Durante muchos años se ha explicado el apogeo y
la ascensión de Roma argumentando
que se debía al carácter moral, las
instituciones
políticas, el talento militar y la buena
suerte del pueblo romano. Se basaban también en el entorno
físico de Roma e Italia,
afirmándose que Italia estaba
ubicada en el corazón
del mundo habitado. Se alabó la productividad de
la península italiana, ampliándose bajo los ojos de
sucesivos historiadores al conjunto de la región
mediterránea. En el caso específico de Italia, se
señala la longitud de la Península, la
extensión de los Apeninos y las variedades
climáticas que no dejan de estar relacionadas con ello y
son garantía de una variedad y una gama exhaustiva de
alimentos.
El Imperio Romano,
en su apogeo, a principios del
siglo III d.C, comprendía no solo las penínsulas,
islas y costas del Mediterráneo, así como grandes
extensiones del interior (hasta el borde del Sahara y hasta el
río Tigris), sino también zonas de Europa situadas
tan al norte como el sur de Escocia, el Rin y el Danubio
(además de una parte del sur de Alemania, al
otro lado del Rin y la Dacia al otro lado del Danubio central).
Además, bajo el principado, los avances más
extensos se hicieron en Europa mediante
el reinado del primer emperador, Augusto. Sus generales empujaron
la frontera septentrional desde los Alpes hasta el Danubio y
finalmente pacificaron la Península
Ibérica.
Más allá del motivo de la pura conquista,
consideraciones estratégicas y a veces económicas
desempeñaron algún papel en la
configuración de las campañas de los emperadores
que se mostraron más activos en el
terreno militar.
El imperio romano se
extendió mucho más allá del mundo
mediterráneo, sin embargo, durante todo el período
del principado, aproximadamente desde 27 a.C. hasta 235 d.C., el
eje político y la base cultural del imperio se encontraban
en el Mediterráneo.
ROMA, ITALIA Y LA ELITE
POLITICA
Roma era la sede de los emperadores, la corte y la
administración y además, la
residencia de cerca de un millón de personas. Era,
esencialmente, una ciudad parásita. Una ciudad que se
alimentaba del potencial humano y la riqueza de Italia y de las
numerosas provincias que constituían el imperio
romano.
El crecimiento fue espectacular, quintuplicándose
la población en dos siglos, con altos niveles
de inmigración y movimientos de esclavos de
las provincias. Las distribuciones de grano y las costosas obras
públicas fueron financiadas con impuestos
imperiales y rentas de propiedades públicas arrancadas de
los territorios de otros estados. Esta situación
privilegiada duró hasta finalizar el siglo III, momento en
que Diocleciano introdujo una administración
pública en Italia y creó impuestos sobre
la propiedad y de
capitación
Solo de forma lenta y a regañadientes
abrió la elite romana e italiana sus filas a los
provincianos, a la vez que siguió siendo muy selectiva en
los campos donde les permitía estar representados. Hasta
finales del siglo I, únicamente entraron en el senado
provincianos occidentales de lengua latina
y a partir de ahí y gradualmente, individuos de habla
griega.
La literatura de la
época, que fue creada por los portavoces de la elite
política y
cultural del imperio, revela actitudes que
ayudan a explicar la ausencia de hombres del norte en los altos
cargos, así como la orientación Mediterránea
del imperio durante la totalidad del período que nos
ocupa.
LA CIVILIZACION Y SUS LIMITES
Desde los objetivos
estratégicos de Augusto, la conquista de del norte y la
reconciliación del mundo griego con Roma, presentan
un marcado contraste.
Los romanos ilustrados reconocieron de forma progresiva
la superioridad de la cultura griega
, a la vez que familias aristocráticas de Roma y Grecia
forjaban vínculos de interés
mutuo.
Se nos cuenta como los romanos contribuyeron no solo
domando a los hombres salvajes de la montaña, sino
también haciéndoles bajar a los valles y
transformándoles en agricultores sedentarios. La estrategia dio
resultado entre los turdetanos de la Bética, la provincia
del sur de Hispania y tuvo menos éxito entre los lusitanos
y las tribus del norte. Estrabón, convencido de que los
pueblos de las montañas sostenían estas relaciones
de intercambio obligados por la pobreza de su
propio territorio y que su instinto natural era dedicarse al
pillaje. A su vez, el norte de Europa distante
del Mediterráneo era condenado por
incivilizado.
El Gobierno romano
abordaba las cosas de un modo pragmático y sus objetivos
culturales eran limitados; los pueblos fronterizos tenían
que ser domados, neutralizados y explotados. Los antiguos
vivían con solo un conocimiento
parcial incluso de la parte del mundo con la que estaban
familiarizados.
El ejercito romano impuso un poco de orden trazando o
midiendo en millas romanas, un sistema arterial
de carreteras y acumulando un conjunto de informaciones
razonablemente fidedignas sobre localidades
determinadas.
La perspectiva de los comentaristas y observadores
cambiaría a medida que iba adquiriéndose y
diseminándose información sobre el norte, y a medida que
se advertía el efecto de Roma en los
pueblos septentrionales. Es imposible detectar en la literatura una
suavización de la actitud o una
respuesta positiva al cambio
cultural y político en la zona comprendida entre el
noroeste de la Galia y Britania y el Bajo Danubio. De
Estrabón a Dion Casio, del principio al final del
período que nos interesa, la élite cultural del
imperio trazó una línea firme entre lo que
veía como el núcleo mediterráneo del imperio
y su periférica barbárica.
La conquista del norte no produjo, a su modo de ver, una
unidad cultural más amplia, Roma ensanchó su base
gubernamental y cultural, pero no hasta el extremo de asimilar el
norte.
II. GOBIERNO SIN BUROCRACIA
Un aparato funcionarial rudimentario era suficiente para
un Gobierno al que
solo le preocupaba los aspectos esenciales. Los objetivos
básicos del Gobierno eran
dos: mantener el orden y recaudar impuestos, para
pagar los salarios,
sufragar los gastos militares,
construir edificios y repartir alimentos en la
capital.
Los emperadores no llevaron a cabo grandes reformas
sociales ni económicas y no mostraron interés en
inmiscuirse en la vida de sus súbditos. No se
registró un aumento significativo en el número de
funcionarios nombrados por las autoridades. Es un imperio
subgobernado, si se compara con el chino.
Se daban una gran continuidad en las practicas
administrativas. Los limitados objetivos
económicos, se alcanzaban sin necesidad de recurrir a
dirigismos económicos. La naturaleza del
sistema
tributario no era normalizado, su supervisión era suficiente y
experimentó pocos cambios. Los emperadores instituyeron
censos provinciales regulares y recaudaron impuestos con
más eficacia que
cualquiera de los Gobierno
republicanos que les precedieron.
ADMINISTRACION CENTRAL Y PROVINCIAL
Había alrededor de cuarenta provincias en el
imperio romano,
las cuales eran gobernadas por un reducido número de
funcionarios, nombrados por las autoridades centrales, llamados
procónsules.
En el imperio, en general, una innovación fue el nombramiento de ecuestres
para que gobernasen Egipto y
varias provincias de poca importancia. En estas, dichos
funcionarios ostentaban al principio un título militar, el
de prefecto, y sus obligaciones
eran también predominantemente militares.
A continuación aparecen procuradores que ejercen
de funcionarios fiscales: recaudan el derecho de aduana, el
impuesto
sucesorio y otro indirectos.
La estructura de
la administración
financiera central contaba con la tesorería principal,
el aerarium, que recibía los impuestos
provinciales, encabezada por un par de prefectos que el emperador
escogía entre las filas de expretores. Se creo una
tesorería militar para proporcionar jubilación a
militares retirados. Aun así, la responsabilidad fiscal
recaía en los libertos del emperador y luego a partir de
mediados del siglo I, en un procurador ecuestre de alto rango,
que llevaba la contabilidad
de los ingresos y los
gastos del
imperio.
El emperador, era en esencia, responsable de las
decisiones que afectaran las normas de
actuación y el nombramiento de funcionarios imperiales;
escuchaba los consejos de quienes le rodeaban. Estos consejos
asesoraban al emperador en el desempeño de sus obligaciones
jurídicas en calidad de juez y
legislador.
La administración sigue siendo propia de
aficionados. Senadores y ecuestres pasaban solo una parte de su
vida laboral en el
cargo, y no recibían ninguna preparación especial.
Los profesionales administrativos eran los libertos y esclavos
del emperador.
LAS CIUDADES
El secreto del Gobierno sin
burocracia era
el sistema romano de
ciudades que se gobernaban a sí mismas y podían
cubrir las necesidades del imperio. Hay una expansión
notable de las unidades urbanas autónomas.
Como organizadores del imperio, lo que más
valoraban los romanos era la función administrativa de la
ciudad, sin que ello les hiciese perder de vista su papel
potencial como centro de romanización en zonas
recién conquistadas y no pacificadas del todo.
Los Eatatutos de las Ciudades
La colonia y el minicipium eran formas de organización normales en Occidente, pero
raras en Oriente. La colonia era una extensión de
Roma.
Un municipium poseía mayor libertad que
una colonia, porque contaba con sus propias leyes y propios
magistrados.
Las constituciones de las restantes ciudades del
imperio, eran tan diversas como las propias ciudades. Los tipos
de organización iban desde la polis griega,
con su compleja y venerada constitución, hasta las capitales tribales
de la Galia y Britania, que tendían a imitar las
prácticas constitucionales romanas. De ciudades
existían varias categorías privilegiadas, las
ciudades federadas, debían su nombre a que se
habían formado tratados con Roma
en los que se reconocían sus derechos. Las ciudades
libres se hallaban teóricamente exentas de injerencias por
parte del gobernador provincial.
Ciudades y Pueblos
Una ciudad era esencialmente una comunidad urbana
dotada de autogobierno, con una constitución regular que se centraba en un
consejo y unos magistrados y con un territorio rural bajo su
autoridad,
sobre todo ello, acabaron siendo víctimas de la inseguridad de
la época posterior a los Severos y de la
multiplicación de los impuestos para fines militares que
caracterizaron dicha época. La sustitución del
aristócrata local por el gobernador es sintomático
del cambio que se
había producido en la ciudad.
III. UNA ECONOMIA SUBDESARROLLADA
Un Modelo
sencillo.
La economía romana
estaba subdesarrollada. Las masas vivían en el nivel de
subsistencia, o cerca de él. Es preindustrial, con una
gran proporción de la fuerza
laboral
concentrada en el campo, que es el principal camino para las
inversiones y
también la principal fuente de riqueza, a su vez, las
inversiones en
la industrias
manufactureras es bajo. La tecnología atrasada
es una barrera más, que obstaculiza el incremento de la
productividad.
En la Roma antigua, predominaba la pequeña industria
artesanal, eran artículos de consumo
básico y baratos y la demanda de los
mismos era constante.
En Roma, al igual que en otras economías
preindustriales, el comercio
recibía parte del capital que no
recibía salida en la industria. Los
medios de
transporte
eran atrasados. Inevitablemente, la mayoría de las
regiones agrícolas apuntaban a la subsistencia, en lugar
de a la producción de un excedente
exportable.
En general, el atraso y los gastos de
transporte y
el nivel relativamente bajo de la demanda
limitaron las oportunidades de efectuar inversiones
lucrativas en el comercio.
Prestar dinero
producía más ganancias, los tipos de interés
eran altos donde había riesgo. Las
inversiones en
tierras ofrecían seguridad y unos
ingresos
continuos.
En las sociedades
preindustriales, el sistema de
valores que
predomina es el de una aristocracia hacendada, una clase
próspera integrada por mercaderes, que representa una
amenaza potencial para los aristócratas. En la Roma
antigua, no había ninguna perspectiva de que apareciese
una clase como la que acabamos de describir.
El Crecimiento y sus Límites
La subida de Augusto al trono fue el principio de una
era de Gobierno relativamente estable, requisito básico
para la recuperación económica y la
expansión. El nuevo régimen se hallaba entregado a
la causa de la paz civil y la pacificación de los enemigo
de Roma. El éxito de esta política
fomentó el desarrollo
económico interno y, en la medida que amplió el
territorio controlado por los romanos, agrandó los
horizontes económicos del imperio.
El problema de documentar el crecimiento
económico y medir su importancia se agudiza de forma
especial en el caso del comercio. Se
intenta demostrar la expansión del comercio
basándose en: que la exacción de impuestos
monetarios en las provincias por parte del Gobierno romano
incrementó en gran medida el volumen de
comercio en el
imperio; que los niveles de consumo eran
muy superiores en el período romano, que en el prerromano,
al menos en Occidente; que la mayor incidencia de naufragios,
haciendo suponer un mayor tráfico marítimo y por
último, se produjo un incremento de la oferta
monetaria, que permitió financiar un aumento del comercio
interregional.
Las autoridades jurídicas no se vieron sometidas
a grandes presiones por parte del mundo del comercio, para que
rompieran las arraigadas tradiciones del comportamiento
económico. Estas conclusiones son compatibles con la
hipótesis de que el intercambio y el
comercio, experimentaron un crecimiento modesto durante el
principado.
Los intereses y las necesidades del Gobierno romano eran
pocos. Aparte de la guerra y la
diplomacia, su preocupación básica era abastecer y
financiar el estamento militar, la burocracia y la
corte. Una vez cumplida la obligación permanente de
alimentar a la plebe de la ciudad de Roma, el Gobierno
tenía que gastar dinero en
edificios públicos y diversiones para la capital y
proporcionar periódicamente ayuda material a las
comunidades en tiempo de
crisis. El
impuesto sobre
las tierras agrícolas en todas las provincias, menos en
Italia, era el que servía para sufragar la mayor parte de
los gastos.
IV. LA TIERRA
La disposición de la propiedad
entre los ricos se representan en tres grandes tipos que se
corresponden aproximadamente con las tres categorías de
terratenientes:
a) La pequeña nobleza local tenia más o
menos toda su tierra en la
región de origen.
b) Los senadores de categoría media y los
ecuestres de procedencia municipal tenían uno o más
centros de propiedad,
además de sus fincas locales.
c) Los miembros más ricos de la élite
romana poseían un complejo de propiedades en Italia y en
el extranjero.
Era posible reunir las condiciones básicas para
ser senador acumulando propiedades sencillamente en el territorio
de donde se era oriundo y eso era lo que hacían muchos
hombres de ambición limitada.
Hubo un aumento de los intereses rústicos de
exmagnates municipales, siendo consecuencia natural de su
ascensión social y política. Los
senadores provinciales adquirían tierras en Italia, en
primer lugar cerca de la capital y a
escala
pequeña. Se les ordenó que incrementaran sus
intereses en Italia hasta que alcanzasen un tercio de su fortuna,
bajándose posteriormente a una cuarta parte.
Egipto fue un caso especial, puesto que se trataba de un
dominio
privado del emperador, y los senadores romanos y otros
funcionarios de alto rango tenían negado el acceso a
él. A los miembros de la familia
imperial y a los colaboradores más cercanos y allegados
del emperador, se les otorgaban las rentas de fincas
individuales, pero sin ser los propietarios de la
tierra.
El Tamaño de las Propiedades
El término latifundio aparece en las fuentes
literarias, precisamente en tiempos de esos hombres, a mediados
del siglo I d.C. Los agrónomos no querían entrar en
definiciones del término, pero se estipuló que con
un millón trescientos mil sestercios se podía
comprar un latifundio. Se califican así los ranchos donde
se cría el ganado a gran escala, o las
grandes plantaciones de cereales, con los ejemplos de Africa, Sicilia y
partes de Italia. También se usa el término para
referirse a fincas desperdigadas de una sola persona, que
juntando todas, forman un latifundio.
Hubo críticas a individuos que tenían en
sus manos inmensas extensiones de tierra
cultivable, parte de la cual había permitido que
degenerase en pastizales. Existe la suposición que las
propiedades de la mayoría de los hombres libres no se
hallaban concentradas en fincas inmensas, sino que eran diversas
propiedades más pequeñas y dispersas.
Las propiedades de los ricos estaban mucho más
fragmentados de lo que se ha imaginado, si pensamos en
términos de unidades de administración de trabajo.
Administración y Trabajo
En cuestiones de administración y trabajo, la clase
propietaria tenía varias opciones. Una de ellas era el
estamento esclavo, donde los esclavos constituían de modo
permanente tanto la fuerza
laboral como
la administración y se importaba mano de obra
temporal, libre o esclava, en los momento de máxima
actividad, concretamente la cosecha. Si el terrateniente no
administraba la tierra
directamente a través de un mayordomo esclavo, entonces
arrendaba la
tierra.
Un colono podía, en principio supervisar a los
trabajadores esclavos, que eran proporcionados generalmente por
el propio terrateniente. Por otro lado, un colono podía
explotar el mismo una finca bastante más pequeña
con la ayuda de su familia.
Además de las diferencias obvias en la duración del
contrato de
colonato y el nivel de las rentas , había también
variaciones en la forma de cobrar estas, que podía
consistir en un pago fijo, o en una proporción acordada de
la cosecha.
La esclavitud
agrícola estuvo en su apogeo durante los dos
últimos siglos de la república, al menos en el
centro y sur de Italia. El colonato se consideraba como una forma
aceptable de administrar las fincas rurales.
Hay que mencionar la teoría
de que el cambio de las
actitudes
económicas entre los terratenientes produjo una
oscilación hacia el colonato en los primeros tiempos del
principado. Este argumento se apoya en la precaria base de dos
supuestos: que bajo el principado los terratenientes mostraron
menos interés
por sus fincas que durante la república; y que cuanto
menos interés
sentía un terrateniente por su finca, más probable
era que recurriese al colonato. Pero al menos la tesis plantea
interrogantes que aún no hemos considerado acerca de las
actitudes de
los terratenientes ante sus inversiones
rurales.
La Productividad
La comparación entre lo antiguo y lo moderno, que
a menudo es implícita, al menos en la literatura, es especialmente
inútil. Tiene un interés intrínseco limitado
y no proporciona información alguna sobre las pautas
agrícolas de la Antigüedad. Poco se consigue
afirmando la ya obvio, que los antiguos no obtenían
cosechas de gran rendimiento, como por ejemplo el maíz y
las patatas, o para el caso, las variedades mejoradas del trigo
de que ahora disponen los agricultores. No se conocían los
métodos
modernos para mejorar la tierra,
entre los que destacan los fertilizantes químicos y las
técnicas avanzadas de riego, ni tan siquiera maquinaria
pesada. Lo que cuenta es la medida en que las necesidades
alimentaria de una sociedad se ven
satisfechas por la economía existente, y
en particular, por el sistema
agrícola predominante. La eficiencia y
productividad
de la agricultura
antigua deben juzgarse atendiendo a su capacidad de mantener a
las sociedades
antiguas a lo largo del tiempo.
En el caso de los rendimientos, hay que decir que
había enormes variaciones según las regiones y
terrenos de la cuenca del Mediterráneo. El resultado es
que los datos antiguos
que tenemos no corroboran la tesis de que
había rendimientos medios bajo en
el caso del trigo y de otros cereales. En el caso del
pequeño propietario, no está bien deducir o suponer
que tenía un rendimiento .
Se tenía que haber ya llevado a cabo una nueva
evaluación de la economía campesina
del período romano, una evaluación
que se libre del efecto de la premisa inicial en el sentido de
que dicha economía funcionaba
bajo una debilidad crónica que garantizaba su
derrumbamiento, excepto en la medida en que el agricultor pudiera
complementar sus ingresos y sus
recursos
alimentarios a cuenta de la finca.
V. EL ABASTECIMIENTO DEL IMPERIO
ROMANO
En la Roma de Augusto, la población rondaba el millón de
personas, de las cuales, los receptores de grano, se cifraba en
250.000 ciudadanos. Estos eran exclusivamente varones, con
derecho a ello a partir de los 10 años de edad. Esto da a
entender que había unas 675.000 personas dependientes de
este reparto de grano. Una población esclava del 30 por ciento, cifra
razonable, más los extranjeros libres y personas de alta y
baja condición que nada tenía que ver con el
reparto de grano, nos da aproximadamente la composición
del millón de habitantes. Era una cifra formidable, solo
alcanzada por Londres a finales del siglo XVIII. Roma pudo crecer
tanto y seguir siendo tan grande, solo porque aprovechó
los recursos de todo
el imperio.
El estado no se
ocupó de la importación de artículos de
consumo,
exceptuando el trigo. Se dice que Septimio Severo
añadió raciones de aceite y que Aureliano hizo lo
propio con carne de cerdo y vino barato.
El Ejército
Como cuerpo de consumidores, se hallaba dividido, a
diferencia de la ciudad de Roma. Había provincias con
contingentes permanentes, ya fuera de legionarios o auxiliares.
Esta dispersión impidió que se creara un sistema
integrado para abastecer al ejército. Además de la
comida, necesitaban una serie de materias primas tales como el
hierro, la
madera, otro
materiales de
construcción, animales para la
caballería, el transporte,
carne y cuero, productos de
la industria del
vestido, tales como capas, túnicas y mantas, otros
pertrechos y armas, antes de
llegar a las raciones alimentarias básicas. Cien mil
toneladas de grano, servirá a modo de cálculo
aproximado del consumo de
cereales por parte del ejército bajo Augusto, cifra que
ascendería hasta las ciento cincuenta mil toneladas bajo
Septimio Severo.
En general, las ciudades del mundo romano podían
hacer frente a las escaseces de alimentos que
padecían periódicamente, aunque, con una tendencia
creciente, se apoyaban en la autoridad y la
caridad imperial. Este problema disminuye una vez que el Gobierno
central reconoce que estaba muy interesado en la supervivencia y
el bienestar de las ciudades en general, aunque su interés
por ciudades individuales, era menor. Las ciudades eran
fundamentales para desempeñar una serie de obligaciones
administrativas esenciales, y por ello había que proteger
se viabilidad económica y su base
demográfica.
El flujo que se advertía en el campo debido a que
las unidades domésticas de los campesinos caían,
sobrevivían, emigraban y prosperaban, no deben confundirse
con el problema de la supervivencia del campesinado como clase.
Si no había supervivencia en la población agrícola, entonces las
ciudades que dependían del campo,
colapsarían.
Los impuestos y tributos eran
un fenómeno nuevo en las regiones que integraban el
imperio romano.
Lo que ocurría a consecuencia de las conquistas imperiales
y de la imposición de censos que abarcaban todo el
imperio, era que los impuestos se recaudaban de forma un poco
más eficiente que antes. Los tipos impositivos son
relativamente bajos, pero no era necesario subirlos, los
requisitos del Gobierno eran pocos, porque sus intereses eran
limitados.
VI. LA JERARQUIA SOCIAL
El principado de Augusto fue precedido de dos decenios
de guerras
civiles, en las cuales unos ejércitos cuyo tamaño
no tenía precedentes en la historia de Roma lucharon
por la supremacía de sus generales. Las perturbaciones
sociales penetraron en la unidad doméstica y en la
familia.
Augusto instauró su supremacía militar y
restauró la paz y el Gobierno constitucional.
Continuó existiendo la misma pauta de desigualdad y de
diferenciación social que había en bajo la
república. Bajo el principado en su conjunto, las
divisiones y tensiones nacidas de la distribución desigual de la riqueza, el
rango y la categoría social, tuvieron el contrapeso de
fuerzas de cohesión tales como la familia y
la unidad doméstica, las relaciones estructuradas de
índole vertical y horizontal entre individuos y unidades
domésticas y el aparato ideológico del Estado.
El sistema de adquisición y transmisión de
la propiedad era
la base, en el caso de Roma, del entramado de desigualdad social
y económica. La romana era una sociedad agraria
en la cual la riqueza consistía esencialmente en tierra y se
adquiría por herencia a
través de la
familia.
A los soldados se les recompensaba con una paga
adecuada, generosa en el caso de los oficiales, y una
remuneración sustanciosa al retirarse, lo cual les
permitía convertirse en miembros prósperos de la
comunidades locales.
La explotación directa de la mano de obra por
parte de propietarios ricos era un rasgo central de la sociedad imperial
romana. En el mundo romano, el enriquecimiento no
consistía en la acumulación de beneficios por medio
de la actividad de compañías que dieran empleo a
asalariados. En gran medida, la riqueza de los miembros de la
clase propietaria era generada por el trabajo de
sus dependientes personales.
Los Ordenes
Los órdenes son las categorías sociales
que el Estado
define por medio de reglas estatuarias. El orden senatorial
siguió siendo el más prestigioso, un reducido
círculo formado por varios centenares de familias a las
que se consideraban eminentes de acuerdo con las tradicionales
pautas de cuna, riqueza y excelencia moral. Una
serie de revisiones hizo que el número de senadores bajase
de 1.200 a 600.
Augusto desaprobó el matrimonio
legítimo entre senadores y libertas. El orden senatorial
no era una aristocracia hereditaria. Se intentó promover
el principio hereditario, así los hijos de los senadores
se les alentaba a seguir los pasos de su padre.
El segundo orden, el ecuestre, también se
caracterizaba por su origen aristocrático y no
profesional. Este orden era mucho más nutrido que el
senatorial. Bajo el principado, los emperadores comenzaron a dar
responsabilidades administrativas, además de las
militares, a los ecuestres.
Los decurions de las poblaciones del imperio
constituían el tercero de los órdenes
aristocráticos. Tenían que ser hombres de respetada
cuna, riqueza y dignidad moral. La
riqueza de algunos decurioes superaba a la que se exigía a
los senadores.
La finalidad de estos requisitos era garantizar que los
consejos locales se compusieran de propietarios, de hombres cuya
categoría social no ofreciera dudas. Las tres
órdenes de élite comprendían solo una
fracción minúscula de la población del imperio. Debajo de ellos, en
la jerarquía oficial, se hallaba la gran masa de los
hombres libres de condición humilde, y en lo más
bajo, los esclavos. El derecho romano
clasificaba a éstos como bienes muebles
y no como personas, que sus amos podían comprar, vender o
castigar a su voluntad.
La categoría social se manifestaba por la forma
de vestir, los senadores y sus hijos, llevaban toga con la amplia
faja de color
púrpura, los ecuestres por el anillo de oro y la franja
estrecha púrpura en la toga.
La condición social
La condición social de un romano se basaba en la
estimación social de su honor, es decir, en la percepción
de su prestigio por parte de quienes le rodeaban. Las
contradicciones entre la condición y el rango daban origen
a tensiones.
En cada orden había sutiles gradaciones de
condición social. Dentro del orden senatorial, que
experimentaba un gran movimiento de
familias, los que podían hacer alarde de antepasados
consulares, los nobles, sobresalían de la masa de
recién llegados.
La mayoría de los libertos eran hombres humildes,
se casaban con mujeres del mismo rango, a menudo seguían
dependiendo de sus anteriores amos y por consiguiente, no
presentaban ninguna contradicción difícil entre el
rango y la condición social.
VII. LA FAMILIA Y
LA UNIDAD DOMESTICA
Cuando los romanos de la época de Augusto
comparaban sus propios tiempos con el pasado idealizado, se
lamentaban de la decadencia de la moral
familiar La familia era la
unidad social básica por medio de la cual se
trasmitía la riqueza y la condición social. La
perpetuación de la aristocracia, las posibilidades de
movilidad social, la distribución de riqueza consistente en
tierras y otras cuestiones dependían fundamentalmente de
las pautas de comportamiento
de la familia.
En el primitivo derecho
romano, una mujer al casarse,
quedaba bajo la autoridad de
su esposo y dejaba la potestad y la unidad doméstica de su
padre para unirse a su esposo. El matrimonio no
podía romperse sin una causa seria y sin que la parte que
estuviera en falta, sufriera grandes pérdidas
económicas. Mientras el esposo vivía, la dote y las
propiedades de la esposa le pertenecían por completo. Al
morir el esposo, la esposa, según las reglas de la
sucesión, tenía derecho a una parte igual del
patrimonio en
calidad de
heredera principal junto a sus hijos.
Las mujeres romanas gozaban de una independencia
jurídica en el matrimonio,
restringida por diversas costumbres sociales. Los hombres de
Occidente se casaba por primera vez cuando rozaban los treinta y
las mujeres alrededor de los veinte. El hombre
tarde y la mujer
pronto.
Padres e Hijos.
El rasgo característico de las relaciones entre las
generaciones en las familias romanas era el autoritarismo. Aunque
los poderes del padre fueron objeto de modificaciones durante el
principado, la mayoría de ellos permanecieron
esencialmente intactos.
Tal vez el más notable fuera el poder de vida
y muerte. Hasta
finales del siglo IV, los padres romanos podían decidir
que criaban a sus hijos o si los exponían.
El paterfamilias tenía los derechos de propiedad
oficial sobre todos los bienes,
incluyendo los que sus hijos adquiriesen por medio del
trabajo.
Cuando el padre moría sin haber hecho testamento,
el derecho civil
disponía que la herencia
divisible se repartiera a partes iguales entre todos los hijos
legítimos (varones y mujeres).
La mortalidad infantil era común. La cuarta parte
de los recién nacidos no llegaba a cumplir un año
de edad y puede que hasta la mitad de ellos no alcanzaran los
diez años. Los que conseguían salir vivos de las
enfermedades
infantiles de su primer decenio podían esperar vivir otros
treinta y cinco o cuarenta años más. Las mujeres
romanas que llegaban a la edad adulta, tenían que dar a
luz una media
de cinco o seis hijos para que la población no entrara en
decadencia.
Se trazó una distinción básica
entre, por un lado, una pauta de matrimonio
tardío para los hombres y las mujeres que
típicamente vivían en unidades domésticas de
familias nucleares en la Europa
Occidental, y por otro lado, la pauta de matrimonio
temprano y familia numerosa,
extendida en la unidades domésticas de la Europa
Oriental.
VIII. LAS RELACIONES SOCIALES
El lugar de un romano en la sociedad estaba
en función del puesto que ocupase en la jerarquía
social, de su pertenencia a una familia y de su
participación en una red de relaciones personales
que salía al exterior partiendo de la unidad
doméstica.
Un hombre
podía tener amigos superiores, amigo iguales, amigos
inferiores y clientes
humildes, y la inclusión de otros en una de estas
categorías, dependía de los recursos que
tuvieran.
Los que podían intercambiar beneficios
comparables eran amigos de igual posición, mientras que la
mayoría ocupaba un lugar más alto o más bajo
en la jerarquía, de acuerdo con su capacidad de
corresponder con servicios
superiores o inferiores. Las tres categorías generales de
intercambio según la condición social eran las de
patrono y clientes, amigos
superiores e inferiores y amigos iguales.
Augusto procuró establecer su legitimidad no solo
restaurando el orden social, sino también demostrando se
propia supremacía en él por medio de los modos
tradicionales: el patronazgo y la beneficencia.
El emperador distribuía sus beneficios
individualmente entre los que tenían acceso a él, y
de forma más amplia, entre grupos
favorecidos, especialmente la plebe de Roma y el ejército.
A cambio, se
esperaba fidelidad y gratitud. Augusto veló por las
necesidades materiales de
las masas ocupándose de abastecerla de alimentos,
agua,
vivienda, espectáculos y de cuando en cuando, con dinero en
metálico a los varones.
Los filósofos romanos daban mucho valor a la
amistad y
hacían hincapié en que los amigos ideales
debían compartir inquietudes y valores
comunes de un modo totalmente desinteresado. Si un romano era
víctima de una catástrofe, por ejemplo un incendio
en su casa, existía la costumbre de que los amigos le
ayudaran a reconstruir su unidad doméstica.
Excluir a los amigos del testamento, o peor aún,
criticarlos en él era un insulto que llamaba la
atención pública. Pero detrás de la fachada
de cooperación, había rivalidad: si un amigo no
correspondía a un favor con otro de importancia pareja, se
arriesgaba a caer en la condición de amigo inferior, con
la consiguiente pérdida de honor.
IX. LA RELIGION
La religión oficial de
Roma era un racimo de creencias que se expresaban por medio de un
complejo sistema de instituciones
y rituales. Los romanos aceptaban la idea de que la seguridad y la
prosperidad de sus comunidades dependía de los dioses,
cuyos favores se conquistaban mediante el correcto cumplimiento
de toda la serie de prácticas de culto heredadas del
pasado. La supervisión de la religión del Estado se
hallaba en manos de la autoridades políticas.
Los sacerdocios eran desempeñados por los mismos hombres
que ocupaban cargos políticos.
Los cargos religiosos, al igual que todo lo
demás, quedaron bajo el control del
emperador. Los colegios sacerdotales se vieron privados de su
influencia en la toma de
decisiones políticas
y reorientados al servicio del
emperador.
Entre las cosas que Roma exportó al imperio, la
principal fue el culto a los emperadores. Fue la única
intrusión romana en el campo del culto que se
toleró en el mundo griego. La aceptación del culto
imperial no supuso el desplazamiento de los cultos a los dioses
tradicionales. Este culto imperial atrajo a Augusto, y
posteriormente a sus sucesores, porque podía utilizarse
para concentrar la lealtad de la gente de las provincias en la
persona del
emperador. El culto es importante por su novedad, su ubicuidad y
por sus funciones en
calidad de
transmisor de la ideología imperial, foco de la lealtad
para los muchos y mecanismo de progreso social para
pocos.
En Oriente prosperó el culto a Zeus, el
equivalente griego a Júpiter. El templo de Zeus
Olímpico en Atenas fue terminado bajo la dirección de Adriano, que adoptó el
título de Olimpios, como representante del dios en
la
tierra.
En Egipto se hizo
mucho daño a los cultos locales, porque se fue despojando
a las clases sacerdotales de su riqueza, su independencia
y sus privilegios. En general, los contactos de Roma con las
religiones
extranjeras se caracterizaron por la penetración
pacífica en vez de por la coacción.
La ascensión de Cristianismo.
El cristianismo
fue el principal beneficiario de que los defensores de la
religión
estatal no consiguieran controlar las innovaciones. Los
cristianos provocaban la persecución al negar los dioses
de Roma, lo que les valió la etiqueta de ateos.
Se siguió la política de Trajano
de no perseguirles. Cuando lo hicieron fue en contextos locales,
individuales, donde la ley y el orden
corrían peligro, debido a la agitación de los
adversarios entre los paganos y con menor frecuencia, entre los
judíos.
A pesar de todo, de vez en cuando los cristianos se
convertían en el centro de disturbios civiles. Los dioses
expresaban su ira mandando plaga, hambres y otros desastres
naturales, más la guerra civil y
la guerra con
otras naciones, cuya responsabilidad se atribuía a veces a los
cristianos.
Pero el cristianismo
ya era un éxito. No consiste en invocar un supuesto
debilitamiento de la estructura del
politeísmo que redujera su atractivo y diese más
ímpetu al cristianismo,
al contrario, en el nivel de la experiencia religiosa personal, el
paganismo daba muestras de una vitalidad considerable,
especialmente a las postrimerías del período que
estamos estudiando.
X. LA CULTURA
A raíz de la victoria de Augusto, las instituciones,
los valores y
la vida cultural de Roma, se ajustaron poco a poco a la
monarquía.
La consecuencia del imperialismo
romano, con todo, no fue tanto la romanización como la
forja de culturas distintivas al fundirse elementos imperiales y
locales. De modo parecido, en las provincias orientales donde ya
existía una cultura
cívica indígena arraigada y floreciente no se hizo
ningún intento de trastornarla o modificarla. En general
la romanización echó raíces profundas y
perduró únicamente en los sitios donde una
élite local abrazó con entusiasmo la cultura romana
y este espíritu brilló por su total ausencia en el
imperio oriental.
Roma
El estoicismo dominó el mundo de las ideas
durante gran parte del periodo. El sistema ético del
estoicismo era lo que atraía a los romanos. La ética
estoica había perdido sus rigideces de antaño, pues
había atravesado un período de concesiones y
simplificaciones doctrinales. Séneca y Epicteto
consideraban que su tarea era la de ayudar a todas las personas
que desearan sinceramente mejorar desde el punto de vista
moral.
La meta no era
la perfección, sino los progresos.
Los escritores necesitaban patronos. Un emperador
interesado en apoyar la literatura era un patrono
que superaba a todos los rivales, y este exigía alabanzas.
La literatura
latina no tuvo ningún representante distinguido, entre el
primer cuarto del siglo II y el último del IV. Las
actitudes de
los emperadores y el cambio del
clima
político en general surtieron un efecto negativo en la
creatividad
artística en Roma. Pese a ello, la época de Augusto
presenció un notable florecimiento de la literatura latina
y hubo pequeños movimientos culminantes en los reinados de
Nerón y Domiciano, que nada tenían de paladines de
la libertad.
Si bien se apagaron los géneros clásicos
de la literatura latina, la épica, la elegía, el
drama, la sátira y la historia, floreció la
oratoria o
retórica. El carácter de la vida pública
había cambiado y para diversos autores este cambio fue una
causa fundamental de la decadencia de su oratoria. Los
asuntos políticos importantes ya no se debatían
públicamente.
Sin embargo los representantes más brillantes de
la oratoria del
siglo II, los sofistas, del denominado Segundo Sofístico,
procedían del Oriente griego. Aplicaban su elocuencia a
objetivos
políticos, entre ellos conseguir que los emperadores
romanos y sus representantes otorgaran favores y recompensas a
individuos y comunidades. La popularidad de los sofistas refleja
la dominación general de la cultura griega
en el Mediterráneo durante el siglo II y principios del
III.
El descenso de la literatura latina, coincide con un
período de vitalidad de la literatura griega. Durante la
mayor parte del siglo, la historia de Roma la
escribieron griegos, u hombres de habla griega, en
griego.
Las artes visuales tienen como rasgo principal, la
creación de un arte oficial del
imperio con su propio mensaje reconocible y su propio repertorio
de formas artísticas. Las obras de arte y la
arquitectura
servían para reforzar las pretensiones y los
propósitos del emperador.
CONCLUSIÓN
La expansión de Roma, desde el 27 a.C hasta el
235 d.C, fue mucho más allá de la cuenca
Mediterránea. Los gobernantes tenían objetivos que
iban más allá. Consiguieron un nivel de unidad
política y
cultural nunca vistos. El Oriente griego acepta su dominio, el norte
de Africa, Francia y la
Península Ibérica, forman ya parte del imperio. El
mundo no Mediterráneo, la misión de
Roma era conquistar y pacificar en vez de difundir la
civilización grecorromana. Esta hegemonía de la
élite política y cultural del Mediterráneo
no se rompió hasta mediados del siglo II. Este vasto
imperio era administrado por unos poco funcionarios. Estos
debían sus ascensos a factores personales en lugar de a
unas reglas y respondían directamente al emperador. Los
objetivos del Gobierno eran hace cumplir la ley y velar por
el orden, así como recaudar rentas.
En lugar de reformar la administración central y
la provincial, siguieron la política tradicional
consistente en edificar una infraestructura de centros de
Gobierno local, que pudiera prestar servicios
prácticos al poder
imperial.
La extracción de los recursos de las
provincias siguió siendo responsabilidad de las ciudades bajo la supervisión de los gobernadores
provinciales
La sociedad, la
economía y
la cultura de
Roma y las provincias, no experimentaron transformaciones a pesar
de los constreñimientos que imponían las
expectativas limitadas del Gobierno, la gran extensión del
imperio y la diversidad de culturas que había en él
y el nivel relativamente primitivo de la vida
económica.
La economía estaba subdesarrollada, si se mide
por la pobreza de las
masas populares, el predominio de la mano de obra
agrícola, el atraso de la tecnología, la
importancia de la tierra como
fuente de riqueza y el poder de la
aristocracia hacendada. La paz y un Gobierno estable hizo posible
la prosperidad y el crecimiento
económico a escala
modesta.
El incremento de la producción agrícola en las
provincias occidentales se consiguió por medio de la
intensificación y la especialización de las
cosechas en vez de lograrse mediante la innovación tecnológica. Aun
así, una economía subdesarrollada pudo satisfacer
las exigencias del Gobierno romano. Funcionaba una
división triple, entre zonas que suministraban grano a
Roma en concepto de pago
de impuestos y rentas, alimentos para el
ejército y dinero para
pagar los sueldos de los civiles y militares, además de
otros desembolsos en metálico.
En el contexto urbano, la disposición de la
élite local a aportar dinero,
bienes y
servicios,
continuó cumpliendo su función de alejar la
catástrofe a falta de un sistema organizado de alivio del
hambre.
Augusto devolvió la estabilidad a la sociedad
romana y el orden social no se deshizo gracias a la acción
de la familia, de otra relaciones verticales y horizontales y del
poder
ideológico, jurídico y coactivo del Estado.
El sistema de la propiedad garantizaba que el acceso a
la propiedad productiva quedara limitada a la familia y se
trasmitiera de una generación a otra El sistema
jurídico establecía los derechos de propiedad y en
general, sostenía la dominación de las clases
propietarias. El sistema social se caracterizaba por la
dependencia personal directa
de los trabajadores de los patronos, lo cual era una base para la
explotación.
Los principales fenómenos son la aparición
de ex soldados en las filas de los propietarios y el
fortalecimiento de la posición de las élites
sociales, que supuso la extensión del sistema
jurídico romano más allá de Roma e
Italia.
La sociedad de Roma estaba obsesionada por la
condición social y el rango. Augusto adoptó el
sistema de rangos de la república, lo amplió y le
dio mayor definición. Se hizo hincapié en su
superioridad social por medio de la exigencia de propiedades, de
una indumentaria especial y de reglamentos restrictivos para el
matrimonio y el comportamiento. Los ecuestres pasaron a ser un
segundo orden aristocrático y los decuriones y tercero. A
partir de ahí estaban los esclavos y hombres libres de
condición humilde.
Los ex soldados y los ex esclavos eran dos grupos en
ascensión. Las pagas y los donativos eran suficientes para
que los veteranos se retirasen con una riqueza modesta, y si eran
oficiales, llegaba a ser considerable, ocupando probablemente
puestos en el Gobierno local.
La importancia de la familia en la sociedad era
significativa. En general, los emperadores se mostraron poco
dispuestos a alinear las leyes relativas a
la familia con el comportamiento
social. La imagen
clásica de la famila romana como unidad doméstica
patriarcal gobernada por un paterfamilias, es insostenible. La
diferencia de edad entre generaciones, reducían
considerablemente los efectos de la autoridad
paterna en los hijos varones.
Dadas las tasas de mortalidad paterna, las relaciones
personales fuera de la familia adquieren mucha importancia. Una
innovación del principado fue ampliar las
relaciones de patronazgo para que se abarcasen las
provincias.
La historia religiosa, gira en
torno a la
estabilidad re la religión oficial, la
confrontación de dioses y cultos oficiales e
indígenas en las localidades y la ascensión del
cristianismo.
Los emperadores hacían una distinción clara entre
sus preferencias religiosas personales y la religión
pública de Roma. El culto al gobernante fue el
único culto romano que pasó a ser más o
menos universal. Tres funciones
principales: la difusión de la ideología imperial,
la concentración de la lealtad de los súbditos en
el emperador y el progreso social y político de los
provincianos que presidían su funcionamiento.
Las religiones indígenas
se desintegraron. La transformación religiosa fue fruto de
una penetración pacífica.
El cristianismo, al que se identificó como
fuerza
subversiva pero no peligrosa, fue el principal beneficiario de la
actitud de
aceptación pasiva que el Gobierno romano adoptaba ante la
innovaciones , así como del permiso que daba al individuo
para que siguiera sus propias preferencias religiosas. El
cristianismo solo fue tolerado oficialmente después de la
persecución oficial, y no hubo ninguna persecución
durante el período del principado.
Los emperadores eran fundamentalmente conservadores: sus
innovaciones administrativas fueron limitadas y dejan entrever
que les interesaba más controlar a sus funcionarios que
dirigir las vidas de los súbditos.
Después que Roma surtiera el efecto inicial, la
romanización era una gran parte autodirigida, una
respuesta que las élites locales daban a la perspectiva de
ver mejorados su categoría, su riqueza y su poder bajo la
protección de la autoridad
imperial.
Autor:
Belén Suárez de Lezo