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Roma: Un Imperio Mediterráneo




Enviado por rmslba



    Durante muchos años se ha explicado el apogeo y
    la ascensión de Roma argumentando
    que se debía al carácter moral, las
    instituciones
    políticas, el talento militar y la buena
    suerte del pueblo romano. Se basaban también en el entorno
    físico de Roma e Italia,
    afirmándose que Italia estaba
    ubicada en el corazón
    del mundo habitado. Se alabó la productividad de
    la península italiana, ampliándose bajo los ojos de
    sucesivos historiadores al conjunto de la región
    mediterránea. En el caso específico de Italia, se
    señala la longitud de la Península, la
    extensión de los Apeninos y las variedades
    climáticas que no dejan de estar relacionadas con ello y
    son garantía de una variedad y una gama exhaustiva de
    alimentos.

    El Imperio Romano,
    en su apogeo, a principios del
    siglo III d.C, comprendía no solo las penínsulas,
    islas y costas del Mediterráneo, así como grandes
    extensiones del interior (hasta el borde del Sahara y hasta el
    río Tigris), sino también zonas de Europa situadas
    tan al norte como el sur de Escocia, el Rin y el Danubio
    (además de una parte del sur de Alemania, al
    otro lado del Rin y la Dacia al otro lado del Danubio central).
    Además, bajo el principado, los avances más
    extensos se hicieron en Europa mediante
    el reinado del primer emperador, Augusto. Sus generales empujaron
    la frontera septentrional desde los Alpes hasta el Danubio y
    finalmente pacificaron la Península
    Ibérica.

    Más allá del motivo de la pura conquista,
    consideraciones estratégicas y a veces económicas
    desempeñaron algún papel en la
    configuración de las campañas de los emperadores
    que se mostraron más activos en el
    terreno militar.

    El imperio romano se
    extendió mucho más allá del mundo
    mediterráneo, sin embargo, durante todo el período
    del principado, aproximadamente desde 27 a.C. hasta 235 d.C., el
    eje político y la base cultural del imperio se encontraban
    en el Mediterráneo.

    ROMA, ITALIA Y LA ELITE
    POLITICA

    Roma era la sede de los emperadores, la corte y la
    administración y además, la
    residencia de cerca de un millón de personas. Era,
    esencialmente, una ciudad parásita. Una ciudad que se
    alimentaba del potencial humano y la riqueza de Italia y de las
    numerosas provincias que constituían el imperio
    romano.

    El crecimiento fue espectacular, quintuplicándose
    la población en dos siglos, con altos niveles
    de inmigración y movimientos de esclavos de
    las provincias. Las distribuciones de grano y las costosas obras
    públicas fueron financiadas con impuestos
    imperiales y rentas de propiedades públicas arrancadas de
    los territorios de otros estados. Esta situación
    privilegiada duró hasta finalizar el siglo III, momento en
    que Diocleciano introdujo una administración
    pública en Italia y creó impuestos sobre
    la propiedad y de
    capitación

    Solo de forma lenta y a regañadientes
    abrió la elite romana e italiana sus filas a los
    provincianos, a la vez que siguió siendo muy selectiva en
    los campos donde les permitía estar representados. Hasta
    finales del siglo I, únicamente entraron en el senado
    provincianos occidentales de lengua latina
    y a partir de ahí y gradualmente, individuos de habla
    griega.

    La literatura de la
    época, que fue creada por los portavoces de la elite
    política y
    cultural del imperio, revela actitudes que
    ayudan a explicar la ausencia de hombres del norte en los altos
    cargos, así como la orientación Mediterránea
    del imperio durante la totalidad del período que nos
    ocupa.

    LA CIVILIZACION Y SUS LIMITES

    Desde los objetivos
    estratégicos de Augusto, la conquista de del norte y la
    reconciliación del mundo griego con Roma, presentan
    un marcado contraste.

    Los romanos ilustrados reconocieron de forma progresiva
    la superioridad de la cultura griega
    , a la vez que familias aristocráticas de Roma y Grecia
    forjaban vínculos de interés
    mutuo.

    Se nos cuenta como los romanos contribuyeron no solo
    domando a los hombres salvajes de la montaña, sino
    también haciéndoles bajar a los valles y
    transformándoles en agricultores sedentarios. La estrategia dio
    resultado entre los turdetanos de la Bética, la provincia
    del sur de Hispania y tuvo menos éxito entre los lusitanos
    y las tribus del norte. Estrabón, convencido de que los
    pueblos de las montañas sostenían estas relaciones
    de intercambio obligados por la pobreza de su
    propio territorio y que su instinto natural era dedicarse al
    pillaje. A su vez, el norte de Europa distante
    del Mediterráneo era condenado por
    incivilizado.

    El Gobierno romano
    abordaba las cosas de un modo pragmático y sus objetivos
    culturales eran limitados; los pueblos fronterizos tenían
    que ser domados, neutralizados y explotados. Los antiguos
    vivían con solo un conocimiento
    parcial incluso de la parte del mundo con la que estaban
    familiarizados.

    El ejercito romano impuso un poco de orden trazando o
    midiendo en millas romanas, un sistema arterial
    de carreteras y acumulando un conjunto de informaciones
    razonablemente fidedignas sobre localidades
    determinadas.

    La perspectiva de los comentaristas y observadores
    cambiaría a medida que iba adquiriéndose y
    diseminándose información sobre el norte, y a medida que
    se advertía el efecto de Roma en los
    pueblos septentrionales. Es imposible detectar en la literatura una
    suavización de la actitud o una
    respuesta positiva al cambio
    cultural y político en la zona comprendida entre el
    noroeste de la Galia y Britania y el Bajo Danubio. De
    Estrabón a Dion Casio, del principio al final del
    período que nos interesa, la élite cultural del
    imperio trazó una línea firme entre lo que
    veía como el núcleo mediterráneo del imperio
    y su periférica barbárica.

    La conquista del norte no produjo, a su modo de ver, una
    unidad cultural más amplia, Roma ensanchó su base
    gubernamental y cultural, pero no hasta el extremo de asimilar el
    norte.

    II. GOBIERNO SIN BUROCRACIA

    Un aparato funcionarial rudimentario era suficiente para
    un Gobierno al que
    solo le preocupaba los aspectos esenciales. Los objetivos
    básicos del Gobierno eran
    dos: mantener el orden y recaudar impuestos, para
    pagar los salarios,
    sufragar los gastos militares,
    construir edificios y repartir alimentos en la
    capital.

    Los emperadores no llevaron a cabo grandes reformas
    sociales ni económicas y no mostraron interés en
    inmiscuirse en la vida de sus súbditos. No se
    registró un aumento significativo en el número de
    funcionarios nombrados por las autoridades. Es un imperio
    subgobernado, si se compara con el chino.

    Se daban una gran continuidad en las practicas
    administrativas. Los limitados objetivos
    económicos, se alcanzaban sin necesidad de recurrir a
    dirigismos económicos. La naturaleza del
    sistema
    tributario no era normalizado, su supervisión era suficiente y
    experimentó pocos cambios. Los emperadores instituyeron
    censos provinciales regulares y recaudaron impuestos con
    más eficacia que
    cualquiera de los Gobierno
    republicanos que les precedieron.

    ADMINISTRACION CENTRAL Y PROVINCIAL

    Había alrededor de cuarenta provincias en el
    imperio romano,
    las cuales eran gobernadas por un reducido número de
    funcionarios, nombrados por las autoridades centrales, llamados
    procónsules.

    En el imperio, en general, una innovación fue el nombramiento de ecuestres
    para que gobernasen Egipto y
    varias provincias de poca importancia. En estas, dichos
    funcionarios ostentaban al principio un título militar, el
    de prefecto, y sus obligaciones
    eran también predominantemente militares.

    A continuación aparecen procuradores que ejercen
    de funcionarios fiscales: recaudan el derecho de aduana, el
    impuesto
    sucesorio y otro indirectos.

    La estructura de
    la administración
    financiera central contaba con la tesorería principal,
    el aerarium, que recibía los impuestos
    provinciales, encabezada por un par de prefectos que el emperador
    escogía entre las filas de expretores. Se creo una
    tesorería militar para proporcionar jubilación a
    militares retirados. Aun así, la responsabilidad fiscal
    recaía en los libertos del emperador y luego a partir de
    mediados del siglo I, en un procurador ecuestre de alto rango,
    que llevaba la contabilidad
    de los ingresos y los
    gastos del
    imperio.

    El emperador, era en esencia, responsable de las
    decisiones que afectaran las normas de
    actuación y el nombramiento de funcionarios imperiales;
    escuchaba los consejos de quienes le rodeaban. Estos consejos
    asesoraban al emperador en el desempeño de sus obligaciones
    jurídicas en calidad de juez y
    legislador.

    La administración sigue siendo propia de
    aficionados. Senadores y ecuestres pasaban solo una parte de su
    vida laboral en el
    cargo, y no recibían ninguna preparación especial.
    Los profesionales administrativos eran los libertos y esclavos
    del emperador.

    LAS CIUDADES

    El secreto del Gobierno sin
    burocracia era
    el sistema romano de
    ciudades que se gobernaban a sí mismas y podían
    cubrir las necesidades del imperio. Hay una expansión
    notable de las unidades urbanas autónomas.

    Como organizadores del imperio, lo que más
    valoraban los romanos era la función administrativa de la
    ciudad, sin que ello les hiciese perder de vista su papel
    potencial como centro de romanización en zonas
    recién conquistadas y no pacificadas del todo.

    Los Eatatutos de las Ciudades

    La colonia y el minicipium eran formas de organización normales en Occidente, pero
    raras en Oriente. La colonia era una extensión de
    Roma.

    Un municipium poseía mayor libertad que
    una colonia, porque contaba con sus propias leyes y propios
    magistrados.

    Las constituciones de las restantes ciudades del
    imperio, eran tan diversas como las propias ciudades. Los tipos
    de organización iban desde la polis griega,
    con su compleja y venerada constitución, hasta las capitales tribales
    de la Galia y Britania, que tendían a imitar las
    prácticas constitucionales romanas. De ciudades
    existían varias categorías privilegiadas, las
    ciudades federadas, debían su nombre a que se
    habían formado tratados con Roma
    en los que se reconocían sus derechos. Las ciudades
    libres se hallaban teóricamente exentas de injerencias por
    parte del gobernador provincial.

    Ciudades y Pueblos

    Una ciudad era esencialmente una comunidad urbana
    dotada de autogobierno, con una constitución regular que se centraba en un
    consejo y unos magistrados y con un territorio rural bajo su
    autoridad,
    sobre todo ello, acabaron siendo víctimas de la inseguridad de
    la época posterior a los Severos y de la
    multiplicación de los impuestos para fines militares que
    caracterizaron dicha época. La sustitución del
    aristócrata local por el gobernador es sintomático
    del cambio que se
    había producido en la ciudad.

    III. UNA ECONOMIA SUBDESARROLLADA

    Un Modelo
    sencillo.

    La economía romana
    estaba subdesarrollada. Las masas vivían en el nivel de
    subsistencia, o cerca de él. Es preindustrial, con una
    gran proporción de la fuerza
    laboral
    concentrada en el campo, que es el principal camino para las
    inversiones y
    también la principal fuente de riqueza, a su vez, las
    inversiones en
    la industrias
    manufactureras es bajo. La tecnología atrasada
    es una barrera más, que obstaculiza el incremento de la
    productividad.
    En la Roma antigua, predominaba la pequeña industria
    artesanal, eran artículos de consumo
    básico y baratos y la demanda de los
    mismos era constante.

    En Roma, al igual que en otras economías
    preindustriales, el comercio
    recibía parte del capital que no
    recibía salida en la industria. Los
    medios de
    transporte
    eran atrasados. Inevitablemente, la mayoría de las
    regiones agrícolas apuntaban a la subsistencia, en lugar
    de a la producción de un excedente
    exportable.

    En general, el atraso y los gastos de
    transporte y
    el nivel relativamente bajo de la demanda
    limitaron las oportunidades de efectuar inversiones
    lucrativas en el comercio.
    Prestar dinero
    producía más ganancias, los tipos de interés
    eran altos donde había riesgo. Las
    inversiones en
    tierras ofrecían seguridad y unos
    ingresos
    continuos.

    En las sociedades
    preindustriales, el sistema de
    valores que
    predomina es el de una aristocracia hacendada, una clase
    próspera integrada por mercaderes, que representa una
    amenaza potencial para los aristócratas. En la Roma
    antigua, no había ninguna perspectiva de que apareciese
    una clase como la que acabamos de describir.

    El Crecimiento y sus Límites

    La subida de Augusto al trono fue el principio de una
    era de Gobierno relativamente estable, requisito básico
    para la recuperación económica y la
    expansión. El nuevo régimen se hallaba entregado a
    la causa de la paz civil y la pacificación de los enemigo
    de Roma. El éxito de esta política
    fomentó el desarrollo
    económico interno y, en la medida que amplió el
    territorio controlado por los romanos, agrandó los
    horizontes económicos del imperio.

    El problema de documentar el crecimiento
    económico y medir su importancia se agudiza de forma
    especial en el caso del comercio. Se
    intenta demostrar la expansión del comercio
    basándose en: que la exacción de impuestos
    monetarios en las provincias por parte del Gobierno romano
    incrementó en gran medida el volumen de
    comercio en el
    imperio; que los niveles de consumo eran
    muy superiores en el período romano, que en el prerromano,
    al menos en Occidente; que la mayor incidencia de naufragios,
    haciendo suponer un mayor tráfico marítimo y por
    último, se produjo un incremento de la oferta
    monetaria, que permitió financiar un aumento del comercio
    interregional.

    Las autoridades jurídicas no se vieron sometidas
    a grandes presiones por parte del mundo del comercio, para que
    rompieran las arraigadas tradiciones del comportamiento
    económico. Estas conclusiones son compatibles con la
    hipótesis de que el intercambio y el
    comercio, experimentaron un crecimiento modesto durante el
    principado.

    Los intereses y las necesidades del Gobierno romano eran
    pocos. Aparte de la guerra y la
    diplomacia, su preocupación básica era abastecer y
    financiar el estamento militar, la burocracia y la
    corte. Una vez cumplida la obligación permanente de
    alimentar a la plebe de la ciudad de Roma, el Gobierno
    tenía que gastar dinero en
    edificios públicos y diversiones para la capital y
    proporcionar periódicamente ayuda material a las
    comunidades en tiempo de
    crisis. El
    impuesto sobre
    las tierras agrícolas en todas las provincias, menos en
    Italia, era el que servía para sufragar la mayor parte de
    los gastos.

    IV. LA TIERRA

    La disposición de la propiedad
    entre los ricos se representan en tres grandes tipos que se
    corresponden aproximadamente con las tres categorías de
    terratenientes:

    a) La pequeña nobleza local tenia más o
    menos toda su tierra en la
    región de origen.

    b) Los senadores de categoría media y los
    ecuestres de procedencia municipal tenían uno o más
    centros de propiedad,
    además de sus fincas locales.

    c) Los miembros más ricos de la élite
    romana poseían un complejo de propiedades en Italia y en
    el extranjero.

    Era posible reunir las condiciones básicas para
    ser senador acumulando propiedades sencillamente en el territorio
    de donde se era oriundo y eso era lo que hacían muchos
    hombres de ambición limitada.

    Hubo un aumento de los intereses rústicos de
    exmagnates municipales, siendo consecuencia natural de su
    ascensión social y política. Los
    senadores provinciales adquirían tierras en Italia, en
    primer lugar cerca de la capital y a
    escala
    pequeña. Se les ordenó que incrementaran sus
    intereses en Italia hasta que alcanzasen un tercio de su fortuna,
    bajándose posteriormente a una cuarta parte.

    Egipto fue un caso especial, puesto que se trataba de un
    dominio
    privado del emperador, y los senadores romanos y otros
    funcionarios de alto rango tenían negado el acceso a
    él. A los miembros de la familia
    imperial y a los colaboradores más cercanos y allegados
    del emperador, se les otorgaban las rentas de fincas
    individuales, pero sin ser los propietarios de la
    tierra.

    El Tamaño de las Propiedades

    El término latifundio aparece en las fuentes
    literarias, precisamente en tiempos de esos hombres, a mediados
    del siglo I d.C. Los agrónomos no querían entrar en
    definiciones del término, pero se estipuló que con
    un millón trescientos mil sestercios se podía
    comprar un latifundio. Se califican así los ranchos donde
    se cría el ganado a gran escala, o las
    grandes plantaciones de cereales, con los ejemplos de Africa, Sicilia y
    partes de Italia. También se usa el término para
    referirse a fincas desperdigadas de una sola persona, que
    juntando todas, forman un latifundio.

    Hubo críticas a individuos que tenían en
    sus manos inmensas extensiones de tierra
    cultivable, parte de la cual había permitido que
    degenerase en pastizales. Existe la suposición que las
    propiedades de la mayoría de los hombres libres no se
    hallaban concentradas en fincas inmensas, sino que eran diversas
    propiedades más pequeñas y dispersas.

    Las propiedades de los ricos estaban mucho más
    fragmentados de lo que se ha imaginado, si pensamos en
    términos de unidades de administración de trabajo.

    Administración y Trabajo

    En cuestiones de administración y trabajo, la clase
    propietaria tenía varias opciones. Una de ellas era el
    estamento esclavo, donde los esclavos constituían de modo
    permanente tanto la fuerza
    laboral como
    la administración y se importaba mano de obra
    temporal, libre o esclava, en los momento de máxima
    actividad, concretamente la cosecha. Si el terrateniente no
    administraba la tierra
    directamente a través de un mayordomo esclavo, entonces
    arrendaba la
    tierra.

    Un colono podía, en principio supervisar a los
    trabajadores esclavos, que eran proporcionados generalmente por
    el propio terrateniente. Por otro lado, un colono podía
    explotar el mismo una finca bastante más pequeña
    con la ayuda de su familia.
    Además de las diferencias obvias en la duración del
    contrato de
    colonato y el nivel de las rentas , había también
    variaciones en la forma de cobrar estas, que podía
    consistir en un pago fijo, o en una proporción acordada de
    la cosecha.

    La esclavitud
    agrícola estuvo en su apogeo durante los dos
    últimos siglos de la república, al menos en el
    centro y sur de Italia. El colonato se consideraba como una forma
    aceptable de administrar las fincas rurales.

    Hay que mencionar la teoría
    de que el cambio de las
    actitudes
    económicas entre los terratenientes produjo una
    oscilación hacia el colonato en los primeros tiempos del
    principado. Este argumento se apoya en la precaria base de dos
    supuestos: que bajo el principado los terratenientes mostraron
    menos interés
    por sus fincas que durante la república; y que cuanto
    menos interés
    sentía un terrateniente por su finca, más probable
    era que recurriese al colonato. Pero al menos la tesis plantea
    interrogantes que aún no hemos considerado acerca de las
    actitudes de
    los terratenientes ante sus inversiones
    rurales.

    La Productividad

    La comparación entre lo antiguo y lo moderno, que
    a menudo es implícita, al menos en la literatura, es especialmente
    inútil. Tiene un interés intrínseco limitado
    y no proporciona información alguna sobre las pautas
    agrícolas de la Antigüedad. Poco se consigue
    afirmando la ya obvio, que los antiguos no obtenían
    cosechas de gran rendimiento, como por ejemplo el maíz y
    las patatas, o para el caso, las variedades mejoradas del trigo
    de que ahora disponen los agricultores. No se conocían los
    métodos
    modernos para mejorar la tierra,
    entre los que destacan los fertilizantes químicos y las
    técnicas avanzadas de riego, ni tan siquiera maquinaria
    pesada. Lo que cuenta es la medida en que las necesidades
    alimentaria de una sociedad se ven
    satisfechas por la economía existente, y
    en particular, por el sistema
    agrícola predominante. La eficiencia y
    productividad
    de la agricultura
    antigua deben juzgarse atendiendo a su capacidad de mantener a
    las sociedades
    antiguas a lo largo del tiempo.

    En el caso de los rendimientos, hay que decir que
    había enormes variaciones según las regiones y
    terrenos de la cuenca del Mediterráneo. El resultado es
    que los datos antiguos
    que tenemos no corroboran la tesis de que
    había rendimientos medios bajo en
    el caso del trigo y de otros cereales. En el caso del
    pequeño propietario, no está bien deducir o suponer
    que tenía un rendimiento .

    Se tenía que haber ya llevado a cabo una nueva
    evaluación de la economía campesina
    del período romano, una evaluación
    que se libre del efecto de la premisa inicial en el sentido de
    que dicha economía funcionaba
    bajo una debilidad crónica que garantizaba su
    derrumbamiento, excepto en la medida en que el agricultor pudiera
    complementar sus ingresos y sus
    recursos
    alimentarios a cuenta de la finca.

    V. EL ABASTECIMIENTO DEL IMPERIO
    ROMANO

    En la Roma de Augusto, la población rondaba el millón de
    personas, de las cuales, los receptores de grano, se cifraba en
    250.000 ciudadanos. Estos eran exclusivamente varones, con
    derecho a ello a partir de los 10 años de edad. Esto da a
    entender que había unas 675.000 personas dependientes de
    este reparto de grano. Una población esclava del 30 por ciento, cifra
    razonable, más los extranjeros libres y personas de alta y
    baja condición que nada tenía que ver con el
    reparto de grano, nos da aproximadamente la composición
    del millón de habitantes. Era una cifra formidable, solo
    alcanzada por Londres a finales del siglo XVIII. Roma pudo crecer
    tanto y seguir siendo tan grande, solo porque aprovechó
    los recursos de todo
    el imperio.

    El estado no se
    ocupó de la importación de artículos de
    consumo,
    exceptuando el trigo. Se dice que Septimio Severo
    añadió raciones de aceite y que Aureliano hizo lo
    propio con carne de cerdo y vino barato.

    El Ejército

    Como cuerpo de consumidores, se hallaba dividido, a
    diferencia de la ciudad de Roma. Había provincias con
    contingentes permanentes, ya fuera de legionarios o auxiliares.
    Esta dispersión impidió que se creara un sistema
    integrado para abastecer al ejército. Además de la
    comida, necesitaban una serie de materias primas tales como el
    hierro, la
    madera, otro
    materiales de
    construcción, animales para la
    caballería, el transporte,
    carne y cuero, productos de
    la industria del
    vestido, tales como capas, túnicas y mantas, otros
    pertrechos y armas, antes de
    llegar a las raciones alimentarias básicas. Cien mil
    toneladas de grano, servirá a modo de cálculo
    aproximado del consumo de
    cereales por parte del ejército bajo Augusto, cifra que
    ascendería hasta las ciento cincuenta mil toneladas bajo
    Septimio Severo.

    En general, las ciudades del mundo romano podían
    hacer frente a las escaseces de alimentos que
    padecían periódicamente, aunque, con una tendencia
    creciente, se apoyaban en la autoridad y la
    caridad imperial. Este problema disminuye una vez que el Gobierno
    central reconoce que estaba muy interesado en la supervivencia y
    el bienestar de las ciudades en general, aunque su interés
    por ciudades individuales, era menor. Las ciudades eran
    fundamentales para desempeñar una serie de obligaciones
    administrativas esenciales, y por ello había que proteger
    se viabilidad económica y su base
    demográfica.

    El flujo que se advertía en el campo debido a que
    las unidades domésticas de los campesinos caían,
    sobrevivían, emigraban y prosperaban, no deben confundirse
    con el problema de la supervivencia del campesinado como clase.
    Si no había supervivencia en la población agrícola, entonces las
    ciudades que dependían del campo,
    colapsarían.

    Los impuestos y tributos eran
    un fenómeno nuevo en las regiones que integraban el
    imperio romano.
    Lo que ocurría a consecuencia de las conquistas imperiales
    y de la imposición de censos que abarcaban todo el
    imperio, era que los impuestos se recaudaban de forma un poco
    más eficiente que antes. Los tipos impositivos son
    relativamente bajos, pero no era necesario subirlos, los
    requisitos del Gobierno eran pocos, porque sus intereses eran
    limitados.

    VI. LA JERARQUIA SOCIAL

    El principado de Augusto fue precedido de dos decenios
    de guerras
    civiles, en las cuales unos ejércitos cuyo tamaño
    no tenía precedentes en la historia de Roma lucharon
    por la supremacía de sus generales. Las perturbaciones
    sociales penetraron en la unidad doméstica y en la
    familia.

    Augusto instauró su supremacía militar y
    restauró la paz y el Gobierno constitucional.
    Continuó existiendo la misma pauta de desigualdad y de
    diferenciación social que había en bajo la
    república. Bajo el principado en su conjunto, las
    divisiones y tensiones nacidas de la distribución desigual de la riqueza, el
    rango y la categoría social, tuvieron el contrapeso de
    fuerzas de cohesión tales como la familia y
    la unidad doméstica, las relaciones estructuradas de
    índole vertical y horizontal entre individuos y unidades
    domésticas y el aparato ideológico del Estado.

    El sistema de adquisición y transmisión de
    la propiedad era
    la base, en el caso de Roma, del entramado de desigualdad social
    y económica. La romana era una sociedad agraria
    en la cual la riqueza consistía esencialmente en tierra y se
    adquiría por herencia a
    través de la
    familia.

    A los soldados se les recompensaba con una paga
    adecuada, generosa en el caso de los oficiales, y una
    remuneración sustanciosa al retirarse, lo cual les
    permitía convertirse en miembros prósperos de la
    comunidades locales.

    La explotación directa de la mano de obra por
    parte de propietarios ricos era un rasgo central de la sociedad imperial
    romana. En el mundo romano, el enriquecimiento no
    consistía en la acumulación de beneficios por medio
    de la actividad de compañías que dieran empleo a
    asalariados. En gran medida, la riqueza de los miembros de la
    clase propietaria era generada por el trabajo de
    sus dependientes personales.

    Los Ordenes

    Los órdenes son las categorías sociales
    que el Estado
    define por medio de reglas estatuarias. El orden senatorial
    siguió siendo el más prestigioso, un reducido
    círculo formado por varios centenares de familias a las
    que se consideraban eminentes de acuerdo con las tradicionales
    pautas de cuna, riqueza y excelencia moral. Una
    serie de revisiones hizo que el número de senadores bajase
    de 1.200 a 600.

    Augusto desaprobó el matrimonio
    legítimo entre senadores y libertas. El orden senatorial
    no era una aristocracia hereditaria. Se intentó promover
    el principio hereditario, así los hijos de los senadores
    se les alentaba a seguir los pasos de su padre.

    El segundo orden, el ecuestre, también se
    caracterizaba por su origen aristocrático y no
    profesional. Este orden era mucho más nutrido que el
    senatorial. Bajo el principado, los emperadores comenzaron a dar
    responsabilidades administrativas, además de las
    militares, a los ecuestres.

    Los decurions de las poblaciones del imperio
    constituían el tercero de los órdenes
    aristocráticos. Tenían que ser hombres de respetada
    cuna, riqueza y dignidad moral. La
    riqueza de algunos decurioes superaba a la que se exigía a
    los senadores.

    La finalidad de estos requisitos era garantizar que los
    consejos locales se compusieran de propietarios, de hombres cuya
    categoría social no ofreciera dudas. Las tres
    órdenes de élite comprendían solo una
    fracción minúscula de la población del imperio. Debajo de ellos, en
    la jerarquía oficial, se hallaba la gran masa de los
    hombres libres de condición humilde, y en lo más
    bajo, los esclavos. El derecho romano
    clasificaba a éstos como bienes muebles
    y no como personas, que sus amos podían comprar, vender o
    castigar a su voluntad.

    La categoría social se manifestaba por la forma
    de vestir, los senadores y sus hijos, llevaban toga con la amplia
    faja de color
    púrpura, los ecuestres por el anillo de oro y la franja
    estrecha púrpura en la toga.

    La condición social

    La condición social de un romano se basaba en la
    estimación social de su honor, es decir, en la percepción
    de su prestigio por parte de quienes le rodeaban. Las
    contradicciones entre la condición y el rango daban origen
    a tensiones.

    En cada orden había sutiles gradaciones de
    condición social. Dentro del orden senatorial, que
    experimentaba un gran movimiento de
    familias, los que podían hacer alarde de antepasados
    consulares, los nobles, sobresalían de la masa de
    recién llegados.

    La mayoría de los libertos eran hombres humildes,
    se casaban con mujeres del mismo rango, a menudo seguían
    dependiendo de sus anteriores amos y por consiguiente, no
    presentaban ninguna contradicción difícil entre el
    rango y la condición social.

    VII. LA FAMILIA Y
    LA UNIDAD DOMESTICA

    Cuando los romanos de la época de Augusto
    comparaban sus propios tiempos con el pasado idealizado, se
    lamentaban de la decadencia de la moral
    familiar La familia era la
    unidad social básica por medio de la cual se
    trasmitía la riqueza y la condición social. La
    perpetuación de la aristocracia, las posibilidades de
    movilidad social, la distribución de riqueza consistente en
    tierras y otras cuestiones dependían fundamentalmente de
    las pautas de comportamiento
    de la familia.

    En el primitivo derecho
    romano, una mujer al casarse,
    quedaba bajo la autoridad de
    su esposo y dejaba la potestad y la unidad doméstica de su
    padre para unirse a su esposo. El matrimonio no
    podía romperse sin una causa seria y sin que la parte que
    estuviera en falta, sufriera grandes pérdidas
    económicas. Mientras el esposo vivía, la dote y las
    propiedades de la esposa le pertenecían por completo. Al
    morir el esposo, la esposa, según las reglas de la
    sucesión, tenía derecho a una parte igual del
    patrimonio en
    calidad de
    heredera principal junto a sus hijos.

    Las mujeres romanas gozaban de una independencia
    jurídica en el matrimonio,
    restringida por diversas costumbres sociales. Los hombres de
    Occidente se casaba por primera vez cuando rozaban los treinta y
    las mujeres alrededor de los veinte. El hombre
    tarde y la mujer
    pronto.

    Padres e Hijos.

    El rasgo característico de las relaciones entre las
    generaciones en las familias romanas era el autoritarismo. Aunque
    los poderes del padre fueron objeto de modificaciones durante el
    principado, la mayoría de ellos permanecieron
    esencialmente intactos.

    Tal vez el más notable fuera el poder de vida
    y muerte. Hasta
    finales del siglo IV, los padres romanos podían decidir
    que criaban a sus hijos o si los exponían.

    El paterfamilias tenía los derechos de propiedad
    oficial sobre todos los bienes,
    incluyendo los que sus hijos adquiriesen por medio del
    trabajo.

    Cuando el padre moría sin haber hecho testamento,
    el derecho civil
    disponía que la herencia
    divisible se repartiera a partes iguales entre todos los hijos
    legítimos (varones y mujeres).

    La mortalidad infantil era común. La cuarta parte
    de los recién nacidos no llegaba a cumplir un año
    de edad y puede que hasta la mitad de ellos no alcanzaran los
    diez años. Los que conseguían salir vivos de las
    enfermedades
    infantiles de su primer decenio podían esperar vivir otros
    treinta y cinco o cuarenta años más. Las mujeres
    romanas que llegaban a la edad adulta, tenían que dar a
    luz una media
    de cinco o seis hijos para que la población no entrara en
    decadencia.

    Se trazó una distinción básica
    entre, por un lado, una pauta de matrimonio
    tardío para los hombres y las mujeres que
    típicamente vivían en unidades domésticas de
    familias nucleares en la Europa
    Occidental, y por otro lado, la pauta de matrimonio
    temprano y familia numerosa,
    extendida en la unidades domésticas de la Europa
    Oriental.

    VIII. LAS RELACIONES SOCIALES

    El lugar de un romano en la sociedad estaba
    en función del puesto que ocupase en la jerarquía
    social, de su pertenencia a una familia y de su
    participación en una red de relaciones personales
    que salía al exterior partiendo de la unidad
    doméstica.

    Un hombre
    podía tener amigos superiores, amigo iguales, amigos
    inferiores y clientes
    humildes, y la inclusión de otros en una de estas
    categorías, dependía de los recursos que
    tuvieran.

    Los que podían intercambiar beneficios
    comparables eran amigos de igual posición, mientras que la
    mayoría ocupaba un lugar más alto o más bajo
    en la jerarquía, de acuerdo con su capacidad de
    corresponder con servicios
    superiores o inferiores. Las tres categorías generales de
    intercambio según la condición social eran las de
    patrono y clientes, amigos
    superiores e inferiores y amigos iguales.

    Augusto procuró establecer su legitimidad no solo
    restaurando el orden social, sino también demostrando se
    propia supremacía en él por medio de los modos
    tradicionales: el patronazgo y la beneficencia.

    El emperador distribuía sus beneficios
    individualmente entre los que tenían acceso a él, y
    de forma más amplia, entre grupos
    favorecidos, especialmente la plebe de Roma y el ejército.
    A cambio, se
    esperaba fidelidad y gratitud. Augusto veló por las
    necesidades materiales de
    las masas ocupándose de abastecerla de alimentos,
    agua,
    vivienda, espectáculos y de cuando en cuando, con dinero en
    metálico a los varones.

    Los filósofos romanos daban mucho valor a la
    amistad y
    hacían hincapié en que los amigos ideales
    debían compartir inquietudes y valores
    comunes de un modo totalmente desinteresado. Si un romano era
    víctima de una catástrofe, por ejemplo un incendio
    en su casa, existía la costumbre de que los amigos le
    ayudaran a reconstruir su unidad doméstica.

    Excluir a los amigos del testamento, o peor aún,
    criticarlos en él era un insulto que llamaba la
    atención pública. Pero detrás de la fachada
    de cooperación, había rivalidad: si un amigo no
    correspondía a un favor con otro de importancia pareja, se
    arriesgaba a caer en la condición de amigo inferior, con
    la consiguiente pérdida de honor.

    IX. LA RELIGION

    La religión oficial de
    Roma era un racimo de creencias que se expresaban por medio de un
    complejo sistema de instituciones
    y rituales. Los romanos aceptaban la idea de que la seguridad y la
    prosperidad de sus comunidades dependía de los dioses,
    cuyos favores se conquistaban mediante el correcto cumplimiento
    de toda la serie de prácticas de culto heredadas del
    pasado. La supervisión de la religión del Estado se
    hallaba en manos de la autoridades políticas.
    Los sacerdocios eran desempeñados por los mismos hombres
    que ocupaban cargos políticos.

    Los cargos religiosos, al igual que todo lo
    demás, quedaron bajo el control del
    emperador. Los colegios sacerdotales se vieron privados de su
    influencia en la toma de
    decisiones políticas
    y reorientados al servicio del
    emperador.

    Entre las cosas que Roma exportó al imperio, la
    principal fue el culto a los emperadores. Fue la única
    intrusión romana en el campo del culto que se
    toleró en el mundo griego. La aceptación del culto
    imperial no supuso el desplazamiento de los cultos a los dioses
    tradicionales. Este culto imperial atrajo a Augusto, y
    posteriormente a sus sucesores, porque podía utilizarse
    para concentrar la lealtad de la gente de las provincias en la
    persona del
    emperador. El culto es importante por su novedad, su ubicuidad y
    por sus funciones en
    calidad de
    transmisor de la ideología imperial, foco de la lealtad
    para los muchos y mecanismo de progreso social para
    pocos.

    En Oriente prosperó el culto a Zeus, el
    equivalente griego a Júpiter. El templo de Zeus
    Olímpico en Atenas fue terminado bajo la dirección de Adriano, que adoptó el
    título de Olimpios, como representante del dios en
    la
    tierra.

    En Egipto se hizo
    mucho daño a los cultos locales, porque se fue despojando
    a las clases sacerdotales de su riqueza, su independencia
    y sus privilegios. En general, los contactos de Roma con las
    religiones
    extranjeras se caracterizaron por la penetración
    pacífica en vez de por la coacción.

    La ascensión de Cristianismo.

    El cristianismo
    fue el principal beneficiario de que los defensores de la
    religión
    estatal no consiguieran controlar las innovaciones. Los
    cristianos provocaban la persecución al negar los dioses
    de Roma, lo que les valió la etiqueta de ateos.

    Se siguió la política de Trajano
    de no perseguirles. Cuando lo hicieron fue en contextos locales,
    individuales, donde la ley y el orden
    corrían peligro, debido a la agitación de los
    adversarios entre los paganos y con menor frecuencia, entre los
    judíos.

    A pesar de todo, de vez en cuando los cristianos se
    convertían en el centro de disturbios civiles. Los dioses
    expresaban su ira mandando plaga, hambres y otros desastres
    naturales, más la guerra civil y
    la guerra con
    otras naciones, cuya responsabilidad se atribuía a veces a los
    cristianos.

    Pero el cristianismo
    ya era un éxito. No consiste en invocar un supuesto
    debilitamiento de la estructura del
    politeísmo que redujera su atractivo y diese más
    ímpetu al cristianismo,
    al contrario, en el nivel de la experiencia religiosa personal, el
    paganismo daba muestras de una vitalidad considerable,
    especialmente a las postrimerías del período que
    estamos estudiando.

    X. LA CULTURA

    A raíz de la victoria de Augusto, las instituciones,
    los valores y
    la vida cultural de Roma, se ajustaron poco a poco a la
    monarquía.

    La consecuencia del imperialismo
    romano, con todo, no fue tanto la romanización como la
    forja de culturas distintivas al fundirse elementos imperiales y
    locales. De modo parecido, en las provincias orientales donde ya
    existía una cultura
    cívica indígena arraigada y floreciente no se hizo
    ningún intento de trastornarla o modificarla. En general
    la romanización echó raíces profundas y
    perduró únicamente en los sitios donde una
    élite local abrazó con entusiasmo la cultura romana
    y este espíritu brilló por su total ausencia en el
    imperio oriental.

    Roma

    El estoicismo dominó el mundo de las ideas
    durante gran parte del periodo. El sistema ético del
    estoicismo era lo que atraía a los romanos. La ética
    estoica había perdido sus rigideces de antaño, pues
    había atravesado un período de concesiones y
    simplificaciones doctrinales. Séneca y Epicteto
    consideraban que su tarea era la de ayudar a todas las personas
    que desearan sinceramente mejorar desde el punto de vista
    moral.
    La meta no era
    la perfección, sino los progresos.

    Los escritores necesitaban patronos. Un emperador
    interesado en apoyar la literatura era un patrono
    que superaba a todos los rivales, y este exigía alabanzas.
    La literatura
    latina no tuvo ningún representante distinguido, entre el
    primer cuarto del siglo II y el último del IV. Las
    actitudes de
    los emperadores y el cambio del
    clima
    político en general surtieron un efecto negativo en la
    creatividad
    artística en Roma. Pese a ello, la época de Augusto
    presenció un notable florecimiento de la literatura latina
    y hubo pequeños movimientos culminantes en los reinados de
    Nerón y Domiciano, que nada tenían de paladines de
    la libertad.

    Si bien se apagaron los géneros clásicos
    de la literatura latina, la épica, la elegía, el
    drama, la sátira y la historia, floreció la
    oratoria o
    retórica. El carácter de la vida pública
    había cambiado y para diversos autores este cambio fue una
    causa fundamental de la decadencia de su oratoria. Los
    asuntos políticos importantes ya no se debatían
    públicamente.

    Sin embargo los representantes más brillantes de
    la oratoria del
    siglo II, los sofistas, del denominado Segundo Sofístico,
    procedían del Oriente griego. Aplicaban su elocuencia a
    objetivos
    políticos, entre ellos conseguir que los emperadores
    romanos y sus representantes otorgaran favores y recompensas a
    individuos y comunidades. La popularidad de los sofistas refleja
    la dominación general de la cultura griega
    en el Mediterráneo durante el siglo II y principios del
    III.

    El descenso de la literatura latina, coincide con un
    período de vitalidad de la literatura griega. Durante la
    mayor parte del siglo, la historia de Roma la
    escribieron griegos, u hombres de habla griega, en
    griego.

    Las artes visuales tienen como rasgo principal, la
    creación de un arte oficial del
    imperio con su propio mensaje reconocible y su propio repertorio
    de formas artísticas. Las obras de arte y la
    arquitectura
    servían para reforzar las pretensiones y los
    propósitos del emperador.

    CONCLUSIÓN

    La expansión de Roma, desde el 27 a.C hasta el
    235 d.C, fue mucho más allá de la cuenca
    Mediterránea. Los gobernantes tenían objetivos que
    iban más allá. Consiguieron un nivel de unidad
    política y
    cultural nunca vistos. El Oriente griego acepta su dominio, el norte
    de Africa, Francia y la
    Península Ibérica, forman ya parte del imperio. El
    mundo no Mediterráneo, la misión de
    Roma era conquistar y pacificar en vez de difundir la
    civilización grecorromana. Esta hegemonía de la
    élite política y cultural del Mediterráneo
    no se rompió hasta mediados del siglo II. Este vasto
    imperio era administrado por unos poco funcionarios. Estos
    debían sus ascensos a factores personales en lugar de a
    unas reglas y respondían directamente al emperador. Los
    objetivos del Gobierno eran hace cumplir la ley y velar por
    el orden, así como recaudar rentas.

    En lugar de reformar la administración central y
    la provincial, siguieron la política tradicional
    consistente en edificar una infraestructura de centros de
    Gobierno local, que pudiera prestar servicios
    prácticos al poder
    imperial.

    La extracción de los recursos de las
    provincias siguió siendo responsabilidad de las ciudades bajo la supervisión de los gobernadores
    provinciales

    La sociedad, la
    economía y
    la cultura de
    Roma y las provincias, no experimentaron transformaciones a pesar
    de los constreñimientos que imponían las
    expectativas limitadas del Gobierno, la gran extensión del
    imperio y la diversidad de culturas que había en él
    y el nivel relativamente primitivo de la vida
    económica.

    La economía estaba subdesarrollada, si se mide
    por la pobreza de las
    masas populares, el predominio de la mano de obra
    agrícola, el atraso de la tecnología, la
    importancia de la tierra como
    fuente de riqueza y el poder de la
    aristocracia hacendada. La paz y un Gobierno estable hizo posible
    la prosperidad y el crecimiento
    económico a escala
    modesta.

    El incremento de la producción agrícola en las
    provincias occidentales se consiguió por medio de la
    intensificación y la especialización de las
    cosechas en vez de lograrse mediante la innovación tecnológica. Aun
    así, una economía subdesarrollada pudo satisfacer
    las exigencias del Gobierno romano. Funcionaba una
    división triple, entre zonas que suministraban grano a
    Roma en concepto de pago
    de impuestos y rentas, alimentos para el
    ejército y dinero para
    pagar los sueldos de los civiles y militares, además de
    otros desembolsos en metálico.

    En el contexto urbano, la disposición de la
    élite local a aportar dinero,
    bienes y
    servicios,
    continuó cumpliendo su función de alejar la
    catástrofe a falta de un sistema organizado de alivio del
    hambre.

    Augusto devolvió la estabilidad a la sociedad
    romana y el orden social no se deshizo gracias a la acción
    de la familia, de otra relaciones verticales y horizontales y del
    poder
    ideológico, jurídico y coactivo del Estado.

    El sistema de la propiedad garantizaba que el acceso a
    la propiedad productiva quedara limitada a la familia y se
    trasmitiera de una generación a otra El sistema
    jurídico establecía los derechos de propiedad y en
    general, sostenía la dominación de las clases
    propietarias. El sistema social se caracterizaba por la
    dependencia personal directa
    de los trabajadores de los patronos, lo cual era una base para la
    explotación.

    Los principales fenómenos son la aparición
    de ex soldados en las filas de los propietarios y el
    fortalecimiento de la posición de las élites
    sociales, que supuso la extensión del sistema
    jurídico romano más allá de Roma e
    Italia.

    La sociedad de Roma estaba obsesionada por la
    condición social y el rango. Augusto adoptó el
    sistema de rangos de la república, lo amplió y le
    dio mayor definición. Se hizo hincapié en su
    superioridad social por medio de la exigencia de propiedades, de
    una indumentaria especial y de reglamentos restrictivos para el
    matrimonio y el comportamiento. Los ecuestres pasaron a ser un
    segundo orden aristocrático y los decuriones y tercero. A
    partir de ahí estaban los esclavos y hombres libres de
    condición humilde.

    Los ex soldados y los ex esclavos eran dos grupos en
    ascensión. Las pagas y los donativos eran suficientes para
    que los veteranos se retirasen con una riqueza modesta, y si eran
    oficiales, llegaba a ser considerable, ocupando probablemente
    puestos en el Gobierno local.

    La importancia de la familia en la sociedad era
    significativa. En general, los emperadores se mostraron poco
    dispuestos a alinear las leyes relativas a
    la familia con el comportamiento
    social. La imagen
    clásica de la famila romana como unidad doméstica
    patriarcal gobernada por un paterfamilias, es insostenible. La
    diferencia de edad entre generaciones, reducían
    considerablemente los efectos de la autoridad
    paterna en los hijos varones.

    Dadas las tasas de mortalidad paterna, las relaciones
    personales fuera de la familia adquieren mucha importancia. Una
    innovación del principado fue ampliar las
    relaciones de patronazgo para que se abarcasen las
    provincias.

    La historia religiosa, gira en
    torno a la
    estabilidad re la religión oficial, la
    confrontación de dioses y cultos oficiales e
    indígenas en las localidades y la ascensión del
    cristianismo.
    Los emperadores hacían una distinción clara entre
    sus preferencias religiosas personales y la religión
    pública de Roma. El culto al gobernante fue el
    único culto romano que pasó a ser más o
    menos universal. Tres funciones
    principales: la difusión de la ideología imperial,
    la concentración de la lealtad de los súbditos en
    el emperador y el progreso social y político de los
    provincianos que presidían su funcionamiento.

    Las religiones indígenas
    se desintegraron. La transformación religiosa fue fruto de
    una penetración pacífica.

    El cristianismo, al que se identificó como
    fuerza
    subversiva pero no peligrosa, fue el principal beneficiario de la
    actitud de
    aceptación pasiva que el Gobierno romano adoptaba ante la
    innovaciones , así como del permiso que daba al individuo
    para que siguiera sus propias preferencias religiosas. El
    cristianismo solo fue tolerado oficialmente después de la
    persecución oficial, y no hubo ninguna persecución
    durante el período del principado.

    Los emperadores eran fundamentalmente conservadores: sus
    innovaciones administrativas fueron limitadas y dejan entrever
    que les interesaba más controlar a sus funcionarios que
    dirigir las vidas de los súbditos.

    Después que Roma surtiera el efecto inicial, la
    romanización era una gran parte autodirigida, una
    respuesta que las élites locales daban a la perspectiva de
    ver mejorados su categoría, su riqueza y su poder bajo la
    protección de la autoridad
    imperial.

     

     

    Autor:

    Belén Suárez de Lezo

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