años de vida en una sola frase: "fue hombre dado a
    las vanidades del mundo y, principalmente, se deleitaba en el
    ejercicio de armas, con un
    grande y vano deseo de ganar honra". El deseo de ganar honra,
    llevó a Ignacio a Pamplona para defender esta ciudad
    fronteriza, atacada por los franceses. La defensa era
    desesperada, cuando, el 20 de mayo de 1521, Ignacio fue herido
    por una bala de cañón que le quebró
    totalmente una pierna, dejándole la otra malherida.
    Pamplona e Ignacio con ella, cayeron en manos de los
    franceses.

    Los médicos franceses cuidaron a Ignacio y lo
    enviaron a Loyola donde pasó por una larga convalecencia.
    En este período de forzada inactividad pidió
    libros para
    leer y, por puro aburrimiento, aceptó los únicos
    que se encontraban en la casa: un libro de la
    Vida de los Santos y una Vita Christi. Entre lectura y
    lectura, el
    romántico caballero soñaba, unas veces, en imitar
    los hechos de San Francisco o Santo Domingo y, otras, en lances
    caballerescos en servicio de
    una Señora de no vulgar nobleza". Transcurrido un tiempo,
    cayó en la cuenta de que "había todavía esta
    diferencia: que cuando pensaba en aquello del mundo, se deleitaba
    mucho; mas cuando después de cansado lo dejaba,
    hallándose seco y descontento; y cuando en. hacer todos
    los demás rigores que veía haber hecho los santos,
    no solamente se consolaba cuando estaba en los tales
    pensamientos, más aun después de dejado, quedaba
    contento y alegre… Se le abrieron un poco los ojos y
    empezó a maravillarse de esta diversidad, y a hacer
    reflexión sobre ella… poco a poco viniendo a conocer la
    diversidad de los espíritus que se agitaban". Ignacio iba
    descubriendo la acción de Dios en su vida, y su deseo de
    honra se iba transformando en un deseo de entregarse
    completamente a Dios, aunque estaba muy poco seguro de lo que
    esto podría significar! "Mas todo lo que deseaba hacer,
    luego como sanase, era la idea de Jerusalén… con tantas
    disciplinas y tantas abstinencias, cuantas un ánimo
    generoso, encendido de Dios, suele desear hacer".

    Ignacio comenzó su viaje a Jerusalén tan
    pronto como terminó su convalecencia. La primera parada
    fue el famoso Monasterio de Montserrate. El 24 de marzo de 1522,
    ofreció la espada y el puñal "delante el altar de
    Nuestra Señora de Monserrate, a donde, tenía
    determinado dejar sus vestidos y vestirse las armas de Cristo".
    Pasó toda la noche en vela, con su bordón en la
    mano. Desde Montserrate bajó a una ciudad llamada Manresa,
    donde pensaba permanecer unos días. Estuvo allí
    casi un año.

    Manresa

    Ignacio vivió como un peregrino mendigando para
    satisfacer sus necesidades fundamentales, y gastando casi todo su
    tiempo en la
    oración. Al principio, los días pasaban llenos de
    gran consolación y alegría; pero pronto la
    oración se convirtió en un tormento y solamente
    experimentaba fuertes tentaciones, escrúpulos, y tan gran
    desolación que le venían pensamientos, "con gran
    ímpetu, para echarse por un agujero grande que aquella su
    cámara tenía". Finalmente, volvió la paz.
    Ignacio reflexionaba en la oración sobre "el buen y mal
    espíritu"" que estaban detrás de experiencias como
    ésta, y comenzó a reconocer que su libertad para
    responder a Dios era influenciada por estos sentimientos de
    "consolación" y "desolación". "En este tiempo le trataba
    Dios de la misma manera que trata un maestro de escuela a un
    niño, enseñándole".

    El peregrino era cada vez más sensible a los
    movimientos interiores de su corazón y
    a las influencias exteriores del mundo que le rodeaba.
    Reconocía a Dios revelándole su amor e
    invitándole a una respuesta, pero también
    sabía que su libertad para
    responder a ese amor
    podía ser ayudada o dificultada, según fuera la
    forma como viviera esas influencias. Aprendió a responder
    en libertad al
    amor de Dios
    luchando para remover los obstáculos de esa misma libertad. Pero
    "el amor se
    debe poner más en las. obras". La plenitud de libertad
    llevaba inevitablemente a una total fidelidad; la respuesta libre
    de Ignacio al amor de Dios
    tomaba la forma de un servicio por
    amor, una
    total dedicación al servicio de
    Cristo que, para el hidalgo Ignacio, era su "Rey". Puesto que era
    una respuesta de amor, al amor de Dios, nunca podría basta
    ; la lógica
    del amor pedía una respuesta siempre mayor
    ("magis").

    Su conversión al servicio de
    Dios, por amor, se confirmó en una experiencia que tuvo
    lugar un día mientras descansaba a orillas del río
    Cardoner. "Y estando allí sentado, se le empezaron a abrir
    los ojos del entendimiento; y no que viese alguna visión,
    sino entendiendo y conociendo muchas cosas, tanto de cosas
    espirituales como de cosas de la fe y de letras; y esto con una
    ilustración tan grande, que le
    parecían todas las cosas nuevas

    recibió una gran claridad en el entendimiento; de
    manera que en todo el discurso de su
    vida, hasta pasados sesenta y dos años, coligiendo todas
    cuantas ayudas haya tenido de Dios, y todas cuantas cosas ha
    sabido, aunque las ayunte todas en uno, no le parece haber
    alcanzado tanto como de aquella vez sola"'.

    Ignacio anotaba sus experiencias en un pequeño
    libro ; era
    ésta una práctica que había comenzado ya en
    su convalecencia en Loyola. Al principio, estas notas eran
    solamente para su uso personal, pero
    poco a poco vio la posibilidad de que pudieran tener una
    aplicación más amplia. "Algunas cosas que observaba
    en su alma y las encontraba útiles, le parecía que
    podrían ser útiles también a otros, y
    así las ponía por escrito". Había
    descubierto a Dios y consiguientemente el sentido de la vida; y
    aprovechaba cualquier oportunidad para llevar a otros a
    experimentar el mismo descubrimiento. Conforme pasaba el tiempo, sus notas
    fueron tomando forma más estructurada y llegar a ser la
    base de un pequeño libro llamado
    Ejercicios Espirituales, publicado para ayudar a otros a conducir
    a hombres y mujeres a través de una experiencia de
    libertad interior que lleva a un fiel servicio a los
    demás.

    De París a Roma

    Este pequeño grupo de siete
    compañeros se fue junto, en 1534, a una pequeña
    capilla de un monasterio de Montmartre, en las afueras de
    París, y el único sacerdote entre ellos -Pedro
    Pablo- celebró una misa en la que todos ellos
    consagraron sus
    vidas a Dios mediante los votos de pobreza y
    castidad. Durante aquellos días "habían decidido
    todos lo que tenían que hacer, esto es: ir a Venecia y
    Jerusalén, y gastar su vida en provecho de las almas". En
    Venecia los otros seis compañeros, Ignacio entre ellos,
    fueron ordenados sacerdotes. Pero su decisión de ir a
    Jerusalén no llegó a realizarse.

    Las continuas guerras entre
    cristianos y musulmanes hicieron imposible el viaje a
    Jerusalén. Mientras esperaban que se suavizase la
    situación y las peregrinaciones pudieran reanudarse, los
    compañeros dedicaron su tiempo a
    predicar, dar Ejercicios y trabajar con los pobres en los
    hospitales. Finalmente, cuando había pasado un año
    y el viaje a Jerusalén seguía siendo imposible,
    decidieron "volver a Roma y
    presentarse al Vicario de Cristo, para que los emplease en lo que
    juzgase ser de mayor gloria Dios y utilidad de las
    almas"".

    Su resolución de ponerse al servicio del Santo
    Padre significaba que podían ser enviados a cualquier
    parte del mundo donde el Papa los necesitase; los "amigos
    en el Señor" podrían ser dispersados. Sólo
    entonces decidieron crear un vínculo permanente entre
    ellos que los mantuviera unidos aunque estuvieran
    físicamente separados. Añadirían el voto de
    obediencia y quedarían así constituidos en una
    Orden Religiosa.

    Hacia el fin de su viaje a Roma en una
    pequeña capilla, a la vera del camino, en el pueblo de La
    Storta, Ignacio "fue muy especialmente visitado del
    Señor… estando un día, algunas millas antes de
    llegar a Roma, en una
    Iglesia, y
    haciendo oración, sintió tal mutación en su
    alma y vio tan claramente que Dios Padre le ponía con
    Cristo su Hijo, que no tendría ánimo para dudar de
    esto, sino que Dios Padre le ponía con su Hijo". Los
    compañeros se convirtieron en Compañeros de
    Jesús
    , para asociarse íntimamente al
    trabajo redentor de Cristo resucitado, en y por la
    Iglesia, que
    actúa en el

    mundo. El servicio de Dios en Cristo Jesús se
    hizo servicio en la Iglesia y de
    la Iglesia en su
    misión
    redentora.

    En 1539 los Compañeros, diez ya, fueron
    benignamente recibidos por el papa Paulo III, y la
    Compañía de Jesús fue formalmente aprobada
    en 1540; unos pocos meses después Ignacio fue elegido su
    primer General.

    La Compañía de Jesús asume el
    apostolado
    de la Educación: 1540-1556.

    Aunque todos los primeros compañeros de Ignacio
    eran graduados por la Universidad de
    París, las instituciones
    educativas no entraban dentro de los propósitos originales
    de la Compañía de Jesús. Como se
    describe en la "Fórmula" presentada a Paulo III para su
    aprobación, la Compañía de Jesús fue
    fundada "para dedicarse principalmente al provecho de las almas
    en la vida y doctrina cristiana y para la propagación de
    la fe mediante lecciones públicas y el servicio de la
    Palabra de Dios, los Ejercicios Espirituales y obras de caridad,
    y concretamente por medio de la instrucción de los
    niños y de los ignorantes en el cristianismo,
    y para espiritual consolación de los fieles oyendo sus
    confesiones""'. Ignacio quería que los jesuitas se
    mantuvieran libres para poder
    desplazarse de un lugar a otro donde la necesidad fuera mayor; y
    estaba convencido de que las instituciones
    le fijarían en un lugar e impedirían su movilidad.
    Pero los compañeros tenían sólo un
    propósitos "servir y amar a su Divina majestad en todas
    las cosas, estaban dispuestos a adoptar el medio que pudiera
    mejor ayudar a cumplir este amor y servicio de Dios, en el
    servicio a los demás.

    Pronto aparecieron claros los resultados que
    podrían obtenerse de la educación de la
    juventud, y no
    pasó mucho tiempo sin que los jesuitas se dedicasen a este
    trabajo. Francisco Javier, escribiendo desde Goa, India, en
    1542, se mostraba entusiasta de los resultados que los jesuitas
    que enseñaban en el Colegio de San Pablo, estaban
    obteniendo; Ignacio respondió animándoles en su
    labor. Un Colegio había sido fundado en Gandía,
    España,
    para la educación de los que
    se disponían a entrar en la Compañía de
    Jesús; en 1546 comenzaron a admitirse otros jóvenes
    de la ciudad, ante la insistente petición de sus padres.
    El primer "Colegio de la Compañía", en el
    sentido de una institución primariamente destinada a
    seglares, fue fundado en Messina, Italia, solamente
    dos años después. Y cuando se vio claro que la
    educación
    era, no solamente un medio apto para el desarrollo
    humano y espiritual, sino también un instrumento
    eficaz para la defensa de la fe, el número de
    colegios

    de la Compañía, comenzó a crecer
    muy rápidamente: antes de su muerte en
    1556, Ignacio había aprobado personalmente la
    fundación de 40 colegios. Durante siglos, las
    congregaciones religiosas habían contribuido al
    desarrolló de la educación en
    filosofía y teología. Para los miembros de esta
    nueva Orden el extender su trabajo educativo a las humanidades e
    incluso llevar colegios, era algo nuevo en la vida de la Iglesia, que
    necesitaba una aprobación formal, mediante un decreto del
    Papa.

    Ignacio, entre tanto, se quedó en Roma y
    dedicó los últimos años de su vida a
    escribir las Constituciones de la nueva Orden
    Religiosa.

    Inspiradas por el mismo espíritu de los
    Ejercicios Espirituales, las
    Constituciones manifiestan la capacidad ignaciana
    para compaginar los fines más idealistas con los medios
    más concretos y realistas para alcanzarlos. La obra,
    dividida en diez partes, es un manual de
    formación para la vida de la
    Compañía.

    En su primer borrador, la Parte IV consistía en
    unas directrices para la educación de los jóvenes
    que debían ser formados para ser jesuitas. Como iba
    aprobando fundaciones de nuevos Colegios, al tiempo que
    escribía las Constituciones, Ignacio revisó
    parcialmente la Parte IV para que incluyera los principios
    educativos que debían guiar el trabajo que
    iba a ser asumido en los Colegios. Esta Parte de las
    Constituciones es, por lo tanto, la mejor fuente para conocer el
    pensamiento
    explícito y directo de Ignacio sobre el apostolado de la
    educación, aunque fue en gran parte completada antes de
    que él valorase el importante papel que iba
    a representar la educación en el trabajo
    apostólico de los jesuitas.

    El preámbulo de lo Parte IV señala
    así la finalidad : "siendo el scopo que derechamente
    pretende la Compañía ayudar las ánimas suyas
    y de sus próximos a conseguir el último fin para
    que fueron criadas, y para esto, ultra del ejemplo de vida,
    siendo necesaria doctrina y modo de proponerla…"

    Las prioridades en la formación de los jesuitas
    fueron también prioridades en la educación de la
    Compañía : un énfasis en las humanidades que
    debían preceder a la filosofía y a la
    teología, un orden de progreso cuidadosamente observado en
    el seguimiento de estas sucesivas ramas del saber, las
    repeticiones de la materia, y una
    participación activa de los propios estudiantes en su
    educación. Debía emplearse mucho tiempo en
    conseguir un buen estilo literario.

    El papel del
    Rector es esencial, como centro de autoridad,
    inspiración y unidad. NO se trataba de métodos
    pedagógicos nuevos ; Ignacio estaba familiarizado con la
    falta de método,
    con los métodos de
    muchos colegios, y especialmente con la cuidadosa metodología de la Universidad de
    París. El eligió y adaptó aquellos que le
    parecieron más adecuados para los fines de la
    educación jesuítica.

    Hablando explícitamente acerca de los colegios
    para seglares, en el capítulo 7o. de la Parte IV, Ignacio
    particulariza sólo unos pocos puntos. Insiste, por
    ejemplo, en que los estudiantes (en aquellos tiempos
    prácticamente todos cristianos) "sean bien instruidos en
    lo que toca a doctrina cristiana". También, de acuerdo con
    el principio de la "gratuidad de los ministerios" en que no debe
    cobrarse por la enseñanza. Quitando estos y otros
    pequeños detalles, le parece suficiente que se aplique el
    principio básico enunciado muchas veces en las
    Constituciones : "y porque en particulares y personas, no
    se descenderá aquí más a lo particular, con
    decir que haya Reglas que desciendan a todo lo necesario en cada
    Colegio". En una nota posterior añade una sugerencia : "de
    la regla del Colegio de Roma se podrá acomodar a los otros
    la parte que les conviene".

    En su correspondencia, Ignacio prometió un
    desarrollo
    ulterior de las Reglas, o principios
    básicos, que habrían de regir en todos los
    colegios. Pero insistía en que no podría elaborar
    estas Reglas hasta que pudiera deducirlas a partir de la
    experiencia concreta de quienes estaban de hecho empeñados
    en la labor educativa. Antes de haber podido cumplir esta
    promesa, en la madrugada del 31 de julio de 1556, Ignacio
    murió.

    Ejercicios Espirituales

    Los Ejercicios Espirituales no son un
    simple libro de
    lectura; son
    guía para una experiencia, un compromiso activo que
    capacita para un crecimiento en libertad y lleva a un servicio
    fiel. La experiencia de Ignacio en Manresa puede ser una
    experiencia personalmente vivida.

    Toda persona, en los
    Ejercicios, tiene la posibilidad de descubrir que,
    aun siendo pecador o pecadora, es personalmente amada por Dios e
    invitada a responder a su amor. En los Ejercicios, la respuesta
    comienza con el reconocimiento del pecado y de sus consecuencias,
    el convencimiento de que el amor de
    Dios supera el pecado, y un deseo de este Amor perdonador y
    redentor. La libertad de la respuesta es posible gracias a la
    creciente capacidad, con la ayuda de Dios, de reconocer y
    comprometerse en la lucha por superar los factores interiores y
    exteriores que impiden una respuesta libre. Esta respuesta se
    desarrolla positivamente por un proceso de
    búsqueda y acogida de la voluntad de Dios Padre, cuyo amor
    nos ha sido revelado en la persona y en la
    vida de su Hijo Jesucristo, y de descubrir y elegir los modos
    específicos de poner por obra este amoroso servicio de
    Dios en el servicio activo a otros hombres y mujeres, en el
    corazón
    mismo de la realidad.

    El Primer Ejercitante

    Iñigo fue él primer ejercitante. Los
    Ejercicios escritos por el fueron fruto de sus
    experiencias personales en Manresa. Los escribió para
    ayudar a los otros, comunicándoles las ideas y
    sentimientos que a él le habían transformado. A los
    que se decidirán a practicarlos y tendrán capacidad
    para hacerlos en sus totalidad, les impondrá un mes de
    intensa actividad, con cuatro o cinco horas diarias de
    meditación, más los exámenes y reflexiones.
    Todo regulado mediante normas bien
    precisas : "adiciones, anotaciones, reglas", encaminadas a
    conseguir el mayor fruto posible. El Santo no nos dice
    cuándo hizo él los Ejercicios, pero
    tenemos fundamento para pensar que fue en los últimos
    meses tranquilos en Manresa. Aunque, si bien lo miramos, Los
    Ejercicios comenzaron ya en Loyola.

    No sabemos con certeza cuál fue el orden por el
    que Iñigo experimentó en sí mismo los
    diversos temas de los Ejercicios. A modo de
    conjetura, podemos suponer que los practicó, en
    líneas generales, tal como los dejó
    escritos.

    Su alma estaba bien preparada para recibir las luces del
    Señor. En Montserrat se había purificado mediante
    una confesión general que duró tres días. En
    Manresa, la terrible prueba de los escrúpulos había
    completado esta obra de purificación. Ahora su alma estaba
    en paz. Podía dedicarse con todo sosiego a la
    consideración de las cosas divinas.

    Lo que él iba buscando desde Loyola era poner
    orden en su vida. Ahora comprendió que lo primero que
    necesitaba era conocer el fin para el que había sido
    criado. En definitiva, se trataba de cumplir los designios de
    Dios sobre él. Para cumplir la voluntad de Dios era
    necesario, ante todo, conocerla. El obstáculo eran las
    "aficiones desordenadas", que entenebrecen los ojos de la mente y
    arrastran la voluntad hacia el pecado. Tendrían que luchar
    contra estas aficiones desordenadas, para lo cual era necesario
    vencerse a sí mismo. A ello le ayudarían los
    Ejercicios cuyo título sintetiza todo su
    contenido : "Ejercicios espirituales para vencer a sí
    mismo y ordenar su vida, sin determinarse por afección
    alguna que desordenada sea".

    El trabajo que iba a emprender exigía una
    voluntad generosa y decidida. Iñigo entró en los
    Ejercicios "con grande ánimo y liberalidad con su Criador
    y Señor".

    Ante todo, se le presentó ante los ojos el
    plan de Dios
    sobre la creación : "el hombre es
    criado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro
    Señor, y mediante esto salvar su alma". Las cosas de
    la tierra han
    de ayudarle para conseguir este fin. De donde se sigue que "tanto
    ha de usar dellas cuando le ayuden para su fin, y tanto debe
    quitarse dellas cuando para ello le impiden". Las verdades del
    Principio y Fundamento son tan orientadoras para el ejercitante y
    son un prólogo tan luminoso para la actividad que
    desarrollará en el curso de los Ejercicios, que resulta
    difícil pensar que en un documento tan importante no sea
    de Manresa, por lo menos en una redacción rudimentaria. Con la experiencia
    y con los estudios llegará Iñigo a darle la forma
    perfecta y armónica que ahora tiene.

    Frente a los planes de Dios se levanta la
    rebelión de la criatura, es decir, el pecado. Iñigo
    recorrió mentalmente el proceso de su
    vida, evocando los pecados cometidos de año en año,
    recorriendo los sitios y las casas donde había vivido, el
    trato que había tenido con otros, los oficios que
    había ejercido. Un doble sentimiento invadió su
    alma : la vergüenza ante la fealdad de sus culpas, dolor por
    haber ofendido a Dios. Pero el resultado no fue la
    desesperación. "Imaginando a Cristo nuestro Señor
    delante y puesto en cruz, hacer un coloquio, cómo de
    Criador es venido a hacerse hombre, y de
    vida eterna a muerte
    temporal, y así a morir por mis pecados. Otros tanto,
    mirando a mí mismo. Lo que hecho por Cristo, lo que hago
    por Cristo, lo que debo hacer por Cristo". La vida de
    Iñigo será una respuesta a esta triple
    interrogación.

    En otra meditación sobre los pecados, todo se
    resuelve en un "coloquio de misericordia" , es decir, en un
    recurso confiado y amoroso a la misericordia divina, refugio
    único del pecador.

    De esta primera parte o "semana" de los Ejercicios
    salió ya Iñigo enamorado de Jesucristo, considerado
    como libertador y redentor. No sólo no volverá a
    ofenderle, sino que procurará seguirle. Cristo se le
    presenta como rey, al que deberá obedecer y servir con
    más fidelidad de la que ha tenido con los señores
    de la tierra.
    Jesús le llama para una gran empresa, que es
    la de restaurar la humildad perdida. La santidad se le presenta
    como la conquista de un reino, que debe conseguirse mediante la
    victoria de todos los enemigos de los planes de Dios. Estos
    enemigos los conocía muy bien Iñigo, porque otras
    veces le habían vencido. Son la sensualidad y el amor carnal
    y mundano. Iñigo se resuelve a participar con la mayor
    generosidad en esta campaña. No tendrá que hacer
    más que seguir los ejemplos de Jesús, que
    irá delante de él. Su empeño
    consistirá en conocer íntimamente a Jesucristo para
    más amarle y seguirle. Meditando los pasos del Evangelio
    desde la encarnación hasta la pasión y
    resurrección de Jesús, penetró en "las
    intenciones", es decir, en espíritu del divino Maestro y
    en sus máximas, opuestas diametralmente a las del mundo :
    pobreza y
    humildad contra codicia y soberbia. Todo lo verá resumido
    en el sermón del monte, cuando Iñigo se
    abrazará con la pobreza actual
    y con las humillaciones para imitar a Cristo pobre y humillado,
    alistándose así debajo de su bandera.
    Seguirá a Cristo en su pasión y muerte, para
    participar también de la gloria de su
    resurrección.

    Al término de sus Ejercicios, Iñigo
    tenía resuelto el problema de su vida. El servicio de Dios
    será su ideal ; Jesucristo, su modelo ; el
    ancho mundo, su campo de trabajo. Porque desde entonces ya no
    será el peregrino solitario que medita y hace penitencia,
    sino que se dedicará con todas sus fuerzas a " ayudar a
    las almas", es decir, a llevar a los hombres al cumplimiento de
    su destino.

    Antes de salir de Manresa, podemos suponer que hizo su
    última visita a la seo, a la iglesia de los dominicos y a
    las ermitas donde había orado con tanta devoción.
    Es probable que subiese también a Montserrat para
    despedirse de la Virgen morena y de los monjes del monasterio. A
    sus amigos maresanos les dejó lo poco que tenía :
    su escudilla, el cordón con el que se había
    ceñido y su sayal de peregrino. El se llevaba, en cambio, el
    recuerdo imperecedero de lo mucho que había recibido en la
    ciudad catalana. Había llegado allá como un
    penitente recién convertido. Salía transformado en
    un hombre
    espiritual, lanzado a las grandes empresas de la
    gloria de Dios a que estaba destinado, el germen de las cuales se
    encerraba en los Ejercicios, hechos y escritos en
    Manresa. Con el andar del tiempo, el nombre de Manresa.
    Quedará universalmente ligado al recuerdo de San Ignacio.
    Centenares de visitantes acudirán a orar en la Santa cueva
    y Manresa será el nombre de no pocas casas de
    oración.

    El Sistema Educativo
    de
    La Compañía de Jesús
    La "Ratio Studiorum"
    (Razón de ser de los Estudios)

    En los años siguientes a la muerte de
    Ignacio, no todos los jesuitas estaban de acuerdo en que el trabajo en
    los Colegios era una actividad propia de la
    Compañía de Jesús; la disputa duró
    hasta bien entrado el siglo XVII. Sin embargo, el compromiso de
    los jesuitas en la enseñanza siguió creciendo a
    ritmo rápido. De los cuarenta Colegios que Ignacio
    había aprobado personalmente, treinta y cinco estaban
    funcionando cuando él murió, aun cuando el
    número total de miembros de la Compañía de
    Jesús no había llegado todavía a los mil. En
    el espacio de, cuarenta años, el número de Colegios
    alcanzó los 245. El desarrollo
    prometido de un documento que resumiera los principios
    comunes a todos los colegios jesuíticos era ya una
    necesidad práctica.

    Los sucesivos Superiores de la Compañía
    promovieron un intercambio de ideas basadas en experiencias
    concretas, en forma tal que, sin faltar al principio de Ignacio
    de atender las "circunstancias de tiempos, lugares y personas",
    se pudieran desarrollar un curriculum
    básico, y unos principios
    pedagógicos generales que provinieran de esta experiencia
    y fueran comunes a todos los Colegios de la
    Compañía. Hubo, pues, un período de intenso
    intercambio entre todos los Colegios.

    Los primeros borradores de un documento común se
    basaban, como Ignacio había deseado, en las "Reglas del
    Colegio Romano". El General P. Rodolfo Aquaviva nombró una
    comisión internacional formada por seis jesuitas; se
    reunieron en Roma para adaptar y modificar estos borradores
    provisionales, partiendo de la experiencia de las diversas partes
    del mundo. En 1586 y, de nuevo, en 1591, este grupo
    publicó borradores más completos que fueron
    ampliamente difundidos para su comentario y corrección.
    Sucesivo intercambio, reuniones de la comisión, y trabajo
    de redacción

    llevaron, finalmente, a la publicación de la
    "Ratio Studiorum", el 8 de enero de 1599.

    En su redacción final la "Ratio Studiorum" o
    "Plan de
    Estudios o Razón de ser de los Estudios", de los Colegios
    Jesuíticos, es un manual para ayuda
    de profesores y directivos en la marcha diaria del Colegio
    ;contiene una serie de "reglas" o directrices p4rácticas
    que se refieren a materias como el gobierno general
    del Colegio, la formación y distribución de profesores, los programas, o los
    métodos de
    enseñanza. Como la Parte IV de las Constituciones, no es
    tanto un trabajo original, cuanto una buena colección de
    los métodos
    educativos más eficaces de aquel tiempo, experimentados y
    adaptados a los fines de los Colegios de la
    Compañía.

    Hay pocas referencias explícitas a los principios
    subyacentes que dimanan de la experiencia de Ignacio y sus
    compañeros, y que se fijaron en los Ejercicios
    Espirituales y en las Constituciones ; tales principios
    habían sido expresados en las primeras versiones, pero
    fueron sobreentendidos en la edición final de 1599. La
    relación entre maestro y estudiante, por tomar solo un
    ejemplo, debía reflejar la relación entre el que da
    los Ejercicios y el que los recibe ; puesto que los autores de la
    Ratio, así como la mayoría de los educadores de los
    Colegios eran Jesuitas, esto podría fácilmente
    presuponerse. Así y todo, aunque no se mencionase
    explícitamente, el espíritu de la Ratio, como el
    que inspiró los primeros Colegios Jesuíticos, era
    expresión clara de la visión de Ignacio.

    El proceso que
    llevó a la redacción y publicación de la Ratio
    produjo un sistema" de
    Colegios, cuya fuerza e
    influencia radicaba en el espíritu común,
    que se había desarrollado en principios pedagógicos
    comunes, basados en la experiencia y corregidos y adaptados por
    medio de un constante intercambio. Fue el primer Sistema
    Educacional de este tipo, que el mundo había
    conocido.

    El sistema se
    desarrolló y enriqueció durante más de
    doscientos años, pero tuvo un brusco y trágico
    final. Cuando la Compañía de Jesús fue
    suprimida por una Bula Pontificia en 1773, fue
    prácticamente destruida una red de 845 instituciones
    educativas extendidas por toda Europa, las
    Américas, Asia y Africa. Solamente
    unos pocos colegios de jesuitas quedaron en territorio
    ruso, donde la supresión nunca llegó a tener
    efecto.

    Cuando Pío VII decidió restaurar la
    Compañía de Jesús en 1814, una de las
    razones que dio para su determinación fue que "la Iglesia
    Católica puede gozar, de nuevo, del beneficio de su
    experiencia educativa". El trabajo
    educativo, de hecho, comenzó casi inmediatamente, y poco
    después, en 1832, se publicó una edición
    experimental revisada de la Ratio Studiorum, pero nunca fue
    definitivamente aprobada. Las turbulencias de la Europa del siglo
    XIX, marcada por revoluciones y frecuentes expulsiones de los
    jesuitas de varios países -y, consiguientemente, de sus
    Colegios- impidieron una renovación de la filosofía
    y pedagogía de la educación
    jesuítica. Con bastante frecuencia la
    Compañía estaba dividida y sus instituciones
    educativas eran utilizadas como apoyo ideológico de una u
    otra parte de las naciones en guerra. A
    pesar de todo, en medio de situaciones difíciles, los
    Colegios de la Compañía comenzaron nuevamente a
    florecer, de manera especial en las naciones, que entonces se
    desarrollaban, de las Américas, India, y
    Asia
    Oriental.

    El siglo XX, especialmente en los años
    posteriores a la segunda guerra
    mundial, trajo un espectacular aumento en el tamaño y
    número de las instituciones
    educativas de la Compañía. Los decretos de las
    diversas Congregaciones Generales, particularmente las
    aplicaciones del Concilio Vaticano II incorporadas al decreto 28
    de la Congregación General 31, esparcieron las semillas de
    un espíritu renovado. Hoy día, el apostolado
    educativo de la Compañía se extiende a más
    de 2.000 instituciones de una increíble variedad de tipos
    y niveles. 10.000 jesuitas trabajan en estrecha
    colaboración con casi 100.000 seglares para educar a
    1.500.000 jóvenes y adultos en 56 países en todo el
    mundo.

    La educación de la Compañía hoy no
    constituye ni puede constituir el "sistema"
    unificado del siglo XVII; y, aunque no pocos principios de la
    Ratio original conservan actualmente su validez, el curriculum y
    la estructura
    uniformes, impuestos a todos
    los centros educativos del mundo, han sido sustituidos por las
    distintas necesidades de las diferentes culturas y confesiones
    religiosas y por el perfeccionamiento de los métodos
    pedagógicos, que varían de una cultura a
    otra.

    Esto no significa que el "sistema" educativo de la
    Compañía no sea ya una real posibilidad. El
    espíritu común y la visión de Ignacio fueron
    los que hicieron posible que los Colegios de los jesuitas del
    siglo XVI desarrollaran unos principios y unos métodos
    comunes; pero fue el espíritu común, unido a una
    finalidad también común, lo que creó el
    "sistema" escolar jesuítico del siglo XVII, tanto o
    más que los principios y métodos más
    concretos recogidos en la Ratio. Este mismo espíritu
    común, juntamente con las finalidades básicas, los
    objetivos y
    las líneas de acción que se derivan de él,
    pueden ser una realidad en todas las escuelas de la
    Compañía hoy, en todos los países del mundo,
    aun cuando las aplicaciones más concretas sean muy
    diferentes y muchos de los detalles de la vida escolar vengan
    determinados por factores culturales diversos y por otras
    instancias exteriores.

    Los Jesuitas

    Los Jesuitas pertenecen a una Orden
    Religiosa de la Iglesia Católica que ha ofrecido su
    servicio apostólico de servicio a la fe cristiana durante
    450 años. Los Jesuitas forman Comunidades de vida en todo
    el mundo, frecuentemente alrededor del apostolado educativo.
    Tienen también otros trabajos apostólicos ubicados
    en Parroquias, Centros de Investigación, Casas de Ejercicios
    Espirituales, Casas de Escritores, Centros de Servicio Social,
    Medios de
    Comunicación, Misiones, etc. y en donde un servicio
    más sobresaliente pueda prestarse a los hombres y mujeres
    necesitados de hoy. De una manera muy particular y recientemente
    los Jesuitas se orientan en su trabajo apostólico en la
    búsqueda y promoción de la justicia. En
    este sentido, han organizado un trabajo particular con los
    Refugiados del mundo y acompañan a aquellas personas que
    han sido forzadas a dejar sus tierras y su
    país.

    San Ignacio de Loyola es el origen del tipo de
    espiritualidad cristiana que ilumina la vida y obra de los
    Jesuitas y por la cual son bien conocidos en el mundo.

    La Compañía de Jesús está
    organizada en el mundo a través de
    Provincias o regiones que unifican el trabajo
    apostólico de los Jesuitas y están bajo la dirección de un Superior llamado
    Provincial. A nivel mundial están dirigidos
    por un Superior llamado General.
    Periódicamente, los Jesuitas se reúnen en Roma, la
    sede central de la Orden, en un Cuerpo Legislativo, máximo
    organismo de dirección de la Institución, llamado
    Congregación General. En ella se estudian y
    se disponen políticas
    y opciones claras para el futuro apostólico de la
    Orden.

    Misión de los Colegios Jesuitas de Colombia

    La Compañía de Jesús asume la tarea
    educativa como una participación en la misión
    evangelizadora de la Iglesia. Por esto, sus Centros ofrecen a la
    sociedad una
    clara inspiración cristiana e ignaciana, y un modelo de
    educación personalizada, humanizadora y
    liberadora.

    Desde esta visión cristiana de la vida, la
    Compañía de Jesús opta por la apertura de
    los Centros a todas las clases
    sociales sin discriminación alguna, aspirando a que los
    medios de
    financiación pública respondan por los costos educativos
    reales de la educación.

    Así mismo, plantea sus Colegios como Comunidades
    Educativas, promoviendo con los miembros que la componen un
    sistema responsable de participación, y compartiendo con
    ellos su herencia
    espiritual y educativa.

    Los Colegios de la Compañía de
    Jesús, atentos a la evolución de la Sociedad y a las
    situaciones de creciente desnivel socio-económico, desean
    una proclamación responsable del Evangelio, de modo que
    éste ilumine los aspectos estructurales y culturales de la
    sociedad, en
    los que están incrustadas las raíces de la
    injusticia.

    La Compañía de Jesús consciente de
    que no es posible el servicio de la fe sin promover la justicia,
    entrar a las culturas y abrirse a la
    comunicación interreligiosa, desea hacer de sus
    Colegios ámbitos de diálogo, en los que se recojan
    las inquietudes y planteamientos de la cultura, se
    ofrezcan con honestidad y
    rigor las respuestas de la fe y se ayude a las personas a madurar
    con actitudes
    profundas de diálogo.

    La red de Colegios de ACODESI
    educa aproximadamente en Colombia a 15.000
    estudiantes de ambos sexos. El 95% de ellos continúan sus
    estudios universitarios. Todos los Colegios son actualmente de
    co-educación, es decir, educan hombres y mujeres en una
    perspectiva de género que integra y dignifica la persona humana en
    su misión,
    sus funciones y la
    expresión de su sexualidad.

    Los Colegios jesuitas son instituciones de
    educación privada. El último año los
    Colegios Jesuitas aportaron en ayudas económicas a las
    familias de los alumnos que lo necesitaban una suma de alrededor
    de $ 350 millones de pesos. Los Educadores Jesuitas son alrededor
    de 60 y los colaboradores apostólicos seglares alrededor
    de 2.000 (la mayoría de tiempo completo al servicio de las
    instituciones educativas).

    En este contexto ACODESI ofrece servicios que
    permiten a los miembros de los Colegios desarrollar la Cultura
    Ignaciana y la Misión de
    educar con excelencia en la formación de hombres y mujeres
    competentes, conscientes, compasivos y comprometidos.

    Inspirada por su Misión,
    ACODESI pretende para su inmediato futuro los siguientes objetivos
    generales :

    1. Favorecer la integración de sus Colegios e
      instituciones para contribuir a la tarea de transformar las
      estructuras
      económicas, sociales, políticas y culturales, mediante "el
      servicio a la fe y la promoción de la justicia",
      inspirada en el amor
      preferencial a los pobres.
    2. Impulsar la formación de las personas que
      constituyen la Comunidad
      Educativa en cada institución, para que puedan
      contribuir al mejoramiento de la calidad de
      vida de las sociedades,
      mediante la transformación de la realidad nacional,
      hacia un nuevo orden social, basado en la solidaridad y
      la justicia.
    3. Propiciar la reflexión sobre la PedagogRa
      Ignaciana en el que hacer educativo y su implementación
      en cada una y en el conjunto de las entidades asociadas,
      procurando que se unifiquen en el Proyecto
      Educativo Institucional.
    4. Intercambiar experiencias, conocimientos,
      innovaciones y recursos para
      lograr una mejor calidad de sus
      instituciones coherente con el Proyecto de la
      PedagogRa Ignaciana.
    5. Asegurar una participación coordinada entre
      los diferentes organismos, asociaciones, fundaciones e
      instituciones relacionados con la tarea educativa de Colombia y de
      América
      Latina y en el ámbito internacional, que puedan
      contribuir al logro de estos objetivos.
    6. Participar activamente y vincularse a otras organizaciones
      de educación católica y privada cuyos objetivos
      sean afines a los propios.

    Índice:

    Capitulo I:

    "De Loyola a Montserra"

    Capitulo II:

    "Manresa"

    Capitulo III:

    "De Jerusalén a París"

    Capitulo IV:

    "De París a Roma"

    Capitulo V:

    "La compañía de Jesús asume el
    Apostolado de la Educación"

    Capitulo VI:

    "Ejercicios Espirituales"

    Capitulo VII:

    "El sistema educativo de la
    compañía

    de Jesús la "Ratio Studiorum"

    Capitulo VIII:

    "Los Jesuitas "

     

     

    Autor:

    Ileana Santoiani

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