( Inicio del cristianismo
en Palestina hasta el Cisma de Oriente)
INTRODUCCIÓN
Para el desarrollo del
presente trabajo intentaré hacer un resumen o
reseña histórica de los primeros años del
Cristianismo;
iniciando con los acontecimientos más importantes
sucedidos después de la Resurrección y concluyendo
el presente con el Cisma de Oriente ( año 35 al año
1000 d. C. aprox.)
Como podrá notarse durante el desarrollo del
presente estudio, algunos de los sub temas tratados
podrían ser el origen de grandes temas de investigación y por lo mismo ocuparnos
horas y horas de trabajo, lectura,
reflexión e investigación. En ningún momento es
mi intención hacer o presentar un trabajo que sea la
última investigación a nivel bibliográfico
o un estudio lo más profundo en el mismo tema.
Es mi intención realizar una reflexión
personal en
relación a ciertos temas y en este caso períodos de
la Historia de la
humanidad que considero encierra una gran riqueza para mi forma
muy personal de
considerar el desarrollo del
Cristianismo
en sus etapas iniciales.
El cristianismo
en Palestina:
Después de la ascensión de Jesús a
los cielos, los discípulos volvieron a Jerusalén.
Simón Pedro, piedra angular de la comunidad,
propuso en una reunión de unas ciento veinte personas que
se designara a quién debía ocupar el lugar de Judas
Iscariote en el apostolado. La suerte recayó en
Matías, quien completó el número de los
apóstoles.
Unos días más tarde al cumplirse los
cincuenta de la Pascua, en que tenía lugar la fiesta de
Pentecostés, "estaban todos juntos en un mismo lugar,
cuando de repente sobrevino un ruido, como de
viento impetuoso que sopla, y llenó toda la casa donde
estaban. Al mismo tiempo, vieron
aparecer unas como lenguas de fuego que se repartieron y se
asentaron sobre cada uno de ellos. Entonces fueron llenados todos
del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en distintas
lenguas. . . Había a la sazón en Jerusalén
judíos piadosos de todas las naciones del mundo. Divulgado
este suceso, acudió una gran multitud de ellos, y quedaron
atónitos al ver que cada uno oía hablar a los
apóstoles en su propia lengua" (Hch.
2, 1-6). Con la presencia del Espíritu Santo en el
Cenáculo se había cumplido una de las promesas de
Jesús.
Seguir paso a paso la expansión del Cristianismo
por Palestina requeriría mucho espacio. Baste considerar
que la labor emprendida por los apóstoles dio pronto mucho
fruto. A raíz del hecho que se ha consignado, un
sermón de Pedro hizo que fueran bautizadas "cerca de tres
mil personas" ( Hch. 2, 41) Y añade Lucas: "perseveraban
todos en las instrucciones de los apóstoles y en la
comunión de la fracción del pan, y en la
oración" ( Hch. 2,42)
" Los creyentes, sigue diciendo Lucas, vivían
unidos entre sí, y nada tenían que no fuese
común para todos ellos". (recordemos que Dios
castigó con la muerte a
quienes mintieron a Pedro, reservándose una parte de su
dinero). "
Vendían sus posesiones y demás bienes y los
repartían entre todos, según la necesidad de cada
uno. Asistiendo asimismo cada día largos ratos al templo
(de Jerusalén), unidos por un mismo espíritu y
partiendo el pan ( celebrando la Eucaristía) por las casas
(particulares de los miembros de la comunidad).
Tomaban el alimento con alegría y sencillez de corazón,
alabando a Dios y haciéndose amar de todo el pueblo. Y el
Señor aumentaba cada día el número de los
que abrazaban el mismo género para salvarse (Hch. 2,
44-47)
Surge incipiente la jerarquía en cada nueva
comunidad: un
Obispo, varios sacerdotes y los diáconos que le ayudan en
la administración de bienes
comunes, distribución de limosnas, auxilio a las
viudas, huérfanos, pobres y enfermos. El joven
diácono Esteban fue el protomartir del cristianismo;
pagó su ardor con la vida. Acusado ante el Sanedrín
de haber pronunciado palabras contrarias al espíritu de la
Ley mosaica y
de haber vaticinado la destrucción del Templo de
Jerusalén, fue apedreado (33 d.C.) por el pueblo ante las
murallas de la ciudad.
Con esto se inicia una persecución contra la
Iglesia de
Jerusalén. Varios cristianos marcharon de la ciudad. El
diácono Felipe predicó con éxito en Samaria
para centrar luego su apostolado en Cesarea. Otros lo hicieron en
Judea. Y otros empezaron a evangelizar a los gentiles.
La tradición eclesiástica invocaba, desde
muy antiguo, la llegada del apóstol Pedro a Roma ( 43 d.C.),
la creación temprana de la Iglesia de la
capital del
orbe, las discusiones que provocó en la colonia
judía y que motivaron en el 49 un decreto de
expulsión de los judíos, el regreso hacia el 58 y
la redacción desde Roma de la
primera epístola dirigida por Pedro a las comunidades de
Asia Menor. En
Roma halló
Pedro la muerte, en
la persecución del año 67, pereciendo crucificado
cabeza abajo, en la arena del circo de Nerón que se alzaba
en el montículo Vaticano. tenían plena vigencia las
palabras de Jesús: "Tú eres Pedro y sobre esta
piedra edificaré mi Iglesia. . . A
tí te daré las llaves del reino de los cielos. . ."
(Mt. 16, 18-19), que fundamentarán la primacía de
Pedro sobre los restantes obispos. Excavaciones realizadas
durante los últimos años en el subsuelo de la
actual Basílica Vaticana han permitido localizar los
restos de la tumba del apóstol. Según parece,
debió consistir en una humilde sepultura edificada en un
predio cristiano al lado de un camino público que
atravesaba una zona sepulcral .
A fines del siglo primero, se escribió la
Doctrina de los doce apóstoles, compendio surgido
de las zonas de Siria, Palestina o Egipto,
compuesto en griego y vertido al latín y al árabe.
Es la primera colección de derecho canónico y
contiene datos exclusivos
sobre las primeras comunidades. Algunos fragmentos del mismo
podrán dar idea de su texto:
" Dos son los caminos, el de la vida y el de la muerte y
difieren mucho estos dos caminos. Pues el camino de la vida es
éste: primeramente amarás a Dios, que te ha creado
y luego, al prójimo como a ti mismo. . . Abstente de
deseos carnales y corporales. . . Mójese en sudor la
limosna en tus manos hasta que sepas a quien has de darla. . . No
matarás, no cometerás adulterio, no abusarás
de los jóvenes, no fornicarás, no robarás,
no practicarás la magia, no envenenarás, no
harás perecer el infante concebido, provocando el aborto, ni lo
matarás una vez nacido. . ." (Doct., c.I).
"No habrá doblez en tu pensamiento ni
en tu lenguaje, pues
la doblez en el hablar es red que lleva a la muerte. Tu
palabra no será mentirosa, ni avara, sino llena de
eficacia. No
serás codicioso, ni rapaz, ni hipócrita, ni
maligno, ni soberbio. No formarás ningún mal
designio contra tu prójimo … (Doct., c.2)
" Cada día del Señor (cada domingo), luego
que os hayáis reunido, partid el pan (eucarístico)
y dad gracias, previa la confesión de vuestros pecados, a
fin de que sea puro vuestro sacrificio" ( Doct., c.14)
" Elegid para vosotros obispos y diáconos dignos
del Señor. . . velad sobre vuestra vida. . . Pues en los
últimos días se multiplicarán los falsos
profetas y los corruptores; y las ovejas se tornarán
lobos, y el afecto se cambiará en odio. . . ( Doct., c.16)
.
Pablo, evangelizador de los gentiles:
Saulo o Pablo de Tarso, nacido hacia el año 10
d.C. en una familia israelí,
era ciudadano romano. En Jerusalén asistió a la
escuela del
rabino Gamaliel el Grande, se adscribió luego al grupo fariseo
y se convirtió en perseguidor de los cristianos, aprobando
la sentencia del Sanedrín contra el diácono
Esteban. Yendo de Jerusalén a Damasco, comisionado por el
Sanedrín para prender a los judíos cristianizados,
según explica Lucas en los Hechos de los Apóstoles,
" ya se acercaba a esta ciudad cuando de repente le cercó
de resplandor una luz del cielo. Y
cayendo en tierra
oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo ¿Por
qué me persigues? y él respondió:
¿Quién eres tú, Señor? Y el
Señor le dijo: Yo soy Jesús, a quien tú
persigues. . . Él entonces, temblando y despavorido, dijo:
Señor ¿qué quieres que haga? Y el
Señor le respondió: Levántate y entra en la
ciudad, donde se te dirá lo que debes hacer". ( Hch. 9,
3-7)
Tres días estuvo ciego Saulo, o Pablo, en Damasco
hasta que Ananías, obedeciendo instrucciones del
Señor le impuso las manos y le bautizó. Saulo se
convertía desde entonces de perseguidor en apóstol
del cristianismo. Con centro de la comunidad de
Antioquía donde le llamó Bernabé, se
preparó para evangelizar el Asia Menor. El
año 44, Pablo con Bernabé y Juan, llamado de
sobrenombre Marcos, partía de Alejandría, predicaba
en la isla de Chipre, y marchaba luego a Panfilia y Pisida. Se
adentró por Licaonia y llegó a Iconio, Listra y
Derbe para regresar a Antioquía por tierra. En el
segundo viaje misional, alcanzó Frigia, Misia y Macedonia,
fundó la comunidad de
Tesalónica, predicó en Atenas y Corinto, donde
permaneció unos dieciocho meses. Fundó iglesias en
la mayor parte de las ciudades que visitó y regresó
a Palestina pasando por Éfeso, para volver a
Antioquía.
Unos dos años después ( 54 d.C.)
recorrió, en su tercer viaje, el centro de Asia Menor (
Frigia y Galacia) y estuvo más de dos años en
Éfeso, donde logró numerosas conversiones para
navegar hacia Tesalónica y andar luego a Corinto. Por
Mileto, regresó a Jerusalén y allí fue
perseguido y conducido a Cesarea, en cuya cárcel
pasó dos años. Su apelación al César
le valió el traslado a Roma. Gozó
en Roma de una
libertad
vigilada que no le impidió proseguir su obra
evangelizadora, llegando probablemente hasta la Tarraconense, mas
en la persecución decretada por Nerón murió
decapitado (67 d.C.).
El final de la etapa Apostólica
Hacia el año 62, el sumo sacerdote del
judaísmo, Aniano, hizo prender al apóstol Santiago,
que regía la iglesia de
Jerusalén, y le ajustició. Uno de sus hermanos,
Simón, fue llamado a sucederle, pero la situación
política
de Palestina se agravaba y los conflictos
internos del hebraísmo eran cada día mayores. De
los apóstoles vivía tan sólo Juan, el
evangelista, que se había trasladado a Éfeso,
iglesia madre
de muchas de Asia Menor y
Gracia, donde se manifestaban brotes gnósticos.
El emperador Vespaciano no molestó a los
cristianos y el cristianismo siguió extendiéndose,
hasta que, en el año 90, Domiciano inició una nueva
persecución. Juan fue llevado primero a Roma y desterrado
luego a la isla de Patmos, donde escribió el "Apocalipsis"
y algunas de sus cartas. Bajo el
imperio de Nerva, de quien dice su biógrafo Xifilino que
"no permitió que se acusase a nadie por haber observado
las ceremonias de la religión judaica o
haber descuidado el culto de los dioses, pudo regresar Juan a
Éfeso, y pocos años después falleció,
de edad muy avanzada. Con su muerte
concluye la etapa apostólica.
Algunas características de esta etapa: El
cristianismo se ha independizado del judaísmo plenamente.
Se organizaron las primeras comunidades dirigidas por
episcopoi y presbitero. El carácter
mesiánico y divino de Jesús se reafirma en San
Pablo, así como el concepto de su
acción redentora. La iglesia ( por ecclesia se
entiende, al principio, el conjunto de los cristianos) se define
como cuerpo místico cuya cabeza es Cristo. En los textos
de la época se alude ya a los siete ritos o sacramentos
del Bautismo, Eucaristía, Orden, Confirmación,
penitencia, Matrimonio y
Unción de los Enfermos. Uno de los dogmas esenciales de la
nueva fe, el de la Santísima Trinidad, se precisa. Al
concluir el siglo I, el cristianismo se ha extendido por la
cuenca del Mediterráneo, cuenta con los libros
religiosos básicos y las distintas comunidades urbanas se
sienten unidas. El único germen temible, que
intentó corroer sus cimientos, es el gnosticismo,
de hecho anteriores a los cristianos algunos autores han
considerado fundador a Simón Mago (a quien se refieren
cumplidamente los Hechos de los Apóstoles), creían
saber todo cuanto era posible saberse, y estar en posesión
de un medio revelado eficaz para alcanzar la gnosis o conocimiento
de la Divinidad. Doctrina sincretista en su fondo, el gnosticismo
advertía la oposición existente entre el mundo
material-malo y el espiritual-bueno. La materia era
obra de un demiurgo (dios inferior o de los ángeles, y
esto les llevó a considerar que el cuerpo de Jesucristo no
podía ser materia ( pues
no podía ser malo). La salvación para el
gnóstico dependía del conocimiento
personal, era
fruto de su ciencia. En el
siglo II, ciertas ideas gnósticas, la trascendencia de las
cuales queda implícita tras su simple enunciación,
influyeron en varios sectores cristianos y tendieron a la
racionalización de la fe. Apuntaba el peligro de las
primeras herejías, del mismo modo que habían
empezado las persecuciones.
La Iglesia perseguida:
Al principio, los romanos consideraron el cristianismo
como una nueva secta judía. Aparte de las
esporádicas persecuciones de Nerón y Domiciano,
durante el siglo I los cristianos tuvieron que enfrentarse con
mayor frecuencia con la animadversión de los escribas y
fariseos, rectores del judaísmo, que con las autoridades
romanas. Cuando Plinio el Joven, gobernador de Bitinia,
consultó al emperador Trajano ( 98-117) la conducta que
debía observarse con los cristianos, que según sus
informaciones, acostumbraban a reunirse ciertos días muy
de mañana, "entonan un himno a Cristo, como a un Dios… y
con juramento se obligan a no cometer delitos… Se
reúnen después, al atardecer, para tomar en
común un alimento inocente…" Y aludía
implícitamente a la creencia difundida por
espíritus interesados en desprestigiar el cristianismo, de
que en sus reuniones secretas los cristianos "iniciados" se
entregaban a misteriosas orgías.
Para evitar la profanación del misterio
eucarístico y las especulaciones malévolas sobre la
Trinidad, la iniciación cristiana exigía a los
fieles reserva en la manifestación de algunos actos
litúrgicos, incluso con los catecúmenos.
Quinto Séptimio Tertuliano, en su
"Apología contra los gentiles", escrita en el año
200, explica cuáles eran los delitos que la
fama imputaba a los cristianos:
" Que en la nocturna congregación sacrificamos
y nos comemos un niño. Que en la sangre del
niño degollado mojamos el pan y empapado en la sangre comemos un
pedazo cada uno. Que unos perros que
están atados a los candeleros los derriban forcejeando
para alcanzar el pan que les arrojamos bañado en sangre del
niño. Que en las tinieblas que ocasiona el forcejeo de los
perros,
alcahuetes de la torpeza, nos mezclamos impíamente con las
hermanas o las madres.
De estos delitos nos
pregona reos la voz clamorosa popular, y aunque ha tiempo que la
fama los imputa, hasta hoy no ha tratado el Senado de
averiguarlos". (Apología, c.7)
Los gentiles asimilaban las reuniones nocturnas de los
cristianos a ritos orientales de los "misterios", como los de
Eleusis y Samos, enraizados en las prácticas
mágicas, los misterios de Cibeles, los de Isis,
originarios de Egipto, o los
de Mitra, procedentes de Persia, que alcanzaron notable
difusión incluso en España y
en especial en la costa catalana.
Pero si antes Trajano pudo contestar a Plinio que el
cristianismo era en sí un crimen y que los acusados
convictos debían ser condenados a muerte,
siempre que hubiera un acusador anónimo, era
principalmente por negar el culto al emperador y a los dioses del
panteón romano. No obstante, Trajano no entendía
que la justicia
romana debiera dedicarse a descubrir cristianos y atender
acusaciones anónimas, ni menos aún entregarse a una
persecución general. Y esta respuesta de Trajano
sirvió de norma hasta Cómodo (180 d.C.), pero con
tal norma el cristianismo continuó sus
progresos.
Desde Cómodo se acentúa ña
persecución estatal del cristianismo en el mundo romano,
que dura hasta el año 313, aunque con algunos intervalos
de paz prolongados. Las persecuciones sistemáticas suelen
seguir a la promulgación de un edicto, establecido con
fines preconcebidos de exterminio. Así, por ejemplo, el de
Septimio Severo (201 d.C.) que prohibía las conversiones,
el de Decio contra los sospechosos, o el de Valeriano, que
suprimía las asambleas cristianas, pasando sus bienes al
Estado.
Decio por odio a su predecesor Filipo (244-249),
protector de los cristianos, desencadenó la
persecución más violenta que hasta entonces
había experimentado la Iglesia. Su biógrafo,
Zonaro, en la "Historia Augusta",
puntualiza que "bajo su reinado" (249-251) recibieron la corona
del martirio Fabián, obispo de Roma, Babylas, obispo de
Antioquía y Alejandro, obispo de Jerusalén. Es
decir, los prelados de las sedes de mayor relieve de la
cristiandad.
Galieno (260-268) devolvió a los cristianos los
bienes
confiscados, pero Diocleciano (284-305) llevó a cabo una
represión en gran escala, la
más violenta y cruel de todas. Él y Maximiano, el
coemperador, "pretendían borrar del mundo el nombre del
Salvador y exterminaron en todas las ciudades y pueblos, tan
prodigioso número de los que tuvieron valor para
confesarlo, que no es posible contarlos" ( Zonaro, Hist. Augusta:
Diocl.) " El año diecinueve del reinado de Diocleciano
(303) hicieron publicar los dos emperadores un edicto por el que
ordenaban demoler las iglesias de los cristianos, quemar sus
libros y
entregar a la muerte sus
doctores y sacerdotes, excluir de las dignidades y del
ejército a los que pertenecían a esta secta y
reducir a la esclavitud a los
particulares" (Zonaro, Id.)
Diez años más tarde, la victoria de
Constantino frente a su rival Majencio, obtenida gracias al signo
de la cruz, abría a los cristianos el paso a la libertad de
acción, decidida en el llamado Edicto de Milán
(313). De hecho, la medida adoptada por Constantino y Licinio de
común acuerdo, significaba la plena libertad de
cultos en el imperio. Era el primer eslabón de una cadena
que en el año 380 llevó a Teodosio a declarar, en
el Edicto de Tesalónica, "la religión del
apóstol Pedro", religión del imperio romano.
El cristianismo pasaba de la clandestinidad al rango de religión
imperial.
Defensores de la Fe Cristiana:
Durante este tiempo surgieron
figuras destacadas en defensa de la nueva fe. En torno de la
comunidad de Alejandría, en Egipto, gran
centro cultural del mundo romano, se formó una escuela en la que
brillaron Clemente (c. 150- 215) y su discípulo
Orígenes (185- 254), dos talentos privilegiados.
Orígenes escribió numerosas obras ( unas 800) y
aunque incurrió en algunos errores graves, debido a su
intento de "explicar" orgánicamente todas las dificultades
que pudieran presentarse ante la reflexión de las
creencias cristianas, en unos momentos en que el dogma no estaba
todavía fijado por completo, no cabe atribuir su actitud a
afán polémico o sensacionalista, sino a un
íntimo deseo de aprehender toda la verdad. Este
afán común a muchos espíritus cultos de la
época, llevó a polémicas apasionadas. De la
pasión que se vertía en los escritos
polémicos de los primeros siglos de la Iglesia,
podrán dar idea las siguientes palabras de Zonaro,
referentes a la persecución de Decio:
" En este tiempo (h. 250)
también fue llevado Orígenes, como cristiano, ante
el tribunal de los perseguidores de la Iglesia, pero no
recibió la corona, sin duda por no considerarlo digno de
ella Decio, a causa de la impiedad de sus sentimientos; y a pesar
de que padeció tormentos por la causa de la fe,
perdió su rango de confesor. Ya hemos dicho que
habiéndole inspirado excesiva vanidad la grandeza de su
saber y su elocuencia, en vez de seguir la doctrina de los
antiguos Padres, quiso inventar una nueva; sacó del falso
tesoro de su corazón
execrables blasfemias contra los sagrados misterios de la
Trinidad y de la Encarnación y sembró las semillas
de casi todos los errores que han aparecido después.
Enseño que el Hijo único del Eterno Padre
había sido creado y que no participaba de la gloria y
sustancia divinas. Hizo inferior al Espíritu Santo al
Padre y al Hijo, asegurando que el Padre no pudo ser visto por el
Hijo, ni el Hijo por el Espíritu Santo; de la misma manera
que no puede serlo el Espíritu Santo por los
ángeles ni los ángeles por los hombres.
Éstas fueron las blasfemias de Orígenes contra la
santa y consustancial Trinidad. Por lo que se refiere al misterio
de la Encarnación, tuvo la impiedad de negar que el
Salvador tomase en el seno de la Virgen cuerpo animado de alma
racional: pretendiendo que el Verbo estaba unido a un alma antes
de la creación del mundo y que posteriormente se
encarnó con aquella alma, tomando un cuerpo desprovisto de
alma inteligente y racional. Sostiene también que el
Señor abandonó su cuerpo y que su reinado debe
concluir. Dice además que el suplicio de los demonios es
temporal y pasado éste se les restablecerá en su
primitiva felicidad, imaginando que los hombres y los demonios
quedarán justificados de sus pecados algún
día y que entonces todos se reunirán". (Zonaro,
Historia Augusta:
Decio)
Dos grandes personalidades del África norte
occidental fueron el presbítero Tertuliano ( 160- 245),
originario de Cartago, y su discípulo el obispo San
Cipriano ( 160- 258), de Cartago también, decapitado en la
persecución de Valeriano. Tertuliano, iniciado en el culto
de Mitra cuando joven, debió convertirse después al
cristianismo y luego pasó (213) al montanismo,
herejía predicada por el frígio Montano, enemigo de
la Iglesia jerarquizada. Tertuliano fue un rigorista
extremado.
San Cipriano, retórico convertido al cristianismo
en edad madura, es un asceta y un moralista, pero es sobre todo
un espíritu práctico. Dos problemas le
preocupan en especial: el de los lapsi cristianos
asustadizos que ante la persecución negaban su
condición de tales y prestaban adoración al
emperador ( a quienes considera readmisibles en el seno de la
Iglesia mediante ciertas condiciones), y el de los bautizados por
los herejes (que no cree lo estén en realidad).
Una de la obras de San Cipriano, escrita en el 251, en
ocasión del cisma provocado en Roma por Novaciano al negar
a la Iglesia el derecho a readmitir a los lapsi en la
comunión de los fieles, se titula La Unidad de la
Iglesia católica y en ella, advierte que no todos los
peligros derivan de la persecución: "no hay que temer
únicamente la persecución o todo aquello que con
descubierta acometida se dirige a derribar y derrotar a los
siervos de Dios; cuando el peligro está a la vista, es
más fácil la cautela, y cuando el adversario se
declara, el ánimo se apresta de antemano al combate. Hay
que temer sí y guardarse más del enemigo, cuando se
presenta a escondidas, cuando engañando con cara de paz,
se arrastra con paso oculto…" (cap. I) "… ¿Y
qué cosa más astuta y sutil, que el enemigo
encubierto y apostado junto a la senda de Cristo… tramara un
nuevo engaño, como el de engañar a los incautos con
el mismo título de nombre cristiano? Inventó, pues,
herejías y cismas, con los cuales destruye la fe, corrompe
la verdad, rompe la unidad. . . " "Todo esto sucede, sigue
diciendo Cipriano, por no volver al origen de la verdad, por no
buscar la cabeza…" (cap. 3) Y recuerda entonces las palabras de
Jesucristo a San Pedro cuando cimentó en él su
iglesia. "Sobre uno únicamente, insiste, edifica su
iglesia…" "Quien no se cuenta en esta unidad de la Iglesia
¡cree que tiene la fe?".
" La esposa de Cristo, la Iglesia, según imagen de San
Pablo, que es incorrupta y honrada, no puede adulterar. Ha
conocido una sola casa, y guarda, con casto pudor, la santidad de
un solo lecho. Ella nos guarda para Dios, ella anota para el
reino los hijos que engendró. Quien separándose de
la Iglesia se junta a una adúltera, este tal se separa de
las promesas de la Iglesia, y no alcanzará los premios de
Cristo, quien abandonó la Iglesia de Cristo. El tal
extraño, es profano, es enemigo. Ya no puede tener por
padre a Dios, quien no tiene a la Iglesia por madre" (caps. 4 y
6)
El simbolismo cristiano.
La definición y preservación de las
verdades de la fe exigía mucha cautela en un ambiente tan
diverso y tan presto al sincretismo como el del Imperio romano en
aquellos siglos. Los catecúmenos se habían dividido
en dos grupos: oyentes
(audientes), que deseaban iniciarse en la fe, entre los
cuales no faltaban a veces espías a sueldo, pero que
demoraban el bautismo, y elegidos (electi), que se
preparaban ya para su ingreso en la comunidad cristiana. Unos y
otros, aunque más formados estos últimos,
debían mantenerse al margen de los ritos reservados para
los iniciados y en especial del "misterio" de la carne y la
sangre del
Verbo de Dios. De aquí que, para reconocerse, los fieles
"iniciados" utilizaran símbolos. El simbolismo cristiano
es un complemento del arcano que protege la pureza de la fe de
los enemigos externos.
Algunos símbolos aparecen derivados de la
mitología antigua. El pavo y el ave fénix
simbolizan la resurrección. La palma la victoria. La
paloma la sencillez cristiana, el pudor y la paz concedida al
alma fiel. El ciervo, el servidor
diligente de Cristo. El áncora, la esperanza en la
salvación. La nave, la Iglesia. Orfeo, simbolizaba a
Jesucristo.
De claro origen cristiano eran: el pez, símbolo
de "Jesucristo Hijo de Dios, Salvador" ( las siglas o letras
iniciales de las palabras que forman en griego esta frase, son
las letras de la palabra que significaba "pez", en la misma
lengua). El
cordero, símbolo del sacrificio de Cristo y su victoria, y
el Buen Pastor, símbolo de Jesucristo. Algunos
símbolos eran de tema histórico – bíblico,
como el sacrificio de Abraham, que se utilizaba para representar
el sacrificio de la Cruz; Adán y Eva, imagen de
Jesucristo, nuevo adán que reparó el pecado; el
Arca de Noé, imagen de la
Iglesia, etc. A veces se utilizaban también escenas
alegóricas, como las de la viña, el convivio o
cena, las vírgenes prudentes y las imprudentes de la
parábola, etc.
De la vida de la Iglesia en estos primeros siglos,
guarda la ciudad de Roma un testimonio excepcional: Las
CATACUMBAS, cementerios de las primeras comunidades cristianas,
excavados en las afueras de la urbe y en fincas particulares (de
cristianos acomodados), que luego pasarían a la Iglesia.
En las catacumbas, que fueron a veces seguro refugio
para los cristianos recibieron sepultura también los
cuerpos de los mártires, que hallaban muerte en las
persecuciones. La veneración que empezó a
tributárseles originó la construcción de capillas más amplias
entre los estrechos pasillos subterráneos, a menudo
superpuestos en varios pisos, e hizo que los cristianos se
reunieran en ellas para celebrar los misterios de la fe. El
arte cristiano
primitivo halló ocasión de plasmar en las paredes
de estos recintos y capillas sus admirables
realizaciones.
Junto a la Vía Appia antigua se hallan ñas
catacumbas de San Calixto, las de San Sebastián y las de
Pretextato; en la Vía Ardeatina, las de Domitila, las de
Priscila en la Vía Salaria y las de Santa Inés en
la Nomentana. Todas ellas, muy visitadas por los peregrinos y
turistas que acuden a Roma, no representan más que una
mínima parte de las sesenta de que hoy se tiene noticia,
con más de seiscientos kilómetros de
galerías subterráneas de planta laberíntica,
con cuatro o cinco sepulturas por piso, una encima de la otra,
como los nichos de un cementerio moderno. Lámparas de
aceite las iluminaron débilmente.
En épocas de inseguridad
los cristianos se dirigían a uno de estos cementerios. Los
viñedos disimulaban su entrada. Allí celebraban sus
asambleas, en las capillas a que hemos aludido, que generalmente
se celebraban en los tituli o casas de nobles, quienes las
prestaban gustosos para ello. Se iniciaba con el saludo
tradicional: "Que la paz sea con vosotros…" para continuar con
el rezo de las letanías, que el pueblo contestaba a coro;
seguían dos oraciones breves, diversas lecturas, canto de
un salmo, y rezo y comentario del Evangelio… Cuando
concluía esta primera parte, se despedía a los
catecúmenos y paganos. Luego continuaba la ceremonia con
el ofertorio (en que los asistentes ofrecían sus presentes
o limosnas) y seguían los preparativos para el sacrificio,
rezo de varias oraciones, entre ellas la eucarística y la
comunión bajo las dos especies ( fragmento de pan
consagrado depositado en la mano derecha de cada comulgante por
el obispo, y un sorbo del cáliz que era pasado, de uno en
uno, por el diácono) Oración en acción de
gracias, bendición episcopal a los fieles, y la
fórmula de despedida que aún subsiste: "Id, la misa
ha terminado".
El cristianismo, de culto libre a religión de Estado.
La vida conyugal era la más corriente, en los
primeros siglos, entre los cristianos laicos o no. La virginidad
se apreciaba mucho, no obstante, por constituir un sacrificio
amoroso de la vida a Cristo. Ciertas vírgenes concertaban
con los ascetas un casamiento espiritual que implicaba demasiada
intimidad para que San Cipriano lo juzgara procedente. Estas
vírgenes, o feninæ subintroductæ,
solían llevar, con todo, una vida rigurosa y casta.
Algunas viudas o vírgenes, de probadas virtudes,
recibían cierta consagración y eran elevadas al
orden diaconal. Las diaconisas catequizaban a las
catecúmenas y auxiliaban a los sacerdotes y obispos en
distintos servicios
litúrgicos y sociales.
En la época apostólica, únicamente
al obispo se le exigía que se hubiera casado una sola vez.
Estaba prohibido el matrimonio a
quien se hubiera ordenado de diácono, pero si se
había casado con anterioridad a su ordenación,
podía seguir haciendo vida conyugal. Desde los primeros
años del siglo IV se insistió ya en el celibato
eclesiástico con carácter preceptivo. El concilio
de Elvira ( Granada, año 309) prescribía a los
clérigos casados la continencia. A lo largo del mismo
siglo, sucesivos concilios insistieron en la continencia
absoluta. el celibato, que empezó siendo un consejo,
acabó, antes de finalizar el siglo IV, en
precepto.
"La virginidad, escribe san Ambrosio (c. 340- 397), el
arzobispo de Milán que tanto influyó en el
emperador Teodosio y en la conversión de san
Agustín , no es para ser mandada, sino aconsejada y
deseada, como cosa que sobrepuja las fuerzas humanas y puede ser
objeto de voto, pero no materia de
precepto". "… la virgen consagra enteramente su pensamiento a
Dios, para ser santa en el cuerpo y en el espíritu, al
revés de la casada, que por deberse al marido, tiene su
conversación en el mundo y su amor en el
esposo. No digo esto en menoscabo del matrimonio, sino
a gloria de la virginidad, cuyo estado es
más excelente que el de los casados". (Tra. de
Vírg. Libro I cap.
3)
" Las mujeres livianas…, sigue diciendo, adornan la
garganta con vistosos collares, cuelgan de las orejas brillantes
pendientes, píntanse las mejillas con vivos y llameantes
colores, visten
su talle con ricas telas y se embalsaman con variedad de
perfumes…" "para atraer las miradas de los hombres". "Vosotras,
en cambio,
¡oh santas vírgenes!, enemigas de tales arreos, que
atormentan más que adornan, embellecéis vuestra
frente con la aureola del pudor, y vuestro pecho con la banda de
la castidad, su más preciado ornamento ( Id. Id., cap.
4).
La Jerarquía.
Los obispos de sedes vecinas, situados claramente en un
plano superior al resto del clero en el siglo II, empezaron
pronto a reunirse. Ocasión propicia para estas reuniones
era la consagración de un nuevo obispo , cuando una de
estas sedes quedaba vacante. La elección del obispo la
hacían con el clero y el pueblo de la ciudad, y
procedían luego a consagrar al elegido. Esta
reunión sinodal implicaba un cambio de
impresiones entre los prelados y era de hecho, un pequeño
concilio. Poco a poco se afirmó la autoridad de
las "iglesias madres" sobre aquellas a que habían dado
lugar, y la de las sedes "provinciales" sobre las ubicadas en la
provincia administrativa secular. La administración civil del mundo romano
sirvió de base para la eclesiástica. El obispo de
la importante sede de Alejandría, por ejemplo, con la
libertad de
acción adquirida en año 313, ejerció
autoridad
sobre la provincia de Egipto, del
mismo modo que en orden civil la ejercía el
prefecto.
La autoridad
suprema del obispo de Roma, que defendía ya San Cipriano,
había empezado por ser efectiva en Italia desde que
San Pedro fundó esta comunidad cristiana. El traslado de
la sede imperial a Constantinopla y poco después del
edicto de la concesión de la libertad de
cultos, hizo que el obispo de Roma afianzara cada día
más su autoridad
primera. Los obispos de las sedes orientales más
importantes, en cambio,
tuvieron del emperador mayor apoyo, pero también
sujeción, o por lo menos, intervención más
estricta. La Iglesia Oriental siempre estuvo más sujeta al
poder del
emperador que la Occidental. En Oriente, había empezado ya
la evangelización de las comarcas agrícolas, desde
las zonas de influencia urbana. El cristianismo había
dejado de ser una religión limitada a los núcleos
urbanos del Mediterráneo para extenderse por las zonas
campesinas, mucho más "tradicionales" y menos preparadas
para recibirlo.
Para la evangelización del campo, en Oriente se
creó un elemento jerárquico nuevo, intermedio entre
el obispo y el clero: jorepiscopado. Los jorepiscopoi eran
misioneros consagrados por el obispo urbano con el fin de
evangelizar la campiña y aunque, según parece, no
tenían auténtico carácter episcopal, se les
concedía facultades episcopales para poder realizar
su misión con
mayor efectividad. Muy pronto surgieron conflictos
jurisdiccionales entre los obispos de aldea y los de la ciudad, y
aquellos creados como superintendentes al servicio de
éstos, intentaron independizarse de la tutela urbana,
acabando por ser suprimidos hacia el siglo IX.
Las relaciones de la Iglesia con la autoridad
secular, fueron en aumento desde el 313. La influencia del
cristianismo, se dejaba sentir en todas las capas sociales y
pesaba en el imperio como fuerza
coherente. Es más, se intensificó de tal modo en
pocos años que cuando el emperador Juliano ( + 363) quiso,
en su año y medio de reinado, dar nuevo vigor al paganismo
y perseguir a los cristianos, se encontró
prácticamente solo en su intento y fracasó. La
religión estatal vio mermados sus cimientos con la
política
de tolerancia hasta
tal punto que en el año 380, se la suplantó por el
cristianismo. Los sacrificios paganos fueron prohibidos y en el
año 391 todos los templos paganos quedaban cerrados al
culto. Las fuerzas latentes del paganismo hicieron un esfuerzo
supremo para sobrevivir, pero sucumbieron definitivamente en el
392 por obra del emperador Teodosio, primer emperador cristiano.
Incluso el culto privado a los dioses lares fue prohibido y
castigado. San Ambrosio, consejero del emperador, tuvo el tacto
suficiente para que los paganos fueran respetados en sus personas
y en sus cargos, pero muchos templos en cambio, fueron
derruidos y las estatuas de dioses y diosas, destruidas con
pasión. Se pudo decir que los dioses pagaron por los
hombres. El imperio romano desde entonces, se convirtió en
un imperio cristiano y siguió siéndolo hasta
mediados del siglo XV en que su heredero, el imperio bizantino o
romano oriental, sucumbió ante las fuerzas de los turcos
otomanos.
El emperador, desde los últimos años del
siglo IV, había dejado de ser considerado un ser divino,
pero recibía el título de
isapóstolos, "igual a los apóstoles, y se
convertía en protector de la nueva religión
estatal. Los obispos pasaron a ocupar cargos estatales y cuando
las invasiones, se erigieron en defensores de sus ciudades. Los
días festivos de la Iglesia fueron fiestas
oficiales.
Un problema nuevo se había presentado a la
Iglesia: el de sus relaciones con el Estado
católico. Las crisis
internas que experimentaría la Iglesia en el proceso
definidor del dogma, facilitarían la intromisión
del emperador o, si se quiere, el intervencionismo del poder
civil.
Tal vez la más trascendente de estas crisis, en
aquellos siglos, fue el arrianismo, porque adquirió gran
difusión y sus consecuencias se dejaron sentir en la
Iglesia hasta el siglo VII. Cinco escuelas cristianas, las de
Alejandría, Antioquía, Roma, Edesa y
Jerusalén, se habían consolidado a comienzos del
siglo IV, manifestando características que les daban plena
personalidad.
La de Alejandría, en Egipto, de
tendencia alegorizante y mística, se hallaba en el extremo
opuesto a la de Antioquía, en Siria, literalista (en la
interpretación de la Biblia) y partidaria de los datos positivos y
concretos.
El maestro de esta última Luciano (+ 312),
intentó establecer un texto
bíblico más fidedigno, y parece ser que esto le
llevó a un monoteísmo riguroso, que influyó
en la doctrina de Arrio (+ 336), sacerdote de Alejandría,
quien propugnaba la creencia de un Dios único, eterno e
incomunicable y negaba la divinidad del Hijo o Verbo encarnado.
La postura de Arrio, buen predicador y culto, hizo muchos
adeptos. De aquí que el patriarca Alejandro de
Alejandría, hacia el 310, escribiera una extensa carta al
patriarca Alejandro de Constantinopla, poniéndole en
guardia sobre tal postura. en esta carta hallamos la
mejor definición coetánea del arrianismo. Se
expresa así: "Dicen (los arrianos) que hubo un tiempo en que el
Hijo de Dios no existía y que ha empezado a existir,
siendo así que no existía antes; y que cuando
nació, fue engendrado de la misma manera que lo son todos
los hombres. Pues Dios, dicen, lo ha creado todo de la nada. De
modo que ellos (los arrianos) comprenden al propio Hijo de Dios
en esta creación de todos los seres inteligentes o sin
razón. En consecuencia, declaran, el Hijo de Dios
poseía una naturaleza sujeta
a cambios, capacitada para obrar el bien y el mal… Y con esta
hipótesis de que el hijo ha sido creado de
la nada, destruyen las enseñanzas de las Escrituras que
proclaman la inmortalidad del Verbo, la divinidad de la
Sabiduría del Verbo, es decir, de Cristo".
Esta doctrina reunió, en el 343, un sínodo
en Alejandría y exiló a su sacerdote Arrio, el
obispo de Nicomedia, Eusebio, discípulo de San Luciano, le
acogió . Y así se inició una viva
polémica doctrinal con San Atanasio.
Entre los padres de la Iglesia de esta época,
destacan las figuras de San Jerónimo (342-420) y San Juan
Crisóstomo (347 – 407). El primero, gran erudito latino,
conocedor del griego, hebreo y arameo, tradujo al latín y
revisó el texto del
Antiguo Testamento. Su traducción, hecha a petición
del papa Dámaso (quien declaró
explícitamente inalterable el canon católico de la
Biblia en el Concilio Romano de 382, pasó a la posteridad
conocida por La Vulgata y fue el texto de la
Biblia adoptado por la Iglesia medieval de Occidente en la
liturgia y base de las citas bíblicas de los autores
eclesiásticos de la latinidad.
El patriarca de Constantinopla, Juan "Crisostomo", se
distinguió por la elocuencia y fortaleza de sus sermones y
escritos, que le valieron el sobre nombre de Crisóstomo,
Boca de Oro, con que fue conocido ya en su tiempo. La severidad y
austeridad que le caracterizaban le ocasionaron muchos sinsabores
y el destierro en un lugar desértico a orillas del Mar
Negro, donde murió.
La exégesis de los textos bíblicos de
ambos Testamentos, cuya lectura
recomienda encarecidamente, le lleva a escribir: "El estudio
profundo de la Sagrada Escritura es
un tesoro… Bajo las palabras que contiene, encierra grandes
riquezas. Debemos por tanto recorrerla y escrutarla con
atención. Obtendremos así gran provecho". "La
asidua lectura de las
divinas Escrituras nos hace obrar pensando siempre en las divinas
promesas. Nos mueve a que nos entreguemos, con renovadas ansias a
la ardua labor de la virtud".
Expansión del cristianismo en los primeros
siglos medievales.
En los siglos IV y V, el imperio romano
perdió buena parte de su extensión en Occidente y
se transformó en oriental bizantino. Se suele
señalar como sintomática la fecha del año
476, pero de hecho la invasión y cuarteamiento del imperio
había empezado mucho antes (406). Un grupo de
pueblos, originarios de Escandinavia, los germanos, desde
Europa central
se había lanzado a la conquista de los despojos de Roma.
De estos pueblos, los visigodos fueron cristianizados por el
obispo Ulfilas, pero el arrianismo arraigó en ellos hasta
que pasaron a la ortodoxia en el 589. Burgundios y
vándalos eran también arrianos. Los suevos, el 408,
eran en parte todavía paganos y estuvieron vacilando entre
el arrianismo y la ortodoxia hasta que hacia el 560, optaron por
la última. Los ostrogodos, cuando en 489 se apoderaron de
Italia,
practicaban ya el arrianismo, pero su rey Teodorico se
esforzó para evitar roces con los católicos. Los
francos, en cambio,
paganos, pasaron directamente a la ortodoxia, el 496, con el
bautismo de su rey Clodoveo. ( " Adore tout ce que tu as
brûlé, et brûle tout ce que tu as
adoré"…."Adora todo aquello que has quemado y quema todo
aquello que has adorado…" )
Los germanos, no obstante, constituían la
minoría dirigente. La mayor parte del campo contaba
aún con poblaciones indígenas paganas. En las
ciudades, la mayoría era cristiana. Cuando los
vándalos pasaron al África, en el 429, hicieron que
a la jerarquía episcopal ortodoxa se sumara una
jerarquía arriana. Muchas ciudades del África
vándala tuvieron simultáneamente obispo ortodoxo y
obispo arriano. Cerca de cinco mil católicos fueron
exilados por el monarca vándalo Hunirico y uno de sus
sucesores, Trasamundo (496- 523), exilo a la isla de
Cerdeña 120 obispos. Cuando el 534 los bizantinos
recuperaron la provincia de África, el catolicismo se
hallaba diezmado. La invasión musulmana, a mediados del
siglo VII, acabó de arruinarlo.
En los siglos IV y V, Germania se va cristianizando; las
regiones del Rhin y del Danubio medio (Nórica y Retia) son
las primeras en recibir el Evangelio, por obra de san Severino (+
482). Pablo Orosio y Salviano, autores religiosos de la
época, aprecian los valores
del mundo germánico y desean su plena
conversión.
En Oriente, san Simeón y los monjes del
Sinaí convertían del arrianismo a la ortodoxia a
los sabeos del sur de Arabia, Abisinia, Persia y Armenia
abrazaban también la ortodoxia y el ámbito del
cristianismo se extendía por el mundo.
Para terminar el presente trabajo que de otra forma
sería una serie inconclusa de hojas y hojas, de temas, sub
temas y sub sub temas escapados de las oscuras páginas un
poco amarillentas de mis libros de
consulta, quisiera poder
presentar casi como listado de temas algunas ideas que se deben
desarrollar para dar por terminado por lo menos el momento
histórico que propuse al inicio del trabajo.
He tenido que detenerme como ejercicio de obediencia, ya
que el profesor nos pidió un trabajo de poco más de
diez páginas e hizo hincapié en que las tesinas o
tesis son para
ser desarrolladas en otros ámbitos.
Pues bien, qué es lo que se nos ha quedado fuera
del tintero, digo fuera y no dentro del tintero ya que las
salpicadas están por todo lo largo y ancho de la mesa de
trabajo o por lo menos eso quiere ser: Agustín de Hipona
salta a primera vista y junto con él las diferentes
discusiones cristológicas de su época: el
Monofisismo, el Pecado Original, la Gracia, la
Predestinación, la Jerarquía de la Iglesia: con su
consejo episcopal, dignidades y funciones; la
Parroquia, el Templo.
No puede faltar en ningún estudio de este momento
histórico la palabra más bien larga que corta
acerca de San Benito y el monacato de Occidente, la
Evangelización de los anglosajones, la
Evangelización de Alemania, La
evangelización de los Eslavos, La Evangelización de
los Escandinavos, La Evangelización de los Sajones, San
Bonifacio, el Catolicismo en la España
Visigoda y como contra parte el catolicismo en la Francia
Merovingia. El papado y los primeros Carolingios, la
Iconodulía e Iconoclastia en Oriente, el Estado
Pontificio, La Iglesia y la cultura
Occidental, la Iglesia en la época feudal.
Y así seguimos y seguimos descubriendo manchas de
tinta sobre nuestra mesa: El mundo islámico, Focio y el
Patriarcado de Constantinopla, La Reforma Monástica,
Simonía, Nicolaísmo, Los Monasterios Exentos:
Cluny, Mobiliario y Ornamentos litúrgicos y por fin
llegamos a lo que considero el último tema a tratar en
este espacio de tiempo: La Cristianización de
Rusia.
Como se puede descubrir por la simple enumeración
de temas no tratados y listos
para saltar al entarimado del discurso, nos
encontramos con más temas no tratados que los
tratados con
escaso sentido y menor contenido para poder
presentar por lo menos un breve desarrollo
metodológico de investigación.
Queda por delante seguir trabajando los temas no vistos
ni tratados, con la
seguridad de
poder contar con más y mejores herramientas
que las utilizadas al principio del diplomado.
Ahora creo tener una nueva perspectiva en
relación con los conceptos religiosos que tratamos
más familiarmente, pero nunca perdiendo la distancia que
ellos nos imponen.
Y de aquí en adelante: Desde el Cisma a la
Reforma. . .
Trabajo realizado por:
Dr. Angel Ricardo Guevara Hdz.