(Trabajo monográfico)
INTRODUCCION
Es indudable, a nuestra manera de ver, que el
primordial derecho que puede asistir hoy a todo ser humano es el
de la vida, pero cuando se ve afectado por unas condiciones de
salud
lamentables, que llevan a quien las padece a verse en una
situación en la cual se ve recluido en una unidad de
cuidados intensivos, de la cual no se sabe si saldrá,
donde su existencia esta en la cuerda floja, donde puede existir
una salida irreversible, donde la existencia dependerá en
el futuro de medios
extraordinarios, conectado a maquinas como el
respirador artificial, cabe preguntarse si se esta cuidando la
vida o prolongando la agonía que nos puede llevar a
la muerte. En
un momento así… ¿EUTANASIA?.
Reflexionemos a partir de la siguiente lectura.
Etimológicamente "eutanasia"
significa: buena muerte, dulce,
libre de sufrimientos. La empleo por
primera vez Francisco Bacon en el siglo
XVII.
La eutanasia
moderna en los pueblos primitivos era sobre todo cuestión
de estomago: se dirigía a la supresión de bocas
inútiles.
EUTANASIA…SIGNIFICADOS
DIVERSOS
En general, eutanasia significa el hecho
de provocar una muerte
fácil y sin dolores a un paciente que está
próximo a morir por causa de una enfermedad terminal.
El mismo paciente puede inducirse la muerte sin
el
conocimiento ni la cooperación de otras personas.
Puede también ser provocada por otros a petición
del enfermo o con su consentimiento. En todos estos casos se
habla de eutanasia
voluntaria. Si se causa la muerte
contra la voluntad del paciente o sin su conocimiento,
hablamos entonces de eutanasia
involuntaria.
Estos medios con los
cuales se causa la muerte
pueden coincidir todos en una intervención positiva, por
ejemplo, en una sobredosis de píldoras conciliadoras del
sueño o en otra clase de medicinas, o una inyección
de cloruro de potasio, que causa de inmediato la muerte. A
veces se usa el término dar una muerte piadosa
para esta clase de intervención. Con todo, lo normal es
que se le llame eutanasia positiva, activa, o directa. En
cambio se
llama eutanasia negativa, pasiva o indirecta a la omisión
de un tratamiento eficaz, o sea, al hecho de no prolongar el
proceso de
morir por medio de máquinas o aparatos que mantienen la
vida al paciente, como por ejemplo, el respirador artificial. Las
definiciones son útiles pero no hay que darles demasiada
importancia ya que ellas no resuelven por sí mismas los
problemas
morales a que se refieren.
Queda el problema de sí existe o no
diferencia, desde el punto de vista moral, entre
la omisión y la realización de un acto. ¿La
omisión de un tratamiento puede equivaler al hecho de dar
muerte a un
paciente? ¿Desconectar el respirador ocasiona directamente
la muerte del
enfermo? ¿El descuido de poner a un paciente bajo el
control de un
aparato y dejarlo morir, difiere moralmente de retirarle el
aparato? ¿Cuál es aquí la diferencia
moral entre
acción y omisión, entre omisión e
intervención? ¿El paciente o el doctor están
obligados a impedir la muerte cuanto sea posible? ¿Y por
qué medios? Vamos
a examinar todos estos problemas.
La eutanasia involuntaria, positiva o activa,
¿podrá alguna ve justificarse? Un ejemplo de
eutanasia involuntaria positiva fue la orden del tristemente
célebre A. Hitler quien
estableció la eutanasia eugenésica en
octubre de 1939. (Por engaño, tal orden fue predatada con
fecha 1 de septiembre de 1939, como si hubiera estado en
conexión con el comienzo de la campaña militar
contra Polonia) Más de 80 mil pacientes mentales de
Alemania y
Australia, epilépticos, débiles mentales y personas
deformes, fueron ejecutados en cámaras de gas entre 1940 y
1941. En un comienzo la ley se
refirió en forma exclusiva a los niños
pequeños, pero luego se elevó la
edad.
Otro ejemplo de eutanasia involuntaria activa
lo tenemos en Napoleón. En 1779 se dice que pidió a
su médico militar aplicar la eutanasia a soldados
infectados con enfermedades contagiosas
para frenar su expansión.
En la eutanasia voluntaria positiva no se le
impone al paciente la muerte, sino más bien, este se la
busca. En el fondo, esta clase de eutanasia es un suicidio o la
cooperación con otros que lo comenten. Sin embargo, se
trata de una clase especial de suicidio, ya que
se comente tan sólo con miras a poner fin a dolores
intolerables o una vida "inútil". Este tipo de suicidio fue
defendido por algunos filósofos en la antigüedad y
practicado en algunos países. Sócrates
sostuvo que el hombre era
propiedad de
los dioses y que sería injusticia destruir esta propiedad. Sin
embargo, la necesidad imperiosa de morir, da a entender el
permiso de los dioses para poner fin a la propia
vida.
¿Está permitido omitir o rehusar
tratamientos inútiles que ya no curan una enfermedad y que
se limitan a…
Una legislación acerca de la "Muerte
Natural", en que se reconoce el derecho a morir de un paciente
terminal, bajo condiciones legales cuidadosamente determinadas,
Otros 17 Estados se encuentran deliberando sobre la posibilidad
de hacer otro tanto para la fecha actual, 1987,
prácticamente ya todos los Estados Unidos
han legislado en favor de la "Muerte Natural"(. 7he New York
Times Febrero 5 de. 1978.)
El objetivo que
se proponen estas leyes es el de
defender el derecho del paciente a morir. ¿Sí
alcanzan este objetivo?
Parece cierto pero sólo en forma limitada. El derecho
de¡ paciente se encuentra restringido por el requisito de
escribir un documento, que debe ser renovado de tiempo en
tiempo de
acuerdo con diversas estipulaciones (en California, por
ejemplo, cada cinco años) para que conserve su validez.
¿Cuántas personas se van a imponer la molestia de
escribir y de renovar tal documento para salvaguardar el
derecho
natural, que ya poseen sin necesidad de legislación
alguna? En California en 1978 se distribuyeron más de
100 mil formularios
sobre el Derecho a Morir. Pero de acuerdo con el informe de
una Asociación Médica de California tales
formularios
no se usan con mucha frecuencia. Ya avanzado el año
1977, un sondeo hecho a 112 médicos, que pidieron un
total de más de 11 mil copias, reveló que
sólo se utilizaron 6720. Todo paciente crítico
hospitalizado sin un documento -Esta es mi Voluntad", ajustado
a la ley, corre el
riesgo de
que lo sometan a tratamientos inútiles que prolongan su
proceso de
morir. Los médicos tratantes, afectados por demandas de
"mala práctica·" con seguridad se
negarán a no comenzar o a interrumpir un tratamiento
innecesario ante la ausencia de un documento legal que los
protegiera.
La preocupación principal de cualquier
legislación sobre la Muerte Natural debiera ser afirmar,
de manera práctica, el derecho
natural de cualquier persona a no
ser sometida a tratamientos inútiles. El Estado no
nos concede este derecho. Hablando con más propiedad,
él debe venir en defensa de tal derecho, ya que lo
tenemos en virtud de nuestra propia naturaleza.
Richard A. Mac Cormick y André E. Hellegers sugirieron
que tal ley debiera
especificar la obligación de todo médico a
registrar una enfermedad mortal con un personal
apropiado del hospital, que tendría el derecho a
verificar el asunto. "Un paciente capaz podría entonces
exigir por escrito que no se le apliquen tratamientos
extraordinarios. En el caso de un paciente que no estuviera en
condiciones de hacerlo, por la edad o por las circunstancias,
la familia
podría redactar un documento semejante con la solicitud.
Una vez que se haya escrito esta la legislación
podría determinar que el médico tratante no
estaría sujeto a demanda
civil o penal por omisión o interrupción del
tratamiento"
( RICHARD A. McCORMICK and ANDRE F- HELLEGERS,
"Legislation and the Living WiLL- América
, marzo 12,1977. p. 213.)
El moralista Mc Cormick en un artículo
escrito en 1981 suavizó su posición referente a la
legislación sobre "Esta es mi Voluntad" porque "un
impresionante número de médicos, abogados y
legisladores siguen creyendo que la afirmación de una
persona no es
válida sin el respaldo de la ley". Soy de
parecer que las principales objeciones contra la
legislación acerca del Derecho a Morir * están
todavía en pie. El propósito de tal
legislación, afirmar el derecho
natural de un paciente terminal a morir en paz, es
recomendable y moralmente justa. Con todo, este objetivo no se
alcanza con facilidad, porque las leyes exigen un
documento legal, una voluntad expresa, antes de que se tome la
decisión de no aplicar las técnicas para mantener
la vida. Una futura legislación debiera, tener en cuenta
esta dificultad de tal suerte que pueda alcanzarse de manera
fácil el fin tan laudable de las leyes que
defienden el derecho a morir con dignidad. Robert M. Veatch
redactó tal proyecto de
ley, basado en
el derecho
natural del paciente terminal a rehusar un tratamiento que
pro-
longue la vida23.
¿Es lícito dejar morir a un
paciente, incapaz de tomar decisiones, no aplicándole o
suspendiéndole un tratamiento
inútil?
Si un paciente terminal, en buenas
condiciones mentales, puede lícitamente rehusar un
tratamiento inútil, las personas responsables de un
paciente inepto mentalmente deben poseer tal derecho. En el
caso de menores de edad, la práctica médica
reconoce el derecho de los padres, a rehusar un tratamiento
inútil. Sin embargo, se ha dado un buen número de
casos en los que el hospital ha rechazado la decisión de
los padres y. ha recurrido a los jueces para obtener la
autorización de un tratamiento. El caso de Karen Ann
Quinlan cautivó atención
mundial.
La señorita Quinlan, de 21 años,
sufrió un colapso (por sobredosis de una mezcla de
drogas y
alcohol) y
quedó en estado de coma
el 15 de abril de 1975. No recuperó su estado de
conciencia y fue
mantenida en vida mediante un aparato respirador y alimentación
intravenosa por muchos meses. Dado que no se veía
esperanza de su recuperación, sus padres solicitaron al
hospital que retirara el respirador. Rehusada la solicitud por
los médicos de la señorita Quinlan, los padres
recurrieron al juez y te solicitaron autorización para
retirar el respirador. El Juez Muir, Jr.., de la Corte Superior
de New Jersey, el 10 de noviembre de 1975
negó
la solicitud del padre de Karen. Este hizo
apelación a la Corte Suprema de New Jersey, la cual el 1
de abril de 1976 falló por unanimidad en el sentido de que
podía retirarse el respirador. Se suspendió tal
aparato pero Karen continuó respirando por su cuenta sin
lograr salir de su estado de
coma. Continuó así por largos y penosos años
para sus padres (Karen murió finalmente en
1986).
Surgen dos preguntas con
respecto a la eutanasia involuntaria
1 ra).- ¿Según la moral, es
lícito, tratándose de un paciente terminal,
mentalmente incapaz, no aplicarle un tratamiento inútil
o suspendérselo, retirándole aparatos, o como se
suele decir,"desconectándolo?"
2da). – ¿Quién es la persona
autorizada para tomar tal
decisión?
Se sigue de nuestras consideraciones
anteriores que es moralmente lícito permitir que todo
paciente, en tales condiciones, muera. Contradice a la naturaleza
racional aplicar medios
inútiles. En un Mensaje de Su Santidad Pío XII,
dirigido a un grupo de
anestesiólogos el 24 de noviembre de 1957 hizo
énfasis en el derecho que asiste a todo ser humano de
morir dignamente. Se valió de los términos
utilizados entonces de medios
ordinarios y extraordinarios, y enseñó con
acierto que no existe obligación de usar medios
extraordinarios para conservar la vida
El 5 de mayo de 1980 la Santa Sede
promulgó un Documento con el título:
Declaración sobre la Eutanasia. Aquí se repite la
doctrina tradicional de la Iglesia
Católica expuesta por Pío XII y luego la aplica a
las condiciones actuales. Allí se
afirma:
"No se puede imponer a nadie la
obligación de recurrir a un tipo de tratamiento que,
aunque ya esté en uso, todavía no está
libre de peligro o es demasiado costoso. Su rechazo no equivale
al suicidio;
significa más bien o simple aceptación de la
condición humana, o deseo de evitar la puesta en
práctica de un procedimiento
médico desproporcionado a los resultados que se
podrían esperar, o bien una voluntad de no imponer
gastos
excesivamente pesados a la familia o
a la comunidad"
¿Quién está autorizado
para tomar la decisión de dejar morir a un enfermo
terminal sin que se prolongue innecesariamente su proceso de
morir? De acuerdo con el orden de la naturaleza, tal
derecho corresponde a aquellos que tienen el deber de velar por
tal persona. Tales
son los miembros de la familia,
los padres, cónyuges, hijos y parientes cercanos. Tal
derecho no pertenece a las autoridades públicas, ya que
los ciudadanos no son propiedad
del Estado. De
acuerdo con el principio de subsidiaridad las autoridades
públicas poseen tal derecho y tal deber sólo
cuando no existen miembros o deudos competentes de la familia
que ejerciten este derecho.
El derecho de los padres para suspender un
tratamiento en el caso de menores de edad es en general
reconocido por las leyes en
Norteamérica. Con todo, parece que no existe una política clara con
respecto a los adultos, mentalmente incapaces. La Corte Suprema
de Massachusetts, en su decisión de¡ 28 de noviembre
de 1977, refiriéndose al caso de Joseph Saikewicz
afirmó que el Tribunal del Testamento posee dicha autoridad . Un
decreto tal, si fuera a ser reconocido en toda ' la Nación
(USA) privaría las familias y a aquellos que velan
directamente por el enfermo, de su derecho
natural a tomar esta decisión. La Corte se
affogaría un derecho que no tiene y además
estaría en incapacidad de ejercitarlo. Se están
presentando a diario tantos casos semejantes que las cortes se
van a ver demasiado recargadas. Entretanto todos los pacientes
terminales van a estar sujetos a la tortura de verse sometidos a
aparatos que les prolonguen la vida
indignamente.
La Corte Suprema de Massachusetts
aclaró más adelante que no se requería una
orden de la corte para todos los casos. Pero insistió en
que, en última instancia, la validez legal de una
decisión hecha en nombre de un paciente termina¡
sólo podía ser juzgada por las cortes. Para
evitar la necesidad de recurrir a las cortes, la
legislación sobre la "Muerte Natural" redactada con
esmero, debiera proteger en forma clara el derecho natural de
la familia y
de todos aquellos que se encargan directamente del
moribundo.
La sentencia que afirma que la eutanasia pasiva
o sea el retiro o suspensión de un tratamiento
inútil, es moralmente lícita, se ataca desde dos
frentes: los defensores de la eutanasia argumentan que la pasiva
no difiere de la activa. No cuenta si una persona muere a
consecuencia de una inyección mortal o por la
desconexión del respirador. En ambos casos se produce la
muerte. Si la moral y la
ley justifican la eutanasia pasiva, siguen argumentando, entonces
se justifica también la eutanasia activa y debiera
legalizarse. Algunos opositores de la eutanasia, equiparando de
la misma manera las dos clases de eutanasia, sostienen la
posición contraria. Dado que no existe diferencia entre la
eutanasia activa y la pasiva, ambas son inmorales y ambas deben
ser proscritas por la ley. Por tanto, un paciente moribundo debe
mantenerse forma indefinida bajo el control de
aparatos que le den vida artificial
Debemos a nuestros hermanos, los seres
humanos, el ser sinceros con ellos, en todo momento, pero en
especial cuando se están aproximando al fin de su
peregrinación terrena. Nosotros mismos no queremos para
nosotros nada menos que una sincera compasión en los
últimos momentos de nuestra vida.
En resumen; la Eutanasia se
clasifica según:
- Su
finalidad:
Eutanasia eugénica: por razones de
"higiene racial",
libera a la sociedad de los
enfermos que son una carga.
Eutanasia piadosa: es la que se practica
con el fin de aliviar los dolores y sufrimientos a un
enfermo.
- Sus
medios:
Eutanasia positiva: es aquella en que el
agente de manera directa y positiva actúa sobre la persona
enferma provocándole la muerte.
Eutanasia negativa: el agente deja de
hacer algo que permite proseguir con la vida del
paciente.
- Sus
intenciones:
Eutanasia directa: cuando en la
intención del agente existe el deseo de provocar la muerte
directamente del enfermo.
Eutanasia indirecta: consiste en la
muerte no querida en su intención que sobreviene a causa
de los efectos secundarios del tratamiento paliativo del
dolor.
- Su
voluntariedad:
Eutanasia voluntaria: es la que solicita el
paciente de palabra o por escrito.
Eutanasia involuntaria: es la que se
aplica a los pacientes sin su
consentimiento.
LA EUTANASIA
A LO LARGO DE LA HISTORIA
"Quedan autorizados para disponer cuanto sea
necesario, a fin de que los enfermos considerables incurables, a
tenor de los conocimientos actuales, se los pueda eliminar
físicamente para poner fin a sus sufrimientos." Adolf
Hitler
No solo él ha defendido una postura
frente a la eutanasia; miremos las posiciones de diferentes
corrientes del pensamiento
respecto de este tema:
Para el Jusnaturalismo, la
obligación por cuestión divina de respetar la vida
en toda circunstancia, existe una prohibición estricta
sustentada en leyes naturales
de disponer por cuenta propia de la vida.
Juan Pablo II, en su encíclica "El
Evangelio de la Vida" define la Eutanasia como:
"Adueñarse de la muerte, procurándola de modo
anticipado y poniendo así fin "dulcemente" a la propia
vida o a la de otro". Y se considera esto como una "cultura de la
muerte" que se ve en las sociedades del
bienestar, caracterizadas por una mentalidad eficientista, que va
en contra de los ancianos y los más débiles,
caracterizadas como algo gravoso e insoportable, aisladas por la
familia y la
sociedad,
según lo cual una vida inhábil no tiene ya valor alguno.
Y vuelve a definir la Eutanasia como una "acción o una
omisión que por su naturaleza y en
la intención causa la muerte, con el fin de eliminar
cualquier dolor "situada en la intención y los métodos
usados".
En términos de una teoría
utilitarista de los derechos, la eutanasia se nos
muestra como
una opción más práctica en el caso de que se
nos presente una existencia marcada por el dolor y sin
posibilidades de felicidad. Desde esta perspectiva, la eutanasia
es buena dados los dolores que se le quitan a quien los
está sufriendo, se disminuyen los daños a la
sociedad y se
termina con una "carga" para la familia.
En la Utopía de
Tomás Moro, aparece el concepto
médico y moral de la
Eutanasia: "…Cuando a estos males incurables se añaden
sufrimientos atroces, los magistrados y sacerdotes, se presentan
al paciente para exhortarle tratan de hacerle ver que está
ya privado de los bienes y
funciones
vitales…y puesto que la vida es un puro tormento, no debe dudar
en aceptar la muerte, no debe dudar en liberarse a sí
mismo o permitir que otros le liberen… esto es, la muerte no le
apartará de las dulzuras de vida sino del suplicio y se
realiza una obra …piadosa y santa…este tipo de muerte se
considera algo honorable" Aquí se ve: una atención
esmerada a los enfermos, una enfermedad intolerable, que legitima
la muerte voluntaria y la eutanasia en utopía , tiene en
cuenta los derechos de la persona:
responsabilidad moral,
libertad, los
sacerdotes son intérpretes de la
divinidad.
Hume, critica la posición
eminentemente moralista del suicidio y de
paso la eutanasia así: "nuestro horror a la muerte es tan
grande que cuando ésta se presenta bajo cualquier otra
forma distinta de la que un hombre se
había esforzado en reconciliar con su imaginación,
adquiere nuevos aspectos aterradores y resulta abrumadora para
sus pocas fuerzas. Y cuando las amenazas de la
superstición se añaden a esta natural timidez, no
es extraño que consigan privar a los hombres de todo
poder sobre
sus vidas" y va en contra de un determinismo al decir que " si el
disponer de la vida humana fuera algo reservado exclusivamente al
todopoderoso, y fuese un infringimiento del derecho divino el que
los hombres dispusieran de sus propias vidas, tan criminal
sería el que un hombre actuara
para conservar la vida, como el que decidiese
destruirla."
Finalmente justifica la eutanasia en
términos prácticos al decir que : " una vez que se
admite que la edad, la enfermedad o la desgracia pueden convertir
la vida en una carga y hacer de ella algo peor que la
aniquilación. Creo que ningún hombre ha
renunciado a la vida si esta mereciera conservarse." Quien se
retira de la vida no le produce daño a la sociedad , a lo
sumo deja de producirle un bien .
En términos de Kant, a él
no le importa la singularidad, el suicidio es malo, al contrario
de Hume, por que viola deberes para conmigo mismo, el respeto por
nosotros mismos. Frente a la eutanasia tiene en cuenta es la
potencialidad de ese ser humano que se quita la vida, las
posibilidades de desarrollo de
sus capacidades. La vida no vale por sí misma, sino en
función de un proyecto de vida
ligado con una libertad y una
autonomía, ésta se justifica si permite la base
material para una vida digna.
POSICIONES
QUE PRETENDEN JUSTIFICAN LA
EUTANASIA…
Se suelen presentar las siguientes razones en
pro de la eutanasia voluntaria positiva:
1.-La vida de una persona que sufre de una
enfermedad terminal ha venido a ser inútil para su
familia, para
la sociedad y para
el mismo paciente. Una persona sana no debe cometer suicidio
porque tiene muchos deberes para con su familia, la
sociedad y su propio desarrollo.
Por el contrario, una persona que sufre de una enfermedad
terminal no tiene ya más deberes que cumplir,
sencillamente porque se encuentra en incapacidad de hacer algo
por sí misma o por los demás. Nadie saca
ningún provecho de que su vida continúe, cargada
como está con el peso del sufrimiento. Por tanto es
razonable afirmar que tal persona se encuentra justificada para
poner fina a su propia vida, por su cuenta o con la ayuda de los
demás.
2.-Cuando uno se encuentra ante dos males,
tiene que escoger el mal menor. La prolongación de un
sufrimiento inútil es un mal mayor que el procurarse una
muerte inmediata, que de todas maneras pronto iría a
sobrevenir.
3.-Resulta inhumano e insensato conservar en
vida a un paciente terminal cuando él ya no quiere vivir
más, y una simple inyección podría poner fin
a su lamentable estado, sin dolor.
4.-Una persona que no cree en Dios puede
razonablemente concluir que el hombre es
el dueño de su propia vida. En consecuencia, puede decidir
libremente poner fin a su propia vida, por su cuenta o con la
ayuda de otros, cuando ya no tiene más deberes que cumplir
con respecto a su familia y a la
sociedad.
5.-La libertad del
hombre para
obrar no debe cohibirse a menos que haya razones convincentes de
que su libertad entra
en conflicto con
los derechos de los
demás. Ahora bien, no puede demostrarse tal conflicto en
el caso del enfermo terminal. Por tanto tal persona tiene el
derecho a morir como ella escoja.
6.-La eutanasia voluntaria positiva es un acto
de delicadeza para con la propia familia y para con la sociedad,
ya que el enfermo terminal decide no seguir siendo oneroso para
ellos prolongando su enfermedad, con los consiguientes costos y todo
el trabajo de
cuidar a un paciente enfermo de gravedad. Es mejor liberar los
escasos recursos
médicos y financieros para que se empleen en curar a
aquellas personas que pueden llevar una vida
útil.
7.-Los creyentes sostenemos que Dios nos dio la
vida. De aquí no se sigue que no podamos intervenir en
ella, ya que Dios nos hizo sus admiradores. Es sensato, por
tanto, pensar que Dios no quiere que suframos innecesariamente
cuando podemos de manera fácil poner fin a nuestra
desgracia.
POSICIONES
QUE NO JUSTIFICAN EUTANASIA
1.- La tradición occidental y la
filosofía teísta se han manifestado contra la
muerte directa de uno mismo, sea solo, sea con la ayuda de los
demás. La razón principal en favor de esta
posición es el que Dios pose el dominio directo
sobre la vida humana. Somos administradores de nuestra propia
vida pero no sus propietarios. Así como no podemos
decidir el comienzo de nuestra propia vida, tampoco nos es
lícito determinar su final.
Aunque este argumento es válido con
base en una filosofía teísta, quizás no
convenza a todo mundo, tal vez ni siquiera a los creyentes.
¿Podría aducirse otra
razón?
2.- A través de toda esta obra hemos
venido usando la naturaleza
humana racional como el criterio de moralidad. Hemos
justificado la intervención en nuestra naturaleza cuando
es posible probar que una tal intervención es razonable
y sirve para promover nuestra dignidad humana.
Preguntémonos ahora: ¿es la eutanasia voluntaria
positiva una intervención razonable en nuestra
naturaleza? ¿ Constituye dicha eutanasia un factor
humanizante o deshumanizante para el individuo implicado y para
la sociedad?
. ¿Qué razón puede aducir
una persona a su médico para solicitarle que ponga fin a
su vida? Tal razón puede ser la liberación del
dolor, ya que el hombre
posee un deseo natural de vivir y, precisamente, de vivir sin
dolor y sin desgracia. Pero no resulta prudente ni sabio cortar
el dolor poniendo fin a la vida. Sería una
intervención más razonable tratar de aliviar el
dolor más bien que matar al paciente. Por fortuna la
medicina moderna
es muy eficaz para calmar el dolor. Supuesto que es posible
mitigar el dolor, parece ser más digno del hombre hacer
esto que administrar al paciente una inyección
mortal.
3.- Cuando hablamos de eutanasia voluntaria
se presume que el paciente solicita libremente la muerte.
Para evitar cualquier engaño o mala
interpretación, la solicitud del enfermo debe
obtenerse por escrito y con la firma en presencia de
testigos. ¿Se encuentra un paciente, debilitado por
una enfermedad terminal, de hecho en capacidad de valorar su
propia situación y de hacer una petición con
una mente lúcida? ¿Cómo pueden los
testigos dar testimonio de que el enfermo hizo la solicitud
de su propia muerte con mente sana y recta? Por tanto, existe
el problema de la libertad
en la toma de decisión ¿Se pueden eliminar las
presiones?. La posibilidad de abuso no es imaginaria sino muy
real, dados los encontrados intereses financieros y de otros
órdenes, de la familia del paciente y de la
sociedad.
4.- Además, debe determinarse el
tiempo
exacto para la aplicación de la inyección mortal.
Esto se parece mucho a una ejecución. La mayoría
de los países acabaron con la pena de
muerte porque es una forma muy inhumana de castigo. Es cosa
cruel anunciara una persona la hora exacta de su
muerte.
¿Queremos ahora nosotros introducir de
nuevo dicha ejecución por medio de la inyección
en forma masiva? Como dijimos antes, muchos Estados
norteamericanos han aprobado leyes que determinan la
ejecución de la pena de
muerte por medio de una inyección. Admitiendo que
existe una diferencia entre ejecutar a un criminal y 91 dar la
muerte a un enfermo, con todo las deshumanizantes y
horripilantes circunstancias de la ejecución y de la
eutanasia son las mismas.
1 5.- ¿Además, quién va a
aplicar la inyección mortal? ¿Van los
médicos a aceptar el papel de
administrar la muerte en vez de la curación?'. Para quien
va a aplicar la inyección no se requiere que sea
médico, ya que el sencillo procedimiento
puede ser aprendido por cualquiera, ¿ Va entonces a
existir una nueva profesión cuya tarea va a consistir- en
dar la muerte, exactamente igual a los ejecutores de la pena de muerte
que reciben una paga por su"servicio"
6.- No faltará quien diga que esta
descripción de la eutanasia es exagerada o hasta
sarcástica. No pensariamos así. No puede pasarse
por alto la realización concreta de la eutanasia.
Teniendo en cuenta todas las circunstancias' ,la eutanasia
voluntaria positiva es dehumanizante. No es un, "morir con
dignidad" La posibilidad de abusos relacionados con la
legalización de la eutanasia podría aumentar el
temor de los ancianos de que una enfermedad grave es una
ocasión que se presenta a la familia o a las autoridades
para despacharlos de este mundo. Está mucho más
en conformidad con la dignidad humana dejar que la naturaleza
siga su curso y aceptar la muerte cuando venga a través
de factores que no caen bajo el control
humano.
POSICION DE
LA IGLESIA
CATOLICA
Apéndice
II
SAGRADA CONGREGACION PARA LA
DOCTRINA DE LA FE
DECLARACION SOBRE LA
EUTANASIA
INTRODUCCION
Los derechos y valores
inherentes a la persona humana ocupan un puesto importante en la
problemática contemporánea. A este respecto, el
Concilio Ecuménico Vaticano 11 ha reafirmado solemnemente
la dignidad excelente de la persona humana y de modo particular
su derecho a la vida. Por ello ha denunciado los crímenes
contra la vida, como
«h<xnicí
dios de cualquier clase, genocidios, aborto, eutanasia
y el mismo suicidio deliberado» (Cons. Past. Gaudium et
spes, n. 27).
La S. Congregación para la Doctrina de
la Fe, que recientemente ha recordado la doctrina católica
acerca del aborto procurado
juzga oportuno proponer ahora la enseñanza de la Iglesia sobre
el problema de la eutanasia.
En efecto, aunque continúen siendo
siempre válidos los principios
enunciados en este terreno por los últimos
Pontífices, los progresos de la medicina han
hecho aparecer, en los recientes años, nuevos aspectos M
problema de la eutanasia que deben ser precisados ulteriormente
en su contenido ético.
En la sociedad actual, en la que no raramente
son cuestionados 1os mismos valores
fundamentales de la vida humana, la modificación de
cultura
influye en el modo de considerar el sufrimiento y la muerte;
medicina ha
aumentado su capacidad de curar y de prolongar la vida en
determinadas condiciones que a veces ponen problemas de
carácter moral. Por
ello los hombres que viven en tal ambiente se
interrogan con angustia acerca del significado de la ancianidad
prolongada y de muerte, preguntándose consiguientemente
si tienen el derecho de procurarse a sí mismos o a sus
semejantes la «muerte dulce», que serviría
para abreviar el dolor y sería, según ellos,
más conforme con la dignidad
humana.
Diversas Conferencias Episcopales han
preguntando al respecto esta S. Congregación para la
Doctrina de la Fe, la cual, tras haber pedido el parecer de
personas expertas acerca de los varios aspectos de eutanasia,
quiere responder con esta Declaración a las peticiones
de k obispos, para ayudarles a orientar rectamente a los fieles
y ofrecerles elementos de reflexión que puedan presentar
a las autoridades civiles propósito de este
gravísimo problema.
La materia
propuesta en este documento concierne ante todo a k que ponen
su fe y esperanza en Cristo, el cual mediante su vida, muerte
resurrección ha dado un nuevo significado a la
existencia y sobre todo la muerte del cristiano, según
las palabras de San Pablo: «pues si vivimos para el
Señor vivimos; y si morimos, morimos para el
Señor. En fin, se que vivamos, sea que muramos, del
Señor somos» (Rom. 14, 8; Fil 1,
20).
Por lo que se refiere a quienes profesan
otras religiones,
mucho admitirán con nosotros que la fe – si la
condividen – en un Dios creador Providente y Señor de la
vida confiere un valor
eminente a toda persona humana y garantiza su respeto.
Confiamos, sin embargo, en que esta
Declaración recogerá el consenso de tantos
hombres de buena voluntad los cuales, por encima do diferencias
filosóficas o ideológicas, tienen una viva
conciencia
de la derechos de
la persona humana. Tales derechos, por lo
demás, han sido proclamados frecuentemente en el curso
de los últimos años en declaraciones de Congresos
Internacionales (a); y tratándose de derechos
fundamentales de cada persona humana, es evidente que no se
puede recurrir 2 argumentos sacados del pluralismo
político o de la libertad religiosa para negarles
valor
universal.
. (a)Recuérdese en particular la
recomendación 779 (1976). referentes a los derechos de
los enfermos y de los moribundos de la Asamblea Parlamentaria
del Consejo de Europa en su
XXVII sesión ordinaria. CL SIPECA. 1977, pp.
14-.
VALOR DE LA VIDA
HUMANA
La vida humana es el fundamento de todos los
bienes, la
fuente y condición necesaria de toda actividad humana y
de toda convivencia social. Si la mayor parte de los hombres
creen que la vida tiene un carácter sacro y que nadie
puede disponer de ella a capricho, los creyentes ven a la vez
en ella un don del amor de
Dios, que son llamados a conservar y hacer fructificar. De esta
última consideración brotan las siguientes
consecuencias:
1. Nadie puede atentar contra la vida de un hombre
inocente sin oponerse al amor de Dios
hacia él, sin violar un derecho fundamental,
irrenunciable e inalienable, sin cometer, por ello, un crimen
de extrema gravedad.(b)
2. Todo hombre tiene el deber de conformar su
vida con el designio de Dios. Esta le ha sido encomendada como
un bien que debe dar sus frutos ya aquí en la tierra,
pero que encuentra su plena perfección solamente en la
vida eterna.
3. La muerte voluntaria o sea el suicidio es,
por consiguiente, tan inaceptable como el homicidio;
semejante acción constituye en efecto, por parte del
hombre, el rechazo de la soberanía de Dios y de su designio de
amor.
Además, el suicidio es a menudo un rechazo del amor hacia
sí mismo, una negación de la natural
aspiración a la vida, una renuncia frente a los deberes
de justicia y
caridad hacia el prójimo, hacia las diversas comunidades
y hacia la sociedad entera, aunque a veces intervengan, como se
sabe, factores psicológicos que, pueden atenuar o
incluso quitar la responsabilidad.
Se deberá, sin embargo, distinguir
bien del suicidio aquel sacrificio con el que, por una causa
superior -como la gloria de Dios, la salvación de las
almas o el servicio a
los hermanos – se ofrece o se pone en peligro la propia
vida.
LA
EUTANASIA
Para tratar de manera adecuada el problema de
la eutanasia, conviene ante todo precisar el
vocabulario.
.(b). Se dejan completamente de lado las
cuestiones de la pena de
muerte y de la guerra que
exigirían consideraciones especificas, ajenas al tema de
esta Declaración.
Etimológicamente la palabra
eutanasia significaba en la antigüedad una muerte
dulce sin sufrimientos atroces. Hoy no nos referimos tanto al
significado original de¡ término, cuanto más
bien a la intervención de la medicina
encaminada a atenuar los dolores de la enfermedad y de la
agonía, a veces incluso con el riesgo de
suprimir prematuramente la vida.
Además el término es usado, en
sentido más estricto, con el significado de «causar
la muerte por piedad», con el fin de eliminar radicalmente
los últimos sufrimientos o de evitar a los niños
subnormales, a los enfermos mentales o a los incurables i la
prolongación de una vida desdichada,
quizás por muchos años que
podría imponer cargas demasiado pesadas a las familias o a
la sociedad.
Es pues necesario decir claramente en
qué sentido se toma el término en este
documento.
Por eutanasia se entiende una acción o
una omisión que por su naturaleza, o en la
intención, causa la muerte, con el fin de eliminar
cualquier dolor. La eutanasia se sitúa pues en el nivel
de las intenciones o de los métodos
usados.
Ahora bien, es necesario reafirmar con toda
firmeza que nada ni nadie puede autorizar la muerte de un ser
humano inocente, sea feto o embrión, niño o
adulto, anciano, enfermo incurable o agonizante. Nadie
además puede pedir este gesto homicida para sí
mismo o para otros confiados a su responsabilidad, ni puede consentirlo
explícita o implícitamente. Ninguna autoridad
puede legítimamente imponerlo ni permitirlo. Se trata en
efecto de una violación de la ley divina, de una ofensa
a la dignidad de la persona humana, de un crimen contra la
vida, de un atentado contra la humanidad.
Podría también verificarse que
el dolor prolongado e insoportable, razones de tipo afectivo u
otros motivos diversos, induzcan a alguien a pensar que puede
legítimamente pedir la muerte o procurarla k otros.
Aunque en casos de ese género la responsabilidad personal pueda
estar disminuida o incluso no existir, sin embargo el error de
juicio de la conciencia
-aunque fuera incluso de buena fe – no modifica la naturaleza
de¡ acto homicida, que en sí sigue siendo siempre
inadmisible. Las súplicas de los enfermos muy graves que
alguna vez invocan la muerte no deben ser entendidas como
expresión de una verdadera voluntad de eutanasia; estas
en efecto son casi siempre peticiones angustiadas de asistencia
y de afecto. Además de los cuidados médicos, lo
que necesita el enfermo es el amor, el
calor humano
y sobrenatural, con el que pueden y deben rodearlo todos
aquellos que están cercanos, padres e hijos,
médicos y enfermeros.
EL CRISTIANO ANTE EL SUFRIMIENTO Y EL USO
DE LOS ANALGESICOS
La muerte no sobreviene siempre en condiciones
dramáticas, al final de sufrimientos insoportables. No
debe pensarse únicamente en los casos extremos. Numerosos
testimonios concordes hacen pensar que la misma naturaleza
facilita en el momento de la muerte una separación que
sería terriblemente dolorosa para un hombre en plena
salud. Por lo
cual una enfermedad prolongada, una ancianidad avanzada, una
situación de soledad y de abandono, pueden determinar
tales condiciones psicológicas que faciliten la
aceptación de la muerte.
Sin embargo se debe reconocer que la muerte
precedida o acompañada a menudo de sufrimientos atroces y
prolongados es un acontecimiento que naturalmente angustia el
corazón
del. hombre.
El dolor físico es ciertamente un
elemento inevitable de la condición humana; a nivel
biológico, constituye un signo cuya utilidad es
innegable; pero puesto que atañe a la vida
psicológica de¡ hombre, a menudo supera su utilidad
biológica y por ello puede asumir una dimensión tal
que suscite el deseo de eliminarlo a cualquier precio.
Sin embargo, según la doctrina
cristiana, el dolor, sobre todo el de los últimos momentos
de la vida, asume un significado particular en el plan
salvífico de Dios; en efecto, es una participación
en la Pasión de Cristo y una unión con el
sacrificio redentor que El ha ofrecido en obediencia a la
voluntad del Padre. No debe pues maravillar si algunos cristianos
desean moderar el uso de los analgésicos, para aceptar
voluntariamente al menos una parte de sus sufrimientos y
asociarse así de modo consciente a los sufrimientos de
Cristo crucificado (ef Mi 27, 34). No sería sin embargo
prudente imponer como norma general un comportamiento
heroico determinado. Al contrario, la prudencia humana y
cristiana sugiere para la mayor parte de los enfermos el uso de
las medicinas que sean adecuadas para aliviar o suprimir el
dolor, aunque de ello se deriven, como efectos secundarios,
entorpecimiento o menor lucidez. En cuanto a las personas que no
están en condiciones de expresarse, se podrá
razonablemente presumir que desean tomar tales calmantes y
suministrárseles según los consejos del
médico.
Pero el uso intensivo de analgésicos no
está exento de dificultades, ya que el fenómeno de
acostumbrarse a ellos obliga generalmente a aumentar la dosis
para mantener su eficacia. Es
conveniente recordar una declaración de Pío XII que
conserva aún toda su validez. Un grupo de
médicos le había planteado esta pregunta: «
¿La supresión de¡ dolor y de la conciencia por
medio de narcóticos— está permitida al
médico y al
paciente por la religión y la moral
(incluso cuando la muerte se aproxima o cuando se prevé
que el uso de narcóticos abreviará la
vida)?». El Papa respondió: «Si no hay otros
medios y si, en tales circunstancias, ello no impide el
cumplimiento de otros deberes religiosos y morales:
Sí». En este caso, en efecto, está claro que
la muerte no es querida o buscada de ningún modo, por
más que se corra el riesgo por una
causa razonable: simplemente se intenta mitigar el dolor de
manera eficaz, usando a tal fin los analgésicos a
disposición de la medicina.
Los analgésicos que producen la
pérdida de la conciencia en los
enfermos, merecen en cambio una
consideración particular. Es sumamente importante, en
efecto, que los hombres no sólo puedan satisfacer sus
deberes morales y sus obligaciones
familiares, sino también y sobre todo que puedan
prepararse con plena conciencia al encuentro con Cristo. Por
esto, Pío XII advierte que «no es lícito
privar al moribundo de la conciencia propia sin grave
motivo».
EL USO PROPORCIONADO DE LOS MEDIOS
TERAPÉUTICOS
Es muy importante hoy día proteger, en
el momento de la muerte, la dignidad de la persona humana y la
concepción cristiana de la vida contra un tecnicismo que
corre el riesgo de hacerse
abusivo. De hecho algunos hablan de «derecho a morir
expresión que no designa el derecho de procurarse o
hacerse procurar la muerte como se quiere, sino el derecho de
morir con toda serenidad, con dignidad humana y cristiana. Desde
este punto de vista, el uso de los medios terapéuticos
puede plantear a veces algunos problemas.
En muchos casos, la complejidad de las
situaciones puede ser tal que haga surgir dudas sobre el modo de
aplicar los principios de
la moral.
Tomar decisiones corresponderá en último análisis a la conciencia M enfermo o de las
personas cualificadas para hablar en su nombre, o incluso de los
médicos, a la luz de las
obligaciones
morales y de los distintos aspectos M caso.
Cada uno tiene el deber de curarse y de hacerse
curar. Los que tienen a su cuidado los enfermos deben prestarles
su servicio con
toda diligencia y suministrarles los remedios que consideren
necesarios o útiles.
¿Pero se deberá recurrir, en
todas las circunstancias, a toda clase de remedios
posibles?
Hasta ahora los moralistas respondían
que no se está obligado nunca al uso de los medios
«extraordinarios». Hoy en cambio, tal
respuesta, siempre válida en principio, puede parecer tal
vez menos clara tanto por la imprecisión M término
como por los rápidos progresos de la terapia. Debido a
esto, algunos prefieren hablar de medios
«proporcionados» y «desproporcionados».
En cada caso, se podrán valorar bien los medios poniendo
en comparación el tipo de terapia, el grado de dificultad
y de riesgo que
comporta, los gastos necesarios
y las posibilidades de aplicación con el resultado que se
puede esperar de todo ello, teniendo en cuenta las condiciones
del enfermo y sus fuerzas físicas y
morales.
Para facilitar la aplicación de estos
principios
generales se pueden añadir las siguientes
puntualizaciones:
– A falta de otros remedios, es lícito
recurrir, con el consentimiento de¡ enfermo, a los medios
puestos a disposición por la medicina más avanzada,
aunque estén todavía en fase experimenta¡ y
no estén libres de todo riesgo. Aceptándolos, el
enfermo podrá dar así ejemplo de generosidad para
el bien de la humanidad.
– Es también lícito interrumpir
la aplicación de tales medios, cuando les resultados
defraudan las esperanzas puestas en ellos. Pero, al tomar una tal
decisión, deberá tenerse en cuenta el justo deseo M
enfermo y de sus familiares, así como el parecer de
médicos verdaderamente competentes; estos podrán
sin duda juzgar mejor que otra persona si el empleo de
instrumentos y personal es
desproporcionado a los resultados previsibles, y si las
técnicas empleadas imponen al paciente sufrimientos y
molestias mayores que los beneficios que se pueden obtener de los
mismos.
Es siempre lícito contentarse con los
medios normales que la medicina puede ofrecer. No se puede, por
lo tanto, imponer a nadie la obligación de recurrir a un
tipo de cura que, aunque ya esté en uso, todavía no
está libre de peligro o es demasiado costosa. Su rechazo
no equivale al suicidio: significa más bien o simple
aceptación de la condición humana, o deseo de
evitar la puesta en práctica de un dispositivo
médico desproporcionado a los resultados que se
podrían esperar, o bien una voluntad de no imponer
gastos
excesivamente pesados a la familia o la
colectividad.
– Ante la inminencia de una muerte
inevitable, a pesar de los medios empleados, es lícito
en conciencia tomar la decisión de renunciar a unos
tratamientos que procurarían únicamente una
prolongación precaria y penosa de la existencia, sin
interrumpir sin embargo las curas normales debidas al enfermo
en casos similares. Por esto, el médico no tiene motivo
de angustia, como si no hubiera prestado asistencia a una
persona en peligro.
CONCLUSION
Las normas
contenidas en la presente Declaración están
inspiradas por un profundo deseo de servir al hombre
según el designio del Creador.
Si por una parte la vida es un don de Dios,
por otra la muerte es ineludible es necesario, por lo tanto,
que nosotros, sin prevenir en modo alguno la hora de la muerte,
sepamos aceptarla con plena conciencia de nuestra responsabilidad y con toda dignidad. Es verdad,
en efecto, que la muerte pone fin a nuestra existencia
terrenal, pero, al mismo tiempo, abre
camino a la vida inmortal. Por eso, todos los hombres deben
prepara para este acontecimiento a la luz de los
valores
humanos, y los cristianos más aún a la
luz de su
fe.
Los que se dedican al cuidado de la salud pública no
omitan nada fin de poner al servicio de
los enfermos y moribundos toda su competencia; y
acuérdense también de prestarles el consuelo
todavía más necesario de una inmensa bondad y de
una caridad ardiente. Tal servio prestado a los hombres es
también un servicio
prestado al mismo Señor que ha dicho: «… Cuantas
veces hicisteis eso a uno de estos mis hermanos menores, a
mí me lo hicisteis» (Mi
25,40)
El Sumo Pontífice Juan Pablo II, en el
transcurso de una Audiencia concedida al infrascripto Cardenal
Prefecto, ha aprobado esta Declaración, decidida en
reunión ordinaria de esta Sagrada Congregación, y
ha ordenado su publicación.
Roma, desde la Sede de la Sagrada
Congregación para la Doctrir de: la Fe, 5 de mayo de
1980.
Posición de la
Iglesia en
Argentina:
A) Muerte digna en
Diputados
Cautela de la Iglesia ante
la iniciativa
Curas y médicos católicos no
rechazan el proyecto
parlamentario, pero tienen algunas
objeciones.
La Iglesia mira con prudencia el proyecto de ley
sobre la llamada
"muerte digna", según la cual un enfermo
terminal puede decidir que se le suspenda el tratamiento que lo
mantiene con vida. Fuentes
eclesiásticas encuentran positivo el
hecho de acabar con lo que
algunos denominan "encarnizamiento
terapéutico"; es decir, mantener al pa ciente con vida a
través de tratamientos excesivamente dolorosos y
prolongados.
"Hay que proteger al enfermo de los excesivos
cuidados del sistema
sanitario", señaló
monseñor Héctor Aguer, obispo auxiliar de Buenos Aires, al
ser consultado por La Nación.
Muerte digna y
eutanasia
Asimismo, obispos y sacerdotes coinciden en
señalar la diferencia
esencial entre la muerte digna y la eutanasia,
un sistema
rechazado
en casi todas las legislaciones del mundo y
contra el cual la
Iglesia sostiene, desde el Papa hasta el
más remoto párroco, su
firme oposición.
En la eutanasia, el destino del enfermo no
está en sus propias
manos, sino en las del médico, quien se
encarga de subir o bajar su
pulgar y decidir así la continuidad de
la vida del paciente,
recordaron allegados a la
Iglesia.
Aunque la Iglesia mira con buenos ojos la
muerte digna, Aguer objeta el hecho de que el proyecto de ley
estipule que sólo el enfermo
pueda decidir su deseo de interrumpir el
tratamiento, y que no se
admita la opinión de su familia. "Creo
que no se le puede pedir a un paciente terminal que evalúe
con claridad y estabilidad afectiva la
decisión de discontinuar el
tratamiento", aseguró.
Los médicos católicos
asienten
El profesor Rubén Revello, master en
bioética por la Universidad del
Sacro Coure, de Milán, y perito de la Conferencia
Episcopal, se
manifestó conforme con la
intervención de un juez en el caso de una persona incapaz.
Además, dijo que le parece cruel que el médico
esté obligado a comunicarle al paciente que tiene una
enfermedad terminal, según establece el dictamen por
mayoría de los legisladores.
El dolor visto por los
especialistas
Comité de bioética:
profesionales de distintas disciplinas se
esfuerzan por curar el dolor espiritual de los
enfermos.
"Es fundamental que se empiece a tener en
cuenta que el ser humano tiene que vivir dignamente hasta su
última hora", asegura Ignacio
Maglio, abogado miembro del Comité de
Bioética del Hospital
Muñiz.
Un sacerdote, un abogado, médicos y
enfermeros conforman ese comité interdisciplinario que se
encarga de brindar cuidados paliativos a
los enfermos terminales. Su función es
justamente que los pacientes
vivan su agonía de la mejor forma
posible.
A pesar de ver con aprobación que se
permita al enfermo terminal
decidir si continúa o no con los
tratamientos que puedan causarle
dolor, Maglio remarca que es fundamental
acompañar al paciente,
cuidarlo más allá de que no se lo
pueda curar.
"El dolor espiritual es mucho más
insoportable que el físico. Muchos
mueren infelices y abandonados; eso es lo que
hay que tratar de
evitar", comentó.
Morir con angustia
En un establecimiento como el Muñiz,
donde se internan la mayor
parte de los enfermos de Sida, los
médicos deben enfrentarse con
situaciones críticas a
diario.
Adriana Basombrío, médica
infectóloga, afirma que la angustia es
la
sensación que invade a la mayoría
de los pacientes que ve morir.
"Cada vez que pasa una cosa así, es
señal de que estamos haciendo
algo mal", dice.
Las actitudes del
enfermo terminal en el momento más crítico pueden
ser muy distintas: "Algunos saben que la muerte es inminente,
pero
no se rinden, otros dicen que no quieren sufrir
más, que los ayudes
a morir", dice
Basombrío.
En tanto, Olga Camargo, enfermera de la sala de
Inmunodeprimidos, asegura que hay momentos en que el profesional
se queda sin palabras. "Cuando el que se da cuenta que no se va a
salvar, con
todo su dolor, te toma de la mano y te ruega
que lo dejes morir, es
algo horrible, una de la cosas que más
me cuesta asumir".
Cuando se habla de muerte digna se cae muchas
veces en el error de confundirla con la eutanasia. Maglio remarca
que hay grandes
diferencias entre una y otra. "La muerte digna
apunta a controlar el dolor físico y espiritual del
enfermo y lograr que termine sus días de la forma
más pacífica posible.
"En cambio, si se
habla de provocar la muerte, nos acercamos a
lo
que es la eutanasia. Por eso, es importante que
se respete la
autonomía de los pacientes, pero no
tiene que ser total. Si no
caeríamos en el suicidio asistido del
doctor Kervorkian", afirmó.
Según Maglio, lo que debe definir la ley
es aquello que se entiende
por dignidad. Una definición adecuada
tendría que abarcar, desde su punto de vista, tres cosas:
eliminar el dolor físico, espiritual
y
social; ayudar al paciente a relacionarse con
su entorno; y
posibilitar que tome decisiones adecuadas desde
su propio ser.
"La forma de lograrlo es mediante el fomento de
los cuidados
paliativos. Deberían formarse equipos
que puedan atender a los
enfermos en sus casas y permitir que los
familiares puedan tomar
licencias en sus trabajos para cuidarlos,
así los últimos días
serán
realmente dignas",
señaló.
Martín Rodríguez
Yebra
Controversia entre los
especialistas
Opiniones: distintas reacciones provocó
entre los médicos
consultados el proyecto sobre muerte
digna.
Especialistas en diversas áreas fueron
consultados por La Nación
acerca del proyecto de ley sobre muerte digna,
el cual aboga por el
derecho de cualquier enfermo terminal a decidir
la suspensión del
tratamiento médico para evitar el
ensañamiento terapéutico.
"Dios es el único que puede disponer
sobre la vida y la muerte. El
hombre no puede quebrar el orden de los ciclos
naturales", dijo la
licenciada en psicología
Eloísa Abello, especialista en
pacientes
terminales.
Además, señaló la
importancia de hablar sobre la muerte, que deje de ser un
tabú en la sociedad. "La muerte es parte de la vida y es
una
decisión interna no externa; por lo
tanto, esta ley no aumentaría
los casos de personas que quieren poner fin a
su existencia",
consideró la
licenciada.
Uno de los interrogantes que plantea el
proyecto es cómo
compatibilizar el juramento médico, por
el cual todo profesional de
la salud está obligado a
prestar asistencia al enfermo hasta
último
momento, con el derecho del paciente -que
protege esta ley- de
interrumpir el
tratamiento.
"Toda persona tiene derecho a una vida y a una
muerte digna, pero el médico tiene un juramento por el
cual debe asistir al enfermo. Creo
que no se puede legislar sobre un tema tan
delicado que se enmarca en la libertad de conciencia entre el
paciente y su médico",
respondió el doctor Manuel Luis
Martí, miembro del Comité de Ética del
Hospital de Clínicas.
Asimismo, destacó: "El pofesional debe
encontrar un equilibrio
entre el ensañamiento terapéutico, que sería
una asistencia en exceso, y
la eutanasia que sería por
defecto.
Para el doctor Jorge Mazzinghi, especialista en
derecho de familia,
"es legítimo que una persona decida no
someterse al ensañamiento
terapéutico, pero hay que diferenciar
bien entre esto y la
interrupción artificial de la
vida".
En el caso de enfermos incapaces de decidir, el
proyecto prevé que
un juez asuma la representación legal.
Al respecto, Mazzinghi opinó
que la intervención judicial en
cuestiones tan íntimas como la
interrupción del tratamiento
médico en enfermos terminales es
peligrosa porque supone la intromisión
en la intimidad de la
persona. Además, el doctor Mazzinghi
indicó que antes que decidir un juez debiera hacerlo la
familia del enfermo terminal.
El proyecto en su artículo tercero
prevé la intervención de un
psiquiatra de un establecimiento oficial para
estimar que la
decisión de interrumpir el tratamiento
fue tomada en forma libre por
el enfermo. Para el psiquiatra y psicoterapeuta
Daniel Coifman "el
ser humano tiene la capacidad para tomar la
decisión de interrumpir su tratamiento y morir de una
forma digna; si alguien va a morir sufre menos al poder tomar
decisiones y no sentirse víctima de
un
sistema que no le permite
elegir".
POSICION DEL
ESTADO
Antes que puntos claros , o conclusiones,
respecto al tema, lo que tenemos es una innumerable lista de
aspectos sin resolver que, creemos, deben tenerse en cuenta,
aunque de por sí, de acuerdo con la definición dada
más atrás, se podría aprobar o reglamentar
este derecho. Aunque de por sí, en un país como el
nuestro, podría ser causa más de perjuicios que de
beneficios, dado que no están dadas las condiciones de
conciencia, de legislación, y de cubrimiento necesarias
para que se pueda tener de alguna manera en
cuenta.
Si se aprobara la Eutanasia por parte de un
Estado, se deberían tener en cuenta aspectos como los
siguientes:
1.El testamento en Vida (o testamento vital) :
Un testamento vital es un documento en el que el interesado
expresa sus voluntad sobre las atenciones médicas que
desea recibir caso de padecer una enfermedad irreversible o
terminal que le haya llevado a un estado que le impida expresarse
por sí mismo. Puede realizar su propio testamento vital
personalizado, con las indicaciones y razonamientos que considere
pertinentes. De este tipo de documentos
existen muy variadas versiones, existen fundaciones en muchos
países que asesoran a cualquier persona sobre este
aspecto, de acuerdo con las leyes vigentes en cada país.
Los argumentos que podrían estar a favor de ello pueden
ser: El promedio de esperanza de vida ha aumentado enormemente en
los países más prósperos. (y aún en
países menos prósperos, como el nuestro) Ello nos
beneficia mientras gozamos de un buen estado de salud. Pero los avances
médicos, que han supuesto una gran mejora para la salud,
pueden servir también para alargar el proceso de la
muerte. En teoría,
se necesita nuestro consentimiento para que se nos administre un
tratamiento, pero la mayoría de la gente acepta
automáticamente lo que el médico le suministra. Hay
quien pasa meses, incluso años, con una calidad de
vida tan pobre que llega a desear vehementemente morir. Lo
que la mayoría de la gente desea En todos aquellos lugares
en que se han realizado encuestas, la
mayoría de la gente piensa que se debería permitir
que los médicos pudiesen ayudar a morir a un paciente
incurable si el paciente lo solicita . En la mayoría de
los países en los que un médico lleva a cabo esta
ayuda puede acusársele de homicidio, en
Colombia, se
llama homicidio por
piedad y tiene cárcel de 6 meses a tres años. (Ley
2241 art. 3261. Código. Penal Colombiano) 2.Se
debería tener en cuenta el derecho a la intimidad, como lo
consagra el artículo 15 de la Constitución de 1991. Y a la hora de
legislar sobre la Eutanasia, habría de considerarse este
derecho relacionado. 3.Tener en cuenta, el derecho a la libre
disposición del cuerpo, como lo reconoce el derecho
consuetudinario y reconocerle, así mismo, la posibilidad
de la autonomía sobre su vida al ser humano. 4.Deben
tenerse en cuenta o aplicarse los mismos principios a un
paciente mentalmente capacitado que a otro afectado de muerte
cerebral, en estado vegetativo persistente, o en estado grave e
irreversible de demencia? Esto por que podría caerse a
través de esto en una "eutanasia social" donde los
desechables pueden ser eliminados muy suavemente, sin condenas
morales y desconociéndoles de alguna manera sus más
elementales derechos. 5.La aplicación continuada de medios
extraordinarios para alargar la vida (o la agonía?) es una
violación de los derechos constitucionales del paciente (o
quien lo represente) sería ir contra la dignidad de la
persona y contra su intimidad. 6.Si se hablase de pacientes
mentalmente incapacitados para tomar una decisión de este
tipo, ésta debe apoyarse en el principio de
subrogación para proteger los derechos de
autodeterminación y el bienestar del afectado
directamente. Sin embargo, aquí podría caerse en el
horroroso camino de decidir quien y como vive alguien al poder plantear
la ley que si una persona no puede volver a tener una existencia
"normal" consciente, íntegra y útil (en los mejores
términos del utilitarismo) , significaría que
sólo una vida "normal, íntegra y útil" es
digna de protección legal. Serían los riesgos de las
personas de determinada edad, o los llamados desechables.
Más aún la pérdida de confianza en el
médico o personal de la
salud. A esto se contrapone que el simple hecho de que las
funciones del
paciente sean limitadas o que el pronóstico médico
sea negativo, no implica que pueda disfrutar de lo que le queda
de vida, ni que todos tengamos que ser homogéneos. 7.Se
debe tener en cuenta el interés
del paciente, cuando éste no haya decidido algo en
condiciones de vida normales anteriores, en el interés
del paciente, se hallarían implícitos aspectos como
la calidad de la
vida y la edad. 8.Sería aconsejable que los hospitales
tuviesen comisiones éticas a la hora de tener que tomar
decisiones de ésta índole, para aconsejar a los
pacientes, si se puede, a los familiares y a los médicos y
puedan establecer directrices hospitalarias sobre el trato a los
moribundos. Idealmente, sería aconsejable que estas
comisiones fueran interdisciplinarias, con médicos,
abogados, psicólogos, enfermeras y sacerdotes entre otros.
9.Al prolongarse inútilmente la agonía de una
persona, se pone a la familia en situaciones que podrían
llamarse inhumanas, se pueden destacar, en el país, los
costos de tener
una persona en unidad de cuidados intensivos, que
fácilmente ascienden a $1.500.000.oo diarios, costos que
difícilmente pueden sufragar familias de escasos recursos, (que
entre otras, son el 60 % de la población colombiana, según datos optimistas)
estos gastos, dan, por
lo general, al traste con la economía familiar, no
son difíciles de encontrar situaciones en las que la
familia queda en la ruina por destinar todos los recursos
disponibles en la atención de quien irremediablemente iba
a morir. Definitivamente, en este país enfermarse es un
lujo costoso. 10.El ejemplo anterior lo que nos muestra es una
realidad tangible en nuestro país, donde la
práctica de la medicina se ha deshumanizado como producto de
una sociedad de economía capitalista
salvaje, donde, prima el capital sobre
la vida. 11.En muchos casos se alude que mantener una persona
"que de todas formas se iba a morir" supondría una carga
social y económica para la sociedad mantener con vida a
esos seres tan deficientes. Hemos considerado que así como
se dedican grandes presupuestos
para la guerra interna
en el país, se deben dedicar mínimos recursos para
atender a estos desafortunados y darles un resto de vida digna o
un camino hacia la muerte más digno. Pero que sea el estado
quien atienda estas necesidades. 12.Si se legisla sobre la
eutanasia (cosa no fácil de lograr), ésta
legislación debe ser lo suficientemente amplia y clara
para que quepa la posibilidad de que cada caso (por ejemplo el de
la persona que padece una enfermedad incurable, dolorosa e
irreversible; o el del cuadripléjico lucido a quien ya no
le importa vivir) presenta sus propias y peculiares dificultades.
Por otro lado, el estado
"debe alentar a los individuos para que tomen decisiones con
respecto a su futuro por sí mismos y de la mejor manera
que puedan" (para que éstos decidan sobre su futuro
autónomamente).
Posición de la
legislatura Argentina: (ver punto
A)
Derecho a morir: no hubo
consenso
Diputados: las divergencias sobre el
proyecto llevaron a la
Cámara alta a devolver el proyecto a
la comisión respectiva.
Un nuevo tropiezo tuvo en la Cámara de
Diputados el proyecto de ley del régimen de los derechos
de los enfermos terminales de interrumpir toda asistencia
médica que signifique padecimiento, conocido como "muerte
digna".
La iniciativa ya había tenido dos
postergaciones en su definición.
Hace 15 días, cuando el cuerpo no
consiguió quórum para sesionar oner que el proyecto
vuelva a la comisión respectiva para
reanalizarlo. Y así
ocurrió.
Se frustró ayer la media
sanción de muerte digna
A comisión: la diputada Zuccardi
(Frepaso) impulsó el regreso; el
proyecto fue criticado de innecesario,
peligroso y confuso; será
reformulado.
La Cámara de Diputados no pudo dar ayer
media sanción al proyecto de ley del régimen de los
derechos de los enfermos terminales,
más
conocido como "muerte digna". Inesperadamente,
la mayoría de los
legisladores modificó su postura
favorable a la iniciativa, de la
semana última, y el cuerpo votó
la vuelta a comisión de la
propuesta.
Las divergencias surgieron dentro mismo de las
bancadas
legislativas. Cristina Zuccardi de Flammarique
(Frepaso-Mendoza)
resultó la impulsora del regreso del
proyecto a la Comisión de
Salud.
A lo largo de la discusión, su
moción fue logrando el respaldo de
otros pares como Antonio Erman González
(PJ-Capital),
Elisa Carrió (UCR-Chaco), Víctor Peláez
(UCR-Neuquén), José David Ruiz Palacios
(Acción Chaqueña), Rafael Bulacio (Fuerza
Republicana-Tucumán), María Cristina Guzmán
(Popular Jujeña), Nicolás
Garay
(Liberal-Corrientes), Juan Pablo Cafiero
(Frepaso-Buenos Aires)
y
Juan Carlos Olima (PAIS-Capital),
entre otros.
El proyecto fue impulsado por los
justicialistas Carlos Raúl Alvarez
(Buenos Aires) y
José Manuel Corchuelo Blasco (Chubut). Si bien la UCR
presentó un dictamen de minoría -votarían
favorablemente en
general- varios radicales terminaron rechazando
totalmente la
propuesta.
En el PJ, Erman González torció
varias voluntades.
La iniciativa establece que toda persona que
padezca una enfermedad irreversible, incurable o terminal, o haya
sufrido un accidente que la coloque en esa situación,
informada fehacientemente, podrá oponerse a los
tratamientos clínicos y quirúrgicos cuando ellos
sean extraordinarios o desproporcionados y produzcan dolor o
sufrimiento. Para esta conflictiva decisión, se fija un
conjunto de requisitos, entre los cuales sobresale la plena
capacidad mental del paciente para decidir, aunque se habilita a
terceros para autorizar la interrupción de los
tratamientos. La iniciativa prohibe expresamente, además,
el ejercicio de la eutanasia. Durante el debate, el
dictámen de mayoría tuvo el apoyo de las peronistas
Silvia Martínez (Buenos Aires) y
Gioconda Perrini (Tucumán) y del radical José
Gabriel Dumon (Buenos Aires).
Las principales objeciones al proyecto fueron las
siguientes:
La ley es innecesaria, porque ese derecho del
paciente está legislado en el artículo 19, inciso
3, de la ley 17.132, del ejercicio de la medicina, y está
previsto en la Constitución
Nacional.
Es peligrosa, en virtud de los sistemas de
medicina capitada (PAMI y obras sociales) obtienen ganancias
pecuniarias con el no uso de los servicios. Se
podría encubrir e inducir, por lo tanto, a que aquellos
con menos recursos deban
tomar decisiones sobre su muerte en relación a los
costos de los
sistemas de
salud. Es confusa, por cuanto, según coincidieron los
legisladores disidentes, se presta a dobles
interpretaciones.
Mientras Rodolfo Gazia (PJ-La Pampa) y Marcelo
Stubrin (UCR-Capital)
confiaron al cronista del diario La Nación
su intención de "darle otra ronda de consultas" a la
muerte digna, en el recinto Cristina Zuccardi negociaba la vuelta
a comisión de la iniciativa con Corchuelo Blasco y con el
jefe del bloque de la UCR, Federico Storani. En un clima de fracaso
del proyecto, Corchuelo Blasco admitió que era
preferible
"no someterlo al riesgo". Storani y su
correligionaria María del Carmen Banzas de Moreau (Buenos
Aires) aprobaron el pase a comisión. En tanto, Alberto
Natale (Demoprogresista-Santa Fe) entreveía jocosamente
una "digna muerte para la muerte digna".
La frepasista Cristina Zucardi bregó
desde el comienzo por el "pase a comisión de una ley
innecesaria, porque los derechos de los pacientes ya está
legislado; se pretende, en realidad, proteger a los
médicos de su responsabilidad".
Erman González (PJ) propuso "que en vez
de legislar para facilitar la muerte, el Congreso legisle para
una vida digna". Para Peláez (UCR), "no existen las
muertes dignas o indignas, aunque estas son más bien las
del PAMI y por falta de atención
adecuada".
Por su parte, Ruiz Palacios (Acción
Chaqueña) criticó "la intención de legislar
sobre aspectos que hacen a la intimidad misma, como la dignidad y
la muerte". La radical Carrió dijo que "para determinados
estamentos sociales y culturales esto ya está legislado,
pero a los pobres se los puede inducir a decidir su muerte por
una cuestión de" costos".
Según Bulacio, se trataba también de una norma
"innecesaria", en tanto que Cafiero (Frepaso) sostuvo que "se
habilitará una forma de eutanasia que afectará a
sectores de menores recursos.
OPINIONES EN OTROS
PAISES
Nunca el derecho a morir, por muy controvertido
que sea, puede convertirse en el deber de morir. Siempre es mejor
intentar eliminar el sufrimiento humano que eliminar al ser
humano que sufre. Recurrir a los cuidados paliativos sobre
enfermos terminales, aseguran una muerte digna para el ser
humano.
Una vez que los médicos renuncian al
juramento Hipocrático, por el que deben defender la vida
desde el momento de su concepción hasta su
extinción natural, los límites de la
actuación ético-médica se desdibujan. Esta
es la conclusión a la que han llegado los representantes
de la asociación holandesa "Grito por la vida", el mayor
grupo de
presión de este país contra la eutanasia y el
aborto.
EL ESPEJISMO DE LA
EUTANASIA
Los veinte años de
autodeterminación para la eutanasia en Holanda y el
peligro de los abusos que en nombre de una "buena, feliz e
indolora muerte" se hacen con enfermos terminales es el espejo en
el que parece que han de reflejarse el resto de países
que, como España, no
se han definido legalmente y de forma concluyente sobre este
tema. Sólo los Países Bajos y Uruguay han
traspasado esa frontera con leyes permisivas al respecto. La
legalización de estas prácticas no afecta
únicamente a una ética
confesional particular, sino también al Estado, por su
responsabilidad sobre la protección de la vida y el
respeto a los
derechos
humanos.
Cuando se establece un principio de
selección sin límite, los resultados en la misma
sociedad pueden llegar a ser desastrosos, por muy humanitarias
que parezcan a primera vista las causas que se aducen para llevar
a cabo estas "muertes médicamente asistidas", eufemismo
utilizado para encubrir la ayuda al
suicidio.
Impresionante es la existencia en Holanda de un
"pasaporte a la muerte" que autoriza la práctica de la
eutanasia sobre el titular, pero más increíble
resulta que muchos holandeses se vean obligados a llevar otro
"pasaporte a la vida", que ya se conoce como "tarjeta no me
matéis", por el miedo de caer enfermos y no tener la mente
clara para poder
decidir.
ELIMINAR EL SUFRIMIENTO DEL
HOMBRE Y NO AL HOMBRE QUE SUFRE
Los múltiples casos documentados de
muertes involuntarias ponen de manifiesto que no todo está
bajo control, y que
muchos enfermos a los que se les adelantó su final
biológico nunca firmaron una autorización expresa
para ello. La eutanasia infantil es el ejemplo más claro
de la indefensión a la que se enfrentan niños
nacidos con disminuciones físicas. Nunca el derecho a
morir, por muy controvertido que sea, puede convertirse en el
deber de morir. Los que apoyan la eutanasia afirman que esta
medida se basa en la autodeterminación y la
elección particular del paciente; sin embargo con lo que
no cuentan es que el 1% de muertes producidas en este país
en 1990 fueron provocadas por drogas
mortales administradas sin su consentimiento. Esta estadística holandesa está recogida
en el informe
Remmelink, auspiciado por el Gobierno.
Una alternativa importante a esta dolorosa
situación por la que pasa tanto el enfermo como su familia
es recurrir a los cuidados paliativos, que aseguran una muerte
digna, y tener clara la postura de oposición al
encarnizamiento terapéutico. No se prohíbe utilizar
medicamentos para calmar los dolores, aunque eso suponga
un
acortamiento de la vida del paciente, ni existe
ninguna obligación de prolongar a través de medios
técnicos situaciones que conducen irremediablemente a la
muerte. Los motivos de esperanza son muchos, y no se puede negar
la evidencia: es siempre mejor intentar eliminar el sufrimiento
humano que eliminar al ser humano que
sufre.
En Colombia esta
prohibida, como en la mayor parte del mundo, la denominada
eutanasia activa o que una persona concurra al medico para que le
aplique una inyección letal.
La eutanasia pasiva en la que la persona puede
suspender un tratamiento o no recibirlo, no estaba reglamentada.
Sin embargo existe un articulo que penaliza con hasta tres
años de prisión a quien realizare un homicidio por
piedad para poner fin a los sufrimientos. Este articulo
seguirá en el Código, pero se le adjuntara otro que
dice que no hay responsabilidad si el deceso se produjera en caso
de enfermedad terminal o por autorización de la
persona.
CONCLUSIONES
FINALES
Es verdad que, cuando se habla de eutanasia,
suavizamos el termino con un lenguaje
afectivo para purificarlo de toda su carga negativa. No se quiere
matar por capricho, por egoísmo o por simple utilidad, sino
que se justifica como un gesto de cariño y
compasión humanitaria, para eludir un desenlace
trágico y doloroso. La buena intención pretende
quitar el carácter de violencia e
injusticia que todo atentado contra la vida encierra, como si
tales sentimientos pudieran modificar el significado profundo de
la acción.
Podríamos decir que si la ultima
alternativa para escapar de una muerte terrible, insoportable y
angustiosa fuera el empleo de la
eutanasia, la condena de esta ultima se haría harto
difícil. Resultaría monstruoso dejar morir a una
persona en medio de dolores intolerables sabiendo que no existe
ninguna posibilidad de salvación. Un espectáculo
que se haría igual de irresistible para cualquiera que lo
presenciara.
Para facilitar una muerte serena y dulce, a la
que todos tienen derecho, no es preciso llegar a tanto. Con los
principios
dados anteriormente se consigue obtener esa misma finalidad, pero
dentro de un espacio ético y sin invadir la frontera que
delimita un derecho intangible: el respeto a la
vida.
La fuerza de este
presupuesto esta
avalada por una conciencia casi universal. Hasta los mismos
defensores de la eutanasia y los diferente proyectos
presentados en algunos piases para su legalización civil,
en algunos casos concretos no se refiere nunca a la eutanasia
impuesta o involuntaria, sino que exige siempre la previa
conformidad del sujeto debidamente constatada. La equivocidad del
termino provoca en muchos lamentables confusiones. Pedir su
tolerancia
legal no significa permitir la muerte involuntaria del enfermo.
Unas veces se trata de reconocer, con una legislación
adecuada, el derecho del paciente a una muerte digna y sin
encarnizamientos terapéuticos. En otras se pretende una
defensa del medico contra posibles denuncias de familiares por
interrumpir un tratamiento sin sentido o no prolongar
absurdamente la vida. En algún caso se pide también
que, aunque la eutanasia sea intolerable, no se la considere
tampoco como un delito criminal;
entonces… ¿Sería lícita la eutanasia
voluntaria?
Aún existen muchos aspectos
indeterminados en torno a la
eutanasia, cabe mencionar algunos como la dignidad humana y la
autonomía, el no tomar al ser humano desde un punto de
vista eminentemente biológico, la calidad de la
vida y la libertad de elección. Sin dejar de tener en
cuenta la ambigüedad a la que se puede llegar con su
eventual legalización.
Sin embargo, la discusión sigue
abierta…
BIBLIOGRAFIA
Andrew Vargas – Bioética –
Ed. Paulinas
Eduardo Arcusa – Responsabilidad Medica – Ed.
Paulinas
Eduardo Lopez Aspitarte – Etica y Vida – Ed.
Paulinas
Sagrada Congregacion para la Doctrina de la Fe
– Apendice II – Tratado sobre la Eutanasia
Luis Aldo Ravaioli – Valoración
ética
de la eutanasia – Ed. Serviam
Diario LA NACION (Buenos
Aires, Argentina)
–
Consulta de los articulos de los
dias:
Jueves 22 de mayo de 1997
Domingo 12 de enero de
1997
Jueves 14 de noviembre de
1996
Viernes 8 de noviembre de
1996
Consultas a Internet, mediante el
explorador Altavista
Trabajo realizado por*:
BAENA, CECILIA
BECCO, GUILLERMO
FIGUEROA, EDUARDO
*Pretendimos proporcionar información del tema pero nuestras
convicciones personales son opuestas totalmente a favorecer la
eutanasia, la cual debería ser claramente diferenciada de
la distanasia. Al final de la misma se proporciona
bibliografía.
Queremos destacar nuestra condición de
CATOLICOS y como soldados de Cristo que somos, daremos testimonio
de ello, ya sea en nuestras vidas o bien en esta monografía
consultando fuentes de la
Iglesia Católica.