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Miguel de Cervantes Saavedra




Enviado por latiniando



    VIDA

    Miguel de Cervantes Saavedra tuvo una vida azarosa de la
    que poco se sabe con seguridad.
    Nació en Alcalá de Henares (Madrid), probablemente
    el 29 de septiembre de 1547. Pasó su adolescencia
    en varias ciudades españolas (Madrid, Sevilla) y con poco
    más de veinte años se fue a Roma al servicio del
    cardenal Acquaviva. Recorrió Italia, se
    enroló en la Armada española y en 1571
    participó con heroísmo en la batalla de Lepanto,
    donde comienza el declive del poderío turco en el
    Mediterráneo. Allí Cervantes resultó herido
    y perdió el movimiento del
    brazo izquierdo, por lo que fue llamado el Manco de
    Lepanto.
    En 1575, cuando regresaba a España, los
    corsarios le apresaron y llevaron a Argel, donde sufrió
    cinco años de cautiverio (1575-1580).

    Liberado por los frailes trinitarios, a su regreso a
    Madrid encontró a su familia en la
    ruina. Se casa en Esquivias (Toledo) con Catalina de Salazar y
    Palacios. Arruinada también su carrera militar, intenta
    sobresalir en las letras. Publica La Galatea (1585) y
    lucha, sin éxito, por destacar en el teatro. Sin
    medios para
    vivir, marcha a Sevilla como comisario de abastos para la Armada
    Invencible y recaudador de impuestos.
    Allí acaba en la cárcel por irregularidades en sus
    cuentas.
    Después se traslada a Valladolid. En 1605 publica la
    primera parte del Quijote. El éxito dura poco. De
    nuevo es encarcelado a causa de la muerte de
    un hombre delante
    de su casa. En 1606 regresa con la Corte a Madrid. Vive con
    apuros económicos y se entrega a la creación
    literaria. En sus últimos años publica las
    Novelas ejemplares (1613), el Viaje del Parnaso
    (1614), Ocho comedias y ocho entremeses (1615) y la
    segunda parte del Quijote (1615). El triunfo literario no
    lo libró de sus penurias económicas. Dedicó
    sus últimos meses de vida a Los trabajos de Persiles y
    Segismunda
    (de publicación póstuma, en 1617).
    Murió en Madrid el 22 de abril de 1616 y fue enterrado al
    día siguiente.

    SU OBRA: POESÍA Y TEATRO

    Cervantes centró sus primeros afanes literarios
    en la poesía y el teatro,
    géneros que nunca abandonaría. Su obra
    poética abarca sonetos, canciones, églogas,
    romances, letrillas y otros poemas menores
    dispersos o incluidos en sus comedias y en sus novelas.
    También escribió dos poemas
    mayores: Canto de Calíope (incluido en La
    Galatea
    ) y Viaje del Parnaso (1614). La
    valoración de su poesía se ha visto perjudicada por
    su publicación dispersa en otras obras, por la celebridad
    alcanzada por el autor en la novela e incluso
    por su propia confesión en este famoso terceto del
    Viaje del Parnaso:

    • Yo, que siempre trabajo y me
      desvelo

      por parecer que tengo de
      poeta

      la gracia que no quiso darme el
      cielo.

    Aunque en otras ocasiones se enorgullece de sus versos,
    en su tiempo no
    logró ser aceptado como poeta.

    Tampoco tuvo mejor suerte en el teatro, por el
    que se sintió atraído desde joven. Al regreso del
    cautiverio llegó a estrenar con éxito varias
    comedias. Pero tampoco sus contemporáneos lo aceptaron
    como dramaturgo. Cervantes, con una concepción
    clásica del teatro, tuvo que
    soportar el triunfo arrollador de Lope de Vega en la
    renovación de la escena española con su Arte
    nuevo de hacer comedias.
    De la primera época
    (1580-1587), anterior al triunfo de Lope de Vega, se conservan
    dos tragedias: El trato de Argel y La
    destrucción de Numancia.
    A la segunda época
    pertenecen las Ocho comedias y ocho entremeses nuevos, nunca
    representados
    (1615). Las comedias son El gallardo
    español, La casa de los celos y selvas de Ardenia, Los
    baños de Argel, El rufián dichoso, La gran Sultana
    doña Catalina de Oviedo, El laberinto de amor, La
    entretenida
    y Pedro de Urdemalas. Y éstos son
    los entremeses: El juez de los divorcios, El rufián
    viudo, La elección de los alcaldes de Daganzo, La guarda
    cuidadosa, El vizcaíno fingido, El retablo de las
    maravillas, La cueva de Salamanca
    y El viejo
    celoso.

    PROSA: LA GALATEA

    En la prosa narrativa Cervantes empezó
    escribiendo una novela pastoril
    que fue su primer libro
    publicado, con el título de Primera parte de La
    Galatea
    (1585). Como en otras novelas de su
    género, los personajes son pastores convencionales que
    cuentan sus penas amorosas y expresan sus sentimientos en una
    naturaleza
    idealizada. La Galatea se compone de seis libros en los
    cuales se desarrollan una historia principal y cuatro
    secundarias. La principal refiere los amores de los pastores
    Elicio y Galatea, a la cual su padre quiere casar con el rico
    Erastro. Y las secundarias añaden otros tantos episodios
    amorosos protagonizados también por pastores. Lo
    más importante reside en que ya en esta primera novela Cervantes
    aparece como un escritor renovador. Acepta las convenciones del
    género pastoril, pero a veces rompe el patrón
    idílico en las relaciones entre los pastores y en la
    geografía —convencional y real a un tiempo— del
    río Tajo. Lo más innovador es la integración
    de cuatro historias secundarias que acaban confluyendo en la
    acción principal y dejando abierta la posibilidad de una
    continuación. Esta segunda parte prometida fue a menudo
    recordada por Cervantes, hasta en la dedicatoria del
    Persiles, pero no se publicó nunca.

    NOVELAS EJEMPLARES

    Entre 1590 y 1612 Cervantes fue escribiendo una serie de
    novelas cortas
    que, después del reconocimiento obtenido con la primera
    parte del Quijote en 1605, acabaría reuniendo en
    1613 en la colección de Novelas
    ejemplares.

    En este cierre de las Novelas ejemplares se
    representa el proceso
    completo de la creación literaria: el alférez
    Campuzano se presenta como autor del Coloquio; el perro
    Berganza es el narrador del mismo al contar en él su vida;
    su compañero Cipión actúa como interlocutor
    crítico que corrige y matiza al narrador, y el licenciado
    Peralta interviene como lector del texto escrito
    por Campuzano. Si a ello se añade que El coloquio de
    los perros
    pretende superar las limitaciones de la novela
    picaresca incluyendo la perspectiva que allí faltaba, la
    del destinatario, y que el delirio producido por la fiebre de
    Campuzano en El casamiento engañoso da
    verosimilitud poética a sus desvaríos acerca del
    diálogo racional de unos perros, se
    comprenderá mejor la extraordinaria lección de
    teoría y práctica narrativas de esta genial mentira
    dotada de asombrosa coherencia artística: la verosimilitud
    literaria depende de sus reglas poéticas, no de su
    confrontación con la realidad externa.

    DON QUIJOTE: SUS
    ORÍGENES

    Es posible que Cervantes empezara a escribir el
    Quijote en alguno de sus periodos carcelarios a finales
    del siglo XVI. Mas casi nada se sabe con certeza. En el verano de
    1604 estaba terminada la primera parte, que apareció
    publicada a comienzos de 1605 con el título de El
    ingenioso hidalgo don Quijote de la
    Mancha.
    El éxito fue inmediato. En 1614
    aparecía en Tarragona la continuación
    apócrifa escrita por alguien oculto en el seudónimo
    de Alonso Fernández de Avellaneda, quien acumuló en
    el prólogo insultos contra Cervantes. Por entonces
    éste llevaba muy avanzada la segunda parte de su inmortal
    novela. La
    terminó muy pronto, acuciado por el robo literario y por
    las injurias recibidas. Por ello, a partir del capítulo
    59, no perdió ocasión de ridiculizar al falso
    Quijote y de asegurar la autenticidad de los verdaderos
    don Quijote y
    Sancho. Esta segunda parte apareció en 1615 con el
    título de El ingenioso caballero don Quijote de la
    Mancha.
    En 1617 las dos partes se publicaron juntas en
    Barcelona. Y desde entonces el Quijote se convirtió
    en uno de los libros
    más editados del mundo y, con el tiempo, traducido
    a todas las lenguas con tradición literaria.

    Algunos cervantistas han defendido la tesis de que
    Cervantes se propuso inicialmente escribir una novela corta del
    tipo de las "ejemplares". Esta idea se basa en la unidad de los
    seis primeros capítulos, en los que se lleva a cabo la
    primera salida de don Quijote, su
    regreso a casa descalabrado y el escrutinio de su biblioteca por el
    cura y el barbero. Otra razón es la estrecha
    relación sintáctica entre el comienzo de cada
    capítulo y el final del anterior. Y también apoya
    esta tesis la
    semejanza entre los seis primeros capítulos y el
    anónimo Entremés de los romances, donde el
    labrador Bartolo, enloquecido por la lectura de
    romances, abandona su casa para imitar a los héroes del
    romancero, defiende a una pastora y resulta apaleado por el zagal
    que la pretendía, y cuando es hallado por su familia imagina
    que lo socorre el marqués de Mantua. Pero la tesis de la
    novelita ejemplar es rechazada por otros estudiosos que
    consideran que Cervantes concibió desde el principio una
    novela extensa. Éstos argumentan que la unidad de la
    primera salida de don Quijote
    —sin Sancho Panza, para que no pueda presenciar la grotesca
    ceremonia en que su amo es armado caballero— adelanta la
    composición circular que se repite, ampliada, en las otras
    dos salidas; la semejanza con el Entremés de los
    romances
    puede ser una manifestación más de la
    presencia constante del romancero en el Quijote, y las
    relaciones sintácticas entre final y comienzo de
    capítulo no son exclusivas de la primera
    salida.

    Propósitos de Cervantes con el
    Quijote

    Lo que sí resulta seguro es que
    Cervantes escribió un libro
    divertido, rebosante de comicidad y humor, con el ideal
    clásico del deleitar aprovechando. Por eso quiso crear una
    obra para todos los lectores, según las capacidades de
    cada cual. Su ambición de totalidad abarca desde el lector
    más inocente hasta el más profundo, de modo que
    todo cuanto preocupa al ser humano parece incluido en sus
    páginas.

    Cervantes afirmó varias veces que su primera
    intención era mostrar a los lectores de la época
    los disparates de las novelas de
    caballerías. En efecto, el Quijote ofrece una
    parodia de las disparatadas invenciones de tales obras. Pero
    significa mucho más que una invectiva contra los libros de
    caballerías. Por la riqueza y complejidad de su contenido
    y de su estructura y
    técnica narrativa, la más grande novela de todos
    los tiempos admite muchos niveles de lectura, e
    interpretaciones tan diversas como considerarla una obra de
    humor, una burla del idealismo
    humano, una destilación de amarga ironía, un canto
    a la libertad o
    muchas más. También constituye una asombrosa
    lección de teoría y práctica literarias.
    Porque, con frecuencia, se discute sobre libros
    existentes y acerca de cómo escribir otros futuros, ya
    desde la primera parte: escrutinio de la biblioteca de
    don Quijote,
    lectura de
    El curioso impertinente en la venta de Juan
    Palomeque y disputa sobre libros de
    caballerías y de historia, revisión
    crítica de la novela y el
    teatro de la época en la conversación entre el cura
    y el canónigo toledano. En la segunda parte de la novela algunos
    personajes han leído ya la primera y hacen la
    crítica de la misma. La primera parte será
    así el punto de referencia de las discusiones sobre
    teoría literaria incluidas en la segunda. Teoría y
    ficción se integran con perfecta armonía en el
    coloquio entre Sansón Carrasco, don Quijote y Sancho, en
    episodios como la cueva de Montesinos y el retablo de Maese
    Pedro; y la teoría se ilustra con la práctica en
    las narraciones interpoladas en el relato principal, las cuales
    constituyen otras tantas formas de novelar representativas de los
    géneros narrativos anteriores a Cervantes.

    Entre otras aportaciones más, el Quijote
    ofrece asimismo un panorama de la sociedad
    española en su transición de los siglos XVI al
    XVII, con personajes de todas las clases
    sociales, representación de las más variadas
    profesiones y oficios, muestras de costumbres y creencias
    populares. Sus dos personajes centrales, don Quijote y Sancho,
    constituyen una síntesis poética del ser humano.
    Sancho representa el apego a los valores
    materiales,
    mientras que don Quijote ejemplifica la entrega a la defensa de
    un ideal libremente asumido. Mas no son dos figuras contrarias,
    sino complementarias, que muestran la complejidad de la persona,
    materialista e idealista a la vez.

    Personalidad de Don
    Quijote

    Muchos episodios del Quijote ejemplifican otros
    tantos casos de amor. El de
    don Quijote representa una concepción del amor
    caballeresco sustentada en la tradición del amor
    cortés. Por eso, antes de cada aventura, don Quijote
    invoca siempre a su amada Dulcinea y pide su amparo, porque
    ella es su señora y por ella se fortalecen las virtudes
    del caballero. En este sentido, Dulcinea del Toboso es uno de los
    ideales más sublimes de cuantos ha creado la mente
    humana.

    Don Quijote es también un modelo de
    aspiración a un ideal ético y estético de
    vida. Se hace caballero andante para defender la justicia en el
    mundo y desde el principio aspira a ser personaje literario. En
    suma, quiere hacer el bien y vivir la vida como una obra de
    arte. Se
    propone acometer "todo aquello que pueda hacer perfecto y famoso
    a un andante caballero". Por eso imita los modelos, entre
    los cuales el primero es Amadís de Gaula, a quien don
    Quijote emula en la penitencia de Sierra Morena. Como en la
    segunda parte don Quijote ya es personaje literario
    —protagonista de la primera—, en su tercera salida
    busca sobre todo el reconocimiento. Y lo encuentra en quienes han
    leído la primera parte: Sansón Carrasco, los
    duques… Ni siquiera cuando es vencido por el Caballero de la
    Blanca Luna y tiene que abandonar la caballería andante
    renuncia a su concepción de la vida como obra de arte: piensa en
    hacerse pastor, con lo cual el mito
    renacentista de la Arcadia pastoril sustituye al mito medieval
    de la caballería andante. De todo ello se desprende que el
    Quijote es una magna síntesis de vida y literatura, de vida vivida y
    vida soñada, como explica E. C. Riley; una genial
    integración de realismo y
    fantasía y una insuperable manifestación de las
    dificultades de novelar las complejas relaciones
    humanas desde múltiples perspectivas abarcadoras de la
    realidad siempre escurridiza. Todo lo humano es relativo.
    Ésta es la base de la generosa comprensión
    cervantina, que evita los dogmatismos y huye de simplificaciones.
    He aquí la genialidad del neologismo baciyelmo, creado por
    Sancho Panza para zanjar la disputa entre don Quijote, convencido
    de que se trata del yelmo de Mambrino, y los demás, que
    ven una bacía de barbero.

    El quijote como juego
    literario

    Muchos componentes del Quijote obedecen a su
    condición de novela concebida como un juego. Su
    construcción se sustenta en el artificio narrativo del
    manuscrito encontrado. Este procedimiento es
    parodia del mismo recurso empleado en los libros de
    caballerías. Pero Cervantes va mucho más
    allá, adueñándose de la máxima
    libertad
    artística que un autor haya logrado jamás. Varios
    elementos sobresalen en tan fecundo proceso. En la
    ficción, el historiador moro Cide Hamete Benengeli aparece
    como primer autor del Quijote, un morisco toledano es su
    primer traductor y el mismo Cervantes aparece ficcionalizado como
    segundo autor, que entrega a los lectores una historia sobre la cual
    podrá comentar lo que quiera porque la conoce toda de
    antemano por la traducción del morisco. Este juego de
    autores, traductores, narradores y lectores produce una gran
    libertad
    creadora a la vez que siembra la ambigüedad y la duda en
    muchas páginas, por ejemplo en el relato de la cueva de
    Montesinos. Cualquier perspectiva es posible. Siempre se
    podrá acusar de los engaños al moro Cide Hamete, al
    morisco traductor y aun al impresor, a quien, en la segunda
    parte, se culpa de las incoherencias cometidas en torno al robo del
    rucio de Sancho en la primera.

    El sistema
    lúdico abarca también la misma locura del
    protagonista. La locura era un motivo frecuente en la literatura del renacimiento,
    como prueban las obras de Ariosto y de Erasmo de Rotterdam. Don
    Quijote actúa como un paranoico enloquecido por los libros
    de caballerías. Unos lo consideran un loco rematado, otros
    creen que es un "loco entreverado", con intervalos de lucidez. En
    general se admite que don Quijote actúa como loco en lo
    concerniente a la caballería andante y razona con sano
    juicio en lo demás. Pero los escritores españoles
    Arturo Serrano Plaja y Gonzalo Torrente Ballester interpretan la
    locura de don Quijote como un juego
    codificado en la ficción según unas reglas que el
    caballero respeta siempre. Entrega su vida a un ideal sublime y
    se estrella contra la realidad porque los demás no cumplen
    las reglas del juego. Don
    Quijote finge estar loco y decide jugar a caballero andante. Para
    ello acude a los libros de caballerías, transforma la
    realidad y la acomoda a su ficción caballeresca: imagina
    castillos donde hay ventas, ve
    gigantes en molinos de viento.., y cuando se produce el
    descalabro también lo explica según el
    código caballeresco: los malos encantadores le han
    escamoteado la realidad, envidiosos de su gloria.

    Semejante juego narrativo resulta enriquecido por el
    perspectivismo y el relativismo, que se manifiestan en toda
    la novela, ya
    en la variedad de nombres que se atribuyen al hidalgo manchego:
    Quijada, Quesada, Quejana, Quijana y Alonso Quijano.
    Perspectivismo y relativismo aparecen también en la forma
    de muchos nombres comunes, como el neologismo baciyelmo, que
    resuelve una cuestión sin excluir ninguna perspectiva. En
    esto se revela la comprensión cervantina ante todo lo
    humano. Y la misma libertad que
    Cervantes reclamó para sí como creador se la
    concedió en idéntico grado a don Quijote, el primer
    personaje auténticamente libre de la literatura universal. El
    comienzo de la novela es bien conocido: "En un lugar de La
    Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo
    vivía un hidalgo". Con estas palabras Cervantes destaca
    que los hechos que va a contar no ocurrieron en tierras lejanas,
    como las historias de la caballería andante, sino muy
    cerca, en La Mancha, ni tampoco en tiempos remotos, sino ayer
    mismo. Se han dado muchas explicaciones a este comienzo de la
    novela: un octosílabo de un romance anónimo,
    negativa a decir el nombre del pueblo natal de don Quijote por
    deseo de incluir a toda La Mancha, comienzo característico
    de los cuentos
    populares, rechazo del autor al pueblo donde supuestamente estuvo
    preso y comenzó la novela. Sin negar estas razones Leo
    Spitzer y Avalle-Arce explican el comienzo del Quijote
    como una defensa de la libertad del
    creador y del personaje con repercusiones fundamentales en la
    evolución literaria. La literatura anterior a
    Cervantes se regía por unas convenciones restrictivas. En
    aquellos modelos
    tradicionales la cuna del héroe determinaba su vida
    futura. Amadís era hijo de reyes, nació en Gaula y
    estaba llamado a ser héroe. Lazarillo nació en el
    Tormes, era hijo de padres viles y será un
    antihéroe. En cambio
    Cervantes no especifica la cuna, ni la genealogía, ni el
    nombre exacto de don Quijote para que pueda caminar libre de todo
    determinismo, creando su propia realidad. Por eso a partir del
    Quijote la vida del personaje literario será
    más libre. Porque, como señala Carlos Fuentes,
    Cervantes ha puesto a dialogar a Amadís de Gaula con
    Lazarillo de Tormes y en el proceso ha
    disuelto para siempre la interpretación unívoca del
    mundo.

     

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