Tras la toma de Úbeda por los castellanos en 1233
la frontera oriental del reino musulmán cordobés
presentaba un flanco casi completamente desguarnecido con una
fácil vía de acceso hacia la capital a
través del Guadalquivir. Por el norte, ya desde el
establecimiento de la frontera en 1212, el camino ofrecía
mayores dificultades más por razones geográficas
que por las puramente militares.
Las primeras iniciativas para la conquista de
Córdoba parten del lado oriental, desde Andújar, al
conocerse, en colaboración con algunos de sus habitantes,
el descuido y la escasa vigilancia de las fortificaciones de la
ciudad.
Los fronteros de Andújar y algunos de
Úbeda escalaron de noche las murallas de la
Ajerquía apoderándose rápidamente de esta
amplia zona urbana. Los musulmanes solicitan el auxilio de Ibn
Hud mientras los cristianos, ante las dificultades de resistencia de
los cordobeses estratégicamente mejor situados en la
Medina, envían solicitud de socorro a Fernando III que se
hallaba en Benavente.
El rey castellano en
pocas jornadas hace el itinerario pasando por ciudad Rodrigo,
Medellín, Dos Hermanas hasta establecer su campamento en
Alcolea. Ibn Hud se puso en marcha hacia Córdoba pero,
engañado por Lorenzo Suárez, abandonó toda
tentativa de enfrentamiento con los cristianos y se
dirigió a la región oriental de
al-Andalus.
Los habitantes de Córdoba, perdida toda esperanza
al tener noticias del abandono del rey moro, acordaron rendirse
en buenas condiciones, pero Fernando III estrechó
aún más el cerco hasta rendir a los defensores
privándoles de alimentos. El rey
castellano, tras
su rendición sólo respetó la vida y la
libertad de
los cordobeses.
En la fiesta de los apóstoles Pedro y Pablo, la
ciudad de córdoba quedó en posesión de los
castellanos leoneses, quienes hicieron su entrada solemne
colocando, a la vista de todos, la cruz sobre el alminar de
Abderramán III de la mezquita Aljama.
La caída de la que fue capital
indiscutible de al-Andalus era más que un símbolo,
era la realidad de la eliminación de Islam como
fuerza
política
de peso en la Península Ibérica (J.
Valdeón).
Entre 1239 y 1240 se entregaron a Fernando III:
Écija, Estepa, Almodóvar, Luque, Lucena, Setefilla,
Santaella, Moratalla, Hornachuelos, Rute, Bella, Montoro,
Aguilar, Benamejí, Zambra, Osuna, Baena y Zueros. Es
presumible que a las facilidades que prestaban los factores
físicos para la rápida conquista de la
Campiña, donde las cosechas parecían
cañaverales florecientes más que mieses, hay
que añadir el temor y el desconcierto que produjo en
los ánimos musulmanes andalusíes la
rendición de la capital, unido
a la grave situación política de
al-Andalus cuyos territorios todavía no habían
encontrado su unificación. ( C. Torres).
La conquista de la Sierra desde Espiel a Gahete y desde
los Pedroches a Fuenteovejuna, queda en penumbra histórica
aún no iluminada por la investigación
documental.
EL POBLAMIENTO Y LA PROPIEDAD
Las consecuencias de la conquista castellana se dejaron
sentir de inmediato en los cambios de población vinculados en cada zona al modo
de conquista en el reparto y estructuración de la propiedad
urbana y rústica.
Después de firmar la capitulación de
Córdoba la población musulmana fue totalmente
erradicada, pero la fama de su riqueza y su agricultura se
extendió por toda España
poblándose rápidamente con gentes de todas partes
que llegarán a la ciudad en masa hasta el punto que
había más habitantes que casas. Se asienta en
Córdoba un nuevo grupo humano
procedente de lugares del reino de León, Toledo, Talavera,
Burgos y de la ribera de Navarra del reino de Castilla. Lo mismo
parece haber ocurrido según la documentación en la
zona del valle de Guadalquivir hasta Andújar, incluido
Bujalance.
El poblamiento campiñés adquiere otras
características en virtud de la entrega
voluntaria de las villas y castillos en manos de Fernando III.
Según el profesor J. González entregados esos
pueblos, en parte, por pactos, permanece en ellos la
mayoría de sus pobladores musulmanes con administración de justicia,
mezquitas y propiedades. Los castellanos se limitan a
posesionarse de las fortificaciones y a repartirse las casas y
tierras abandonadas por los fugitivos y los del
fisco.
El asentamiento de cristianos en la campiña fue,
en un principio, pequeño, adquiriendo distinto signo
después de la rebelión de los mudéjares en
1263 aplastada con dureza. Aun así, las fuentes
documentales autorizan a calificar de notable el número de
musulmanes que permanecieron en sus pueblos y en la capital
después de dicho año.
Al conocimiento
de la población de la sierra sólo podemos
llegar hoy por rutas indirectas tales como el folclore, estudios
fonéticos, estilos arquitectónicos, la vivienda y
otros. Todo nos hace sospechar un despoblamiento musulmán
voluntario y rápido tras la caída de la capital y un
repoblamiento de origen extremeño y manchego.
La propiedad, en
general, cambió de manos pero se mantuvo, con toda
probabilidad,
la misma estructura.
Los repartimientos de Fernando III respetaron el latifundismo
heredado de romanos y musulmanes, y el minifundio, pequeña
propiedad, de
los ruedos de la capital y de los pueblos. El rey castellano no
hizo mas que cambiar los nombres de los propietarios en las
escrituras.
Los habitantes de la campiña quedaron afincados
en sus tierras con su mismo genero de vida y
cultivando sus campos con las técnicas acostumbradas. Esta
situación de la propiedad solo
se vera afectada después de 1263 por el proceso de
señorializacion de los pueblos campiñeses. El sur
del Reino se confiara a señoríos de la familia
real, de la Iglesia y de
las Ordenes Militares desde mediados del siglo XIII a causa de su
situación fronteriza con el reino de Granada. Su
carácter de zona militar debió influir sobre la
propiedad y su
aprovechamiento.
EVOLUCION SEÑORIAL
Los repartimientos de tierras que siguieron a la
reconquista del siglo XIII, constituyeron una fuente importante
de nuevos señoríos. Se produce un proceso
evolutivo que va del acaparamiento de tierras por la nobleza
hasta la jurisdicción que ejercen sobre ellas.
Durante estos siglos la ciudad de Córdoba
experimenta una intensificación del proceso de
señorialización de los organismos rectores del
municipio, pudiéndose decir lo mismo sobre los
núcleos de población de la campiña y de algunos
de la sierra.
Ya desde fines del siglo XIII el proceso que
conduce del antiguo concejo democrático y abierto a otro
oligárquico y cerrado comienza a madurar. Al concluir el
siglo XIV de los veinticuatro regidores de la ciudad casi la
mitad son miembros de la nobleza regional o están
emparentados con ella muy directamente. En los años
finales de este siglo la pérdida de influencia del
municipio cordobés sobre los lugares vecinos y la
anulación de la autonomía en la mayor parte de los
grandes núcleos de población de la Campiña, son hechos
prácticamente irreversibles.
A principios del
siglo XV encontramos núcleos de población sometidos
ya bajo un poder
señorial ya constituido: Aguilar, Baena, el Carpio,
Morente, Luque, Montilla.. .otros se encuentran en proceso de
señorialización : Cabra, Cañete, Espejo,
Priego….y finalmente, núcleos de población
presionados, por un creciente proceso de
señorialización en torno suyo:
Córdoba, Bujalance, Santaella y Montoro
Pocas son las poblaciomnes que se pueden considerar
libres de un progresivo estado de de
dependencia señorial.
A finales de este último siglo, Córdoba y
su Reino se encuentran inmersos en un proceso bastante avanzado
que correspondería a las siguientes características:
señorialización creciente apreciable en las
mercedes regias de distintos lugares e intromisión de la
oligarquía nobiliaria de forma cada vez más acusada
en los puestos de la administración municipal o militar, y , en
segundo lugar, adquisición por parte de esta
oligarquía , de bienes
raíces en forma de casas en los núcleos de
población más importantes y de tierras de labranza
que contribuirán a reforzar desde el punto de vista
económico su ya preeminente posición
jurídica y social.
EL ESTAMENTO POPULAR
La inmensa mayoría de los habitantes de
Córdoba y de su Reino son campesinos. Campesinos que
trabajan en los grandes cortijos de la nobleza y de la
burguesía.
Un grupo no muy
grande, posee pequeñas propiedades en los ruedos de la
ciudad y de villas o bien trabaja en los pequeños huertos
unidos a la propia vivienda.
Al lado de la masa rural encontramos otro sector del
estamento popular que dedica su tiempo a tareas
no agrícolas, son innumerables los menestrales de los
medios
urbanos, los herreros, los albañiles, carpinteros,
armeros, silleros, canteros etc.
Los cristianos formaban la mayor parte de la
población, gentes procedentes de distintas provincias como
eran los castellanos, leoneses, navarros, gallegos y
asturianos
La historia de este incontable
grupo humano
la hemos podido seguir a través de uno de sus aspectos
más trágicos, porque tras el optimismo de las
conquistas del siglo XIII y el consiguiente repartimiento, es un
pueblo cuyo destino a lo largo de la Baja Edad Media
será sufrir. Sufrir epidemias, carestías, alza de
precios,
hambres…
Sus dificultades económicas comenzarán a
partir del último cuarto del siglo XIII, según ha
demostrado el profesor G. Jiménez, para prolongarse hasta
la segunda mitad del siglo XV, pero el siglo XIV se nos muestra
especialmente crítico.
La primera gran crisis de este
siglo en Córdoba llega con la Peste Negra que se inicia en
la ciudad a partir de marzo de 1349. Su intensidad parece que se
mantuvo hasta la mitad del mes de agosto del mismo año.
Pero esta calamidad no produciría el mayor descenso
demográfico del siglo. La peste de los años 1363-64
alzó una situación bastante más grave que
con la peste anterior: se comprueba una extensa mortandad unida a
una intensa carestía de dinero. La
carestía y la epidemia, máximos ingredientes de un
trauma fisiológico, se coaligan en estos
años.
La fecha 1375 señala el cúlmen más
agudo de otra nueva crisis que
llega cuando aún se padecen las consecuencias de la
anterior. Se trata en este caso de una crisis de
carácter exclusivamente económico que de nuevo
podemos constatar en 1383 y 1386-87.
Así, el pueblo llegaba a finales del siglo de los
desastres diezmado, famélico y físicamente
deshecho. Estos acontecimientos fueron germen de revueltas como
se demostraría en el Robo de la Judería en el
año 1391 y en los robos e incendios de
casas y haciendas de conversos- detentadores del poder
económico y social en Córdoba tras la
desaparición de la judería – ocurridos en
1479.
LAS MINORÍAS Y SU COMPORTAMIENTO:
JUDÍOS Y MUSULMANES
La documentación existente ofrece grandes
posibilidades para el estudio tanto de la minoría
judía como de la musulmana como elementos de suma
importancia en la composición de la población
cordobesa durante estos siglos.
El planteamiento y la exposición de la
problemática judía en Córdoba de este
período se encuentran condicionados por el comportamiento
y relaciones anteriores a la conquista de Córdoba por
Fernando III entre esta minoría étnica y religiosa
con la Monarquía castellano-leonesa, con la Iglesia y con
el pueblo.
La posición jurídica de la
población judía en la ciudad venía ya
señalada y determinada por el Fuero de Córdoba en
el que se mandaba que ningún judío, ni judío
converso pudiera tener autoridad
sobre ningún otro cristiano. Pero, a pesar de semejante
restricción, los judíos contaron siempre con el
apoyo de la Monarquía aún en la
desgracia.
Los judíos cordobeses, en su mayoría,
vivían reducidos en el barrio de la judería.
También lo hicieron, a partir de 1260, en las calles y
barrios más próximos a la judería. Su
radio de
acción y su residencias se alejaron aún más
de su núcleo original llegándose a instalar en La
Puerta de Hierro y en
Realejo de San Andrés. Esta ampliación a sectores
urbanos en los que se podrían encontrar indefensos,
muestra el
grado de seguridad que
obtuvieron y se les concedió en Córdoba durante la
segunda mitad del siglo XIII y casi todo el XIV.
Hecha una recensión de los oficios que ocupaban
los judíos cordobeses encontramos en primer lugar, los
almojarifes, y después a escala artesanal,
alfayates, ceradores, tejedores, bodegueros, albañiles,
tenderos etc., corredores y recaudadores.
No resulta posible, por ahora dar una cifra exacta del
número de judíos que vivieron en la Córdoba
medieval cristiana. Como toda comunidad, y esta
con más razón por sus peculiaridades, la cordobesa
contaba con todos los servicios
necesarios. Para la vida de la aljama dispone de servicios
religiosos, de seguridad y orden
a más de salvaguardar el cumplimiento de algunas leyes
específicas de la ley
judía.
Su estilo de operaciones
mercantiles en Córdoba confirma la opinión de que
los únicos que en Castilla conocían el valor del
dinero eran
los judíos. Porque en Córdoba se nos descubren
nuevos aspectos desconocidos en la relación de los
judíos con el
dinero-moneda.
No resulta fácil aportar datos concretos
sobre el tema de los préstamos e intereses ya que las
leyes
regulaban el interés.
En manos de los judíos vemos a conquistadores de
Córdoba, terratenientes y eclesiásticos. Nada
sabemos de la actuación de los judíos con el pueblo
llano, pero su comportamiento
debió ser más duro y exigente que con los
estamentos superiores.
Por ello el desquite no se hizo esperar. En 1391 el
pueblo ataca la judería con la expresa finalidad de robo
matando a unos y obligando a convertirse a los más. Era el
fin de la tan celebrada Judería cordobesa bajomedieval.
Las motivaciones socio-económicas del robo de la
judería si no explican enteramente dicho acto,
sí al menos ofrecen un cuadro de casualidades evidentes si
se relacionan con el cuadro ya descrito que sufre el pueblo
cordobés al final de esta centuria.
En cuanto a la problemática que presenta la
minoría musulmana es completamente diferente: en este caso
se trata de los vencidos. La cláusula impuesta por
Fernando III el día de la Capitulación en 1236
imponía el exilio a los musulmanes a quienes sólo
se respetaría su vida y libertad. A
los pocos años de la conquista, en 1241, la
documentación reconoce la existencia de la Morería
cordobesa, se trata de la legislación foral sobre
relaciones entre cristianos y musulmanes en la ciudad y su
término.
La revolución
mudéjar de 1263 obligó a los castellanos a un
replanteamiento de la situación social y jurídica
de los musulmanes, las consecuencias de esta temible
sublevación, según cuentan los cronistas
contemporáneos, en la morería de la ciudad parece
se manifiestan en la imposición, por parte de las
autoridades cristianas, de cargas tales como trabajos
obligatorios y gratuitos en la conservación de la Mezquita
y aportaciones para la reparación de las murallas de la
ciudad.
La comunidad
mudéjar parece ocupada en los trabajos campesinos, en los
oficios de zapatería, alarifes, caleros, herreros,
carpinteros etc. Los de los pueblos se engloban en el grupo de los
campesinos a jornal o bien se arriendan en tierras de
cristianos.
No conocemos ni la localización por barrios ni el
número de los mudéjares cordobeses en el s. XIII,
pero en el censo de los moriscos de 1582 su distribución en algunas colaciones
es:
COLACIONES NÚMERO MORISCOS
San Salvador 150
Santa María 589
Omnium Sanctorum 138
San Andrés 539
La Magdalena 79
Santa Marina 166
San Miguel 54
Total…………………………………………………………………1.769
Datos muy parciales ya que no existen para otras
parroquias, según O. Belmonte el 70 u 80 por ciento de los
mudéjares en tales fechas procedían de Granada y
sólo el resto eran cordobeses o bien descendientes de
aquellos musulmanes que regresaron a Córdoba tras la
conquista.
El asentamiento de la comunidad
mudéjar, su aljama, al menos la principal, estaría
situada en torno a la
llamada calle Morería en la parte más septentrional
de la villa, y la morisca, procedente sobre todo de Granada, en
la calle de Los Moriscos que desemboca en la plaza de Santa
Marina.
Por último, aunque no en el momento de la
conquista, pero a finales del siglo XIII existía en
Córdoba una colonia de extranjeros -francos, genoveses y
florentinos- establecidos en lo que se llamó "Barrio de
los Francos" por similitud al ya existente en Toledo.
LA CIUDAD EN EL SIGLO XIII
De 1236 a 1241 Córdoba atraviesa una serie de
vicisitudes: el regreso a sus hogares de las huestes que
habían realizado la conquista, pudo poner en peligro los
éxitos logrados mediante conquista, peligro que se
solucionó dejando en la ciudad una guarnición de
caballeros por orden del rey. Por otro lado, la
superpoblación que estaba sufriendo Córdoba a
raíz del regreso masivo de cristianos provocó la
escasez de viviendas y hambres. De 1238 a 1241 Fernando III
vuelve para dirigir personalmente la reorganización de
Córdoba.
EXTENSIÓN DE CÓRDOBA EN EL S.
XII
El repartimiento urbano de Córdoba es una
materia
todavía sin estudiar, sólo sabemos de ella a
través de una serie de artículos y referencias
indirectas sobre parroquias establecidas por Fernando XIII y
conventos aparecidos en el s. XIII, de tal forma que con tan
escasa información deducimos cual fue la
Córdoba que pasaron a habitar los cristianos
Las parroquias erigidas por Fernando III fueron catorce,
siete en la Madina y siete en la Ajarquía, su
localización es lo suficientemente dispersa como para
poder concluir
que, sin lugar a dudas, la Córdoba de este siglo
tenía una extensión aproximadamente igual a la de
la Madina y Ajarquía árabes, extensión que
se mantuvo, según parece confirmar un mapa de la ciudad de
1811, con pocas ampliaciones y que subsiste hasta principios del
siglo XX.
De este conjunto, al momento de la conquista, la Madina
estaba perfectamente amurallada, al igual que la Ajarquía
como así lo afirma J. González. En cuanto a la
exacta delimitación de las murallas de la Ajarquía
en la época de la conquista, resulta imposible tanto por
la ausencia de descripción literaria como por la
dificultad arqueológica de su reconstrucción. Sin
embargo sí resulta posible afirmar el origen de las
murallas que probablemente fueron almohade y almorávide, y
seguiría un trazado similar al que luego se
estableció en el resto de la Edad Media y
Moderna.
ESTUCTURA URBANA
Tras la conquista, la ciudad de Córdoba mantuvo
su centro comercial, artesano y eclesiástico-
administrativo en torno a la
Mezquita, prueba de ello es que inmediatamente después de
la reconquista fue erigida en Iglesia
Catedral y que el Alcázar de los Reyes Católicos se
construyera no muy lejos de ella.
Esta afirmación viene corroborada en el aspecto
económico por las donaciones que se conocen de locales
comerciales y la toponimia tradicional de las calles circundantes
a la catedral, que llevan nombres indudablemente medievales
referentes a oficios artesanos o labores comerciales.
Según estos datos, el centro
económico en el s. XIII, estaba en la antigua Madina, al
este de la catedral, centro que se extendía hacia el este,
hacia la Ajarquía, exactamente igual que en época
musulmana.
Los motivos de esta similitud probablemente fueron para
evitar discordancias, estando el centro político y
religioso en la Catedral, el centro económico cerco del
puerto fluvial que seguía funcionando activamente y que
implicaba también la ubicación en la zona la
Aduana.
La cercanía al río Guadalquivir
permitía las comunicaciones
con todo el sur y oeste andaluz, que además acogía
favorablemente el comercio de
pescado traído en barco desde Sevilla.
Pronto la zona económico-comercial de
Córdoba empezaría a emigrar hacia el
norte.
EVOLUCIÓN URBANA A PARTIR DEL SIGLO
XIII
Desde los siglos XIII al XVIII la ciudad de
Córdoba carece de expansión, víctima de una
economía
estancada, enferma demografía y modos de vida sin renovar.
Sin embargo en tan dilatado tiempo hubo una
serie de reformas, aunque escasas que merece la pena
mencionar.
TRAZADO DE LAS MURALLAS
Las murallas no eran reformadas, aparte por las razones
ya citadas, por otras de tipo militar que prohibían la
construcción de casas fuera de las murallas
para evitar que se impidiera el libre acceso al camino de ronda,
la seguridad
obligaba que no hubiera casas extramuros ya que el enemigo
podía hostilizarlas perdiendo de tal modo la muralla su
función defensiva.
A pesar de las prohibiciones, se localizaron en estos
lugares algunos arrabales que crecieron a lo largo de la Baja
Edad Media y
Moderna.
La longitud de las murallas fueron medidas
meticulosamente en ele siglo XVI por el regidor Andrés
Padilla y Morales dando como resultado un perímetro de
7278 metros. Estas murallas se comunicaban con el exterior a
través de trece puertas de servicio, que
no fueron todas coincidentes plenamente con las que conocemos de
época musulmana y romana.
Al norte: Puerta de Osario, antigua puerta de tiempos
romanos y califales; Puerta del Rincón; la de Colodro cuyo
nombre le viene de uno de los asaltantes cristianos de
época de la reconquista, y la de la Misericordia. No
existiendo buena visibilidad de la muralla entre la Puerta de
Colodro y la del Rincón se hizo preciso construir una
torre albarrana que fue la famosa torre de la malmuerta, nombre
que debe a una oscura leyenda que dice que un califa
emparedó en ella a una de sus mujeres por el delito de
infidelidad.
Las orientales eran: la de Plasencia y la de
Andújar, ambas probablemente de época árabe;
más al sur, por último se encontraba la Puerta de
Baeza.
En la parte meridional había dos, la del Sol y la
del Puente. Esta última era la más importante de la
ciudad, puesto que canalizaba todo el tráfico con el sur a
través de un puente romano y aunque existía desde
la antigüedad, fue reconstruida con estilo herreriano en
1571. De
la Puerta del Sol a la desembocadura de la calle San
Fernando, la muralla era, en su parte inferior, de época
romana, al oeste la muralla fue levantada para defensa del
Alcázar de los Reyes Cristianos en el siglo
XIV.
El lado occidental de la muralla contaba con tres
puertas: la Puerta de Gallegos, la de Almodovar y la Puerta de
Sevilla, las dos primeras coinciden con otras dos existentes en
tiempos romanos, siendo la tercera modificada durante la Edad Media,
aunque equivalente a una anterior.
El Alcázar es esencialmente obra de Alfonso XI,
aunque en él realizaron también modificaciones los
Trastamaras y los Reyes Católicos. El barrio de San
Basileo debe su nombre actual al convento de monjes de dicha
orden que se establecieron ahí en el siglo XVI , pero sus
orígenes se remontan al privilegio que dio Enrique III a
sus ballesteros para que allí se establecieran. El
cerramiento de este sector y su incorporación al recinto
amurallado, según Castejón, es realizado en el s.
XIV por Enrique II, quien erigió las defensas militares de
Córdoba para protegerla de incursiones
granadinas.
REFORMAS URBANÍSTICAS
Dentro de un rígido y estable trazado
urbanístico de tiempos árabes, pocas modificaciones
se realizaron en la Córdoba de intramuros, las
renovaciones y modificaciones realizadas se pueden reducir a
tres.
En primer lugar, se procedió a urbanizar la zona
comprendida entre el muro oriental de la Madina árabe y la
neta separación de esta con la Ajarquía, la
ejecución tiene como resultado la aparición del eje
urbano más importante de Córdoba, que desde la
Puerta Piscatoria, por la calle Mayor, se dirige en línea
recta hacia la Puerta del Rincón.
En segundo lugar, la creación de la plaza Mayor
de Córdoba, llamada más tarde de la Corredera, para
edificar junto a ella cárcel, pósito y casa de los
corregidores y en cuyo recinto se celebraban corridas de toros,
justas, ahorcamientos y autos de fe de
la Inquisición.
Durante el siglo XVI se acordó hacer un
andén desde el Rastro a la Puerta del Puente sobre las
ruinas de varias casas y restos de la antigua muralla, en 1574 se
plantó una alameda desde el molino de la Albolafia a la
fuente de las arcas, que desplazó el Campillo como lugar
de recreo.
Las tres reformas del trazado urbano nos ilustran sobre
el cambio de la
estructura
funcional en relación con el siglo XIII.
El centro económico de Córdoba, como ya
dijimos mencionamos antes, se empieza a desplazar, cada vez
depende menos de del religiosos administrativo
–Mezquita/Alcázar- y se desplaza hacia el este
pasando la plaza del Potro a constituirse en dicho centro
mercantil ganadero ya en el siglo XIV, será el centro de
contratación de los jornaleros para trabajos
agrícolas, y también centro de pícaros,
truhanes y vendedores que tanta importancia tienen en el siglo de
Oro español, razón por la cual muchos escritores
clásicos españoles citan dicha plaza como
típicamente cordobesa
A su vez, este desplazamiento del centro comercial
cordobés a la Plaza del Potro fue posible porque su
emplazamiento mediaba entre la calle Real, eje viario de la
Córdoba de entonces, y la plaza Mayor que cada vez se
define más como centro administrativo y
recreativo.
La función económica de la plaza del Potro
no es incompatible con que ella también se desarrollase a
lo largo de la calle Real y en sus alrededores,
A partir del siglo XIV se conoce el emplazamiento de
establecimientos comerciales en dicha zona. Esta dirección de los establecimientos
económicos cordobeses hacia el norte es un lento proceso
en busca del actual centro urbano que es la Plaza de las
Tendillas.
LAS FUNCIONES URBANAS
DE CÓRDOBA EN LA EDAD MEDIA Y
MODERNA
Hasta la definitiva conquista del Reino de Granada,
cordoba siguió desempeñando una clara
función militar.
Ello articuló un sólido sistema defensivo
en toda la Campiña para protegerse de los musulmanes
granadinos, fue centro de partida de operaciones para
las grandes campñas de la Reconquista, por ejemplo las de
Alfonso XI y Reyes Católicos, y proporcionó para
tales fines hombres, dinero y
cuantiosos bienes
materiales.
Después de desaparecer dicha frontra,
Espeña se lanza a otra gran epopeya: la conquista de
América. Pero Córdoba carece
aquí de papel
principal, función que sería legada a las
provincias de Sevilla y Cádiz, como centros de organización y partida hacia América.
Durante toda la época cristiano-medieval y
moderna, Córdoba es un gran centro agrario de primer orden
y con influencia en toda la campiña. Esto fue posible no
sólo porque Córdoba tenía una extensa y muy
fértil jurisdicción, sino también porque los
grandes latifundistas de la Campiña, entonces nobles,
tenían en casi su totalidad sus casas solariegas en esta
ciudad.
Y por último, en este largo período,
Córdoba no desempeña destacada función
industrial o comercial. La industria
pañera y sedera le confirió cierto espendlor en el
s. XVI y XVII, pero fue pasajero y limitado.
Comercialmente, aún existiendo hasta el siglo XVI
la navegación entre Córdoba y Sevilla, que tanta
vida ecónómica le había proporcionado en
tiempos anteriores, con posterioridad desapareció y los
sucesivos proyectos de
hacer navegable el Guadalquivir no se concretaron en nada
práctico.
Así, pues, Córdoba vio reducido su
comercio al
terrestre, que no traspasaba los límites del autoconsumo
local.
En este terreno económico no le alcanzó lo
más mínimo los beneficios que supusieron el
relanzamiento económico de España en
el siglo XVIII.
A pesar de las excelencias de la ciudad de
Córdoba esta pasa de ser docta, opulenta y rica a
despoblada y pobre
Autor:
Belén Suárez de Lezo