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El chivo expiatorio: una lectura teológica desde Marcos 5, 1-20



Partes: 1, 2, 3

  1. Sistemas generadores de violencia colectiva: el chivo expiatorio
  2. Un endemoniado víctima de los sistemas generadores de violencia colectiva: es un chivo expiatorio
  3. Horizontes pastorales liceo de cervantes el retiro
  4. Conclusiones
  5. Bibliografía
  6. Agradecimientos

1. Sistemas generadores de violencia colectiva: el chivo expiatorio

> De los 3400 años de historia de la humanidad que podemos fechar por medio de la literatura o de otras fuentes, 3166 años fueron años de guerra. Y los 234 años restantes no fueron ciertamente años de paz, sino de preparación para la guerra?1

Un análisis atento a René Girard2 permite identificar su aporte conceptual de chivo expiatorio y demostrar que la violencia hay que entenderla como un acontecimiento real cuya recurrencia en cualquier cultura está ligada a la universalidad de cierto tipo de conflicto entre los seres humanos: las rivalidades miméticas.

Es por esto que se busca desentrañar el origen de esta violencia que se presenta como mediadora de las relaciones humanas. La amistad, el matrimonio, las relaciones profesionales, la relación de vecinos, hermanos y familiares están siempre amenazadas. Pero, amenazadas por ¿quién o por qué? Es ahí donde se manifiesta la presencia del deseo mimético como punto originario de los sistemas generadores de violencias colectivas.

1. 1 DESEO MIMÉTICO Los seres humanos en su trasegar histórico se influencian unos a otros, y, cuando están juntos y conviven, tienen tendencia a desear las mismas cosas, no porque la necesiten en razón de su escasez, sino porque la imitación3 comporta también los deseos.

Pero basta con mirar a dos niños o dos adultos conviviendo juntos para comprender su natural inclinación a desear4 lo que el prójimo posee, o incluso, tan sólo desea. Se trata de un fenómeno que al existir en los grupos humanos genera una tendencia muy fuerte a los conflictos de rivalidad.

El deseo puede ser objetivo o subjetivo pero, en realidad, depende de otro que da valor a los objetos: el tercero más próximo, el prójimo. Es él quien se convierte en el modelo de nuestros deseos. Eso es lo que René Girard llama deseo mimético5. Ahora bien, el deseo mimético no siempre es conflictivo pero suele serlo cuando al imitar su deseo, doy a mi rival la impresión de que no le faltan buenas razones para desear lo que desea, para poseer lo que posee, con lo que la intensidad de su deseo se duplica. Esto hace que siguiendo el modelo de mi prójimo, éste quiera conservarlo, reservarlo para su propio uso, lo que significa que no se lo dejará arrebatar sin luchar.

La rivalidad de los deseos no sólo tiende a exasperarse, sino que, al hacerlo, se expande por los alrededores, se transmite a unos terceros tan ávidos como los primeros6. A partir del momento en el que hay tres, cuatro, cinco, seis, el proceso se convierte en un conflicto mayor, y todo el mundo desea la misma cosa. El conflicto que comienza por un objeto termina por hacerse tan intenso que aboca a la destrucción o al olvido del objeto, y se transfiere al nivel de los antagonistas, que devienen, fuera de todo deseo real, obsesionados los unos por los otros.

La naturaleza mimética del deseo explica las causas de la violencia y el mal funcionamiento de las relaciones humanas. La violencia no es un acto individual, es según la lógica del deseo mimético un acto social y cultural creador de sistemas generadores de violencias colectivas.

1. 2 NO TODO DESEO ES MALO A partir de lo descrito anteriormente se podría definir el deseo como una tendencia naturalmente mala. Pero, al contrario, de lo que se podría concluir, es una inclinación intrínsecamente buena.

El ser humano es una criatura que ha perdido parte de su instinto animal a cambio de obtener eso que hemos denominado deseo. Saciadas sus necesidades naturales, los seres humanos desean intrínsecamente, pero sin saber con certeza qué, pues carecen de un instinto que los guíe. No tienen deseo propio. Lo propio del deseo es que no sea propio7. Para desear verdaderamente el género humano tiene que recurrir a otros hombres y mujeres y a otras sociedades para recibir prestados sus deseos.

Un préstamo que ni los unos ni los otros se enteran. No solo es el deseo el que se toma prestado, sino multitud de comportamientos, actitudes, saberes, preferencias, etcétera, en el seno de los cuales el deseo pasa inadvertido, poco se tiene en cuenta.

La única cultura verdaderamente existente no es aquella en la que se ha nacido, sino aquella cuyos modelos se imitan a esa edad en la que se tiene una capacidad de asimilación mimética máxima. Si su deseo no fuera mimético, si los niños no eligieran como modelo, por fuerza, a los seres humanos que los rodean, la humanidad no tendría lenguaje ni cultura. Si el deseo no fuera mimético, no se estaría abierto a lo humano8.

El deseo mimético aporta a la humanidad el escape a los instintos originarios que le anteceden, a la vez se hace responsable de la actitud constructiva y destructiva que sitúa al ser humano por debajo de los animales o por encima de ellos. En palabras de René Girard: ?nuestras interminables discordias son el precio de nuestra libertad?9.

1. 3 EL CHIVO EXPIATORIO Los conflictos miméticos evolucionan y los antagonistas ya no se contentan con los objetos que disputan. Mutuamente exasperados por el obstáculo vivo, el escándalo10, que cada uno representa entonces para los demás, los dobles miméticos olvidan el objeto de su discordia y se vuelven rabiosos, unos contra otros. Cada uno de ellos se encarniza con su rival mimético.

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